Sin domicilio conocido. Artistas en movimiento Vanessa Téllez
Guerrero es uno de los estados más golpeados por el desplazamiento forzado: la situación de la violencia (que provoca desplazamientos de comunidades enteras, aún no cuantificados en su totalidad) y las terribles secuelas de los huracanes Ingrid y Manuel suman treinta mil guerrerenses que cada año se mudan a otro estado. Vanessa Téllez forma parte del éxodo. Pero su desplazamiento va más allá: su apuesta por lo literario es un compromiso con la aventura y la aniquilación de la zona de confort que representa quedarse en un solo lugar.
Irme fue parte imprescindible de la escaleta imaginaria que seguía. Fuera de las historias que me guiaban, había una especie de voluntad por sopesar estaciones territoriales en cuyo piso me sintiera arrojada a la aventura. De quedarme en Guerrero no sólo habría habido cierta repetición sino, además, un descarado conformismo.
Cuando años atrás estalló la violencia en Acapulco, esas razones debatieron con la necesidad de evitar la diaria confrontación. Trabajé como reportera durante tres años, lo que me permitió corroborar el daño gradual en mi estado y en Acapulco; no es fácil ignorar que una tarde aparezca un hombre muerto a una cuadra de tu casa y tu calle esté llena de patrullas y periodistas. No desestimo la violencia y la necesidad de repensar su importancia para debatir sus causas y buscar herramientas que la contrarresten, pero fue evidente que hablar sobre lo que sucedía en Acapulco y otros municipios volvió monotemática la literatura. No deseaba que esta preocupación legítima homogeneizara mis otras búsquedas. Hoy me interesa cimentar lo que presencié, las conversaciones en las que compartíamos noticias sobre la degradación de Acapulco. Lo que estaba mal se puso irrevocablemente peor. La violencia no transformó a Guerrero en general, sino que evidenció lo que ya se encontraba en estado de descomposición. No me mudé al Distrito Federal, escapé.
Los lazos con esta ciudad se han forjado por filias y obsesiones bastante obvias, la escritura ha sido siempre el mejor combustible para afianzarme a ella desde el total desconocimiento. Pienso que la estadía defeña sí es necesaria, pero no obligatoria. Me interesa mucho alimentarme geográficamente, apropiarme de estos nuevos territorios y continuar mi camino. Mi obligación, si existe una, es no dejar de escribir.
Más que ubicar al Distrito Federal como la meca literaria o un lugar para expandirse creativamente en cualquier disciplina, me pregunto, ¿cuántas ciudades independientes al D.F., con su propio centro cultural, podemos mencionar? Constatamos la violencia como un organismo y no nos acercamos siquiera a imaginar sus alcances; acaso especulamos los caminos que tomará o cómo se va a degenerar. Es temprano para saber qué sucederá con la ciudad que adoptemos o con la que debimos abandonar.