Aún no recuerdo su rostro //Itzel Lara//
La historia que nos marca y nos dirige. La memoria, los espacios, el arraigo y la violencia organizada; los sucesos que son noticia cotidiana en los periódicos y aquellos que conmemoramos cada año, cada vez con más distancia y desapego, son los temas que aborda Itzel Lara, quien construye escenarios distintos para dos historias que, releídas en un nuevo andamiaje, toman otras posibilidades. En “Aún no recuerdo su rostro”, habla del apego a la tierra y a la memoria; sus personajes, abandonados en medio de una guerra donde los culpables, las víctimas y los cómplices se desdibujan y confunden, reconstruyen una geografía imposible ante un futuro incierto. En “No más palabras”, tres sobrevivientes del temblor de 1985 en la Ciudad de México hilan sus destinos, sus dudas y su desamparo por una mera casualidad: haber sido los “niños milagro” del terremoto, aquellos que parecían predestinados a grandes cosas, para terminar trazando el mapa de los movimientos tectónicos en la profunda soledad.
Un adelanto:
Aún no recuerdo su rostro
Personajes:
Don Alejo (70 años)
Soldado (32 años)
Mary (29 años)
Dulce (49 años)
La Cabeza (no recuerda su edad)
Escena 9
De madrugada. En la oscuridad. Sonidos de un auto que frena. Se va.
Las dos únicas casas ocupadas de Mier se iluminan. Al centro de la calle aparece una Cabeza de hombre.
Mary se asoma.
Mary: ¡Dios!
La Cabeza: Me duele. Por favor, le suplico que me ayude.
Mary: Tiene sangre en la frente.
La Cabeza: Ah, sí, la siento… pensé que era sudor.
Dulce abre su ventana.
Dulce: No, es sangre, un río de sangre.
La Cabeza: Buenas damas, por piedad, ayuda.
Dulce: Voy por agua.
Mary: Y compresas.
Ambas cierran las ventanas. Aparece el Soldado, tropieza con La Cabeza.
La Cabeza: Ay.
El Soldado da vuelta, se da cuenta de lo que pisó. Se espanta.
Soldado: ¡Ahh!
La Cabeza: ¿Qué?
Soldado: ¡Qué horror!
La Cabeza: ¿Dónde?
Soldado: Tú.
La Cabeza: …
Soldado: Eres… una… cabeza…
La Cabeza. Ah. Sí. Lo sé. (Entristece.) Extraño mi cuerpo.
Soldado: ¿Qué te pasó?
La Cabeza: No quise pagar algo…
Soldado: ¿Pues qué debías?
La Cabeza: Algo… no tiene importancia. ¿Me limpias?
Soldado: ¿Dónde?
La Cabeza: Aquí.
Soldado: No veo.
La Cabeza: Acércate.
El Soldado se agacha. Mira.
Soldado: ¡Ah! ¡Es sangre!
La Cabeza: Sí, me molesta. Límpiamela… por favor…
Soldado: No puedo. Me dan náuseas.
Aparece Mary con las compresas.
Mary: Creí que los soldados eran muy fuertes y no se mareaban con nada.
Soldado: Sí… bueno… algunos somos más humanos que otros. Eso nos ennoblece…
Se abre la ventana de Dulce.
Dulce: Aquí.
La Cabeza, el Soldado y Mary voltean al mismo tiempo.
Mary: ¿Qué espera para ayudarla?
El Soldado reacciona y agarra la cubeta. La deposita en el suelo.
Dulce: Está caliente. Lo calmará.
Mary remoja las compresas, comienza a limpiar a La Cabeza. El Soldado la mira con devoción.
La Cabeza: Ah, se siente bien, no sabe cómo se lo agradezco. Necesitaba un baño.
Mary: ¿Quiere una aspirina?
La Cabeza: Sí, por favor; tengo migraña.
Dulce se mete a su casa, asoma la mano por la ventana, saca una pastilla, se la da a Mary.
Mary: Tome.
La Cabeza: No puedo. ¿Me ayuda?
Mary: Por supuesto.
La Cabeza: Gracias, son todos ustedes muy amables. Incluso usted, aunque no salga a verme porque le horrorizo.
Dulce: No. No, yo no salgo porque…
Dulce señala al Soldado.
La Cabeza: ¿Por qué?
Dulce: Porque…
Mary: Porque este ser insensible la tiene amenazada con correrla de su casa en cuanto salga.
Soldado: Eso no es del todo cierto. El decreto dice que…
Dulce le pasa una silla a Mary, luego unas almohadas. Mary las acomoda.
Mary mira al Soldado y le hace una seña para que la ayude. El Soldado sostiene a La Cabeza entre sus manos. Siente mucho asco.
La Cabeza: Sus manos son muy suaves. ¿Cuál crema usa?
Soldado: Ninguna. El coronel no nos permite tener lujos.
Mary: Listo.
El Soldado coloca con rapidez a La Cabeza entre las almohadas. Silencio.
Dulce: Ya casi amanece.
La Cabeza: Sí. No he dormido en muchas noches. Tengo sueño.
Mary: Si quiere… puede descansar en mi casa; es pequeña pero con gusto lo acepto.
La Cabeza: Ah. Sería un honor. Además no ocupo mucho espacio.
Soldado: Imposible.
Mary, Dulce, La Cabeza: ¿Por qué?
Soldado: Porque… él es parte de la evidencia de un crimen que se cometió y por tanto… debo confiscarlo.
La Cabeza: ¡Evidencia! (Melancólico.) Pero si soy un humano…
Soldado: Parte… parte de un humano, uno asesinado.
Mary: Shhhh… No sea tan cruel.
Soldado: Lo siento, es mi deber cuidar a los ciudadanos y notificarles su situación, si es necesario…
Dulce: Entonces, ¿qué procede?
Soldado: Lo debo confiscar, hasta que… hasta que las autoridades correspondientes lo tengan en su poder y se inicien las averiguaciones pertinentes para esclarecer el delito.
La Cabeza: Caray… siendo así…
El Soldado toma entre sus manos a La Cabeza.
Mary y Dulce le dicen “adiós” con la mano. El Soldado y La Cabeza se marchan.