Sin domicilio conocido. Artistas en movimiento Alberto y Lorena
El Consejo Nacional de Población estima que de cada diez mil jaliscienses, cincuenta y seis se mudaron a otra entidad federativa en 2013. El trayecto de Lorena y Beto con su banda, recuerda al de los trashumantes. En cada ciudad, su estadía e interacción han estado regidas por la búsqueda de una comunidad afín. Aunque su base actual es Ensenada, desde su arribo a la frontera han dado aproximadamente cien conciertos en bares, bodegas y foros independientes de Estados Unidos y Europa.
Nos fuimos de Guadalajara por causa del desempleo, del hastío de vivir demasiados años en un mismo lugar y del deseo por colaborar con personas que nos inspiraban. Teníamos amigos, bandas con las que nos identificábamos, pero no un verdadero compromiso con el fortalecimiento de una estructura que beneficiara a nuestro entorno. Para nosotros el Garage y el MtyMx (foro independiente y festival de Monterrey, respectivamente, gestionados por Ricardo Ramírez y Leila Ibarra) actuaron como verdaderos gestores e impulsores culturales: propiciaron el intercambio dentro y fuera del país y crearon redes de cooperación. Quisimos mudarnos a Monterrey por estas buenas experiencias y la cercanía con la frontera, lo que facilitaría los tours. Mientras afinábamos detalles de la mudanza, el problema del narcotráfico se agravó: el Garage estaba por cerrar y el quehacer musical, como lo conocíamos, se desvanecía. Un par de días después decidimos mudarnos al Distrito Federal.
La transición fue complicada porque la capital opera sobre vestigios del rockstarismo de la era del Rock en tu idioma. La ilusión de la independencia hace evidente a una escena en pañales que es ordeñada por sus actores y refleja que la música es lo que menos importa. Decidimos aislarnos y trabajar con personas con las que compartíamos formas de pensar.
Nuestros gastos eran altos, el panorama musical local no nos inspiraba, nuestros trabajos no nos gustaban del todo y sólo nos ataban a la ciudad nuestras amistades y redes de cooperación que estaban integradas, en su mayoría, por gente de otros estados del país. Un día Lorena tuvo la idea de mudarnos a Ensenada: nos dimos cuenta de que tenía mucho sentido por la cercanía con la frontera y porque así nuestros gastos serían menores. Decidimos vender todo e irnos.
Vivimos como ermitaños. Nuestra conexión con la escena musical de Ensenada no es muy activa y conocemos a pocas bandas, algunos promotores muy entusiastas y un par de foros. Sin embargo, con las herramientas a nuestro alcance, logramos crear lazos a lo largo de la República y en otros países: tenemos información, muchos amigos y esto nos da la posibilidad de devolver el apoyo que recibimos. Es como contribuir a una gran red. Si debemos mudarnos de ciudad, país o continente para mantener estas redes, lo haremos porque, aunque suene complicado, estar rodeado de las personas correctas facilita lo que hacemos. Ganamos muchísimo: actúas en el ambiente que quieres, eliminas mitos y experimentas de primera mano diferentes modelos de vida.