Comillas en México
Comillas en México no es un movimiento literario o político.
Comillas en México no es un género dentro del street art.
Comillas en México tampoco es un plan de marketing de los monopolios para diferenciarse de las pequeñas, chicas o medianas empresas.
Comillas en México no es un no saber leer y escribir.
Comillas en México no es un proyecto de arte contemporáneo o postpoesia.
Comillas en México quiere ser, si acaso, la muestra del temple de una época; una etnografía del lenguaje en el tercer mundo precarizado.
Al caminar por cualquier calle en la que haya comercios, uno puede observar que cada puesto tiene en un letrero el nombre que le corresponde al objeto que vende, promueve o servicios que requiere u ofrece. Salir a caminar por la ciudad se convierte en un estar leyendo la oferta laboral y gastronómica de la zona. En estos letreros también se aclaran servicios que se están o no dispuestos a ofrecer, se especifican cosas para hacer más ameno el trato entre comerciantes y consumidores.
Tengo el recuerdo infantil de entretenerme viendo esos letreros comúnmente en cartulinas neón pegadas con cinta canela o masking tape. Era un truco a la mirada de un niño: colores chillones en una ciudad gris. Puede ser que todos los vean por eso.
En la primaria cuando algo era muy importante te decían que lo subrayaras, lo escribieras en rojo, en mayúsculas, le pusieras signos de admiración y lo entrecomillaras: “¡ASÍ!”. A veces pienso que esas estrategias pedagógicas llegaron a los comercios de la Ciudad de México.
Había algo en esos letreros, ciertos usos del lenguaje que me interpelaban más allá de la llamada de atención del producto que anunciaban. Su uso de las comillas me parecía brillante, irónico e incluso había cierta lucidez.
Las cartulinas y las mantas son manufacturadas en casa y cada comerciante les imprime su sello personal, su estilo. Su lenguaje, aunque escrito, está muy cerca del habla popular, y apuesta a interpelar al transeúnte de manera amigable y cercana. No sé de marketing, pero estoy casi seguro de que uno compra más si le hablan bonito.
A partir de estas ideas, una amiga creó un proyecto de Instagram que se llama #NoLeo. Ahí sube carteles y notas escritas que se encuentra en la calle. Se demuestra que la lectura, únicamente de libros, es reducida porque siempre estamos codificando signos y escrituras. Vivimos en una ciudad que hace hablar a sus lugares u objetos con frases, mensajes y advertencias.
De ahí vino mi inspiración para encarar con seriedad el uso de comillas en los anuncios y letreros de la Ciudad de México. El 14 de marzo de 2018 abrí una cuenta en Instagram para documentarlas. Comencé a ver que, aunque cada cartel tiene el estilo de su creador, el uso de las comillas se rige bajo ciertas normas. A veces solo señala y hace énfasis, otras parece que tiene consciencia de que las palabras no corresponden con los objetos y es mejor afrontarlo directamente con la ironía del entrecomillado.
Esto solo es posible en los márgenes del capitalismo financiero. Finalmente los letreros apelan a hacer funcionar y fluir la economía local y se cree que las comillas contribuyen a este propósito. Podría ser y no. Porque para hacer crecer el dinero hoy en día hay que abandonar el mundo real. El dinero se multiplica en hipercomputadoras que funcionan con una exactitud maquínica donde no hay cabida al error o la ambigüedad.
Las comillas son un gesto que señala al lenguaje mismo. Lo hace presente como lenguaje, como algo no tan natural ni obvio. El poeta Mario Montalbetti estaría orgulloso de saber que en el México de a pie se sabe de la insuficiencia del lenguaje. Que los sustantivos no son cosas o personas, que los verbos no son acciones concretas y que la existencia es relativa; son palabras.
Me gusta pensar que en México, donde puedes regatear, negociar y, en ciertos barrios, hasta intercambiar productos, hay una resistencia al capital global. Las comillas dan lugar a una forma de lenguaje que se acerca a la poesía. Un lugar donde las personas aún se pueden acercar afectivamente al intercambio monetario y de trabajo.
El uso del lenguaje con comillas es a veces poético, hay una voz ahí. No se deja ver en el transitar y ver los carteles, pero imagino que alguna de las predicciones de Franco Berardi (Bifo) puede estar sucediendo: “la poesía podría iniciar el proceso de reactivación del cuerpo emotivo, y con éste, el de la reactivación de la solidaridad social.” Lo que deja ver Comillas en Mexico es la psique individual del consumo local. Una lógica mercantil que se quiere familiar y juguetona.
El proyecto completo se puede ver en este link: