La Madriguera fanzine. Historieta desde Oaxaca
La historieta y el fanzine han sido formas de criticar y reflexionar sobre las condiciones no tan favorables del entorno, constituyen estructuras abiertas que pueden ser atravesadas por distintas disciplinas y por lo mismo enriquecen las zonas indeterminadas donde podemos intentar explicar la realidad. Al menos eso espero, siempre me ha confundido el camino estrecho entre lo útil y la nada. El lenguaje es una trampa donde esperamos reconocernos.
En este tiempo, las cosas menos exquisitas aparecen magnificadas por el mercado y sus reglas. Quiero decir: es necesario tener fe en uno mismo pero sin dogmas. Los fanzines forman parte de lo que llaman contracultura —principalmente de la escena punk—, una vía para indagar en lo propio utilizando las herramientas del sistema, modificando el proceso. Aparecieron desde los sesentas como alternativa para difundir todo tipo de contenidos entre miembros de una comunidad pequeña. Se supone que fanzine viene de juntar la palabra fan «seguidor, admirador» y las últimas sílabas de magazine «revista», pues quienes hacen fanzine no suelen dedicarse profesionalmente a la edición ni obtienen ganancias con su trabajo. Estas revistas suelen realizarse con materiales reciclados, recortes y fotocopiadora.
La Madriguera comenzó bajo criterios parecidos, pero con cada número fue integrando otras características editoriales, consolidándose como un referente importante en la difusión de historieta en Oaxaca. En este cuarto número, la portada y contraportada fueron hechas en serigrafía y colaboraron más de quince artistas con diferentes aproximaciones estéticas. La Madriguera sacó su primer número hace un año. Un puñado de jóvenes artistas, amantes del género historieta, convocaron a colegas y amigos para publicar sus narraciones. La dirección está a cargo de Félix Serrano Villalobos (Zarigüeya), creador de este proyecto desde su inicio, mientras que el diseño es de Carlos Franco.
El pasado viernes, Félix y Carlos presentaron La Madriguera fanzine en Espacio Centro, un lugar de exhibición y producción independiente recién inaugurado en la ciudad de Oaxaca. A pesar del extenuante calor (ese día creo que superamos los 35 grados), el lugar se llenó y los asistentes pudieron comprar su ejemplar —cuya retribución está destinada a solventar los gastos de producción—, dialogar con los creadores del proyecto y beber cremas heladas de mezcal, una sana costumbre de estos lares. Afortunadamente, en los eventos culturales de Oaxaca no falta una botella de mezcal, en ocasiones cerveza, y hasta hace algunos años comida en abundancia. Cualquier momento es bueno para celebrar.
La escena de historieta en Oaxaca en realidad no existe, mencionó Félix en la presentación. La historieta se considera pasatiempo y no trabajo serio, aquella distinción que nos hace aguantar largas e improductivas jornadas laborales —«horas nalga», como también les dicen— y menospreciar actividades creativas ejecutadas desde el placer y el ocio. En Escritos para desocupados, Vivian Abenshushan desglosa algunos de estos tristes mandatos en nuestra sociedad posmoderna y agotada, donde el trabajo no debe disfrutarse sino sufrirse y ya ni siquiera equivale a producción sino a espera, donde se trabaja para vivir fines de semana y se intenta cumplir un ideal de vida burocrática, corporativa o empresarial que nunca llega a satisfacer completamente al individuo, pues no conlleva recompensas de carácter colectivo, no implica convivencia o reciprocidad.
Félix y Carlos planean seguir con este proyecto cuatrimestral y convocar a colaboradores desde una temática en común. Junto a Cleptómano Libretas, planean también dar un taller de producción de fanzine en las próximas semanas.
Hacer las cosas por uno mismo (Do it yourself) es una vía que pretende darle la vuelta a las condiciones mortíferas y deshumanizadas donde nos aventó el necrocapitalismo en estas últimas décadas. Quienes crecimos pensando que nada podíamos ofrecer en este mundo abyecto, hemos también presenciado el nacimiento de proyectos artísticos que buscan otro camino para encarar la lamentable realidad del cambio climático, la violencia y la apatía generalizada hacia el otro. La antología de relatos un tanto pesimistas y desahuciados llamada El futuro no es nuestro, anuncia, en voz de escritores nacidos durante los setenta, el colapso de ficciones y promesas cuya consecuencia vivimos en carne propia. Si ellos crecieron presenciando el colapso, nosotros nacimos en sus ruinas.
En vez de eso, pues el cinismo nos pasó como otra ficción más del mismo juego, quiero pensar que el futuro es tan nuestro como para ensayar en él modos de convivencia que escapen de dinámicas necróticas y competitivas para recuperar quizás un sentido genuino de comunidad, colectividad que probablemente experimentaron nuestros abuelos y que en alguna brecha generacional perdimos con ayuda de nuestra irremediable atracción hacia el sufrimiento ajeno.