Tierra Adentro
Ilustración por Edgar MT.

 

Nunca compres un cereal chino, mejor, nunca compres nada de marca china. Las consecuencias pueden ser horrorosas, porque pueden suceder cosas peores que encontrarte con arroz de plástico o un pedazo de carne de cartón.

El cereal lo compré en una tienda de 99 centavos, la caja era enorme, y no solo eso, estaba al dos por uno. La vida me pareció más fácil en ese momento y aproveché. Al comerlo, el sabor no me resultó nada especial, quizá sabía un poco mejor de lo esperado, pero cumplía con todo lo que prometía la caja excepto por una cosa: arroz inflado con sabor a fresas con crema, encuentre dentro una sorpresa. No encontré la sorpresa, o bien me la comí y no me di cuenta.

Terminó el día y me acosté a dormir, apenas comenzaba a dormitar cuando noté un dolor insoportable en el estómago, quise pararme para prender la luz pero no pude hacerlo. En la oscuridad hice un intento inútil de arrastrarme hasta la lámpara. Quedé retorciéndome y me desmayé mirando mi sombra en la pared. Horas después desperté y en cuanto abrí los ojos algo me impulsó a pararme de un brinco. De un momento a otro me encontré marcando un número de teléfono desconocido, pero no era yo quién lo hacía. Los primeros intentos fallaron, al parecer faltaban el código lada para marcar fuera del país. No sé por qué lo hice, pero puse los dos ceros, y eso funcionó.

—¡Hola!

—Lay, hola.

—Disculpe ¿Quién habla?

—Soy yo.

—Peldone señola pero no la leconozco.

—Lay, soy yo, tu Oso panda.

—¡¿Qué?¡ ¿Ustel está loca? No debelía jugal así con las pelsonas.

La mujer llena de rabia colgó. Y yo, que no era yo, volví a marcar. Pero no contestaron así que dejé un mensaje:

“Lay, peldona que ya no sea el de antes. No sé qué soy, ni en dónde estoy, lo último que lecueldo es un aloma a flesas con clema.”

Minutos después volví a marcar.

—Lay, no cuelgues pol favol, soy Chen.

—No, señola, usted es una loca que se clee el esposo muelto de alguien. ¿Pol qué no va a molestal a su mamá?

Era extraño, yo no sabía chino, y de repente entendía todo lo que decían.  Me volví la voz dentro de la cabeza y un hombre era el dueño de mi cuerpo. Tras la llamada lo escuché llorar. No sabía si interrumpirlo, pero eran mis ojos los que lagrimaban y mi corazón el que se sentía oprimido, así que lo interrumpí.

—¿Chen?

—Sí— Dijo entre sollozos.

—¿Quién eres?

—No lo sé, ela Chen, después estaba muelto, después hubo un tiempo lalgo en el que cleí que había entlado en el limbo polque todo ela osculo, pelo lecueldo que olía a flesas con clema.

—Ahora entindo, tú eres la sorpresa dentro de la caja.

—¿A qué te lefieles?

—Perdón, no me hagas caso.

Chen lloró, yo no dije nada, nunca sé qué decir en esos momentos y siempre creo que es mejor dejarlo así.

Me tomé un segundo para pensar en lo que estaba pasando, de verdad era cierto, ¿el espíritu de un hombre me habitaba?, ¿me había caído tan mal el cereal que estaba alucinando?, ¿podía contarle lo que pasaba a alguien?, ¿a la policía? ¿al doctor? ¿al psiquiatra? Pensarían que estoy loca y quizá me encerrarían o se burlarían de mí en las noticias, ya me lo imaginaba: “Mujer pierde la razón y dice estar poseída por un hombre chino que habitaba en una caja de cereal”, no me pareció buena idea.  Además, parecía un fantasma bueno, quizá se iría en cuanto arreglara el asunto que tiene pendiente.

Ilustración por Edgar MT.

Ilustración por Edgar MT.

De repente, despegó las manos de los ojos y con un tono seco preguntó:

—¿Dónde estamos?

—En Tijuana.

—¿Dónde?

— Tijuana, una ciudad en México.

—¿En Tijuana hablan chino?

—Algunos, pero yo no.

—Entonces, ¿cómo nos entenlemos?

—Pues así, tú hablas español.

—Yo no hablo español.

—Pues yo no hablo chino… —Dije mientras intentaba explicarme lo que pasaba, quizá si hubiera puesto más atención en mis clases de lingüística podría tener una teoría interesante, pero no fue así— Entonces, creo que compartir mi cerebro permite que nos entendamos, es eso o es magia, amigo.

Chen se miró al espejo, o me miro en el espejo. No dijo nada, solo tocó el rostro.

—¡Tengo que il a China!

—No, no podemos, yo no puedo, tengo un trabajo, un gato, y además sale muy caro, olvídalo.

Pero Chen no me dijo nada, solo se puso a buscar en mi casa.

—Yo sentilo mucho, pelo tendlás que dalme algunas cosas.

—Perfecto, tanto que me cuidé para que no me asaltaran nunca y mi propio cuerpo me traiciona.

Chen amontonó muchas de mis cosas, computadora, celular, objetos interesantes y joyas, en menos de un día las vendió.

Antes de tomar el avión, Chen volvió a marcar a Lay, pero no contestó. La cara de él se miraba triste.

—¿Qué esperas encontrar allá?

—No lo sé. Quisiela encontlal a mi esposa.

—¿Estás seguro de que nos va a creer?

—Quizá sí nos clee. Quizá nos clee más de lo que pensamos.

—Pero entonces, ¿por qué no contesta?

—Polque no todos quielen encontlase con sus mueltos.

—Pero ella te amaba, ¿no?

—Sí, lo hizo, alguna vez, cuando élamos jóvenes.

—¿Tú la amas?

—Clalo que la amo, la conozco desde siemple, clecimos juntos, y desde niños nos quelíamos. A los 17 años nos casamos. Me la llevé a mi casa y ahí se quedó toda la noche. No consumamos nuestro amol, pelo eso no impolta, polque en el pueblo si una mujel se queda en casa de un homble es suficiente pala que le peltenezca. Ella lo sabía y quiso sel mía. Nos quedamos toda la noche pegalos a la ventana milando las estlellas. Esa noche, Lay me esclibió un poema y también fue la primela vez que me llamó Oso Panda. Estuvimos tanto tiempo casalos y lo teníamos todo, bueno casi todo, polque pol mi culpa no podíamos tenel hijos, eso llenó de tlisteza a mi mujel.

—¿Después qué pasó?

—Después me molí.

—¿Cuándo la veas, será suficiente para que regreses al otro mundo?

Chen no contestó.

Ilustración por Edgar MT.

Ilustración por Edgar MT.

Llegamos a China una madrugada. Nadie nos esperaba en el aeropuerto. Yo tenía miedo de que nos perdieramos, pero Chen estaba seguro de lo que hacía. Yo no estaba de acuerdo, pero no tenía el control de mi cuerpo. Solo esperaba que se fuera pronto, que al despedirse de su esposa también lo hiciera de la tierra.  Tardamos dos días en llegar al pueblo de Chan. Viajamos en carro, tren y burro.

—Es aquí. Pelo hay que espelal la noche.

El paisaje era bello, la casa de la mujer de Chen estaba sobre una pequeña colina. El cielo estaba despejado y hacía mucho calor.

—¿No vamos a tocar la puerta? —Dije ansiosa por un vaso de agua fresca.

—No.

—¿Entonces, qué hacemos?, no podemos quedarnos aquí todo el día, volamos hasta acá para verla, no podemos echarnos para atrás, además necesito ayuda de tu esposa para que pueda volver casa. —Por dentro deseaba que la esposa de Chen me creyera y aceptara  que, dentro de mí, de este cuerpo tan diferente al de su esposo y tan desconocido para ella, estaba la alma de su difunto esposo, esperaba que nos creyera para así, después de que los dos hablaran de eso que tanto quería decirle Chen, me ayudara a encontrar la forma de regresar a México. Mas dentro de mí temía que terminaría trabajando en los campos de arroz, pero ¿por cuánto tiempo? A veces, por un momento, ni yo podía creer que dentro de mí estaba aquel triste hombre.

—Nos metelemos pol la ventana.

—Chen, no seas tímido, entre más rápido mejor, además en la noche me parece complicado, tu mujer, prácticamente, va a ver un fantasma.

Intenté llegar hasta la puerta, pero Chen sabía controlar mi cuerpo mejor que yo, después de varios intentos en los que él no me decía nada, me di por vencida, y bajo la sombra de un árbol, y medio muriendo de hambre esperamos la noche. Pero que el sol se ocultara no fue suficiente para él, tuvimos que esperar hasta que la última luz de la aldea se apagará, y fue hasta que todos estaban dormidos cuando Chen decidió que era el momento adecuado.

Entramos por la ventana, como gatos, mi cuerpo jamás fue tan ágil. En la habitación dormía Lay junto a un hombre. Me quedé observando su rostro, era muy bella a pesar de la edad. Por un momento me puse a pensar en lo que estaría sintiendo mi amigo chino, después de la muerte había conseguido una oportunidad para ver su esposa, ahora, podría decirle que la quiere y abrazarla. Me sentí feliz por él.

Luego me di cuenta que nuestros ojos no estaban sobre su mujer, sino en aquel hombre. En un abrir y cerrar de ojos, Chen sacó del bolsillo una navaja swiss army y le cortó el cuello al hombre que yacía a lado de su mujer. Al mismo tiempo, la mujer abrió los ojos y al verme cubierta de sangre gritó. Chen le clavó la navaja en el ojo derecho y cuando jaló la navaja el ojo se salió, me sentí como una psicópata, la mujer forcejeo, yo no intenté detener a Chen porque no pude salir del estado de shock en el que quedé cuando cortó el cuello del hombre. Chen terminó ahorcándola mientras decía cosas que no pude entender.

Mi idea de que Chen pudiera encontrar la felicidad ahí, aun no terminaba de esfumarse cuando mire mis manos y estaban cubiertas de sangre.

—¡Qué demonios…!

—Lay fue quien me mató, pol este homble que le había plometido algo que yo no podía darle, pero lo que son las cosas, ni con él pulo tenel hijos. Entle los dos me matalón mientras dolmía, unas holas después de habele dado un beso de buenas noches y habele dicho que la amaba. Lay jaló la cuelda pala aholcalme mientlas aquel hombre me jalaba de los blazos, después, antes de que amaneciela, entelalon mi cuelpo en un plantío de celeal. Todo el pueblo lo supo y aún así dejalon clecel el aloz, y esa es mi histolia, chica occidental de Tijuana.

Ilustración por Edgar MT.

Ilustración por Edgar MT.

Yo me quedé en silencio, no tenía nada que decir, no tenía miedo de Chen, tenía miedo de lo que pasaría si nos descubrían, ¿cómo explicaría aquello? La noche fue larga. Enterramos a Lay junto a su amante en el jardín de la casa. Después caminamos hasta los plantíos de arroz.

—Mila, mujel, debajo está mi cuelpo —dijo Chen con una voz muy triste. Sentí en nuestro corazón una sensación de tristeza muy grande, pero a la vez se iba relajando hasta volver a la normalidad.

Contemple el plantío mientras la luna seguía brillando en el cielo, encontré mi rostro en el reflejo del agua, todo era real, yo estaba ahí, mi amigo Chen estaba ahí conmigo, aunque no lo mirara.

—Lo siento, Chen. —dije, y esperé que me dijera algo más, pero no volví a escuchar su voz. Metí mi mano dentro del bolsillo y tenía una hoja de papel enrollada como pergamino, dentro había una foto de Chen junto a Lay de cuando eran adolescentes, seguramente Chen la tomó de la casa, no siempre me daba cuenta de todo lo que hacía, aún utilizando mi cuerpo se movía en las sombras. Era un poema, estaba escrito en pictogramas, sigo sin explicarme cómo es que pude leerla:

 

La noche nos regala la luna

la luna se refleja desnuda sobre el campo de arroz

mi alma se refleja desnuda sobre el campo de tus ojos

nacen de mí colinas que se unen a las tuyas

y los lotos florecen sobre los dos

despidiendo su aroma entre nuestros labios, 

el rocío de la mañana apadrina nuestro amor

y entre el silencio que produce el sol naciente

nuestras almas se unen a la tierra 

y de nuestros nombres crecen raíces de roble

para vivir uno a lado del otro

cada noche

cada día

 

Para mi Oso Panda

Lay


Autores
Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica por la Universidad Autónoma de Baja California. Es administradora del Grupo Cultural Página en Blanco y de Lapicero Rojo Editorial, donde también realiza el diseño editorial. Es mediadora de su sala de lectura Libro a Libro, la cual está adscrita a Programa Nacional de Salas de Lectura. Trabaja en la mediación lectora con públicos migrantes y adolescentes, y coordina el Círculo de lectura Los Devoralibros junto a su compañero Miguel Ochoa desde 2016. Ha impartido diversos talleres de creación y lectura en distintas ediciones de la Feria de Libro de Tijuana, así como en diversos espacios culturales, como el ICBC.

Ilustrador
Édgar MT
(Guadalajara, 1988) Édgar MT es ilustrador, artista visual y director de arte de la ciudad de Guadalajara. Egresado del Diplomado Ilustración Narrativa de las Imágenes de la UNAM y licenciado en Diseño para la Comunicación Gráfica en la UDG. Ha exhibido sus dibujos en diferentes ciudades del país y del extranjero
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KSI Photography, 2013. Imagen recuperada de Flickr. CC BY 2.0
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