Clarice Lispector y las cartas a sus hermanas
Traducción de Paula Abramo
Una dimensión significativa de la obra de la autora brasileña es su correspondencia. Este ensayo deshebra el extenso epistolario de Clarice dirigido a Elisa y Tania, sus hermanas. Más allá del enorme valor documental de las misivas, que nos permiten asomarnos a una intimidad, Nádia Battella Gotlib descubre que en estas cartas se pone a prueba la escritura de Lispector.
No sólo de ficción se alimentó la escritura de Clarice Lispector. Además de novelas y relatos, cuentos para niños y una obra de teatro, escribió artículos periodísticos: cuando era joven, reportajes y entrevistas —en los últimos años de su vida, entrevistó a muchos personajes relevantes, entre ellos artistas e intelectuales—, y en las décadas de los cincuenta y principios de los sesenta, publicó casi quinientas columnas y páginas femeninas en periódicos que estaban, pues, destinados a un público compuesto por mujeres.
También escribió crónicas —textos breves redactados para periódicos y revistas, un género muy practicado en tierras brasileñas— que se inmortalizaron una vez que parte de esa producción se reunió en libros.
Y Clarice escribió cartas. Muchas cartas. No tantas como nuestro escritor modernista Mário de Andrade, autor de la novela Macunaíma, cuya correspondencia enviada y recibida, resguardada en el Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de São Paulo, suma un total de casi siete mil seiscientas cartas. El conjunto de la correspondencia de Clarice Lispector, pese a no ser tan voluminoso, es importante por su hábil registro de hechos e impresiones.
La correspondencia de Clarice obedece a ciertas circunstancias de su vida: la distancia de aquellos a quienes escribe. En un primer momento, su ausencia se da durante un breve período vacacional cerca de la ciudad de Río de Janeiro, donde residía. Su segunda ausencia tiene una duración de seis meses, período en que residió en Belém do Pará, al norte de Brasil, acompañando a su marido diplomático, que estaba en servicio. A continuación, la distancia aumenta: pasa quince años primero en Europa y luego en Estados Unidos, también con su marido, que asume cargos diplomáticos en Nápoles, Berna, Torquay y Washington. Clarice escribe además cartas desde Río de Janeiro a personas que se encontraban fuera de esa ciudad.
Sus destinatarios son diversos. Escribe a amigos escritores, como Rubem Braga y Erico Verissimo, entre muchos otros. Escribe a traductores, editores, críticos y familiares. Esta correspondencia, que suma más de trescientas cartas resguardadas en la Fundación Casa de Rui Barbosa, en Río de Janeiro, [1] se encuentra parcialmente publicada: 129 cartas se reunieron en el volumen titulado Correspondências, de 2002. [2]
Otro conjunto, conformado por las cartas que intercambiaron Clarice Lispector y Fernando Sabino, se publicó también en un libro, Cartas perto do coração, compilado por el mismo Sabino, escritor y amigo de Lispector, que incluyó en el volumen la totalidad de esa correspondencia: 50 cartas, 27 de las cuales están escritas por Clarice y 23 por él. [3]
Más recientemente han salido a la luz las cartas que escribió Clarice Lispector a sus hermanas, que permanecieron guardadas durante décadas por sus destinatarias: primero por su hermana mayor, Elisa Lispector y, tras la muerte de ésta en 1989, por su hermana de enmedio, Tania Kaufmann, que falleció en 2007.
En el mismo año de 2007, una selección de 120 cartas dirigidas por Clarice a sus hermanas, de un total de 180, se publicó en un volumen titulado Queridas mías, que ya se editó en francés y en español. [4]. Este volumen no incluye doce de las cartas de Clarice dirigidas a sus hermanas, que ya se habían publicado en el libro Correspondências, mencionado anteriormente.
¿Qué dicen las cartas que Clarice Lispector escribió y remitió a Elisa y Tania, sus dos hermanas?
Las primeras cartas, incluidas en Queridas mías, datan de principios de los años cuarenta. En ese tiempo, Clarice vivía en la ciudad de Río de Janeiro. Su familia judía, que había emigrado de Ucrania a fines de 1920, ya había vivido momentos difíciles en las ciudades de Maceió y Recife, en el nordeste de Brasil, donde se había establecido desde principios de 1922 con los escasos recursos que reunía su padre, Pedro, que trabajaba como vendedor ambulante.
Aunque estas cartas están dirigidas a las hermanas de Clarice —a las dos al mismo tiempo, o unas veces a una y otras, a la otra—, dejan ver una peculiaridad: hay fundamentalmente tres personas involucradas en la comunicación, tres mujeres, pero con una limitante, una triste limitante: no hay respuestas. Todas las cartas están escritas por Clarice Lispector. Ésta, al parecer, no conservó las cartas que le enviaron sus hermanas…
Aun sin ese diálogo, ambas destinatarias están presentes a través de las menciones que hace Clarice: comentarios, preguntas, sugerencias, recados, encargos, lamentos y advertencias.
En una de estas primeras misivas, escrita en enero de 1942, ya se manifiesta la futura Clarice escritora. Con sólo 21 años, afirma: “No he escrito ni una línea, lo cual perturba mi reposo. Vivo en espera de la inspiración con una avidez que no me da tregua. De hecho he llegado a la conclusión de que escribir es lo que más quiero en el mundo, incluso más que el amor” [las negritas son mías].
También da noticias de su noviazgo con su futuro marido, Maury Gurgel Valent.
“He recibido cartas formidables de Maury. Tuvimos un pleito porque él interpretó como literaria una carta que le mandé. Bien sabes que eso es lo que más puede ofenderme. Yo deseo una vida-vida, y por eso quiero dejar la literatura en un apartado distinto. Y además, yo había escrito la carta con entera espontaneidad” [las negritas son mías].
Escrita en plena juventud, esta carta registra un momento importante: el de la decisión. La literatura se presenta como la primera opción. Entre el amor y la literatura, Clarice afirma preferir la literatura.
Hay que advertir, también, que Clarice está ofendida porque Maury considera que su carta es “literaria”. Clarice se defiende diciendo que no, que estaba siendo completamente espontánea, y que no se trataba más que de una manifestación de “vida”. Y que su proyecto, o mejor, su “deseo”, era mantener la “literatura” aparte de la “vida”.
Ahora bien, en un primer momento podría parecer que Maury “malinterpretó” a Clarice. Ella estaba siendo sincera y él leyó la carta como si fuera “literaria”, o sea, no reconoció la carta como una construcción de su novia (léase: mujer), sino de la escritora.
Coincidimos con Maury porque Clarice estaba siendo literaria. Y coincidimos con Clarice porque estaba siendo naturalmente sincera. Y la concomitancia de estas acciones es posible sencillamente porque Clarice no puede separar la literatura de la vida. Escribe naturalmente siendo literaria. En este sentido, Maury comprendió bien a Clarice, yo diría que incluso mejor de lo que se comprendía ella a sí misma…
Si la carta de 1942 deja clara la opción de Clarice por la literatura, en una carta del 8 de julio de 1944, Clarice relata a su hermana una crisis conyugal. Al sumergirse en las entrañas de su propia experiencia, compleja e intensa, recurre a detalles parecidos a los que adoptará para construir personajes femeninos, como Joana, de la novela Cerca del corazón salvaje, publicada un año antes, en 1943. He aquí un fragmento:
“Me siento como una persona que de no hacer algo que la rehabilite, se va a ahogar. (…) Me estoy volviendo cínica y sin pudor. ¿Qué me importa que esto le suceda a otras mujeres? Lo que para unas es una condición de su propia feminidad, para otras es la muerte de ésta, y de todo lo que tienen de más delicado. Yo sé que yo misma soy un caso perdido. Pero te lo digo: nací para no someterme (…) Si cambiara, no me convertiría en una mujer normal y común, sino en algo tan apático y miserable como una mendiga. (…) Es horriblemente difícil vivir conmigo”.
Por coincidencia, o no, la vida se acerca a la literatura. Clarice parece construirse en esta carta como un personaje de su propia ficción.
La fuerza de la literatura en la vida de la pareja tiene un nuevo episodio. Quince años después de contraer matrimonio, Maury, el marido de Clarice, se servirá de la literatura para intentar acercarse a su esposa escritora. Poco después de su separación, en una carta de julio de 1959, remitida desde Washington, se sirve de una novela de Clarice para persuadirla de reanudar su relación conyugal. La novela es Cerca del corazón salvaje. En la carta, Maury se identifica con Otávio, el protagonista. Clarice sería Joana. Todo por acercarse a su exesposa, la escritora Clarice… [5]
Además del registro de una vida de pareja novelesca, la característica más evidente de esta correspondencia es, quizá, la de la ternura que Clarice manifiesta por sus hermanas. Y que está mezclada con cariño, amistad, compañerismo, amor y nostalgia. En este sentido, estas cartas son singulares. El afecto es patente no sólo en la forma de saludar a sus destinatarias —que va de “queridas mías” a “bichinha” (“bichita”, expresión afectiva empleada en el nordeste brasileño)—, sino en el modo cariñosísimo en que se refiere a ellas a lo largo de todas las cartas, incluso cuando se queja por la falta de respuestas.
Se trata de un afecto sin afectaciones, un flujo de discurso que parece (por lo menos a nosotros, lectores) nacer al calor del momento, como si Clarice estuviera conversando con sus dos hermanas. Y es una conversación, de hecho. Una conversación “entre mujeres”. Hay un lazo de familia que las une, a lo largo de esas casi dos décadas de correspondencia, mediante afinidades y complicidad. Complicidad entre mujeres.
Estas cartas se apoyan en el registro propio de la epistolografía —se especifica el lugar de escritura, hay un saludo al destinatario, una despedida final y la firma del remitente—; sin embargo, precisamente porque están escritas a gusto, como si Clarice estuviera charlando, y siempre a partir de un estado de intimidad, se acercan a otros géneros practicados por la autora.
Clarice cuenta en sus cartas, por ejemplo, hechos de su vida, y de esta manera se acerca a lo que podríamos considerar un discurso de índole autobiográfica. Sin embargo, se trata de una narrativa que incluye una profusión de datos biográficos referentes a personas que conviven con ella. A través de las cartas nos enteramos de las actividades y del excesivo trabajo de Tania y de Elisa. También nos enteramos de lo que pasa en Río de Janeiro cuando Clarice glosa los comentarios de sus hermanas.
Al registrar lo que le ocurre de principio a fin, con detalles, a veces con comentarios, estableciendo un pacto de complicidad entre hermanas mujeres, estas cartas pueden leerse como una especie de diario íntimo. De hecho, la materia prima de las cartas es el registro detallado de la cotidianeidad. No importa si estos hechos se consideran menores o banales. En el conjunto de las cartas importan porque integran un conjunto de circunstancias y documentan el desarrollo de una vida: la de Clarice.
Dado que el gran objetivo de las cartas es precisamente posibilitar a Clarice la cercanía con sus hermanas, las cartas son para ella un ejercicio de aproximación. No sólo refuerzan sus lazos, sino que intentan, en todo momento, ponerlos a prueba. Clarice exige un contacto por medio las cartas. Se queja cuando no recibe respuestas. Es más: se desespera cuando los contactos escasean. Sus cartas son, pues, una forma de valorar la seguridad afectiva familiar. No son simples vehículos para hacer llegar noticias a sus hermanas. Éste es, tal vez, el principal objetivo de sus misivas. La tranquilidad de Clarice depende del correo. Si recibe cartas, todo está bien. Si no recibe cartas, todo va mal. En este sentido, las cartas son, más que una liberación, el medio para alcanzar un estado de serenidad y, más aún, para lograr la salvación.
No hay que olvidar que estas cartas también tienen valor como documentos. Pero, en este caso, el remitente aparece a partir de la intimidad de la autora. Clarice cuenta qué ve, piensa, siente, escribe, critica y desea.
Al detenerse en los hechos y partir de alguna noticia, su texto adquiere un tono periodístico. Tal es el caso, por ejemplo, de un pasaje de una carta fechada el 7 de agosto de 1947 en que Clarice describe la visita de Evita Perón a Berna, ocasión en que la política argentina fue blanco de unos jitomatazos lanzados por el pueblo.
Al describir las ciudades europeas donde vive o por las que pasa, algunos relatos se acercan a la literatura de viajes. O diario de a bordo… Como ejemplo puede mencionarse el viaje navideño a Nápoles, pasando África y Portugal, que consta en una carta del 7 de agosto de 1944.
Al detenerse en los detalles de algunas ciudades por las que pasa, describiendo paisajes o tipos humanos con algún pormenor que llame la atención, la escritura de las cartas se acerca a la crónica, y se asemeja a muchas crónicas que la autora escribió, por ejemplo, todos los sábados de 1967 a 1973 para el Jornal do Brasil. Esto sucede en las 53 cartas remitidas desde Berna, en las que Clarice expone con detalle cómo era su vida en la pequeña ciudad suiza.
Cuando la autora hace comentarios sobre los libros que ella misma escribe, edita o intenta editar (La araña, La manzana en la oscuridad) y sobre libros escritos por otras personas, como Além da fronteira [Más allá de la frontera], novela de autoría de Elisa, u obras de otros escritores (son muchos los que se mencionan), los pasajes de sus cartas constituyen un aporte para una historia de la literatura brasileña y de otros países.
En sus cartas, Lispector comenta también las soluciones que encuentra en su narrativa, como en el caso de La araña, y soluciones que halla en obras de otros autores. Estas observaciones pueden considerarse dentro del marco de ese campo que llamamos crítica literaria, aunque amateur. Discute con sus hermanas el primer título de su novela La manzana en la oscuridad, a saber: A veia no pulso [La vena en la muñeca], criticado porque a veia [la vena] podía confundirse con aveia [avena].
Las diversas historias que conforman esta narrativa epistolográfica forman distintas capas de sentido que se complementan: hay una historia personal, una historia familiar, una historia de la diplomacia brasileña, una historia de las ediciones de libros y una historia de la literatura brasileña, de la crítica literaria brasileña y extranjera.
Finalmente, las cartas constituyen una narrativa de los afectos, y no sólo entre hermanas. Ya lo subrayamos al referirnos al registro de la historia sentimental conformada por la pareja de Clarice y Maury. Hay una trama hilvanada a lo largo de esas cartas, que aflora sobre todo cuando la angustia devora a Clarice y ésta se sumerge con más intensidad en su territorio interior. Acompañamos a la autora-narradora-casi-personaje desde su juventud hasta la plenitud de su madurez, dos años antes de su separación.
En este caso, las 120 cartas se convierten en una especie de esbozo de novela. Una novela que tiene 120 brevísimos capítulos…
Y que tiene también imágenes dignas de nota, sorprendentes desde el punto de vista literario. Cito un ejemplo: al describir la ciudad de Berna, en una carta fechada el 17 de julio de 1946, recurre a la imagen del recorte, plegado y pegado de papel para montar un escenario, como si la ciudad realmente fuera el resultado de ese proceso.
“A Berna parece que la recortaron; recortaron un arroyito verde y brillante, al lado recortaron un atardecer color rosa vivo, al lado recortaron una casa que termina aguda y otra que termina llana; pusieron un puente aquí, otro allá, recortaron las calles principales con sus arcadas (que hacen que las banquetas siempre estén cubiertas como una casa). Ahora estoy pensando que no les he mandado ninguna vista de Berna. Lo voy a hacer”.
Es interesante observar cómo un género no ficcional puede adecuarse al registro de los vericuetos de la producción literaria femenina y convertirse, así —mucho más que en un simple registro documental, pese a sus múltiples y amplias configuraciones—, en el núcleo mismo de la acción del lenguaje literario. Y construirse ahí como literatura. Como buena literatura.
Notas
[1] Valéria Franco Jacintho, Cartas a Clarice Lispector: correspondência passiva da escritora depositada na Fundação Casa de Rui Barbosa (São Paulo: Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidade de São Paulo, 1997) [Tesis de maestría].
[2] Clarice Lispector, Correspondências. Org. por Teresa Montero (Río de Janeiro: Rocco, 2002).
[3] Fernando Sabino y Clarice Lispector, Cartas perto do coração (Río de Janeiro: Record, 2001).
[4] Clarice Lispector, Minhas queridas. Org. y prefacio por Teresa Montero (Río de Janeiro: Rocco, 2007)/ Queridas mías. Trad. por Elena Losada (Madrid: Siruela, 2010)/ Mes chéries. Trad. por Claudia Ponciani y Didier Lamaison, introducción (“Le pouvoir des lettres”) por Nádia Battella Gotlib (París: Ed. des Femmes, 2015).
[5] Analizo esta carta en: Nádia Battella Gotlib, “A voz do marido”. En Clarice, uma vida que se conta (São Paulo: Edusp, 2013), pp. 393-398. En español: “La voz del marido”. En Clarice, una vida que se cuenta (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2007), pp. 354-359.