Cine a las puertas del Alcalá: OaxacaCine
Al entrar al teatro Macedonio Alcalá pienso en mi bisabuela. Seguramente asistió a su inauguración, en 1909, y después vio ahí algunas obras de teatro o circo, una que otra manifestación política o la premiación de una reina de los juegos florales, quizás entró a ese recinto levemente iluminado y como todos alzó por un momento la cabeza hacia las musas que bailan desnudas en el techo para presenciar lo mismo que ahora yo veo fascinada: cine, imagen. Compartimos la memoria de ese espacio, somos los pasos que arquean la madera un siglo después.
Ahora, OaxacaCine que es un proyecto de exhibición audiovisual que surgió en esta ciudad durante el 2009 a manos de Isabel Rojas, Guillermo Quijas y Rigoberto Perezcano, desde entonces, cada mes exhibe cine contemporáneo en el teatro Macedonio Alcalá. Poco a poco se ha consolidado como un proyecto exitoso que genera público nuevo. Para la inauguración de este ciclo, la Primera semana de cine mexicano independiente, asistieron alrededor de 200 personas. En colaboración con el Instituto Mexicano de Cinematografía y las productoras y distribuidoras Bisonte Rojo, Teonanacatl Audiovisual, Cebolla Films, Centro de Capacitación Cinematográfica, Cine Caníbal y Canana, presentaron los largometrajes Somos Maripepa, Lejanía y González, y los cortometrajes Lluvia en los ojos, Mi vanidad y La carta, entre otras realizaciones audiovisuales.
Las proyecciones mensuales de OaxacaCine suelen contar con la presencia de alguno de sus realizadores. Al término de los créditos, el micrófono se encuentra siempre abierto para comentarios y preguntas. Este diálogo entre público y obra me parece fundamental para asimilar cualquier expresión artística, un ejercicio frente a frente que rescata el arte del círculo cerrado donde se erige como monumento ininteligible o demasiado complejo. En esa trampa del lenguaje nos ha hecho caer el discurso académico, por ejemplo, que desvincula el arte de la vida cotidiana, alejándolo de su función social y política, de esa voz que surge frente a la hegemonía cultural.
OaxacaCine e Isabel Rojas, quien se encuentra siempre presente durante las funciones, otorgan esta nueva vitalidad al cine y, sobre todo, al teatro Alcalá, un sitio que se encontraba estéril como sucede con otras joyas arquitectónicas y patrimonios culturales. De esta manera, el Alcalá ha vuelto a consolidarse como un espacio público que pertenece enteramente a la ciudad. Hace poco más de diez años comenzó su restauración, las fotografías de la misma muestran el grave deterioro de sus frescos, balcones y pisos. Fue construido por mandato de Porfirio Díaz, a quien la gente de aquí curiosamente sigue teniendo en gran estima. Gracias a OaxacaCine el público entra en contacto con un cine contemporáneo que refleja en muchos aspectos el sentido heterogéneo de la realidad individual y ofrece cine que de otra forma sería imposible apreciar en esta pequeña ciudad.
Es un lugar común decir que el cine representa una ventana hacia los otros, hacia la diferencia que supone mirar el mundo desde cierto ángulo, pero así es. No se trata sólo de entretenimiento, como sabemos tampoco sucede con la televisión y los poderes fácticos, funciona también como un agente de conocimiento o por lo menos de reflexión y denuncia. En esta “Semana de cine mexicano contemporáneo”, OaxacaCine ofreció una gama interesante de contenidos, una visión policromática en torno a las diferentes vías para ejercer poder. Quizás el ejemplo más claro sea González (2014), de Christian Díaz Pardo, donde un hombre busca empleo desesperadamente cuando, después de tres años de no pagar su tarjeta de crédito, la deuda de una televisión plana asciende a $ 458 000 pesos. Ante este panorama, encuentra empleo engañando a la gente para que acuda a una congregación religiosa liderada por brasileños cuyos anuncios televisivos todos conocemos bien. Al final, la película termina en un acto violento pues el protagonista comienza a obsesionarse con la idea de ser pastor y da un discurso casi apocalíptico frente a quienes desean con todas sus fuerzas salir de sus problemas económicos, familiares y legales.
Somos Maripepa (2013) es una película bastante divertida de Samuel Kishi que retrata la vida cotidiana de un grupo de amigos en Guadalajara. Kishi comenzó el guion cuando su abuela murió y por ello la historia central corresponde a la silenciosa relación entre un adolescente y su abuela. Los protagonistas se enfrentan poco a poco a presiones sociales que los alejan de su objetivo: componer la segunda canción de su banda Maripepa y entrar así a un concurso. La mayoría de los actores involucrados no eran profesionales sino conocidos de Kishi, vecinos que solían patinar en su mismo barrio. Para que esa realidad cultural formara parte de la ficción, les otorgaron cámaras para documentar sus días. El resultado es un mosaico de espacios bien estructurado y cuidadosamente editado donde el público se identifica. Esos chicos que se enfrentan a circunstancias adversas están en todas las colonias, comparten pasados similares con quienes ya no somos tan jóvenes pero seguimos lidiando con la ambigüedad que implica ser en solitario y en familia.
Lejanía (2013), de Pablo Tamez Sierra, es un documental que novela la vida de una familia separada por el crimen del patriarca. Lo interesante de esta cinta no es conocer los motivos del asesinato de la abuela a manos de su esposo, sino la reacción disímil que tuvieron las generaciones posteriores, divididos entre quienes piensan que la verdad debió conocerse desde un principio para fungir como castigo, y quienes no creen necesario, después de tanto tiempo, culpar a un anciano ahora amoroso al suponer que el arrepentimiento y la condena quedaron sellados en sus manos.
Estas tres películas hacen evidente que el cine mexicano contemporáneo e independiente propone distintas miradas en torno a la violencia sobre el sujeto. Del capitalismo atroz y sus nulas vías de escape, a la violencia que supone dejar a un lado las aspiraciones personales para incorporarse a una vida productiva, hasta dejar que el silencio recorra salitroso un crimen que debió castigarse porque la verdad es, como dice una de las protagonistas de Lejanía, mucho mejor que la más dulce de las mentiras. A pesar de las limitaciones económicas a las que se enfrenta el cine independiente, sus realizadores persiguen una única premisa: hacer buen cine con lo que tengan a la mano, con ganas de contar una historia porque la vida vale la pena contarse una y otra vez aunque resulte atroz.
Al inicio de este ciclo, Isabel Rojas anunció que queda abierta la Primera convocatoria de apoyo a la postproducción de cortometraje de ficción, animación y documental, presentada por OaxacaCine y el Instituto Mexicano de Cinematografía. Puede consultarse la convocatoria en su página web.