Vidas en bicicleta. Una conversación
Hay objetos que transforman la vida y hay vidas ligadas a ciertos objetos. La bicicleta, por ejemplo, es un símbolo diverso de la memoria: de la infancia, de instantes felices, de vértigo y peligro, de destino. Es también materia de conversación entre quienes entienden que hay un antes y un después de los primeros pedaleos. El pasado 11 de noviembre, en una pequeña sala de Reforma 175, Tierra Adentro convocó a la campeona ciclista neolonense Ingrid Drexel (que hizo un espacio en su agenda para acompañarnos un día completo en la Ciudad de México), al empedernido ciclista, comunicador y diseñador Agustín Monterrubio (director y fundador de las asociaciones civiles Bicitekas y Jinetes Sampleadores de Imágenes y actual vocero de la organización Bicired) y al pedalero en ciudad Juan Pablo Ramos (director de la revista Cletofilia y coordinador editorial de las revistas Triathlón Plus y Shape México).
La siguiente es la transcripción de la charla que sostuvieron con Tierra Adentro los tres amantes de la bicicleta, en un viaje que va de la memoria a la ciudad, del presente a la pista y de las leyes al futuro de convivencia posible con este medio de locomoción que ha revolucionado, de muchas maneras, aún en la discreción de algún recuerdo, buena parte de la humanidad.
Rodrigo Castillo (Tierra Adentro): Muchas gracias por aceptar la invitación, gracias a por acompañarnos. La idea es que charlemos, que se sientan cómodos, que platiquen alrededor de la bicicleta, cómo es que la utilizan, en tu caso, Ingrid, por ejemplo, como herramienta de trabajo. Hay gente en el D.F., por ejemplo, que se dedica a hacer mensajería en la bicicleta. Contratamos a uno y resultó maravilloso. Creo que las empresas todavía no se acercan con ellos por el asunto de que es peligroso que repartan y los contraten y pueda pasarles algo.
Y hay más cosas. Son ustedes gente que está entregada al mundo de la bicicleta y queremos que esta conversación sea completamente libre. También pueden quejarse.
Luis Manuel Amador (Tierra Adentro): Habíamos hecho en la Redacción un trabajo en equipo, una relación de puntos que podrían ser preguntas o detonantes sobre qué tiene o cómo se relaciona la bicicleta en la vida de cada uno de nosotros y también de ustedes, que están específicamente ligados a un asunto de la bicicleta. Por un lado, Ingrid es una corredora profesional tanto como de ruta como de pista. Por lo menos hasta 2012 se había agenciado casi 40 medallas de oro para Nuevo León y algunas de plata. Nos honra mucho que hayas aceptado venir a platicar sabemos que estás súper ocupada, gracias por tu tiempo en el uso de la agenda. También ustedes, Juan Pablo y Agustín, están estrechamente ligados a la vida en bicicleta.
Lo que queríamos saber es, como primer punto, de manera personal sobre todo y profesional, qué representa para cada uno de ustedes, con todo lo que implica representar, la bicicleta. Cuánta importancia tiene en su vida diaria, dedicándose a lo que hacen y en qué momento comenzó a significar algo para ustedes en la vida.
Ingrid Drexel: Yo empecé con la bicicleta a los siete años. Desde entonces creo que me marcó la vida porque no la dejé. Antes de empezar con el ciclismo estuve en todos los deportes imaginables y ninguno me llamaba la atención. Empecé con la bicicleta primero por diversión o hobby. Conforme fue pasando el tiempo la cosa se empezó a poner más seria: competencias nacionales, internacionales. Ahora la bicicleta es mi herramienta de trabajo, representa mi prioridad cada día. También la uso como medio de transporte para moverme desde mi casa al área de entrenamiento, en vez de irme en automóvil, la uso para transportarme e igualmente para entrenar y cumplir con mis objetivos.
Agustín Monterrubio: Gracias por la invitación. Para mí la bicicleta representa libertad y diversión. Recuerdo que mi primera bicicleta era una Vagabundo, y para mí era un caballo. Yo salía a mi pueblo, dentro de la gran ciudad, lleno de calles empedradas, que era Santa Úrsula Coapa, en Coyoacán. Mi sensación era que era mi aliada para ser independiente. Yo dormía amarrado a ella, como una conexión, una forma de descubrir el mundo. Siento que desde ese momento comenzó a cobrar significado. Pero cuando la comencé a usar de forma utilitaria vi que en lugar de ir apretado, incómodo, en un microbús, podía ir divertido, haciendo ejercicio y veloz. Fue cuando descubrí lo que ahora también es una manera de lucha por cambiar las ciudades, de pensar en el medio ambiente: qué estamos respirando y qué estamos haciendo; de ser como un juego y una forma de descubrir el mundo ahora también es una manera de lucha.
Juan Pablo Ramos: Mi primer acercamiento fue el más fuerte al principio, de forma deportiva como a los trece años empecé a hacer ciclismo de montaña. Soy de Tehuacán, Puebla, y hay muchos cerros, lo cual es una maravilla. Desde entonces y hasta que me fui a la universidad a los dieciocho años viví en el cerro. Después, en la universidad estuve cinco años sin usarla (estudié Ciencias de la Comunicación) pero ahí se fue forjando otro interés: trabajar en medios, principalmente impresos. Cuando me vine a la Ciudad de México comencé a trabajar en una editorial a hacer una revista de ciclismo (Bike donde estuve como corrector de estilo y luego como redactor). Comenzando a ver los movimientos ciclistas urbanos me surgió la inquietud con otros compañeros de hacer un medio especializado o enfocado a hablar de lo que estaba sucediendo en la ciudad y así fue como hicimos Cletofilia hace cuatro años y ahora la bicicleta es además de mi medio de transporte (porque comencé a convencerme a mí mismo de que era la mejor forma de desplazarme en la ciudad) uno de mis trabajos principales. Edito otras revistas pero este es un proyecto personal. Así que la bici está sumamente presente en mi vida cotidiana.
Castillo: ¿Y de ese convencimiento personal se ha logrado algo? ¿Andar en bicicleta en la ciudad les ha ayudado a tener el convencimiento pleno de que es el transporte que quieren utilizar?
Ramos: Sí, definitivamente, cada día me convence más. No estoy en contra de otros medios de transporte (cuando tengo que llevar cargas, por ejemplo).
Monterrubio: O cuando llueve mucho, se puede contrarrestar con buen equipo, pero no es igual.
Ramos: Digo cargas, pero en lo personal, si tienes que llevar un mueble o revistas o vas con un grupo de amigos que no tienen bici, dices: ¡No!, me voy en coche. Pero en tus actividades: ir al banco, ver a un cliente, ir a una entrevista, te mueves en la bici, la ciudad se te hace más pequeña.
Monterrubio: Yo empecé cuando me movía en bici. Venía de Santa Úrsula a la Roma, trabajaba y todo mundo me decía: “pero va a llover”, “te van a robar”, “vas a llegar sudado”, todos tenían un pretexto.
Drexel: Todos tenían un pero…
Monterrubio: Un pero y un miedo también. Yo balanceaba lo que me hacía sentir irme en bici o irme en el metro y prefería siempre hacerles un poquito más de tiempo pero llegar en bici y llegar contento y llegar como con buena actitud. Creo que se ha podido desde hace mucho. De hecho, el momento ciclista de la Ciudad de México son los años 80, cuando Greenpeace junto con la Fundación Arturo Rosenblueth hicieron un movimiento y traían toda una campaña para que los automovilistas voltearan a ver cuando abrían la puerta, que las coladeras en lugar de ser paralelas a las calles fueran perpendiculares… En la ciudad de México hay una historia de lucha por espacios ciclistas y la ciudad no es tan complicada como otras ciudades para andar en bici: hay espacios, es plana, el clima es agradable. Madrid, por ejemplo, es complicada de verdad; los carriles son pequeños y sólo pasa el coche; si te metes, si se te ocurre meterte, estás “pecando”. En la Ciudad de México creo que es posible. El clima y otras cosas se prestan para que normalmente lo hagamos.
Castillo: A pesar de que la ciudad es complicadísima por el nivel de automóviles que hay.
Ramos: A veces esa cantidad te hace más fácil rodar y avanzar porque no se mueven los autos. Más bien, adaptándote a esta falta de infraestructura te queda bien porque no avanzan, vas tranquilo. Si te metes a una avenida donde van rápido y no hay luz o no hay iluminación ni tampoco un carril confinado, eso sí es ponerte en riesgo.
Monterrubio: Yo creo que aquí las complicaciones son las barreras urbanas. También todas las supervías reprimidas, periféricos, y todas esas obras que no están pensadas para que pase un peatón o un ciclista. Esas sí me parecen barreras. Hay zonas que son infranqueables si no tienes bien puesto tu casco y el ánimo debido. Creo que también la ciudad impone barreras de construcción de elementos que han sido pensados para el auto.
Amador: Ya que están con la bici todo el tiempo, ¿cómo es una jornada de ustedes o de cada uno acompañado de su bici, desde que se despiertan?
Drexel: Yo me levanto en la mañana a desayunar. Lo primero que hago es entrenar, aproximadamente entre cinco horas y o cinco horas y media. Todo el tiempo acompañada de mi bicicleta. Llego a la casa, la reviso, la lavo, le doy mantenimiento. Reviso siempre que todo esté bien porque si no, no funciona como debe ni da uno su mejor rendimiento. Eso es en las mañanas y en las tardes si tenemos doble sesión la volvemos a usar, y si no pues tenerla bien cuidada porque la verdad también es como un vehículo, le tienes que estar dando mantenimiento.
Castillo: ¿Tu bicicleta es muy cara?
Drexel: Sí.
Castllo: ¿Qué tipo de bicicleta tienes?
Drexel: Tengo una Felt y una Fuji.
Monterrubio: ¿Y le metes mano?
Drexel: Sí. No soy tan experta pero sí me gusta moverle y sí sé. Pero cuando necesita un mantenimiento más profundo la llevo a una tienda a que la desarmen y le den servicio, pero por lo general si sé y me gusta moverle.
Castillo: ¿Has tenido en algún momento una relación de odio con la bicicleta?
Drexel: Sí. Nosotros como competidores, como llevamos una vida muy pesada, constante y de muchos sacrificios y esfuerzos, etcétera, llega un punto en que explotas y te hartas porque tu cuerpo también se agota de tanta carga. En esos momentos es cuando no quieres ver una bicicleta. Al menos yo, después de dos tres días de que me dicen: “está bien, descansa”, ya la quiero otra vez. Entonces tiene sus etapas de que no la quiero ni ver, pero dura poquito.
Castillo: ¿En qué momento sentiste que odiaste más a la bicicleta?
Drexel: Cuando tenía quince años. Estaba en mi primera etapa de esos viajes de quince años que a las amigas les dan como vacaciones. Nosotros no tenemos vacaciones y no podemos salir. Entonces me invitaban y yo decía “Ay, es que no puedo”. Ni un día con las amigas de mi infancia. No puedo esto y no puedo aquello, y no puedo nada. Ahí fue donde exploté y dije “¡Hasta aquí! Ya no quiero”. La hice a un lado y me aventé como tres meses de descanso y dudaba: “regreso o no regreso, regreso o no regreso”.
Ramos: Creo que es la edad en la que más desertan, ¿no?
Drexel: Sí, la plena etapa de adolescencia. Si la pasaste, ya la hiciste, pero si no…
Monterrubio: ¿Y aprovechaste ese tiempo para pasear?
Drexel: Sí, fui a mil viajes, hice de todo. Obviamente, después de eso piensas “fiestas siempre habrá”, “viajes siempre habrá”, pero no es lo mismo, por la satisfacción que ganas después de todo el sacrificio. Sí con mis amigas que siempre van a fiestas y el antro, pero para mí era simple estar así, en lo mismo. ¡Qué flojera! Hay que hacer cosas diferentes y con algo que te gusta.
Castillo: Una pregunta que quiero hacerte, más en el plano personal: ¿te has imaginado sin la bicicleta?, ¿has pensado qué sería de ti si no fueras una campeona o si fueras ciclista pero no hubieras alcanzado el éxito que tienes?
Drexel: Pues no sé, a lo mejor no seguiría en este deporte porque mi amor también se fue agrandando por el hecho que fui exitosa o me iba bien. Me gusta ser una persona exitosa y ganar. Creo que es lo que quiere todo deportista. No sé. Por algo las cosas se me dieron y ahí la llevo. Pero cuando me he imaginado sin una bicicleta es cuando yo haya cumplido todas mis metas, mis objetivos, lo que quiero lograr. Guardo la bicicleta pero la de alto rendimiento, deportiva, porque obviamente en lo libre andaré de hobbie o para transportarme. Me veo así cuando cumpla todo. Quiero formar una familia y esas cosas, y cargando una bicicleta es muy arriesgado.
Castillo: ¿Y cuál es tu objetivo?
Drexel: Obviamente una medalla olímpica. Ya tuve la oportunidad de estar en los juegos olímpicos donde no hice lo que hubiera querido porque tuve un accidente, pero quiero ir a unos juegos olímpicos no para decir “fui a los juegos olímpicos” sino para estar satisfecha con los resultados y con lo que yo hice, obviamente traer una medalla, ese es mi objetivo.
Amador: ¿Y te han robado una bicicleta?
Drexel: No, por suerte nunca me han robado una bicicleta. Siempre la tenemos muy segura. Por mi casa tenemos una bodega con llave donde guardamos las bicicletas porque yo tengo varias bicis y mi mamá y mi papá también. Gracias al cielo nunca ha pasado nada y cuando viajamos siempre la tenemos muy segura. También hay que estar siempre cuidándola. Si vamos a hoteles y no dejan subirla al cuarto, nos la aseguran o firmamos algo extra que diga que si les pasa algo es su responsabilidad, pero nunca hemos tenido ese tipo de problemas por el hecho de que nos roben.
Monterrubio: ¿Tus papás te indujeron?
Drexel: Yo a ellos. Mi mamá, cuando era joven, hacía triatlón, que de alguna manera involucraba bicicleta. Pero cuando yo empecé, mis papás se empezaron a interesar. Mi papá nadaba mucho y compró una bicicleta. Ahora tiene su grupo. Siempre anda en bici y mi mamá y un tío también; gente cercana a mí se está interesando…
Amador: ¿Y a ustedes dos, les han robado la bicicleta?
Monterrubio: Yo, la verdad, no he perdido una bici en la calle nunca. Nadie me ha robado, sino en mi casa, donde rento. Gente que llega a pedir un cable, de otros departamentos. Ahí dejo mis bicis y tengo ya varias que me han robado. Lo que hago con este tema, como dicen en Colombia: “nunca doy papaya”, no me confío. Me parece que los robos comienzan cuanto te confías. Siempre se la dejo a alguien y le digo: “usted se hace responsable y le doy lo que sea, no importa”. O la llevo conmigo, o llevo mi candado de criptonita, y ya. La dejo donde sea. O traigo conmigo una bici vieja si voy a meterme a un lugar rudo y así nadie la pela. Esa es una buena estrategia.
Ramos: A mí, jamás. Estoy limpio. Por ahora.
Castillo: Como editor de una revista de bicicletas, ¿en qué momento te fijase que era momento de hacer una revista así, exclusiva, una revista nicho? Ese nicho es, obviamente, comercial. La bicicleta es en parte lo mismo.
Ramos: Primero, porque me encantaba leer revistas de bicis. Antes de trabajar en Bike yo compraba la edición de Bike España
Amador: Quién edita Bike?
Ramos: Motorpress, que es alemana. En México la hace Editorial Televisa. Estamos ahorrando para comprarla ahora, pero primero tenemos que invertir en nosotros (risas). Leía esa revista y estaba muy clavado en ciclismo de montaña. Esa era “la” revista junto a Sólo bici. Yo sabía que había gente que compraba esa revista de ciclismo y que había más gente a la que le interesaba conocer más marcas y accesorios. Cuando empecé a ver lo que hacían en la ciudad noté que era diferente. Todavía sigo aprendiendo mucho de cómo es el ciclista urbano: en realidad muchas veces no se fija en la bicicleta sino lo que hay alrededor de ella. Entonces, pensamos en hacer un balance e intentamos decirle y enseñarles marcas, distintos tipos de bici, precios, porque eso también ayuda a que se tenga una cultura, pero sí a ofrecerles lo que ellos buscan. Si ya se compraron una bici, muchas veces ya no se compran una en cinco, siete años, o en toda su vida. Si tienen su bici con la que se mueven, seguro la van a adorar hasta la tumba. Entonces, ¿qué les ofreces?: rutas, lugares qué visitar, libros qué leer. Incluso, tenemos una sección donde Armando Vega Gil escribe cuentos, una noveleta por capítulos. Hablamos todo sobre el tema de la bici y, más bien, con todo lo que se puede mover alrededor de este medio de transporte. Así, el subtítulo de la revista conlleva ciclismo urbano y estilo de vida. Eso es invocador.
Castillo: Agustín, ustedes en Bicitekas también tienen una parte editorial, libros que regalan con licencia Creative Commons, como el pdf que nos encontramos del libro Mi ciudad en bicicleta. También el nuevo texto de Ivan Ilich. ¿Cómo dan con estos temas de la bicicleta si están tan cargados en la literatura? ¿A alguno de ustedes le interesa las artes?
Monterrubio: Comenzamos con una revista hace quince años (soy diseñador). En ese momento estaba un reportero de Bélgica que era corresponsal en México. Desde el primer momento nos dimos cuenta de que el arte era importante si queremos influir. Fuimos a ver al delegado de la Cuauhtémoc para proponer una ruta de ciclovías. Él nos recibió y dijo “claro sólo convenzan a los vecinos y vayan a algunas reuniones, que son lo más difícil”. Pensé ¿cómo le hacemos? Hagamos una revista y repartámosla con todos los vecinos que están alrededor de la futura ciclovía. Inventábamos fotonovelas, invitábamos a que la gente escribiera, estuvimos siempre identificando a autores. Por ejemplo Waldo Frank, que escribía de temas sobre cómo modificaba la velocidad el hecho de los coches, cómo modificaba el pensamiento de los ciudadanos. Rescatando textos y modificando cosas, se nos ocurrió que era la forma de llegar a más gente, convencer. Fue como una bola de nieve como empezó la revista. Nos desgastaron y la ciclopista jamás se hizo. Nos dimos cuenta de que había que hacer más sacrificios. Para qué queríamos una ciclopista si nadie la iba a usar. Necesitábamos a gente pedaleando en la calle. Entonces hicimos el paseo nocturno, y se empezó a volver una masa, una escuelita de ciclistas urbanos. Desde el principio empezamos con una onda de publicar. A la gente, en el momento en que lo veía impreso le parecía posible y real. No existió la ciclopista pero lo vieron factible como un proyecto. El periódico Reforma hizo una infografía. La gente decía “¡Ah!, me late”. Un abogado vio esa revista y empezó a dejar su coche, luego se hizo promotor del tema. Se hizo el abocleto de la banda. Una vez se vistió de azteca. Él fue el biciteca. La cultura siempre era el cometido y puede ser un gran asunto involucrarla para poder llegar a las personas de otras formas, no sólo con datos duros. Jugar un poco, involucrar a las personas con performances, acciones. Una vez convocamos y llegaron siete personas y esas siete nos subimos al segundo piso a protestar en un performance urbano. Esas son las cosas que trascienden y logran algo.
Amador: ¿Y cómo ven, en el presente que les toca vivir como personas involucradas en el ciclismo, cómo era antes y cómo ven que se proyecta hacia el futuro?, ¿hay un buen destino para este proyecto y forma de vida con la bicicleta? ¿Ha mejorado la convivencia entre el ciclista y su entorno desde otros años con la presencia o acompañamiento de este medio de locomoción? ¿ha habido un cambio? ¿En el caso del deporte, hay más apoyo para la gente que quiere dedicarse al ciclismo de manera profesional?
Drexel: En ese campo sí ha mejorado, por parte de las instituciones ya sean estatales o nacionales. Ha crecido mucho el ciclismo profesional. En el mundo del ciclismo ha crecido todo. Pero creo que más bien se trata de un asunto de ciclismo urbano.
Castillo: Cuando mencionas la palabra ciclismo, en tu caso Ingrid, te refieres al asunto profesional de la bicicleta o la competencia, pero ustedes, Juan Pablo y Agustín, también se llaman ciclistas. ¿Qué sucede ahí?
Ramos: Yo lo veo como dos mundos diferentes que comparten una herramienta parecida. Por ejemplo, hay temas en el mundo del ciclismo: deportivo, de ruta, de montaña, cada una es diferente, las dos tienen dos ruedas, pero de ahí en fuera todo cambia.
Drexel: Geometría, peso, material, todo cambia.
Castillo: ¿Pero el ciclista es el mismo o no?
Drexel: Claro que no.
Ramos: Por ejemplo, no es lo mismo un ciclista de ruta que un ciclista de downhill.
Drexel: Hasta en el área del ciclismo profesional todo es diverso. Y ese ciclismo tiene más diferencias con el ciclismo urbano.
Ramos: Por poner otro ejemplo, el automovilista de fórmula uno, no tiene nada qué ver con el que corre la Carrera Panamericana; y el que corre rallys en la montaña es muy distinto del que conduce todos los días al trabajo.
Castillo: ¿Lo que los diferencia es la técnica?
Ramos: La técnica, la máquina. Creo que en mi caso, aunque sé manejar, ni siquiera podría arrancar un auto fórmula uno.
Amador: A lo mejor lo que cambia aquí es el objetivo, aunque se trate del mismo objeto de uso. De algún modo hay diferentes estilos y los móviles son otros: ganar medallas, competir y salir triunfador, mejorar la vida…
Monterrubio: Rogelio Garza, autor del libro Las bicicletas y sus dueños, decía, justamente, que “es todo”. Una cosa no excluye a la otra. Aún con todo el ruido, y siendo estos temas distintos entre sí, siendo otras personalidades y otras formas de vida, el uso de la bicicleta implica un deporte y un acto político, porque se rompe ciclo del petróleo. No estás siguiendo lo que el mundo te dicta como el medio de transporte en el que debes moverte.
Amador: Además, pones a prueba otro reto: tu cuerpo como motor de ese destino que elegiste.
Monterrubio: Creo que todos los aspectos van en ese sentido. Ahí está tu voluntad (para subir a una montaña, para llegar antes), la voluntad que te mide contra todo, el clima, tu propia pereza o la idea que tienes del éxito. Es como una forma de hacer, aunque suene ambicioso decirlo, seres humanos “chidos” y mejores, buenos ciudadanos. Porque te relaciona con la ciudad y además te forja una voluntad, te pone en contacto y no te aísla del otro. Ves un policía que está ahí, todo el día parado, y lo saludas. Todo cambia.
Amador: Aquí hay algo curioso: dices que tiene que ver con voluntad, pero también no es un medio que te acorace, que te aísle del mundo sino que te vincula con él. Tienes contacto con el aire, estás en presencia del viento. Hay cierta carga poética verdadera en el hecho de andar bicicleta, aunque no lo parezca.
Ramos: Totalmente. Es estar en contacto pleno con lo que te rodea, cuando te trasladas en la bicicleta te mueves con un ritmo, con cada parte de tu cuerpo. Si no empiezas a pedalear aunque estés en una bajada (para llegar a ella tuviste que haber subido) no llegarás entonces. Es una máquina que mueves con tu propio organismo, no hay nada que te cubra, no tienes un armazón. Además, los sentidos se agudizan y se conectan. Tienes que estar en un estado “aquí y ahora”.
Juan Carlos Kreimer, un escritor argentino, escribió el libro Bici Zen donde dice que andar en bici es estar en un estado de contemplación o de meditación pero al mismo tiempo es estar conectado con todo: lo sabes, te das cuenta.
Nunca he competido, pero supongo que cuando inicias una carrera y la terminas quizá fue un “ya acabé”, pero al mismo tiempo sabías de la competidora que venía detrás o, en el caso del ciclismo urbano, de pronto llegas a tu destino como sin querer, aunque ibas en un estado relajado y sabías que te pisaba los talones una micro y que el de delante podía frenar en cualquier momento. Estás conectado con todos tus sentidos pero relajado al mismo tiempo. Y no exagero.
Drexel: Vas concentrado en lo que haces, como dice Juan Pablo, estás conectado de cierta forma con el entorno que se va desarrollando. Aunque a veces no te des cuenta de lo que pasa, sabes que puede pasar algo. Sabes si viene un ciclista o si viene un auto; tus sentidos ya lo saben, por el hecho de que manejas mucho la bicicleta te percatas del entorno y de todo.
Castillo: Hay en los deportes, no sé si en todos, el asunto de la “visión periférica”. Ves hacia el frente pero pones atención alrededor.
Ramos: Es lo que dice el autor argentino, “ver con todos los sentidos”.
Drexel: Sí, independientemente de lo que siempre vayas viendo al frente, tu cuerpo y tus sentidos están conscientes de lo que pasa alrededor, sin tener que voltear a cada rato. Y se agudizan esos sentidos,
Monterrubio: Con el tiempo lo vas afinando.
Ramos: Es un tema importante. Algunos políticos promueven manuales o restricciones obligatorias. Por ejemplo el retrovisor. Perdón, pero los espejos retrovisores surgieron para los autos como dos postes que necesitas cuando no vas conectado con tu entorno. No lo entienden a menos que se los expliquemos los que sí nos movemos siempre en bicicleta. Pero ellos nunca se han subido a una y no pueden llegar a comprenderlo
Drexel: Creo que en bicicleta un retrovisor hasta te puede distraer en lo que estás haciendo. Puede causar accidentes. No viene al caso.
Castillo: Hay un proyecto, que publicamos en esta misma revista, de una artista de Guadalajara que se llama Eugenia Coppel. Lo que hace esa chica, ella es fotógrafa, lo que hace es fotografía a través de los retrovisores, imágenes que se reflejan: la catedral, la tienda, los árboles, los paisajes de la ciudad.