Comercio, política y cultura: La apropiación del espacio público y sus límites
El espacio público, como noción, es una idea relativamente reciente. Para poner en contexto los proyectos que se presentan en este dossier, este ensayo explora cómo nace la idea del espacio público y su apropiación, así como la manera en que se utiliza para explicar las interacciones de una sociedad, sus conflictos y sus límites legales, con especial énfasis en las apropiaciones artísticas.
EL ESPACIO PÚBLICO Y LA SOCIEDAD
Según Alberto Sato, historiador y crítico de la Universidad Andrés Bello, el espacio público se refiere a un lugar cuya propiedad, disposición y uso es común a todos los habitantes de una ciudad. Sin embargo, no todas las personas gozan o disponen de dichos lugares en forma arbitraria, por lo que deben existir controles para su mantenimiento y cuidado, así como para su utilización. Las actividades pueden ir desde el simple desplazamiento hasta los procesos de intercambio entre individuos que integran la sociedad: el espacio público como lugar de encuentro entre consumidores y mercaderes. Por esta razón se considera esencial garantizar la libertad de circulación e intercambio de bienes y personas dentro del espacio público, para permitir que funcione como punto de convergencia.
La idea del espacio público fue enunciada por primera vez en los años ochenta por Adrián Gorelik, especialista en temas urbanos en la Universidad de Quilmes, Argentina. Esta idea tomó fuerza dentro de los discursos culturales, sociológicos, políticos y urbanos durante esta década, y sirvió como eje para la explicación de fenómenos urbanos tan diversos como los tianguis culturales, las Gallery Nights y las propias obras que el gobierno realiza dentro de una ciudad. Para ilustrar la importancia de este concepto, podemos pensar en las recientes renovaciones en el Centro Histórico de la ciudad de México, la glorieta de la Minerva en Guadalajara y los jardines de Las Rosas y Capuchinas en Morelia. Bajo el discurso de una transformación urbana progresista, estos actos enaltecen la importancia del espacio público a través de obras de peatonalización de sitios emblemáticos, ensanche de aceras en vialidades importantes, así como la recuperación de espacios de encuentro, como en el caso de la Alameda Central en el Distrito Federal. Gorelik entiende al espacio público como categoría puente, la cual pone en un mismo recipiente conceptual dimensiones de la sociedad, la política y la ciudad. Estas esferas tan diferenciadas convergen en el territorio de la ciudad en un locus específico que cumple como referente de identidad, reconocimiento y reunión para individuos que, en la acelerada dinámica urbana, han roto los lazos de comunidad.
Entre las actividades que se realizan en el espacio público se encuentran las manifestaciones políticas o culturales, por ejemplo, el cierre de vialidades importantes para expresar inconformidad o las intervenciones artísticas que en la búsqueda de acercarse a la sociedad utilizan calles, parques o plazas como escenario. Son precisamente estos eventos los que enriquecen y dan vida al espacio público, a la vez que lo mantienen en los círculos de reflexión donde se impulsa la convivencia y la integración social. A estos aspectos del espacio público se contrapone la creciente edificación de espacios de consumo privado, cuyo principal atractivo es la promesa de seguridad. Es decir, la importancia del espacio público radica en su potencial para la integración, construcción de referentes y significaciones sociales a través del encuentro de los diferentes grupos sociales.
El espacio público no aparece en las ciudades por inercia. De acuerdo con Marcela Vergara, socióloga de la Universidad Pontificia Bolivariana, éste se constituye tanto por las prácticas que ejerce la sociedad como por el sentido que se le da: se convierte en escenario detonador de la actividad social, cultural, política y económica de una ciudad. Además, incrementa la calidad de los espacios habitables: existe una gran diferencia entre abrir la ventana para ver un parque arbolado que encontrarnos con el segundo piso de una arteria vehicular. En conclusión, hacer referencia al espacio público obliga a tomar en cuenta la forma en que se habita una ciudad, pero sin descuidar las prácticas que las personas realizan en el día a día, condición que nos lleva a la apropiación del espacio público.
LA APROPIACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL ESPACIO PÚBLICO
No hay que entender el espacio público como algo inamovible en espera de ser utilizado o, de forma más concreta, como referiré a continuación, de ser apropiado. Fernando Carrión, estudioso de la política pública urbana en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Ecuador, indica que el espacio público debe entenderse históricamente y abordarlo no sólo como parte de una ciudad sino en su relación con ella. Esto hace posible la generación de identidades entre los integrantes de una sociedad, la cual incluso puede ser reconocida por otras personas que se encuentran alejadas en espacio y tiempo. Por ejemplo, el significado de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco como icono del movimiento estudiantil de 1968 no es ajeno a ninguna persona. Lo mismo sucede con la Plaza Roja, escenario del desfile militar conmemorativo del sexagésimo quinto aniversario de la capitulación de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y que es considerada el corazón de Moscú. La construcción de identidades o simbologías a partir del espacio público sólo es posible a través de una acción que se denomina apropiación del espacio. Esta apropiación es definida por la socióloga Marcela Vergara como el conjunto de acciones sociales que vinculan al sujeto con el espacio a través de su utilización, ocupación y usufructo, siempre que no implique la disposición en forma privada. Esta definición nos obliga a reconocer la existencia de conflictos derivados del acto mismo de apropiación. Imaginemos el siguiente escenario: Un hombre que habita en el centro de una ciudad utiliza el espacio público —un parque cercano a su casa— como fuente de distracción, calma, orden y limpieza. Por otra parte, un par de vendedores ambulantes, provenientes de otra parte de la ciudad, utilizan este espacio para el comercio, con todo lo que éste conlleva. Para el primer hombre, la actividad que realizan los vendedores afecta el orden del espacio. Aquí entran en juego dos formas de apropiación simbólicas: por un lado, el espacio actúa como elemento de recreación, y por otro se entiende como medio de subsistencia. En este ejemplo, ninguna de las dos perspectivas es adecuada o errónea. Sin embargo, darle mayor peso a una de ellas implica el riesgo de privilegiar un uso particular sobre el beneficio común, al tiempo que se limita el acceso generalizado al espacio público.
En un nivel más amplio, la apropiación del espacio público permite la generación de tácticas o herramientas de comunicación, intervención, denuncia o reclamo, siempre fundadas en la acción colectiva. Como en cualquier proceso de comunicación son necesarios cuatro elementos: emisor, mensaje, canal y receptor. Por ejemplo, pensemos en un artista que realiza un montaje en una plaza pública, con la intención de crear conciencia sobre el cuidado del agua. Su público objetivo es toda persona que circule por este espacio. Sin la intervención de este público, el espacio no puede ser apropiado y la idea del artista no se manifiesta. Al encontrarse todos los elementos comunicativos, el individuo podría pensar en regresar nuevamente a este lugar que le pareció más interesante y significativo como espacio cultural desde que se encontró con la idea de un artista manifestada en el espacio público. Otro caso con el que se ilustra la apropiación de espacio público es la forma mediante la cual grupos sociales buscan hacer evidentes demandas o inconformidades relacionadas con su vida en la ciudad, actos en los que, como define Verónica Capasso, especialista en arte y espacio público de la Universidad Nacional de La Plata, el Estado es colocado en el centro de los reclamos. Como muestra de estas manifestaciones está el Movimiento Urbano Popular en México, que alrededor de 1970 estaba conformado por propietarios de vivienda, inquilinos, colonos y solicitantes de vivienda, la mayoría trabajadores no asalariados, quienes demandaban mejores condiciones de vida. En Chile encontramos el caso del Movimiento de Pobladores en Lucha, surgido en 1960, cuyos integrantes demandaban vivienda, equipamiento y mejoras urbanas. La apropiación política del espacio público permite configurar formas alternativas de orientación ideológica agregando también la acción colectiva. Las reacciones que provoca suelen ser diferenciadas e inclusive contrarias, es decir, van desde el apoyo al desacuerdo total, en este último caso con el argumento de un uso inadecuado del espacio público, como consecuencia de la confrontación del derecho a la libre circulación con el de libre expresión.
El objetivo de la apropiación es comunicar algo a la par que provocar una reacción en la vida cotidiana, de forma que la intervención sobre el espacio público se convierte en una marca territorial que expresará la apropiación de una ciudad y la toma del espacio para ser habitado. Por ejemplo, permanece en la mente de los habitantes y establecimientos mercantiles la ocasión en que el Paseo de la Reforma en el Distrito Federal fue tomada por militantes de un partido político del país en juliode 2006, donde la acción colectiva plasmó un fuerte contenido social en el espacio público. Adolfo Albán, pintor y expositor en espacios abiertos adscrito a la Universidad del Cauca en Colombia, pone como ejemplo algunas formas de apropiación artística como la propuesta por la Bauhaus, que buscaba estetizar la vida cotidiana con objetos que cumplieran una doble función, utilitaria y estética, para acortar la distancia entre el productor, la obra, los espacios de representación y el observador. De acuerdo con Albán, los happenings, como acciones performativas de interpelación de la realidad montados en el espacio público, propician una combinación de expresiones creativas en las que el espacio público toma una importancia capital en términos de la relación obra-espectador y del lugar como espacio de creatividad.
LA PROBLEMÁTICA Y LA REGULACIÓN DE LA APROPIACIÓN ARTÍSTICA EN EL ESPACIO PÚBLICO
Según Emma Gutiérrez, especialista en diseño urbano en la Universidad de Aguascalientes, si el espacio público se utiliza en forma diferenciada, con intereses que no necesariamente coinciden, es necesaria su revisión y regulación a través de la implementación de leyes, reglamentos o normas mediante un proceso continuo, integral e incluyente, puesto que el espacio público presenta ventajas que deben aprovecharse de forma generalizada. La herramienta con que cuentan las entidades de gobierno es la planeación urbana. Su objetivo es ordenar el espacio público, crear lugares comunes o simbólicos, puntos de referencia en el espacio urbano —algunos de ellos convertidos en grandes hitos—, así como, mediante la articulación con otras disciplinas, generar los instrumentos que regulan las acciones y las prácticas que pueden realizarse en ellos. Pero lo planeado para los diferentes espacios urbanos no siempre corresponde a las apropiaciones que los individuos realizan en la práctica. Un adecuado ejercicio en el diseño de políticas de intervención urbana debe reconocer las diversas prácticas sociales, culturales, económicas y políticas, con el fin de generar escenarios en los que se garanticen tanto las oportunidades como los derechos de toda la población, para que participe en forma equitativa de los beneficios derivados del espacio público. Los espacios públicos de una ciudad son sujetos de una activa política de seguridad, ante la amenaza latente de que la población los considere lugares peligrosos y deje de utilizarlos.
La apropiación artística aparece como una alternativa desde dos perspectivas distintas. Por un lado, permite trascender el paradigma clásico de la obra dirigida al espectador selecto y conocedor, contenida en espacios diseñados específicamente para su exposición, como los museos o galerías privadas. Por otro, mediante la búsqueda y generación de nuevos espacios de comunicación y exposición, interactúa con el público de a pie. Esto posibilita el uso del espacio y su concurrencia, con apoyo de elementos como la música, la danza o el teatro para generar interacciones entre un artista y un público que puede incluso convertirse en participante activo. Muestra de lo anterior son las actividades de Flashmob México, que tiene como fin crear escenas, valiéndose del arte de la improvisación, en las cuales se envíe un mensaje positivo relacionado con el valor de la organización colectiva y el uso del espacio para la manifestación de ideas. Acciones emblemáticas de este colectivo son Ataque de sueño (2011), en la cual un grupo de cerca de doscientos participantes, entre ellos violinistas, se dieron cita para irrumpir la cotidianeidad de la calle Madero en el Centro Histórico, y Freeze Antara (2010), donde cerca de ciento veinte personas se organizaron para montar en una plaza comercial una suerte de obra en la cual todos los participantes quedaban congelados. Este tipo de apropiaciones incentiva el uso del espacio y resultan una eficaz herramienta para la recuperación del espacio público.
En principio, la apropiación artística del espacio no tiene grandes limitaciones legales, pues la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos contempla la inviolable libertad de difundir opiniones o ideas a través de cualquier medio. Hace hincapié, además, en que ningún instrumento jurídico puede coartar esta libertad, salvo en casos en que se perturbe el orden público, se atente contra la moral o los derechos de terceros, si bien no existe la posibilidad de secuestrar ni retener elementos o bienes utilizados para la difusión de bienes o ideas. En una lógica similar, la Carta de Derechos de los Ciudadanos del Distrito Federal estipula la posibilidad de expresar libremente ideas, sea en forma oral, escrita u otras, siempre que se respete el orden público y los derechos de terceros.
Este marco jurídico facilita la apropiación, de forma individual o colectiva, del espacio público como medio de movilización de la producción artística, realización de alguna crítica o cuestionamiento al sistema social a partir de la representación visual o sonora de ideas. Sin embargo, a escala local, donde la acción de la autoridad está focalizada, como en municipios o delegaciones, existe la preocupación de generar condiciones mínimas para la convivencia entre los diferentes individuos que utilizan el espacio urbano. En sentido más estricto se trata de permitir el libre ejercicio de algunos derechos ciudadanos sin afectar el de terceros. Tal preocupación se refleja en la Ley de Cultura Cívica que opera en el Distrito Federal. Al igual que la Constitución y la Carta de Derechos, enuncia la libertad de expresión. Esto incluye también las posibles conductas o hechos sancionables, como la producción de ruidos molestos, limitar el derecho de uso, acceso y libre tránsito en el espacio por un tercero, o causar daños al entorno urbano —dañar, pintar o hacer uso indebido de propiedades públicas o privadas—, salvo en el caso de que exista un permiso expedido por la autoridad correspondiente. Entre los ejemplos que pueden ser objeto de penalización está el graffiti, aunque como apropiación puede apreciarse como una forma válida de arte. Si bien puede ser calificado como parte del derecho innegable de la libertad de expresión, para otras personas es desagradable y causa daños innecesarios al espacio público. En esta última perspectiva se sitúan las autoridades encargadas de vigilar el espacio público, que asocian esta actividad con la ilegalidad, lo que genera barreras legales para el ejercicio de esta práctica. Sin embargo, los colectivos de artistas del graffiti han logrado con el paso del tiempo encontrar espacios de diálogo con autoridades y sociedad civil para mejorar la imagen de esta práctica.
Las principal limitación que enfrenta el ejercicio de apropiación artística es el de contar con un permiso para utilizar el espacio público, por lo que será tarea del artista consultar con la autoridad correspondiente los pasos a seguir. Los dos ejemplos mencionados —flashmob y el graffiti— muestran que pueden existir diferentes percepciones sobre el efectivo ejercicio de la libertad de expresión. Existe poco desarrollo de la legislación en la materia, lo que hace necesario el trabajo con las autoridades para establecer marcos jurídicos que permitan una realización efectiva de la apropiación artística sin violar los derechos de terceros.