Tierra Adentro
Fotografía, Eugenia Montalván.

Titulo: Blanco Trópico

Autor: Adrián Curiel Rivera

Editorial: Alfaguara

Lugar y Año: México, 2014

Mérida, 6 de marzo de 2013. Cada vez que platico con Adrián Curiel Rivera me queda la sensación de que cortamos de súbito temas que merecerían otro café, y lo sentí más la última vez que desayunamos (él pidió unos huevos en torta sin yema y yo unos exquisitos motuleños). Se veía radiante, sin embargo la conversación nos orilló hacia ciertos sinsabores de la vida. No entendí por qué si teníamos sobre la mesa su novela Blanco Trópico, recién publicada por Alfaguara, y esto era más que motivo de fiesta, pero bastaba con que le echara un ojo a la dedicatoria para darme cuenta: “A todos aquellos que, como Juan Ramírez Gallardo, sobrellevan la esquizofrenia de trabajar arduamente en proyectos estériles mientras anhelan la felicidad”, frase que leí hasta que llegué a mi casa…

Confieso que frente a Adrián se me hizo agua la boca al ver la hermosa cubierta de Blanco Trópico (lo sigo desde 2004, conozco casi todos sus libros y sin duda éste –visualmente– es el más atractivo) y en ella concentramos la atención, pues esta imagen dice mucho sobre el contenido de esta saga divertida y efervescente: burbujea como la sal de uvas y la cava o el champán, igualito.

Hace reír, sí, porque el protagonista es ocurrente y cabrón, pero también despierta recelo, porque él mismo, Juan Ramírez Gallardo, con su magnífica personalidad inquisidora, arremete contra intelectuales, funcionarios académicos, abogados, altos gendarmes, usureros y toda clase de oportunistas, de los que abundan en la isla que inventa, la cual sobrevolamos para hacer esta entrevista.

Eugenia Montalván: Dime, Adrián, ¿llegar a Alfaguara, después de ser publicado por editoriales pequeñas (tanto en México como en España), te hace ver menos estéril tu trabajo literario? ¿O qué te hace sentir haber sido aceptado por este sello?

Adrián Curiel: Creo que hay diferentes perspectivas bajo las cuales considerar el asunto. Desde un punto de vista de estricta productividad económica, el arte siempre es felizmente estéril, al menos para el creador al que le importa su trabajo y no convertirse en una trade mark o en uno de esos opinólogos sabelotodos que abundan en la tele, o en alguien tan obsesionado por la fama, su imagen como personaje público o la cercanía con los círculos del poder que antepone esos valores a su compromiso como escritor. Dentro de esa privilegiada esterilidad (muchas veces me han preguntado si trabajo o “nomás leo y escribo”), yo siempre he sido un narrador que ha trabajado al margen del establishment  de la biliosa república de la letras mexicanas, lo que tiene sus enormes desventajas en cuanto a visibilidad, pero un precio impagable en cuanto a la libertad creadora. He asumido el compromiso con mi literatura de la manera más seria (no necesariamente solemne) posible, en ese sentido me siento un romántico trasnochado que encuentra en la literatura el fin mismo de la literatura, por lo que, asumiendo su carácter inútil en una época barbarizada (pese a lo que se diga de la era de la información y su idealizado desarrollo tecnológico), nunca he despreciado mis libros por haber sido cobijados por editoriales más o menos modestas. Eso tampoco quiere decir que no me alegre de que, en el caso particular de Blanco Trópico, dicha circunstancia haya cambiado. Por otro lado, ha sido una experiencia muy satisfactoria trabajar con un sello tan profesional y con tanta presencia, en especial con el editor Ramón Córdoba, quien es el encargado de examinar cada texto con lupa.

EM: Al leer Blanco Trópico, el libro, tuve la sensación de llegar, verdaderamente, a Blanco Trópico, el país siniestro, calcinante y mortífero a donde el protagonista y su mujer llegan –desde Madrid– para empezar una nueva vida; desde luego, las vicisitudes por las que pasan me hacen pensar en una novela con una fuerte carga autobiográfica.

AC: Creo que toda ficción, inevitablemente, tiene algo de autorreferencial. Es imposible que el autor no vuelque parte de lo que es en el texto, por más distancia que quiera marcar a través de distintas estrategias narrativas. Parte de lo que constituyó para mí el difícil proceso de repatriación a México tras ocho años de residencia en Madrid, y de construir un nuevo hogar en Yucatán, está sin duda presente en la novela, aunque magnificado, degradado, relativizado y me atrevería a decir revitalizado por medio de la imaginación, el humor y la ironía. Hay que ser precavidos al pisar una isla como Blanco Trópico, no caer en el engaño de que uno simplemente está reconociendo un territorio familiar.

EM: Blanco Trópico es adverso; aquí ni siquiera se consigue un sacacorchos en pleno 2004, y este hecho simbólico, pero real, sólo es una muestra de la patética cuesta-arriba que atraviesa el protagonista de la historia; entonces, hay que decirlo, el lector navegará por aventuras rocambolescas, ¿no es cierto?

AC: Sí, rocambolescas, desopilantes, por momentos patéticas y muy tristes, cargadas de miseria humana y soledad, pero también de ternura y esperanza.

EM: La realidad de Blanco Trópico nada tiene que ver con ciudades cosmopolitas como Madrid o el D.F., las otras referencias geográficas claramente definidas e identificables, en la novela, pero ¿es este lugar el paraíso donde, como en una isla desierta, Juan Ramírez Gallardo, alter ego de Adrián Curiel Rivera logrará ser feliz, finalmente?

AC: Bueno, esto es uno de los puntos medulares del argumento, que no se presta a una respuesta determinante y unívoca, sino a una variedad de interpretaciones que tendrán que ver mucho con las propias vivencias y puntos de vista del lector. En lo personal, considero que todos los paraísos terrenos son mutantes y esconden el infierno en su reflejo, hay que resignificarlos constantemente para que no pierdan su poderoso magnetismo o se conviertan en lo opuesto.

EM: Ahora sí, Adrián, aterricemos; Blanco Trópico es un símil de Mérida, Yucatán, por lo tanto, diría que es la primera novela que la retrata a fondo en un sinfín de cualidades y defectos, y en ciertos momentos me recordó a Palmeras de la brisa rápida, de Juan Villoro, sólo que él escribió una crónica desde la perspectiva de un viajero nieto de yucateca.

AC: En el caso de mi novela, considero que Blanco Trópico funciona en efecto como una especie de sinécdoque de Mérida, Yucatán, pero también de Europa, de América Latina o de cualquier sociedad occidental con aspiraciones, complejos y prejuicios similares en una etapa histórica de desarrollo informático y tecnológico que tiende, además, a la dictadura de la homogeneización. No se trata sólo de una crítica o ensalzamiento a los códigos culturales y sociales de la península yucateca, trasciende esa esfera, de hecho uno de los ramales del argumento central se relaciona con los avatares que Juan Ramírez Gallardo, en su calidad de economista, tiene que padecer por taras y deformaciones en la manera de entender y difundir la investigación universitaria. Blanco Trópico no sólo es una épica personal, también constituye una suerte de “novela de campus” que no deja especialmente bien paradas a prácticas y demagogias que están de moda en el ámbito de las universidades latinoamericanas.

EM: La capital del sureste que se distingue por infinidad de particularidades, empezando por su caluroso clima y las esporádicas rachas de heladez que en tu novela ilustras muy bien, tiene la fama de ser hostil ante la gente de fuera, no los turistas, sino los que se quedan a vivir aquí, ¿cuál es tu perspectiva al respecto?

AC: La ventaja de la literatura es que no hay por qué personalizar nada, ni establecer correspondencias exactas con eso que llamamos realidad. Es verdad que en Blanco Trópico he purgado muchas cosas, que ha significado un vehículo de expiación en muchos sentidos, pero esa isla (todavía más “aislada” que una península) se ha edificado sobre el mar, sus peligros e inmensidades, no sobre resentimientos específicos de la cotidianeidad. Al margen de esto, debo confesar que nunca, desde que me afinqué en Mérida a finales de 2003, me he sentido especialmente hostilizado por sus naturales, me parece que la estupidez y grandeza humanas se reparten en dosis proporcionales en cualquier sitio. Quizá sea porque soy muy distraído, no sé, y cuando me han agredido ni siquiera me he dado cuenta. Ahora, en cuanto al hogar de uno, estoy convencido de que no es sólo un espacio objetivo el que lo conforma, sino el nexo emocional y psicológico con que lo vamos modelando. Yo he ido modelando mi propia Mérida, como modelé Blanco Trópico de la mejor manera que pude, sin que una y otra pretendan ser equivalentes.

EM: Otro de los temas candentes de tu obra es la descripción del centro de investigaciones donde trabajas; digo, conozco el edificio y lo dibujas perfectamente. Sé que fuiste secretario académico y ahora acabas de terminar un año sabático, pero por sobre todo eso te apareces por sus corredores como un buen pirata, atento a los altibajos de la condición humana.

AC: Insisto en que no he pretendido hacer una fotografía fiel de mis experiencias como académico, que en contadas ocasiones sin duda han sido delirantes. Por supuesto que he tomado elementos de la realidad como materia prima para una reprocesamiento que, en última instancia, no deja de ser inventado. En la novela hay, por ejemplo, un vexilólogo y una vulcanóloga, especialistas en disciplinas que ni siquiera figuran entre las que imparten mis colegas de carne y hueso. Que alguien se sienta aludido representa, por supuesto, una posibilidad, en cuyo caso espero que nadie se ofenda y que sea capaz de entrever el enorme cariño que he puesto en la confección de cada uno de mis colegas imaginarios, más allá de que sus actos y contradicciones puedan mover a risa (y mucha). Una de las fuentes de inspiración para el diseño de este repertorio de personajes proviene del trato cotidiano con el personal académico y los alumnos, como he dicho, pero hay también referencias intertextuales, en particular una novela de Philip Dick, Laberinto de muerto; en la cual un cónclave de genios científicos aislados en un planeta, a la espera de que un satélite les informe cuál es precisamente su alta misión, comienzan a asesinarse movidos por la vanidad y los celos profesionales. Ahora, si a pesar de estas explicaciones, decidieran lincharme, lo sentiría por mi persona pero lo celebraría por la literatura. Como cuando a Vargas Llosa los militares de Leoncio Prado le quemaron ejemplares de La ciudad y los perros, confundiendo la realidad con la ficción.

EM: Por último, en la dedicatoria de tu novela aparece Jorge Volpi, un escritor “diva” de tu generación y, además, él presentará tu novela en la FILEY, y tú vas a presentar una suya, ¿será como una lucha de enmascarados, de esas que veíamos en las películas cuando éramos niños? ¿Qué lazo te une a él?

AC: Conozco a Jorge desde hace muchos años; padecimos juntos la carrera de derecho e infames trabajos burocráticos, y hemos compartido aspiraciones (ambos, por ejemplo, nos doctoramos en Letras en España) y la pasión por la literatura. Más que un escritor “diva”, estimo que Jorge fue el primero de nuestra generación en abrirse brecha a raíz de la obtención del Premio Biblioteca Breve por En busca de Klingsor. Como nuestro medio literario es beligerante y muy proclive a la envidiosa descalificación y al ninguneo, el éxito de Volpi provocó un remezón entre los colegas de todas las generaciones. Es verdad que luego él y otros escritores, entre ellos alguno cuyo trabajo también aprecio mucho, como Ignacio Padilla, aprovecharon el empujón para promoverse provocativamente como un colectivo de vanguardia que se levantaba contra la supuesta mediocridad imperante en nuestras letras. ¿Podemos culparlos por ello, por querer posicionarse como tantos otros grupos y mafias que actualmente sufrimos? Desde luego, yo he estado en desacuerdo, y lo he manifestado por escrito, con muchas de las posturas del autodenominado crack, y muchas obras puntuales me siguen pareciendo apresuradas o infladas. Pero Jorge y yo nos hallamos en un punto en que todas esas diferencias fructifican en un diálogo que enriquece nuestra amistad y nuestras distintas formas (a veces convergentes, otras discrepantes) de entender el mundo y la literatura. Hace tiempo quise dedicar a Jorge una novela, como él me dedicó Klingsor junto con otros amigos, pero al final no lo hice. Por eso lo hago ahora, para subsanar lo que estimo un error “histórico”. Que nos vayamos a presentar mutuamente es mera coincidencia, y por cierto disfruté mucho su última novela. Así que, más que una lucha entre enmascarados, o máscara contra cabellera, calculo que nuestro encuentro se parecerá más a un abrazo de Acatempan entre dos narradores ya no tan jóvenes que se admiran y respetan.

 

Blanco Trópico de Adrián Curiel Rivera, ya disponible tanto en formato electrónico (compatible con todos los medios a nuestro alcance) como en papel, se presentará en Mérida en el marco de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2014 el próximo domingo 9 de marzo, a las 6 de la tarde en el Salón Ek Balam del Centro de Convenciones Siglo XXI con los comentarios de Jorge Volpi. Vayamos jubilosos, el trayecto hacia el autor no tiene pierde, pero para más señas les dejo la lista de sus obras, por si se deciden a buscarlo desde otras latitudes:

Novela

Bogavante. Brand, Madrid (2000) y Axial Colofón (2008)

El señor amarillo. Colibrí (2004)

A bocajarro. Conaculta (2008)

Vikingos. Libros Magenta (2012)

Relatos

Unos niños inundaron la casa. Cal y Arena (1999)

Mercurio y otros relatos. Scripta (2003)

Madrid al través. Tierra Adentro (2003) y Universidad Católica de Córdoba, Argentina (2008)

Quién recuerda a Doña Olvido (texto ilustrado). Axial-Colofón (2012)

Ensayo

Novela española y boom hispanoamericano. UNAM (2006)

Los piratas del Caribe en la novelística hispanoamericana del siglo XIX. UNAM (2010)

 


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
Es autora del libro Premio Casa de las Américas. 50 años – 11 entrevistas, investigación con la que se tituló como antropóloga con especialidad en lingüística y literatura por la Universidad Autónoma de Yucatán. Para 2014 prepara un libro testimonial sobre los contrastes culturales entre Yucatán y Durango, proyecto que surgió por iniciativa del programa Tierra Adentro.