Arde el sujeto
Titulo: Todo retrato es pornográfico
Autor: Yunuen Díaz
Editorial: Fondo Editorial Tierra Adentro
Lugar y Año: México, 2016
La presencia constante de las imágenes es uno de los problemas que más atención exige por parte del teórico del arte y del filósofo en respuesta al progreso tecnológico, teórico y artístico actual. La amenaza de la imagen importa en el pensamiento contemporáneo no sólo por sus implicaciones en el planteamiento sobre el conocimiento y el lenguaje, sino también por la relevancia que toma en el dominio de la ética y de la psicología del hombre moderno.
Yunuen Díaz explora en Todo retrato es pornográfico lo que verdaderamente capta la lente fotográfica en una sociedad que está desnuda de prejuicios. El discurso de Díaz reflexiona sobre la imagen, particularmente sobre la fotografía. Encaminada a [re]pensar algunos de los episodios de sexualidad actual, la autora nos ofrece una serie de consideraciones que no se desligan de tres conceptos básicos: imagen, fotografía y sexualidad.
La obra ensayística, de ágil y vectorial lectura, conjunta nueve episodios en un intento de hacerlos paralelos a la narrativa del primatólogo Frans B. M. de Waal, que analoga el comportamiento sexual de los homínidos bonobos a aquel que el retrato evidencia en la fotografía contemporánea. Si bien el análisis se ocupa del sujeto moderno, la autora parece explicar que el hombre es símil a sus emparentados de especie, no sólo filogenética y fenotípicamente sino en la expresión sintomática de su comportamiento primitivo. Con jerga científica, Yunuen Díaz invoca una regularidad de acción y del padecer del sujeto moderno, recordando que la primacía de organización no es del todo su estructura de herencia sistemática sino la relación entre la estructura social que se nos impone como norma y la estructura orgánica que guía nuestro comportamiento. Este particular fenómeno social se evoca en el recurso que la autora nos presenta.
El hombre no se asume ni impone como el único ser sexual en sociedad pero sí como aquel que piensa su sexualidad en el orden de la significación moderna, que se da, particularmente, en la imagen. En el texto «Un palimpsesto sexual o la introducción imposible», Yunuen Díaz hace evidente la preocupación por la fotografía como disciplina, y asoma el problema que le compete a su trabajo: la imagen se posiciona en una topología de la superficie, en una topofesia de lo más profundo que insiste en relatarnos el mundo del imaginario.
El primer apartado, «Ontogenia de la mirada voyeur», es casi un recuento arqueológico (que anticipa el modo en el que se presentará a la obra) de la sexualización de la mirada en lo contemporáneo; la lente del fotógrafo captura y evidencia lo oculto que deja de ser un apéndice accesorio al cuerpo y se vuelve una extensión de él: se genitaliza a la cámara. Abordando el problema que representa la exteriorización total de la subjetividad, Díaz trata el devoramiento del mundo y la socavación de la pequeña mirilla por la cual se visitaba pudorosamente a la imagen erótica. Ahora el telón se abre y en el escenario de la imagen se ponen en juego no sólo el cuerpo y el tabú; sino también la economía, la identidad y la sociedad se contienen en la fotografía. Sin embargo, la autora cae en el juego de los controladores todo/nada pensando que el total imperio de lo erótico anula a lo erótico mismo.
En «Sinapomorfia de la voluptuosidad corporal», por su parte, Díaz presenta el trabajo de Larry Clark al exponer cómo la realidad pone a la sexualidad como centro gravitatorio de la sociedad americana del siglo XX. Desde el sueño utópico de Marcuse por instaurar una «razón libidinal» hasta el regreso al conservadurismo y decaimiento del furor erótico que propició el brote exponencial del VIH, hay un paso trascendental que nos lleva a pensar en el sexo como rito y como rebelión frente el capitalismo. Es en este sentido que, en la «Morfología de la exploración autosexual», Díaz hace un intento por conducirnos a «La paradoja del apareamiento autodestructivo». El deseo y el placer, vistos desde la práctica de Foucault y desde la mano de Deleuze, son la exteriorización de la intimidad y del modo como se experimenta el mundo. La fotografía revela esta vulnerabilidad, este adentro que se evapora en los poros, este abajo que amplía la fractura de la superficie y nos permite ver la distribución y alcance de los códigos sociales. La fotografía revela el registro de lo prohibido; en dinámica de seducción, fotógrafo y modelo exploran el morbo del espectador. Desde las prácticas tabú del desnudo hasta las aberrantes como el bareback, el individuo moderno se violenta arriesgando su vida y transgrede los valores de la sociedad moderna (u occidental, como apunta Díaz). ¿Esta práctica autodestructiva evidencia una sociedad en descomposición? Parece arriesgado asumir este compromiso; sin embargo, es acertado pensar en la prioridad de la vitalidad del presente que reina sobre la búsqueda del placer efímero, del marcescible instante de clímax erótico.
Nuevos valores y nuevas dinámicas de relación se presentan cotidianamente; la altermodernidad nubla la fractura entre lo interno y lo externo. Antes la imagen sólo tenía potencial de supervivencia; el retrato capturaba el momento augurando la posteridad de apreciación del instante. Ahora, la imagen es evidencia de supervivencia misma; la materialidad de los vestigios fotográficos no importa en el mundo de la digitalización: la imagen sobrevive ante la fugacidad del hombre.
En «Filogenética de la selfie sexual» y «Etoecología sexual de los homínidos frente al espejo», Díaz se ocupa del fenómeno actual de la expresión inmediata de la sexualidad en el discurso de la juventud moderna. La respuesta a los órdenes de significación y tecnificación de lo sexual y de la imagen, respectivamente, moldea un nuevo pensamiento acerca de la práctica en sociedad. El sujeto deseante prefiere perdurar como imagen exteriorizándose totalmente; cree que la imagen lo contiene sin ser sólo representación referencial.
Díaz no concluye su obra, pues asume al mundo en constante reconfiguración. El ensayo es una lectura de la sociedad actual a través de la práctica fotográfica moderna que responde a los intereses de exploración de la sexualidad. Ocluye abriendo una nueva puerta, la puerta de exploración del erotismo no como un todo ni como una ausencia, sino como una estructura de un momento particular de nuestra historia.
Portadores del estandarte de la rebelión son Leandre y Clark, Fontcuberta y Kundera, Opie y Butler, Gámez y Leche de Virgen Trimegisto, pero son, más allá de ello, portadores del estandarte de la modernidad que nos es contemporánea. Ya no es la imagen aquello que arde; en cambio, el individuo es quien se consume cuando no es más que la imagen de lo oculto que la lente del fotógrafo ha capturado. Arde el sujeto y queda el rezago del instinto. Queda fija la experiencia en el tiempo.