20 años de Desde gayola
La historia de Desde gayola es de carcajadas y lentejuelas. Aunque lleva más de una década fuera del aire, sus momentos cumbres quedan almacenados en YouTube: la parodia de Laura León “Tesorito” en Tesoreando con la Tesorito, el relato tragicómico de los últimos días de la undécima musa Guadalupe Amor en El rincón de Pita amor, las peripecias amorosas de un esteticista y reportero de chismes homosexual llamado Juan José Manigüis en Las aventuras de Manigüis, el cotilleo de cafetería de dos chicas fresas de Las Lomas en Las VIP. Parece difícil asegurar si se trata de un clásico televisivo o un programa que mejor valdría olvidar. Tal vez ya no cause la misma gracia que hace veinte años. Es cierto que puede resultar demasiado encriptado para quien desconoce el argot gay en México. Hasta la fecha, el programa sigue incomodando a los sectores conservadores de la sociedad, y, sobre todo, aún más, a quienes enarbolan conservadurismo de izquierda que no censura a secas, sino que condena todo lo que sea políticamente incorrecto y malo para nuestros tiempos.
Concebido en el año 2002 por el presentador Horacio Villalobos, Desde gayola fue, por muchos años, una especie de open mic para la comunidad LGBTTTIQ+ en México. En el programa se canalizaba el amplio espectro de la vida gay en la ciudad: decepciones, discriminación, abuso, pero también el espíritu hedonista, de riesgo y de travesura en los antros de ambiente. Desde gayola empezó como una sección de la programación de Válvula de escape. Quien haya visto esas viejas primeras transmisiones logrará recordar cómo el conductor estelar presentaba los sketches que devinieron gradualmente en Desde gayola, ya formateado como una transmisión de media hora que, la tarde de cada jueves, se iba de volada.
Villalobos dirigía y co-escribía los guiones. De vez en cuando protagonizaba los sketches (sus propias risas enlatadas delataban su presencia omnipresente en la serie), aunque solo uno de sus personajes más o menos funcionaba: su imitación del cardenal Norberto Rivera llevado al esperpento como un hombre despótico, de maquillaje exagerado, sexualmente ambiguo. Es cierto que no todas las ideas del programa daban buenos resultados, pero ¿qué programa de comedia no adolece del mismo defecto? Desde gayola se entendía mejor como un teatro de carpa jotesco televisado. Además, un segmento siempre se gana más al público que otro, algunos se estancan en la experimentación, otros evolucionan, cruzan hacia el imaginario colectivo alcanzando reconocimiento fuera del programa.
Sorprendente cómo Desde gayola empezó siendo transmitido en Telehit. Frente a la competencia gringa, Telehit era un canal musical bastante irregular. Si bien contaba con un par de buenos conductores y entrevistadores, difícilmente se situaba a la par de MTV, y no lo digo por malinchismo. En todo caso, Telehit sirvió como plataforma de actos musicales latinos que no alcanzaban la oportunidad de catapultarse como un producto de importación en el auge del boom del pop latino. Telehit mostraba lo que MTV marginaba. Con el transcurso del tiempo el recuerdo de Telehit se tornó amargo para el equipo de Desde gayola; en sus últimos días en este canal, muchos de los chistes apuntaban a mofarse de Telehit y a grandes rasgos de Televisa. Era una casa demasiado incómoda para habitar. En este periodo, como ha afirmado el elenco en varias entrevistas, se suscitaron malos tratos, censuras, malos pagos y bajísimo presupuesto. Quien viera Desde gayola no debía esperar una magna producción, sino un humor y una estética decididamente cutre.
Integrado por una estela de nuevos y viejos talentos de la actuación, a lo largo de sus siete años de vida, Desde gayola mostró personajes entrañables, social y sexualmente desafiantes, y, ante todo, una mirada crítica y corrosiva frente a la cultura mexicana. Su formato venía pirateado de Saturday Night Live, late night show gringo semanal de múltiples sketches y un host y un acto musical diferente por episodio. Era, mejor dicho, un híbrido donde se combinaba el teatro de revista y la comedia mexicana setentera (un guiño a La carabina de Ambrosio interpretado por la Bogue servía de cortinilla entre cada sketch). Al igual que SNL, Desde gayola incluía estrellas invitadas y situaciones acordes al clima político y cultural cambiante. Uno de los sketches era tal cual un fusil de SNL: el desastroso noticiario con Villalobos y Daniel Vives “Ego” en una personificación de Adela Micha, ahora Adela Macho. La agilidad para escribir libretos y situaciones impone demasiada presión sobre este formato que exige renovar sus contenidos y mostrarse actualizados, desesperadamente coyunturales. Esto parecía el causante de que la creatividad o ingenio en los argumentos decayera en ocasiones. A pesar de todo, Desde gayola logró insertarse en el gusto del público durante varios años, incluyendo una exitosa gira teatral de corte circense titulada Érase una vez…
Desde gayola no fue un show innovador a secas, sino algo totalmente impensable: ver a un elenco de dragas y mujeres trans ridiculizar al mundo del espectáculo; ver a Ligia Escalante proponer todo un glosario sobre la “jotería”; ver situaciones melodramáticas sobre la vida gay desde el humor y no desde la tragedia (VIH, engaños, homofobia, promiscuidad, abuso policial, etc.). Todo era algo nunca antes visto. En cada transmisión el programa rompía tabúes. Su boom solo se puede explicar por las deficiencias en la televisión de comedia mexicana a principios de los dosmiles, así como la lucha de las disidencias sexuales al buscar el reconocimiento legal del matrimonio igualitario en la Capital (cuando falleció Ricardo Villarreal, actor que interpretaba a Giovanni, quien ya delataba a cuadro signos considerables de su deterioro de salud, los personajes le dieron la despedida con un happy ending tan tierno como depurado: Giovanni abandonaba el Distrito Federal para casarse en Amsterdam). Las bodas en el extranjero eran para ese entonces el único modo en el que cierta gente gay podía vivir lo más fidedigno a una unión. Desde gayola no solo presentaba el lado más cursi de la jotería, sino que nos remite a una época en la que pocas personas –turistas incluidos– podían gozar de una vida plena en el espacio público de la urbe capitalina.
El sketch de Las aventuras de Manigüis parodiaba el lifestyle cosmopolita emergente de cafés, bares y antros de la Zona Rosa, que sirve aquí de escenografía demodé para los affairs infortunados de la protagonista. En un artículo reciente, la investigadora Emily Hynd ha señalado cómo en la obra literaria de Pita Amor y Sabina Berman se despliega toda una estética camp usando la espacialidad urbana y moderna de la Zona Rosa y colonia Condesa como sets melodramáticos.1 Si el camp impone como uno de sus ideales principales, “la vida como teatro”, Desde gayola concibió la realidad nacional como una inagotable farsa. En efecto, la magia del programa reside en gran medida en su estética cutre, kitsch y cursi. Basta recordar la decoración usada en los sketches de Manigüis: un cuadro de una enorme flor amarilla sobre un fondo fucsia horrible, un sillón naranja, fotos homoeróticas pasadas de moda, etc…
Hablar de Desde gayola es hablar, para una generación, sobre una educación sentimental. Para buena parte de la audiencia era la única ocasión en la que el submundo gay mexicano llegaba al mainstream (no es poca cosa: Telehit llega, a fin de cuentas, a más de cincuenta países). A través de Desde gayola se podía desentrañar el mundo gay capitalino. Eran frecuentes las bromas del Cabaré-Tito y a su fundador, el actor y empresario Tito Vasconcelos. Las alusiones a los intercolegiales de baile y la sociabilidad cursi de las tardeadas que habituaban en esos antros frecuentados por menores de edad. Los chistes sobre el hoy extinto Vips del Ángel, sucursal famosa por ser sitio de encuentros para hombres. En el hablar jotesco de los personajes quedan huellas de un mundo gay que pereció mucho antes del COVID-19. Desde que los bares gays en la Zona Rosa abandonaron las tardeadas y la música noventera y optaron por el machismo opulento del reggaetón, la jotería fue muriendo lentamente. A propósito del Cabaré-Tito y el giro que le dio al bar de machos al estilo de El Taller, advierte José Ignacio Lanzagorta que “ya no tenías que vestirte de Tom de Finland y la escena sanfranciscana, en los Cabaré-Tito había que saberse las coreografías de Kabah, de Jeans, de los grupos de pop mexicano noventero. Ser gay en el Cabaré-Tito era ser un chavito. O una chavita”.2
Pero ya no digamos que Desde gayola nos transporta a “un mundo que ya no existe”, sino a un mundo de clichés —en algunos casos negativos— supuestamente discordante con el momento actual. El criterio woke de nuestra época anula con facilidad todo aquello que no cumpla los parámetros de lo bien pensante. Hilos de twitter argumentan por qué ciertas obras del pasado deben ser canceladas, ignorantes de cualquier metodología que encuadre una obra como resultado de las creencias de su época. A Desde gayola ya le tocó, desde que la cantante Amandititita se quejó de ser parodiada casi diez años después.3 Así, el avispero de las redes sociales pretende hallar valores negativos en obras del pasado —variando según el temperamento o capricho de los usuarios—: lo mismo hoy cancelan a Desde gayola que a Frida Kahlo por “apropiarse” de la indumentaria de tehuana. Los argumentos parten de juicios superficiales, sea lenguaje o estilo, y confieren una falsa sensación de alivio: qué bueno que ya no vivimos en ese momento, ¡cuánto hemos avanzado! La cultura de la cancelación es síntoma de una supuesta mentalidad progresista que se asume, debido a su amnesia histórica, como el mejor de los mundos posibles, rectificando sin cesar, desde museos hasta plataformas de streaming, con disclaimers que demarcan distancia frente al pasado. Esto crea una falsa sensación de participación en la audiencia, que se cree autorizada para deslegitimar el pasado, pero mantiene una postura neutra frente a la hegemonía en turno. Concuerdo con David Rieff cuando afirma que la ideología woke está dirigiendo la cultura hacia una dirección desastrosa.4 Al final, los veredictos de la cultura de la cancelación son endebles porque su enfoque es estrecho. Tal vez esta se sentiría congruente si se vaciara de tanta superioridad moral. Una sociedad que se siente obligada a rectificar errores del pasado a través de las imágenes solo puede crear productos culturales estériles e insípidos. Arte pusilánime, para acabar pronto.
Quizá la pregunta que aún hoy me hago al ver Desde gayola y sin querer adherirme a ninguna postura woke es: ¿por qué la comunidad gay se autorrepresenta(ba) de forma denigrante? ¿Por qué el programa demarcaba la presencia de la comunidad gay a través del lenguaje homofóbico? (La mayoría de los personajes interpretados por Alejandra Bogue, actriz que más tarde denunció al creador de la serie por abusos laborales y transfobia, usaba con frecuencia expresiones como “maldito joto” y “joto asqueroso”: ni siquiera el habla camp podía disimular que, ante todo, Desde gayola presentaba al sujeto homosexual como alguien despreciable). Sobre todo, ¿por qué algunos diálogos venían acompañados de un sospechoso tufo moralista? (En un episodio, Manigüis espera los resultados de su prueba de detección de VIH frente a su amiga Joseline, quien le reprocha: “eres una puerca calenturienta, depravada, ¡bien merecido te lo tienes si estás contagiada!”). Quizá esta permisividad y falta de tacto se podía atribuir a que, en esencia, el cast de la serie se componía de un grupo actoral que se atrevía a arriesgarse. Actrices que parecían estar a punto de perderse en el recuerdo del público, nombres consolidados en el teatro que se daban el lujo de hacer cameos irreverentes y un elenco LGBT que tenía dificultades para conseguir papeles en el Canal 2. En ocasiones se sentía como si cada episodio fuera un volado. Por sus temáticas arriesgadas, había cierto suspenso de que el programa, en cualquier momento, saliera del aire.
El autoescarnio de Desde gayola, que fácilmente se confunde con homofobia internalizada es terriblemente elocuente: basta adentrarse en las arenas fangosas de redes sociales como Grindr y Twitter para comprobar de cuando en cuando la comunidad sigue siendo bastante prejuiciosa. “No me gustan las jotas ni las obvias”, le escribe Manigüis en el chat a su ligue que está a punto de conocer. Es muy fácil criticar o señalar estereotipos nocivos en la televisión desde el estrado de la seriedad y de lo que le conviene o no supuestamente a la sociedad. Más difícil que cuestionar los estereotipos del pasado es imaginar o plantear nuevas formas de humor donde participe la sátira. Cualquiera que entienda la sátira como género sabe que esta emerge en momentos específicos de la cultura: ya sea la decadencia del imperio romano en Marcial o la burla hacia las clases dominantes de Alexander Pope en la Inglaterra del XVIII. La sátira, le guste o no al público bien pensante y “socialmente responsable”, es y será necesaria.
Personajes como Manigüis o la Supermana nos recuerdan que la vida gay siempre está presta a convertirse en una sátira y que está llena de estereotipos que hacen el sufrimiento más llevadero. Que la jotería es un arma y escudo de defensa, que los códigos del melodrama y la televisión a veces son de mucha ayuda para tolerar los golpes de la vida. Manigüis, como señala el investigador Brandon. P. Bisbey en su libro Between Camp and Cursi: Humor and Homosexuality in Contemporary Mexican Narrative, presenta las oposiciones de género masculino/femenino y moderno/no-moderno.[ef_note]Brandon P. Bisbey, Between Camp and Cursi: Humor and Homosexuality in Contemporary Mexican Narrative, Albany, Sunny Press, 2022, p. 150.[/efn_note] Es un gay disonante que no logra adaptarse al mundo que se le ha impuesto. En un episodio, el estilista quiere ingresar con su amiga Vanessa a un antro de Polanco, pero el cadenero les niega el acceso. Sin asumir una derrota, se van directo al Cabaré-Tito. Al final, la Manigüis sentencia: “No hay peor cosa que un gay sin poder… Recuérdenlo bien: lo que en el rico es alegría. En el pobre, ¡jotería!”
La indignación hoy siempre necesita un quórum; hoy es más fácil generar indignación que conmoción. En nuestro esfuerzo por vernos políticamente correctos, nos hemos vuelto muy intolerantes. Pareciera que en la actualidad hay muy poca disposición a reírnos de nosotrxs mismxs. Hubo una época en la que el televidente no tenía voz ni voto sobre los contenidos televisivos y sus quejas a duras penas se escuchaban. Encima, los mismos programas hacían burla de su enajenamiento. Ese es el momento que vio nacer a Desde gayola, televisión que satirizaba a la televisión, farándula que se mofaba de la farándula, subrayando el absurdo y la parafernalia que rodeaba a los fenómenos mediáticos como Jolette en La Academia y el escándalo de Lucero y su guardaespaldas. De ahí que muchos sketches de Desde gayola incurrieron en el facilismo y la ofensa por la ofensa (“ay, qué bonito, ¿eres bilingüe, papito?”, le pregunta “La Tesorito” a Erasmo de La Academia. “No”, responde Erasmo Catarino, “solo soy indígena”). Con todo, sus sketches tenían un humor negro que no se comparaba con nada que estuviera en la televisión en ese momento (y todavía hora). Aún lo más inapropiado sonaba hilarante en boca de Alejandra Bogue (quien fue, por cierto, musa de Joel Peter-Witkin y fiesteó con Almodóvar) y que gracias a su versatilidad actoral era más entretenida y memorable que las celebridades que imitaba, por ejemplo, el personaje de Tearruina Fernández.
Pero no todo era cultura trash. Un elemento que resulta clave para que la ecuación de Desde gayola haya sido tan exitosa fue su espíritu cabaretero. Específicamente, el cabaret cuir y feminista que, entrecruzado con el performance, tuvo gran auge hacia finales de los ochentas y, posteriormente, a lo largo de los noventa. Fue el tipo de cabaret que floreció en lugares como El 9 y otros foros donde desfilaron cabareteras como Regina Orozco, Astrid Hadad, Las reinas chulas y Darío T. Pié, quien participó en la primera fase del programa en su personaje de “La Roña” con un segmento de entrevistas con celebridades. Desde gayola trasladó sin pudor y con mucho descaro la irreverencia del cabaret contracultural a la pantalla chica. Además, no podemos olvidar que el cabaret siempre ha sido, desde sus inicios, una fórmula teatral donde la política se aborda con humor y socarronería.
Villalobos ha señalado que Desde gayola surgió en un periodo en el que el sexenio de la transición demostraba flexibilidad para la burla. Apertura, le decían. Vicente Fox se asumió como un comediante y, desde su campaña, hizo de sí un personaje mediático. Pero a esta mitografía panista se le atribuye más responsabilidad de la que cree (de hecho, fue más bien Salinas quien dio la pauta para que su imagen fuera motivo de burla en el imaginario público, de ahí que existiera algo como el Museo Salinas del artista visual Vicente Razo). Esta libertad de expresión ilusionista durante el sexenio de Fox hizo de la política un teatro y un espectáculo en el sentido más amplio de cada término. La derecha en el poder tuvo que abrazar a regañadientes ser objeto de burla. El 2002 fue, por cierto, el mismo año que vio aparecer el foto-libro de sátira Ricas y famosas de Daniela Rossell. En la misma tesitura que el libro de Rossell, aparecían en Desde gayola personajes que parodian las costumbres religiosas y sociales del México de las clases altas: Mamá Mela, interpretado por Javier Yépez (QEPD), mojigata dama de los círculos del Opus Dei; el segmento de Raquel Pankowsky (QEPD) imitando a Martha Sahagún, finalmente, las VIP con un humor desaforadamente clasista basado en el habla de las “niñas bien”, muy al estilo de los libros de Guadalupe Loaeza. Ximena y Monse son dos amigas herederas de las clases dirigentes que se reúnen en un café para discutir sobre el estado actual del país y sus protagonistas en la vida pública. En una escena le cuenta Monse a su amiga: “El otro día, mi tío Madrazo nos invitó a un acto de campaña que consistió en darle juguetes a los niños pobres en Tabasco. Fue horrible… ¡Me di cuenta de que sí hay gente pobre en México!”
Fue efímero el esplendor de Desde gayola. Yo creo que su decadencia estaba anticipada desde el opening: el melancólico tema principal de la telenovela Gabriel y Gabriela, titulado “Dulce amor”, interpretado por una jovensísima Ana Martín meciéndose en un triste columpio. Desde gayola siempre tuvo el sabor añejo de las divas en decadencia y del tacón desgastado: Pita Amor recitando sonetos y tercetos en su sillón oliendo a meados; Sonia Infame vendiendo dulces en el cine de su ex esposo Gustavo Alatriste; la cantante Cristal en el más corrosivo autoescarnio camp interpretando a Mirosnada y burlándose de sí misma. Esa diva en decadencia ya no le habla a nuestras nuevas y enajenadas generaciones.
Parecía inevitable que, frente al éxito obtenido, el brillo se desvaneciera. Controversias legales sobre la autoría de los personajes y discordias entre el cast eran inevitables. Al salir de Telehit, Desde gayola tuvo un poco afortunado remake en MVS Televisión, a la par del late night show de Villalobos titulado Nocturninos. Para ese momento, Desde gayola se había descafeinado, y sobrevivía y resistía por el entusiasmo de su elenco. Hoy que la cultura gay en México ha suavizado sus contenidos y se ha dejado controlar por el capitalismo rosa dizque incluyente, no está de más indagar en Desde gayola para ver qué nos puede decir de nuestra propia identidad.
Ciudad de México, 12 de junio, 2022
- Emily Hind, “Pita Amor, Sabina Berman, Antonio Serrano: Camp In DF”, Latin American Urban Cultural Production, ed. David William Foster, Hispanic Issues Online, vol. 3, 2008, pp. 136-172.
- José Ignacio Lanzagorta García, “Buscándolo en la Zona Rosa”, en Antes del orgullo. Recuperando la memoria gay, ed. Jorge Luis Peralta, Barcelona, Editorial Egales, 2019, p. 150.
- “Amandititita recuerda parodias de Horacio Villalobos”, El Universal, 20 de junio 2020, disponible en línea: https://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/farandula/amandititita-recuerda-parodias-de-horacio-villalobos
- David Rieff, “Only the Economic Left Can Beat the Woke”, Compact, Marzo 24, 2022, disponible en línea: https://compactmag.com/article/only-the-economic-left-can-beat-the-woke