Tres poemas de lomitos
En memoria de Mary Oliver y Luna
Una exhortación a ser feliz
Desde que te has ido, anhelo
dormir sobre los nudos de tu vientre.
Te imagino hoy:
ondula tu cola en el aire, me sonríes,
corres detrás de mí,
jadeas
y bebo de tu agua invisible.
Mis pies sobre la bicicleta,
no quiero frenar nunca.
Pedaleo y tengo otra vez diez años.
Vuelvo a casa
con tu saliva en mi palma
tejiendo nuevas líneas de vida.
For now I must go on without you
pero alcanzaré mi muerte
y flotaré hacia ti en aguas de silencio:
you and me to the sea,
the rest of them to the grave.
Abro los ojos:
tu cabello es ceniza en mis dedos,
cae al mar.
Un pétalo blanco se resiste ante la sal.
La mascota de mi exnovio
Lo que pasó es mejor
en la memoria —una naranja compartida en la cocina,
un pedazo de pan, de esos que los perros
no pueden digerir pero que tragaste en silencio,
lamiéndote el hocico y con los ojos puestos en mí
con lo que yo siempre querré decir
que fue amor.
Quizá fue más lo nuestro
que mi relación con tu dueño:
bocados secretos en el desayuno,
las bienvenidas inquietas a casa
aún cuando no era mi hogar,
las búsquedas de Google en la madrugada
sobre tus manchas de vaca café y negra,
tus orejas de elfo triste como Dobby,
sobre cómo evolucionaste para tener pulgares,
unas garritas que no se mueven,
o un pelaje que se cae sin falla
de marzo hasta octubre.
Las siestas en el suelo
y aquella única vez secreta
cuando al quedarme sola en la cama,
subiste y lloré abrazada contra tu espalda.
Sentí de pronto que el mar estaba en tu pecho
y era un tambor, era un llanto más catártico
que el sexo.
Quizá quiero decir que lo amé
porque quiero pensar que el amor es una ecuación
que conjuga x, y, tiempo y misericordia.
Pero el amor conjuga todas las jícamas
que compré para ti en el súper, todas las veces
en las que me dejaste besar tu frente.
El amor era salir a pasear
y que tú no siguieras tu camino
hasta encontrarme —levantando las orejas,
moviendo la cola— asegurándote de que yo
siguiera avanzando contigo.
Instructivo para cuidar a Yuuki
Al perrito Yuuki no le gusta
estar solo. A mí tampoco:
cuidarlo en casa ajena resulta un acto
de amor propio.
*
1. El perrito Yuuki gusta de dormir desnudo.
2. El perrito se dedica a dormir casi todo el día.
3. Al perrito hay que obligarlo a comer y tomar agua.
*
Cuando pienso en Yuuki
pienso en la muerte,
pienso en cómo habrá sido
el final para mis perros
y en cómo será para Yuuki la vida
en repeticiones de tres:
pasear, comer, dormir.
Hay poco espacio
en sus ánimos
para jugar con el agua.
Me ve cargar la tristeza
y el vértigo,
quisiera echarse a correr
sin voltear atrás.
Me deja compartir con él la cama
y me pregunto por qué las actividades de un perro
son las mismas
que las de una persona como yo.
Quisiera saber cómo hace Yuuki
para que su vida
no atienda a los síntomas
de un cerebro ocupado
sick of craving, sick of losing,
cansado de perder el apetito.
*
1. La persona depresiva gusta de aislarse.
2. A la persona depresiva no la emociona un nuevo día.
3. Un perro vive quince años; tiene más suerte que los seres humanos.
*
Dime que todo estará bien, le pido a Yuuki.
Dímelo otra vez.
Tenemos el mejor acuerdo de todos.
Cada que se lo pregunto
él me responde.
Todo estará bien.