Una fotografía que quema
Para el escritor francés Pascal Quignard la imagen que falta en el alma es aquella de nuestra concepción como seres humanos, un suceso fisiológico del cual no contamos con una imagen que lo documente. Sin embargo, nuestra identidad como seres sociales podemos determinarla por una serie de eventos y contextos —que se almacenan en nuestra memoria— que en ocasiones son sintetizados, releídos, recontextualizados o acentuados a partir de una imagen fija de nuestro paso por la vida. Una fotografía que no ha dejado de mutar, de sorprendernos y de darle nitidez, contorno, forma y figura a nuestra cotidianidad.
La superficie que revela, que muestra, que recorremos una y otra vez con la mirada; una superficie fotográfica que migra a la pantalla, se comparte y se comenta en redes sociales. La fotografía que nos es tan cercana y tan próxima, de la que en un primer momento nos resulta imposible definir o delimitar la importancia que tiene en nuestra identidad personal y social. La imagen fotográfica como postura política e ideológica por la que muchos fotoperiodistas han arriesgado y perdido la vida. La imagen fotográfica como espejo, aun cuando no sea nuestro propio rostro el fotografiado. La imagen fotográfica como mirar a la Medusa, que nos petrifica, que nos vulnera, que se aloja permanentemente en el inconsciente y será un fantasma presente por la imposibilidad de esquivar su reflejo una vez vista. La imagen fotográfica que nos mantiene cerca de los que ya no están o de quienes nos abandonaron.
Fotografía: única tecnología hasta ahora que nos hace inmortales, o testigos presenciales de lo que nunca hemos presenciado en realidad. Tecnología que derivó en la aparición del cine, la televisión, e incluso las computadoras. Para Patrick Maynard la aparición de la fotografía es equivalente a la aparición de la máquina de vapor, que fue el catalizador para que se diera la revolución industrial; ambos, fenómenos de transición y transformación ideológica con sus repercusiones en el imaginario público.
Desde 1998, cuando empezó mi interés por la docencia, para mí ha sido nodal dar a conocer la fotografía mexicana: contextualizarla, archivar el presente, pero sobre todo hacerla visible a los asistentes que de otra manera no podrían tener acceso a ese imaginario. Era una labor complicada, ya que se contaba con pocos materiales impresos y textos teóricos que hablaran de fotografía reciente en México o asumieran posturas o generaran modelos de estudio. Mi interés por ese presente fotográfico no provenía de la academia, del cubículo, o siquiera de la docencia misma. Necesitaba entender mi entorno, mi construcción como creador visual y mi presente a partir del imaginario fotográfico.
Buscaba, sin saberlo entonces, puntos de contacto. Mirar al «otro» era parte de una tradición, la herencia de la fotografía mexicana.
Mi recorrido comenzó con el boom fotográfico en México, que puedo ubicar junto con el nacimiento del Centro de la Imagen en 1994 en la Ciudad de México. En los años noventa se estaba generando presente: producción e interés por este medio tanto al interior del país como en el extranjero. Así, la fotografía en México sumaba producción, potencia, creadores, visibilidad, estímulos y circuitos. Este andamiaje aún continúa en construcción. Un plano que cada vez es más horizontal, más democrático, más revelador, más palpitante, pero lo más importante: cada vez más difícil de catalogar o encasillar.
Tengo el privilegio de viajar por toda la República Mexicana, invitado a dar talleres, conferencias, o a revisar portafolios fotográficos en festivales. Ya no sucede todo en las grandes ciudades: Monterrey, Guadalajara y Ciudad de México. He presenciado cómo se ha descentralizado la fotografía; actualmente todas las latitudes del país cuentan con creadores muy interesantes, algunos de los cuales en muy poco tiempo se han convertido en una referencia obligada. Ahora podemos mirar y mirarnos a través de una nueva plataforma, una nueva generación de jóvenes que imponen su propia mirada: Robin Canul (Ciudad del Carmen, 1980), Diego Moreno (Tuxtla Gutiérrez, 1992), Koral Carballo (Poza Rica, 1987), Rodrigo Maawad (Pachuca, 1982), Karina Juárez (Morelia, 1987), Ruth Prieto (Ciudad de México, 1983), Mauricio Palos (San Luis Potosí, 1981), Luis Arturo Aguirre (Acapulco,1983), Guillermo Serrano (Tlaxcala, 1983), Octavio López (Zautla, 1987), Alexander Lucatero (Apatzingán, 1987), Dolores Medel (Veracruz, 1982) , Patrick López (Puebla, 1983) y Carlos León (Estado de México, 1983) son sólo una muestra del potencial y contundencia fotográfica que existe a lo largo de nuestro territorio.
Creadores muy jóvenes que desde diferentes contextos geográficos, sociales y maneras particulares de abordar la fotografía, nos dan un panorama acotado pero sin duda certero con respecto a temáticas singulares en un presente galopante, y lo hacen desde lugares remotos como la comunidad rural de Zautla, sensualescomo Acapulco, tan violentos o paradisiacos como Veracruz, tan conflictivos como el Estado de México o aparentemente inocuos como Pachuca. Esta lista de autores la propuso el equipo editorial de la revista Tierra Adentro, de ahí que para mí sea aún más significativa, pues coincidentemente conozco casi a la totalidad de estos autores en persona. Su obra no está hecha sólo para un público especializado, existe ya un circuito de visibilidad que va más allá del gremio fotográfico. Por fin el contenedor fotográfico se está desbordando y diseminando. Conocemos a nuestros escritores, a nuestros pintores, a nuestros cineastas; ya es tiempo de dar cuenta y mirar a nuestros fotógrafos. Es crucial conocer y entender que en la proximidad, volatilidad y producción de imágenes se generan modelos de sociabilidad, identidad y memoria colectiva a partir de un imaginario fotográfico.
QUE ES LA FOTOGRAFIA EN MEXICO HOY?
Entre varios proyectos relacionados con la producción fotográfica, he realizado en el último par de años varios proyectos curatoriales de fotografía mexicana como eje. Los principales han sido:
▶▶Micro Coleccionismo (39 autores)
▶▶Zona Maco 2015. Pabellón Fundación Televisa (37 autores)
▶▶Develar y Detonar. Fotografía en México ca. 2015 (53 autores)
▶▶Todo por ver y El Estado de las Cosas. FotoMuseo Cuatro Caminos
(213 autores).
▶▶Displacement. San Diego Museum of Photography (18 autores)
Cada espacio, equipo de trabajo y metodología de investigación han sido muy diferentes entre sí. No deja de asombrarme cómo pueden existir contrapuntos y superficies de contacto. Lo más asombroso es la efervescencia y gran potencia que existe en la producción de imágenes a lo largo y ancho del país. Estaría en grandes aprietos si intentara definir qué es la fotografíaactual en México. Hoy, me parece que es imposible hacerlo pero, al mismo tiempo, es muy identificable. Y aun siendo escéptico, creo que si algo tiene la fotografía en México, es alma.
Este dossier fotográfico está acompañado por las imágenes de los autores que acabo de mencionar. Hablar de cada uno de ellos y contextualizarlos me parece poco acertado. Soy enemigo de aquel cliché que dice que una imagen vale más que mil palabras.
Pero sí estoy convencido de que una imagen puede provocar y evocar un sinfín de significados, y eso sólo es posible si existe un espectador que mire y se haga preguntas acerca de lo que mira. La superficie fotográfica, por más reveladora que sea, necesita de un espectador que mire e interprete lo que mira. De otro modo la fotografía seguiría siendo sólo un pedazo de papel o una superficie electrónica.
Termino este texto con una anécdota que me emociona y al mismo tiempo me cimbra y me da escalofríos. La exposición Develar y Detonar. Fotografía en México ca. 2015 —proyecto que en su mayoría está conformado por autores emergentes, incluidos en esta selección, gestado desde la plataforma de enlace fotográfica www.lahydra.com y que curé junto con Ana Casas Broda y Gabriela González Reyes—. La publicación fue posible por la confianza de los cincuenta y tres autores autores incluidos. Al decidir qué imagen sería la portada nos quedó claro que tenía que ser una imagen poderosa que condensara nuestro eje curatorial. Escogimos una fotografía a nuestro parecer icónica de un joven autor completamente desconocido: Carlos León. Se trataba de un autorretrato intervenido con tinta y quemado, perteneciente a la serie «Retratos que sangran».
Sergio Gomes, un amigo reportero del diario Público en Portugal que estaba impactado por el contenido de las imágenes de la exposición/publicación, escribía una reseña del libro. La conversación es entre Sergio y su hija Laura, cuando vio la portada del libro:
Laura (4 años de edad): (señalando a la cubierta) ¿Ésta es la una caliente?
Sergio: Podría ser.
Laura: ¿Este libro quema?
Sergio: Algunos sí, y éste es capaz de quemar, por eso no lo toques.
Laura: Pero, papá… yo quiero ver (pone su mano dentro del libro).
Sergio: ¡No! Un día te lo muestro, te lo prometo.
Puedes consultar el dossier completo aquí.