Arnulfo Martínez Lavalle
El número 66-67 (septiembre de 1967) de la Revista de la Facultad de Derecho de México contiene una nota necrológica que lauda la memoria de Arnulfo Martínez Lavalle, abogado, catedrático universitario, funcionario del Poder Judicial y de distintas dependencias de la Federación.
El texto, firmado por Eduardo Estrada Ojeda, además del detalle curricular y las obviedades emotivas a los que la ausencia de un querido profesor obligan, dedica varias líneas a comentar la producción literaria que Martínez Lavalle realizó durante su juventud: poemas, cuentos, relatos, una biografía y una obra teatral son su legado en el campo de las letras, terreno que recorrió por breve tiempo.
Tras su paso por la Escuela Nacional Preparatoria —a principios de la década de 1930—, Arnulfo Martínez Lavalle se dedicó por completo a los avatares del Derecho, ya como secretario de un juzgado de paz, ya como ministerio público, ora como académico. Aunque fue justo durante su época de estudiante del bachillerato universitario, en las aulas barrocas del Colegio de San Ildefonso, en el centro de la capital de la República, cuando su obra literaria alcanzó el esplendor y prefiguró la promesa de un escritor militante de las vanguardias del período entre guerras.
Hijo del escritor neoleonés Miguel Martínez Rendón, Arnulfo Martínez Lavalle manifestó, durante su juventud, el interés por la vida intelectual y cierta simpatía con el trabajo literario de su padre, quien editaba la revista Crisol, junto con Arqueles Vela, uno de los más notables miembros del Estridentismo.
En San Ildefonso, Martínez Lavalle entabla amistad con Rafael López Malo, Salvador Toscano y Octavio Paz, con quienes emprendería la aventura editorial de juventud que lo inscribió en la historia de la literatura mexicana: Barandal.
De periodicidad mensual, la revista Barandal apareció durante apenas un año, entre 1931 y 1932, sin embargo su publicación traspasó los centenarios muros de la sede de la Escuela Nacional Preparatoria. Bernardo Ortiz de Montellano en el número 39 de Contemporáneos saluda la aparición de la revista de aquellos jóvenes “que con buen gusto y seguridad inteligente inician la obra de eso que nuestro aislamiento llama una generación”.[1]
La participación de Martínez Lavalle fue toral para que la revista apareciera, fue su padre quien impulsó la publicación y, posiblemente, quien la diera a conocer entre los Estridentistas y los Contemporáneos, entre cuyas estéticas oscilaban las incipientes producciones literarias de los jóvenes preparatorianos, como puede verse entre los textos que publicaron en su revista.
Un poema, “Danza”, aparecido en el segundo número de la revista, pinta con precisión las inquietudes escriturales de Martínez Lavalle, exploraciones que compartía con el resto de los Barandales. La adjetivación, la inclusión de imágenes que enaltecen los avances tecnológicos y la identificación rítmica con los sonidos del jazz, ubican el texto si no en el franco Estridentismo, sí en una búsqueda cercana a éste. Ha de recordarse que Martínez Lavalle publicaría, posteriormente, sus Cinco poemas sobre Cinco Viñetas de Fermín Revueltas, estridentista donde los haya.
Será en otro texto de Martínez Lavalle, “Anecdotario de un muerto”, una narración cercana incluso al nonsense, en donde se note de forma más evidente la influencia del Estridentismo, y con éste del Futurismo, en un texto en el que se critica a los reaccionarios que detestan el progreso del maquinismo.
Cabe decir, que aunque el Estridentismo como movimiento había terminado “formalmente” en 1928, la cercanía del padre de Martínez Lavalle con algunos de sus exponentes y la avidez de los jóvenes por militar en estéticas vanguardistas deja notar la influencia de aquel movimiento en las páginas de Barandal.
Una aventura de juventud que marcó el camino como editor y fundador de revistas de quien fuera más tarde figura tutelar de la cultura mexicana, especialmente de su literatura: Octavio Paz, nos devuelve hoy el nombre olvidado de Arnulfo Martínez Lavalle, entre cuyas publicaciones aparecen títulos sobre derecho penal y tratados sobre el delito desde una concepción jurídica, y a quien convocamos hoy para reconstruir los pasos de una generación que se formó muros adentro del Colegio de San Ildefonso cuando albergó la, ya mítica, Escuela Nacional Preparatoria.
[1] Bernardo Ortiz de Montellano. “Notas”, Revistas literarias mexicanas modernas. Contemporáneos (1928-l 931), edición facsímil, vol. X, núm. 39, p. 294.