Tierra Adentro
Ilustración realizada por Karina Janis
Ilustración realizada por Karina Janis.

La presentación de Grupo Firme en el Zócalo de la Ciudad de México causó una serie de reacciones de todo tipo y, a la vez, fueron material de reflexión sociológica y una muestra del problema del clasismo en México.

A mí me llamó la atención algo que en apariencia es mucho más mundano. Un pequeño detalle que algunos decidieron criticar para demeritar el éxito de los firmes. Podía leerse, en un comentario genérico de Facebook, que: “mínimo lleven a alguien que sea famoso por cantar sus canciones, no puro cover”. Esto, además, se suma a comparaciones con los grupos de antaño de la música norteña, en las que algunos despistados también mencionan a intérpretes de mariachi y de bolero.

La mala intención de las críticas se suma a una ignorancia total de la tradición de nuestra música, pero específicamente del corrido. Todos, absolutamente todos nuestros representantes más conocidos han cantado covers como una forma de llegar al gran público, o incluso como una forma de exportar sus interpretaciones.

Al parecer, no es criticable que Antonio Aguilar haya hecho famosa la canción Un puño de tierra, composición de Carlos Coral. De igual manera, un poco fuera del género en cuestión, es un orgullo que Lila Downs cante Paloma negra en la televisión francesa, escrita originalmente por Tomás Méndez.

Al parecer a los grupos de jóvenes con integrantes abiertamente homosexuales y con vestimentas fuera del estereotipo norteño, se les considera poco honestos, ladrones del talento ajeno; parias por excelencia de la sociedad; responsables de los vicios de la población.

Pese a quién le pese, el corrido es autorreferencial y está lleno de historias que se repiten una y otra vez. Vamos y venimos a los mismos lugares: Culiacán, Tijuana, Ciudad Juárez, Monterrey, Linares, Los Ángeles.  Curiosamente, el adherirse a ciertos moldes también permite la innovación. La cultura propone un formato que los intérpretes toman y al que van incorporan pequeñas novedades que pueden tener éxito o no.

Tampoco es secreto para nadie que el corrido narra apoyándose en los sucesos actuales y se inspira de todos los elementos posibles. Un ejemplo de éxito rotundo es el caso de Los Dos Carnales, denominados como las nuevas voces del corrido.

Su sonido puede emparejarse de inmediato con lo que consideraríamos el corrido clásico o de antaño, tanto en temas como en solemnidad. Salvo por una pequeña excepción; una pieza que tal vez encabece la lista de las más queridas de su repertorio: El envidioso.

Dicho tema cuenta con la audacia de utilizar la relación entre Quico y el Chavo del 8 para ejemplificar un caso de envidia clínica: “acuérdense que Quico envidiaba al Chavo y no tenía nada”. La frase les ganó el cariño de un público amplio que incluye a niños de todas partes del país. ¿Acaso sería esto posible si existieran reglas para la composición de canciones de inspiración únicamente propia? ¿Cuántas canciones hubiesen quedado en el olvido si otros intérpretes más famosos no las hubieran cantado?

Los prejuicios hacia la música de banda y norteña persisten desde hace mucho tiempo, y sí, las letras de las canciones están llenas de violencia, cuernos de chivo, drogas, ladrones, asaltantes, sicarios, amores tóxicos y decepciones. Igual que la realidad del país, justo igual que lo que vemos todos los días, pero es mucho más fácil apuntar las balas a pequeños chivos expiatorios que son, por lo regular, jóvenes artistas con una botella de cerveza en mano.

Ahora, es importante conocer que el corrido también se inspira de los versos de la poesía; no solo de las realidades decadentes de nuestro México. Nadie lo hizo más explícito ni con más maestría que el irrepetible Chalino Sánchez en su interpretación del Nocturno a Rosario; composición que quizá conoció gracias a Los Alegres de Terán, pero que originalmente es creación del poeta Manuel Acuña.

Estas seguidillas de inspiración, e incluso plagio descarado, han llevado a un desarrollo de las fuerzas creativas al máximo. Así lo es en todo ámbito de la cultura, lo que pasa es que un amplio sector de la población mexicana considera que un mundo sin corridos sería, como por arte de magia, un mundo mejor; más perfecto, si dichos corridos no fueran reinterpretaciones de otros artistas, como que las películas que ven todos los veranos, pero que separan desde un profundo desprecio.

Cuando T3ER Elemento canta Aerolínea Carrillo y menciona la nave 727, tenemos ahí un tributo, un guiño a la Nave 727 de los Cadetes de Linares. Lo mismo sucede con el famoso corrido de Chuy y Mauricio, en el que se lamenta la muerte de dos admiradores de Los Cadetes de Durango. Ni hablar del corrido de Lamberto Quintero, letra que ha sonado en las voces de Los Cadetes, Antonio Aguilar, Valentín Elizalde, y muchos más.

El cancionero del corrido mexicano es una recopilación de fechas que nos hieren, como aquel 28 de enero, y para quienes disfrutamos de este estilo de música, en eso no hay novedad. La cosa es que, para algunos, eso es un crimen.

Como en todo acto humano, la tradición tiene un peso importante. Frases, lugares y nombres de personajes son mencionados recurrentemente en el canon del corrido, estos configuran un imaginario específico que, a pesar de transformarse y adaptarse al gusto de las nuevas generaciones, busca conservar una sensibilidad ante el mundo. La repetición es la clave. Lo fue en los griegos, lo fue en el mundo árabe y lo es en esa región imaginaria que se forma en los estados de la frontera Norte de México.

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