Tierra Adentro
Obra: Alejandro Zacarías

He viajado a través de un país de hombres, un país de hombres y también de mujeres, y he oído y visto tan horrendas cosas como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.

William Blake, “El viajero mental”

La imaginería de Blade Runner remite a un barroco futurista donde se construye un retablo monumental, una sobrecarga de elementos mítico-religiosos. Tal y como dijo el escritor William Gibson, en una entrevista realizada por Lance Loud para la revista Details publicada en octubre de 1992: “Resulta evidente que Scott comprendió la importancia de la densidad de la información para provocar una sobrecarga en nuestra percepción”. Por ello, Blade Runner es una obra que exige ser vista con cuidado: cada secuencia es una pintura de gran formato que puede leerse a través del movimiento y la palabra; cada una de sus referencias nos lleva de un extremo a otro en la historia cultural del hombre.

En la novela de Philip K. Dick los personajes principales son androides. En la obra de Ridley Scott, los replicantes son seres más cercanos a las tecnologías de clonación que al cyborgismo o  la robótica. Esto marca una diferencia importante al realizar cualquier ejercicio de interpretación de la obra, pues la concepción de los replicantes como “la creación perfecta” —en el caso del modelo Nexus 6— implica el perfeccionamiento de la humanidad misma, al tiempo que desaparece el dualismo mente-cuerpo comprendido desde la Inteligencia Artificial para dar paso a un dualismo más metafísico: el del cuerpo y el espíritu.

En la historia, Roy Batty aparece como el hijo pródigo, el replicante demasiado humano, el arquetipo del hombre premoderno que da un alto valor a la memoria y se aferra a dejar constancia de su paso por la vida. Es el ser que, consciente de su mortalidad, logra validar su existencia. Es el Cristo redentor y, al mismo tiempo, Orc, el ángel vengador. Es Zeus al dar muerte a Cronos, su padre, en pos de la eternidad, y es Tannhäuser, el caballero poeta que conoció el placer (las emociones) para después buscar la redención.

En el monólogo final de Roy Batty “la puerta de Tannhäuser” es una imagen sujeta a múltiples interpretaciones. La primera, la más simple, considera que “la puerta” es el nombre de una de las colonias a las que fueron enviados los replicantes para cumplir con sus misiones, o bien, el nombre de alguna de las batallas en las que participaron para la construcción de las colonias. La segunda, más apegada al significado simbólico, e insertada en el contexto de la ciencia ficción, remite a un portal galáctico que conectaba a la Tierra con el planeta Venus.

El trasfondo simbólico de esta segunda interpretación tiene su base en la leyenda medieval de Tannhäuser, la cual aparece por primera vez en el siglo xvi y cuenta la historia de un poeta del siglo xiii, quien en sus andanzas llega hasta Venusberg, la Montaña de Venus. Ahí, la diosa lo invita a quedarse con ella y experimentar placeres que ningún mortal podría imaginar. Durante un largo período el poeta goza de los favores de la diosa, hasta que un día siente el hastío producido por los excesos, e invoca a la virgen María con el fin de salir de ese sitio y regresar al mundo de los humanos. Sus plegarias son escuchadas. A su regreso, la primera acción del poeta es ir a visitar al Papa para buscar la absolución de sus pecados, pero éste, aterrorizado por las confesiones del artista, le responde: “Primero habrán de surgir brotes en mi bastón, antes de que el Señor te otorgue el perdón”. Sin esperanza ni posibilidad de volver a su vida entre los hombres, Tannhäuser se encamina de nuevo a Venusberg.

En el bastón del Papa aparecen brotes, y el Pontífice busca a Tannhäuser por valles, montañas, ríos y bosques para darle la buena nueva, pero su rastro dasaparece; sólo queda su historia y la condena que recae sobre el Padre por haberle negado el perdón.

“La puerta de Tannhäuser” resume la intencionalidad intertextual característica de este tipo de obras, a las que me atreveré a denominar “ciencia ficción mitológica”, una parte del subgénero conocido como “ciencia ficción blanda”.[1]
En estas historias predominan los contenidos míticos, religiosos y metafísicos insertos en paisajes futuristas, viajes intergalácticos y otros contextos que comparten cierta especulación de orden científico. Obras como Star Wars, Battlestar Galáctica, Matrix y Blade Runner, se distinguen por tener argumentos enraizados en el mito y en el uso de sus arquetipos con el objetivo de exponer una reflexión filosófica y, en algunas ocasiones, una cosmología, un sistema filosófico completo.

Por su parte, Blade Runner presenta el problema de la existencia. Funda su base en relatos como Gilgamesh, el Golem, Frankenstein y la figura de Cristo en el Nuevo Testamento. Remarca las referencias bíblicas con guiños provenientes de la poesía de William Blake, y deja abierta la posibilidad de incluir a Tannhäuser como arquetipo caballeresco del héroe y el antihéroe contenidos en el mismo personaje.

La figura de Roy Batty como un Tannhäuser del siglo xxi se hace explícita en la secuencia donde el replicante visita a su creador. “He hecho cosas cuestionables”, se confiesa, y pide a Tyrell que amplíe su tiempo de vida. En la leyenda medieval el poeta es absuelto de sus pecados, pero jamás logra volver al mundo humano. En el Tannhäuser wagneriano, la sublimación del amor entre el poeta y su querida Elizabeth logra la redención de ambos.

Para Roy Batty la liberación llega con su último acto de humanidad, que contrasta con la de un Deckard cazador: la piedad. El replicante, que se enfrenta a una muerte segura y no volverá a ver “los rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser”, otorga la vida a su depredador y le regala, con sus últimas palabras, el valor de la existencia mientras suelta una paloma blanca que se eleva, como un espíritu.

El monólogo final es detonador en el entendimiento de Deckard, la consciencia del destino final que se cumple para todos y que borra nuestro rastro del mundo, como sucedió con Tannhäuser en su regreso a Venusberg. El rastro, la memoria que se desvanece en el océano del tiempo… como lágrimas en la lluvia.

 

 


[1] La ciencia ficción surge como género literario en la década de 1920. Durante el período, conocido como La Edad de Oro (1938–1950), donde autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein marcaron el rumbo del género con un carácter divulgativo. La idea principal era emplear a la literatura como vehículo de difusión de la ciencia, por lo tanto, uno de sus elementos distintivos era el ofrecer explicaciones con bases científicas a los componentes imaginarios de la historia. Más adelante se marcó la diferencia entre dos ramas del género: la ciencia ficción dura —comprometida con el rigor científico— aparece como subgénero por primera vez en 1957 y dicta que las obras deben respetar una lógica rigurosa y verosímil, estrechamente relacionada con los conocimientos científicos de su época. Por otra parte, la ciencia ficción blanda es concebida hasta 1970 para enmarcar a las obras que otorgan menos relevancia al rigor científico y que dirigen su atención a otros temas.


Autores
(Ciudad de México, 1983) Ensayista y poeta. Estudió las licenciaturas de Ciencias de la Cultura en la Universidad del Claustro de Sor Juana y de Filosofía en la UNAM . Ha publicado artículos y poemas en diversos medios electrónicos e impresos con su nombre y bajo el seudónimo de Akira Sunshin. Especialista en Walter Benjamin. Especialista en Walter Benjamin, Pensamiento Crítico y Cultura Pop, así como en la relación entre Ciencia y Filosofía.