Medio siglo de gato jazz
Después de dos tercios de película, los protagonistas de Los Aristogatos (1970) recorren cada vez más cansados los tejados de París. Los pequeños se quejan, no pueden seguir caminando, así que su madre, Duquesa, accede a pasar la noche en la buhardilla de Thomas O’Malley, el gato arrabalero que los está ayudando a volver a casa. Él promete que es “tranquila y silenciosa” y un segundo después las ventanas se encienden y comienza a sonar una trompeta. Resulta que Gato Jazz (un felino negro, regordete que usa un bombín y una corbata de moño) y su banda (cinco gatos que personifican varios estereotipos: el gato siamés que toca el piano usando palillos chinos, un gato inglés vestido como un hippie, un gato latino que usa un paliacate y un gato azul que siempre me pareció medio ruso) están ensayando, pero eso no detiene a los protagonistas que se unen a la fiesta. La música es distinta a la que conocen estos gatitos educados para tocar música clásica y es Marie, la menor, quien por fin pregunta qué es un gato jazz.
La respuesta a esta pregunta es una de mis canciones de Disney preferidas. Cada vez que oigo el verbo sincopar mi cabeza enseguida canta la primera línea: Todos quieren ser ya gato jazz porque ellos son de los que más saben sincopar. Durante la universidad, cuando me dio por aprender a tocar el clarinete, decidí que esa sería la primera canción que aprendería y la única ventaja de esta necedad fue que me la sabía tan de memoria que podía distinguir cuándo me equivocaba.
Dos de mis momentos favoritos son cuando cantan “arriquitiquitiqui” y cuando la fiesta se sale de control en el clímax de la canción y el piano atraviesa uno a uno los pisos de la casa. Es una canción divertida, aunque anacrónica en el contexto de la película que se lleva a cabo alrededor de 1910 en París, cuando el jazz todavía no se había popularizado. Este no es el único dato curioso que he averiguado sobre la cinta.
La historia de cómo Los Aristogatos se convirtió en la primera película en estrenarse después de la muerte de Walt Disney en 1966, resulta más complicada de lo que uno pensaría. La cinta se estrenó el 24 de diciembre de 1970, tres años después de El libro de la selva, que había sido un gran éxito de taquilla. Hasta mediados de los ochentas, el estudio de animación producía una película más o menos cada tres años, pero el proceso de Los Aristogatos fue muchísimo más largo.
Comenzó poco después del estreno de Los 101 dálmatas en 1961. Walt Disney pidió que se buscaran más historias de animales para adaptar no en una película animada, sino en un live-action. Cuál fue la primera inspiración no está del todo claro, en algunas fuentes hablan de un libro de cuentos, del que no dan el nombre, en el que se narra la historia de una gata y sus gatitos que se pierden en Nueva York, y en otras de que la película está basada en una historia real de unos gatos parisinos que heredaron una fortuna en 1910. El primer gran cambio fue elegir París como el escenario para darle un toque especial, parecido al que Londres le había dado a Los 101 dálmatas. Durante cinco años se trabajó el tratamiento pensando en que habría actores y que, aunque los animales hablarían, no lo harían jamás en la presencia de los humanos. Esto parece haber sido una regla general de Disney, que pensaba que darles diálogos a los animales ayudaba a su caracterización. Ahora que lo pienso, creo que casi todas las películas de este estudio la respetan.
En ese primer tratamiento, la trama de la película era completamente distinta. Aunque ambas comienzan con una señora heredando su fortuna a sus gatos, en un principio el mayordomo Edgar y su amada, la cocinera Elvira, trataban de deshacerse de ellos a través de estratagemas cada vez más ridículas que la madre gato iba sorteando. Para escapar del peligro, comienza a recorrer distintas casas de París para ocultar a sus gatitos.
En 1963 Walt Disney vio el tratamiento y como en ese momento había pocas ideas para películas animadas pensó que, por los bosquejos, Los Aristogatos podía funcionar mejor como una animación. La historia y la película siguió cambiando a lo largo de los años. De hecho, Los Aristogatos es una de las pocas películas animadas de Disney que es una historia original y no está basada en un libro u otra historia. Además, es la primera película donde los personajes son gatos. Después de la muerte de Walt Disney, Wolfgang “Woolie” Reitherman quedó a cargo de la primera película que se terminó sin la supervisión de Disney.
Cuando se estrenó en 1970 la película fue bien recibida por el público y por la crítica, pero se le recuerda como una de las películas menores de Disney y no como uno de los grandes clásicos.
Para mí, lo más icónico de la película es sin duda la música. Por mucho tiempo creí que “Todos quieren ser ya gatos jazz” había sido escrita por los hermanos Sherman, pero desde la primera búsqueda me enteré de que ellos no la compusieron, sino que crearon otras canciones para la película por ejemplo “Escalas y arpegios”, la canción con la que conocemos a los tres gatitos protagonistas.
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Los hermanos Sherman, que trabajaron durante la década de los sesenta con el estudio, escribieron la música para varias películas, de las cuales probablemente la más famosa es Mary Poppins. En una entrevista, uno de los hermanos habla sobre el complicado proceso de escribir música para películas en desarrollo, y cuya trama y secuencias cambiaron radicalmente a lo largo de los años.
Cuando todavía existía el personaje de Elvira, la cocinera, los hermanos Sherman compusieron un dueto entre ella y el mayordomo en el que discutían sus planes para quedarse con la herencia. Este proceso de escritura y eliminación de canciones era normal para una película de Disney. Los hermanos Sherman llegaron a escribir 35 canciones para Mary Poppins, de las cuales solo se usaron catorce. Algunas de estas melodías se reutilizaron en otras películas como Travesuras de una bruja o El libro de la selva.
Sin embargo, la mayor diferencia en el proceso de Los Aristogatos es que el estudio comisionó a otros artistas y, por tanto, a pesar de que los hermanos Sherman compusieron Le Jazz Hot para la secuencia en la buhardilla, el estudio, por razones que no se conocen, decidió utilizar Ev’rybody wants to be a cat de Floyd Huddleston y Al Rinker. Otro cambio importante que sufrió esta canción fue que, en un principio, Louis Armstrong iba a ser el que diera voz al Gato Jazz, pero debido a que estaba enfermo y a pesar de que siempre había querido colaborar con Disney, tuvo que declinar.
Después de leer sobre la película decidí volver a verla. Encontré una versión con el doblaje latinoamericano en YouTube y descubrí que a pesar de la complicada historia de su origen y las críticas que leí, la nostalgia que me provocan las películas de mi infancia es imposible de atemperar. No sé si me río con las conversaciones de los dos perros guardianes, Napoleón y Lafayette, porque todavía me parecen graciosas o porque recuerdo que en su momento me daban risa. No sé si cuando era niña entendí que al tío Waldo (un ganso incómodo y borracho) lo iban a cocinar en vino y que de allí venía su borrachera. ¿Me parece ahora más gracioso cuando O’Malley responde que el tío Waldo no está bañado, pero ahogado en vino?
Sé que es verdad lo que dicen sobre los terribles estereotipos en los que se apoya para crear algunos personajes y sobre la naturaleza episódica de la película. Pasamos de una canción a una escena de acción a un nuevo personaje a otra escena de acción, pero la falta de estructura no me molestó cuando volví a verla. Para mi sorpresa, me di cuenta de que no solo soy capaz de cantar todas las canciones, sino que me sé muchos de los diálogos de memoria. Están guardadas en lo más profundo de mi mente junto con el resto de la filmografía de Disney.
A veces pienso todo el espacio que ocupan en mis recuerdos. Pienso en esos momentos, cuando vivía en España, y mis amigos comenzaban a cantar alguna de las canciones en su traducción. El rechazo era instantáneo, mi cabeza no sabía qué hacer con esa melodía familiar cuya letra no estaba del todo bien. Lo mismo les pasaba a ellos con mi traducción y nos pasaba a todos con la versión en inglés. Hay algo familiar, casi corporal, en mi relación con las películas que vi de niña. Aunque no puedo precisar la edad exacta que tenía cuando vi muchas de ellas, podría reconocer la música de cada una desde los primeros acordes.
Este mes Los Aristogatos cumple medio siglo desde su estreno. Es veinte años mayor que yo, lo que significa que tres o cuatro generaciones de niños hemos crecido viéndola. Al revisar los libros y películas que marcaron mi infancia, regreso a estas preguntas: ¿cómo debo relacionarme con las cosas que me gustaban en mi infancia? ¿Cómo me han marcado? ¿Puedo solo disfrutarlos o debo tener una postura crítica? ¿Es posible quitar el filtro de la nostalgia? ¿Es siempre necesario?
Más que acercarme con una mirada crítica y tratar de decidir si la historia está bien construida o no, si la película se sostiene o no después de todos estos años, si una u otra secuencia me incomoda ahora, elijo acercarme a esta cinta que me hizo feliz para aprender más sobre ella. Es una visita que nace de la curiosidad y que me despierta reconocer los elementos que me impresionaron tanto cuando era niña, los que aun los recuerdo.
En la curiosidad hay un peligro mortal, nos dice el dicho, pero también un camino para el reencuentro.