Adelanto de “La estela de Tlatelolco”
INTRODUCCIÓN
La estela de Tlatelolco es una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, de sus principales acontecimientos, de los debates y las consecuencias que de ahí se derivaron y de las referencias de entonces que aún conservan plena vigencia. Una estela es una huella en el agua; también es una historia labrada en piedra o la cauda de un cometa. En los primeros años posteriores al movimiento del 68 parecía que su impronta sería efímera, que sus huellas serían perdurables tan sólo como cicatrices del alma. La rabia se volvió consigna: “2 de octubre no se olvida”, y es verdad que la historia no se olvida, pero el poder persiste en deformarla hasta volverla irreconocible, y la puede ocultar por mucho tiempo.
Por eso, frente al vacío, el mensaje grabado en piedra hace permanente e indeleble el compromiso: “Fueron muchas víctimas cuyos nombres aún no conocemos”. Así no se petrifica la memoria; por el contrario, la historia viva se refuerza y cuando se recrean con detalle los sucesos del 68 deslumbra el resplandor de esa luz que iluminó el cielo de la libertad por un momento. Y los signos que ahora anuncian la vuelta del cometa no son como el presagio de los magos y los adivinos; son las certidumbres de la historia y los afanes de justicia, libertad e igualdad irrefrenables.
En los últimos años la mayoría de los actores políticos se ha individualizado, los ciudadanos personalizados han tomado el lugar que antes ocupaban actores sociales colectivos, y más todavía, algunos suponen que los movimientos de masas tendrán un lugar cada vez menos apreciable en la vida del mundo. También son tema de debate las relaciones, las influencias y las determinaciones que se producen entre lo económico, lo social y lo político para definir el orden de las reformas. Ahora la vida nacional ha estado dominada por los temas y las preocupaciones específicos de la política bajo el supuesto de que la salida principal a los problemas económicos y sociales del país deberá encontrarse a partir de los propósitos de largo plazo y de los modos de conducción de todas las otras esferas y dimensiones de la vida nacional.
En contra de lo esperado, cuando aún no se establece plenamente la “transición democrática”, ya se registran muy serias limitaciones a los procesos de cambio político que están en curso. Se está modificando la realidad política en un sentido restringido y no tan generoso como se requiere, porque se está pasando del monopolio político priísta al de la nueva clase política ampliada, conformada por las cúpulas de los partidos con registro legal. En esta realidad política, los movimientos y los actores sociales no tienen suficiente espacio, se les niega reconocimiento como actores políticos con capacidad de autorrepresentarse, se pretende que los indígenas, los campesinos, los obreros, los desempleados y los estudiantes sólo concurran como trasfondo. Pero hay signos de inquietud y descontento en las crecientes movilizaciones de los pueblos.
Sin ninguna duda, las transiciones pactadas garantizan los intereses de participación en el poder de las fuerzas contratantes, pero excluyen y sacrifican a los sectores sociales que no están representados de manera directa. Para los sectores populares las esperanzas de cambio han estado fincadas principalmente en las iniciativas políticas de Cuauhtémoc Cárdenas y el Partido de la Revolución Democrática (prd), por una parte, y en las propuestas de justicia y democracia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, por otra.
A pesar de la dureza y la duración de los enfrentamientos políticos, aún no está definido inequívocamente el sentido de los cambios de fondo que se están produciendo en el país, y todavía no se ve una salida consistente a la crisis política y económica que se vive. Las propuestas cambian de nivel, pero no de contenido. Por un lado, la propuesta de un proyecto económico transexenal de carácter implícitamente neoliberal. Por otro, la idea de recurrir a un nuevo pacto político de soberanía popular en un gran Congreso Nacional Constituyente, que de entrada tiene la dificultad de cómo proceder a designar con legitimidad a los responsables de llevar a cabo la tarea, los propios diputados constituyentes, cuando existen segmentos enteros de la sociedad que no están y no se sienten representados en ninguna de las instancias políticas actuales.
En estas condiciones los procesos de autorrepresentación son inevitables, y su único ordenamiento objetivo es por medio de la atención a las necesidades colectivas que los determinan, porque los conflictos sociales son la expresión de un imperativo urgente de transformación y de orden. En el futuro del país, la acción colectiva de sectores sociales significativos será cada vez más frecuente e incisiva, hasta que se establezcan de nuevo condiciones económicas, sociales y políticas que garanticen una vida digna para todos los mexicanos.
Para ese propósito, el movimiento estudiantil del 68 no sólo es una referencia y un antecedente ineludible de la situación actual; también es una fuente de enseñanzas importantes, por la vigencia de sus motivaciones y por las consecuencias de sus hechos.
En las universidades, en las escuelas medias y superiores y en la vida interna de numerosas organizaciones sociales y políticas se organizan de manera frecuente conferencias y mesas redondas para examinar los acontecimientos relativos al movimiento estudiantil de 1968, y en especial los trágicos sucesos del 2 de octubre en Tlatelolco. Este interés se ha mantenido por muchos años, aunque con el tiempo ha ido variando el peso de la atención por los diferentes temas relacionados, y se ha pasado de las consideraciones de balance que en los primeros años eran dominantes, a las reflexiones más generales de carácter político. Este libro responde a esas preocupaciones y está elaborado con el propósito de hacer comprensibles —en particular para los jóvenes de hoy, los que aún no habían nacido en el 68— cuáles fueron las motivaciones, las causas y la trascendencia de esos sucesos.
La primera parte es un relato detallado de los acontecimientos del movimiento. Está basado en las experiencias personales directas, mías y de muchos otros compañeros, y en numerosos soportes documentales. En estas páginas hemos intentado hacer una reconstrucción general de los hechos que dieron lugar a esa histórica experiencia de insubordinación civil casi generalizada, que tuvo como epicentro a los estudiantes de educación media superior y superior de la Ciudad de México.
La periodización de este relato cubre más de cinco meses y comprende seis fases principales: la primera, del 22 al 30 de julio, está caracterizada por la violencia policiaca para “prevenir” conflictos políticos durante las Olimpiadas; la segunda, del 30 de julio al 5 de agosto, por la emergencia de una organización y una protesta de carácter masiva, pacífica, democrática e independiente contra el autoritarismo estatal; en la tercera, del 6 al 29 de agosto, se registra el creciente desafío democrático con las manifestaciones al Zócalo, la exigencia del diálogo público, y la desobediencia civil de los burócratas y los obreros; en la cuarta, del 1° al 30 de septiembre, es patente la frustración de la contraofensiva gubernamental ante el movimiento, que crecía en disciplina y legitimidad; la quinta, el 2 de octubre, se examina como una fase en sí misma, plena de contradicciones, implicaciones y responsabilidades históricas determinadas, y la sexta, del 3 de octubre al 4 de diciembre, es el tránsito de la represión masiva e indiscriminada al despliegue de una visión que intenta deslegitimar al movimiento y al Consejo Nacional de Huelga.
En los libros del 68 hay numerosos testimonios, alegatos y diversas recopilaciones documentales, pero me pareció necesario y conveniente disponer de una narración general más centrada en la lógica de los acontecimientos que sirviera como marco de referencia para ubicar y apreciar los hechos, las dificultades y los errores que en cada momento se fueron dando y que finalmente son la trama necesaria para examinar con detalle y juzgar con fundamento cuestiones y decisiones que han sido notablemente difíciles y complejas.
En la segunda parte del libro se analizan y discuten algunas de las interpretaciones y las caracterizaciones que se han dado del movimiento del 68 en diversos momentos. Se trata de una discusión que presupone el conocimiento de los hechos del 68 y de temas que tienen relevancia en la historia y la perspectiva políticas de los agrupamientos de izquierda, porque tienen que ver con los problemas de las estrategias de cambio, del papel de la dirección política, de los límites y las formas de luchas, de las relaciones de la base y los organismos dirigentes.
Para las personas que no están muy familiarizadas con estos debates típicos de la izquierda es importante advertir que se trata de cuestiones a veces recargadas de elementos doctrinarios que, además, han sido modificados con el tiempo precisamente por los efectos indeseados que se produjeron con ellos, todo lo cual propicia discusiones que no son fáciles de seguir.
Espero, en cambio, que estos apuntes ayuden a sintetizar esas discusiones y acotar sus alcances, para que, con mayor facilidad y confianza, pasemos al análisis concreto de los hechos históricos que se produjeron con esas motivaciones doctrinarias, de las que se abusó en exceso.
Ahora se trata de ofrecer la mayor cantidad de información relevante para comprender el origen, la lógica y el sentido de la actuación de los innumerables actores sociales que han concurrido a forjar la historia de las luchas del pueblo mexicano en estos últimos años, porque en la valoración y los juicios que de ellos se hagan tendrá un mayor peso la lógica de los conflictos que los imperativos dogmáticos de las doctrinas. Por ello tiene mucho sentido registrar y ubicar, aunque sólo sea como referencia, una serie de fenómenos y momentos del movimiento estudiantil y de las instituciones de enseñanza. Se trata de asuntos que tuvieron en su momento repercusión nacional y algunos todavía tienen importantes efectos locales, pero no han sido estudiados en su significado conjunto y no existen referencias suficientes para considerarlos con precisión, como pasa con el papel desempeñado y la experiencia de las administraciones de izquierda en diversas universidades de provincia.
En esta segunda parte también se hace una reconstrucción sintética del ambiente previo al 68, que muestra que los cambios más importantes que se produjeron con el movimiento se ubican en el plano de la conciencia y de los valores de la gente, especialmente urbana y de clase media, en el nivel de politización, de la disposición militante, y de la solidez y la consecuencia de sus convicciones. Se trata de cambios reales que tienen sus raíces y sus motivos en el movimiento mismo, y que no se explican a cabalidad por la invocación de causas económicas, por influencia ideológica del atractivo de nuevas costumbres, u otras, aunque todos estos factores tengan un cierto valor explicativo.
Aunque de modo constante se reconoce explícitamente que el movimiento del 68 es causa o antecedente de numerosos fenómenos actuales, esta aseveración general no identifica de manera más específica cómo es que se crearon las condiciones para que surgieran nuevos partidos, guerrillas, poderosos frentes populares, democratización de universidades y otra variedad de fenómenos sociales y políticos de la época.
La comprensión más general de que muchas de las anécdotas particulares en realidad eran vivencias colectivas, y que éstas constituían una excelente explicación e ilustración de las causas de muchos de los cambios, ha sido una de las motivaciones de este libro. Así, también se explica la unidad de propósitos de la izquierda en los momentos más relevantes de la vida del país y la diversidad de opciones generales y hasta contrapuestas que se presentan, a la par que se comprende cómo las opciones individuales estaban restringidas por las condiciones y limitaciones locales que las determinaban.
La experiencia misma del 68 como una insubordinación generalizada, consciente, persistente y plena de dignidad se constituyó en la base de los cambios. Después de los acontecimientos de octubre del 68 ya no eran eficaces los simples cambios de forma; las modificaciones cosméticas superficiales ya no engañaron a nadie.
En la tercera parte del libro se examinan los rasgos generales más preocupantes de la experiencia represiva del 2 de octubre en Tlatelolco. Los efectos de intimidación y amenaza que suscita el simple recuerdo de los hechos están presentes todavía y se renuevan cada vez que los conflictos se extreman por la acción de grupos sociales descontentos. Superar el trauma de Tlatelolco es una necesidad histórica para todos los mexicanos, para vivir y luchar sin amenazas, para que no se repitan los hechos. También es necesario que las fuerzas armadas salden las cuentas históricas que deben dar a la sociedad, pues cada día son más insostenibles las mentiras en que se han amparado para evadir su responsabilidad en los sucesos de Tlatelolco.
Disponible en: