Tierra Adentro
Edición Matthes & Seitz Berlin

Querida Chris Kraus

Llevo muchos meses pensando esto. A cada fiesta o galería a la que voy termino hablando de ti. No precisamente de ti, de un despliegue narrativo de tu nombre. Termino hablando de tus cartas, de tus narraciones eróticas en salas de chat, de cómo medias la tensión del cuerpo con el arte. De cómo te cagaban las fiestas de Felix Guattari por snob. Termino hablando de tus libros casi accidentalmente. Espero no te moleste que ande divulgando ideas tuyas mal leídas.

 

Querida Chris Kraus

Fue un atardecer del verano de 2019 cuando escuché tu nombre por primera vez. Tu nombre, un secreto y un libro. En Café para Leer, pequeño local transitorio cómplice de la gratuidad y el amor por el lenguaje, escuché en conversación ajena que había un círculo de estudio de mujeres para mujeres sobre la escritura de arte. Un taller para pensar cómo dónde porqué escribir de arte. Estaban leyendo tu libro según escuché. I Love Dick. Ignoro todo lo demás de aquél círculo cerrado pero anoté en mi libreta: “Buscar I love Dick, Chris Kraus”. Lo olvidé por escribir mi tesis y cuando la entregué en 2020 busqué mi lista de libros a conseguir. Tu nombre comenzó a resonar y comenzaste a aparecer en todos lados hasta que se volvió una obsesión conseguir tu libro. No existe; llegué tarde. La única librería virtual en donde está en existencia cuesta mil nueve pesos. Imposible. Varios libreros quedaron de conseguirlo y nunca lo lograron. Puse la alerta de seguimiento de amazon y a finales de 2020 me avisó que la primera edición de I love Dick en Semiotext(e) con portada de Baudrillard estaba disponible a precio de remate. Lo pedí inmediatamente. Se perdió y me reembolsaron el dinero. Lo pedí tres veces más hasta que el cuarto llegó el 9 de junio de 2021. Ese año de trámites en Amazon iban alimentando la imaginación de mi deseo por el libro. Mientras tanto leí Sopor, Video Green y Tienda de Ramos de Kelly Lake. Todos libros posteriores cuyo origen parecía marcado por I love Dick.

 

Querida Chris Kraus;

Algunas noches de 2020 googleaba tu nombre a deshoras y veía tus películas en ubu.com. Películas que siempre está haciendo el personaje femenino de tus novelas. Varias veces me quedaba dormido viendo tus películas, pero me despertaba a leer tus ensayos. Me asombraba el modo en que pones el cuerpo en la escritura crítica. Leo en un ensayo sobre un catálogo de arte que encontraste en Palm Springs, California “¿Por qué mis pensamientos sobre William Bronk no podían ser tan placenteros como un par de labios alrededor de su polla?” ¿Cómo logras un lenguaje que entremezcle una versión de tu vida sexual, tus deseos mundanos y la racionalización de procesos artísticos, sus instituciones y la gentrificación? Me pregunto al releer y quedarme dormido. Tal vez hoy sueñe contigo.

 

Querida Chris Kraus;

Por la mañana al hacer el desayuno antes de ir a Zona Maco pensaba que parte de mi admiración hacia ti viene de la envidia. De un sueño ideológico. Es innegable que todos tenemos experiencias y en algún sentido pueden ser únicas y en otro se repiten conforme el capitalismo moldea y reduce nuestros deseos. También es cierto que la forma en que gobierna Estados Unidos es a través de la diferenciación en valencias de la experiencia. El sueño americano está más cargado de plusvalía de goce que las promesas de campaña de cualquier presidente. Eso lo sabes. ¿Eres promotora del sueño americano? Cuando narras las virtudes de la profesionalización artística en los ángeles, las posibilidades de triunfar en las galerías, el terror inmobiliario que sustenta la carrera de los jóvenes artistas; tus prácticas BDSM “como algo erótico y una forma de tener algo más que sexo casual, pero menos que un romance definitivo”, ¿estás construyendo una modulación marginal del sueño americano? ¿Con qué sueñas cuando escribes?

 

Querida Chris Kraus

Desde hace años la crítica de arte está muerta. Teóricos como Benjamin Buchloh, Harold Rosenberg o Daniel Montero se quejan de la pérdida de importancia de la crítica de arte; su paulatina desaparición y pertinencia. Hay quien incluso llega a decir que no existe y añoran esos años ¿cuáles años? En que la crítica influía en el mercado y el deseo de los magnates, una idealización de Clement Greenberg creo yo. Tú lo sabrás mejor, era parte de las lecturas de moda en los posgrados de Los Ángeles en los noventas. Podríamos hacer un club de hombres que dicen que la crítica de arte está muerta, sería una reunión enorme de hombres necios. Pero tú sigues escribiendo. ¿Cómo lo haces? Admiro mucho los modos de huir de la normativa patriarcal de tus palabras. Aunque hables de cosas “universales” hablas desde ti, de tu experiencia al vivirlas. Cuando narras momentos de la segunda guerra mundial narras tu experiencia al oír esas historias de quien fue tu pareja Sylvère Lotringer. La guerra se vuelve experiencia procesada de segunda mano. Como diría William Wordsworth: la poesía es experiencia reposada. En tus libros la Historia es un modo en que lo poético aparece como motivo de la vivencia, el trauma y el peso de los fantasmas personales. Desde ahí pienso que puede surgir una crítica de arte que no es aquel muerto predicado por hombres, sino la expresión de conceptos y afectos que atraviesan la sensibilidad en ora el campo del arte, ora las cuerdas del amante, ora andar en carretera y burlarse del paisaje cliché, ora leer filosofía del arte. Sólo asumiéndose como cuerpo sintiente puede haber una crítica de arte que module la experiencia artística dislocada de la institución y abriéndose a las implicaciones del capitalismo donde surge el arte que vemos; la precariedad, el goce sexual, la gentrificación, la comida, los vuelos de avión y también los objetos del arte y sus imágenes. Esa crítica puede revitalizar la discusión hacia otros lugares, aunque su meta no sea distinguir lo bueno de lo malo o cooptar el deseo de los mecenas aunque lo pueda hacer.

Querida Chris Kraus,

El día que me enamoré lo puedo resumir con tu concepto de pijamada ideológica.

 

Querida Chris Kraus,

¿Cuánto te habrá costado escribir I Love Dick (1997)? ¿Cuánto habrás tenido que dejar de ti en ese proceso?, ¿Cuánta astucia literaria se usó para cubrir a la verdadera Chris Kraus?, ¿Cómo modulas el deseo, el duelo y el nombre propio?, ¿Quién es Dick? ¿Eres tú Chris Kraus? No me interesa saber la verdad, tampoco conocer el origen. En el espacio donde surge la creación surgen preguntas que salen y vuelven al libro. Me gustaría insistir en eso más que hacer una arqueología de la verdad de I Love Dick. Abuso de poder, infidelidad, obsesión, madurez, deseo y aburrimiento. Me imagino la escritura del libro como un duelo con los propios fantasmas. Como saldar las cicatrices en el reordenamiento de la memoria del trauma. Escribir para acomodar. Para borrar también.

 

Querida Chris,

No creo en la inefabilidad o la metafísica de lo imposible, contra aquellos que dicen “los libros de Kraus son inclasificables” querría preguntarte cosas. Hay una innovación importante en la forma de narrar y mezclar lo íntimo con el comentario racional, lo anecdótico y lo teórico, muchos cruces que crecen y se interceptan. Pero esas cosas están en los libros, se dejan leer. Hay que ser muy valiente para poner el cuerpo, tu modo de ser, de la forma en que lo haces. ¿Cómo llegaste ahí? Ante un mundo de hombres seguros de sí, la sensibilidad siempre los sobrepasará. ¿comenzaste a escribir huyendo o para encontrarte? ¿hay diferencia?  Hay una cosa que me parece muy curiosa. Uno de los primeros cursos que dictaste se denominaba Ficto-criticismo. Dices que tiene que ver con «escribir sobre ideas y arte con la misma intensidad y cadencia que como escribes acerca de tus propios problemas o de la fiesta a la que fuiste anoche».” Una modulación de las intensidades. Hay algo que me llama la atención. Ese seminario lo dabas junto a Mark von Schlegell, escritor de ciencia ficción. Me encantaría entender cómo esa distancia de la realidad te ayudó a ganar intensidad íntima y estética. No creo que sea gratuito, hay algo en el cruce de escribir de la fiesta, igualarlo a la experiencia del arte y la escritura de ciencia ficción. Un extrañamiento. Supongo que puede tener que ver con la capacidad de asombrarse. Cuando uno viaja ve todo con novedad, la experiencia de lo desconocido es intensa. Ahora lo pienso, y resuena con un comentario de McKenzie Wark, quien dice que Sopor es una etnografía del alto capitalismo y el abismo del Antropoceno. ¿eres un visitante de otro planeta mapeando la sensibilidad de los cuerpos atrofiados bajo el capitalismo?, ¿Cuándo vas a ver arte te propones ser de otro planeta?, ¿realmente lo eres?  Es un experimento curioso.

 

Querida Chris Kraus,

¿Cómo sientes haber escrito no sólo un best seller sino un libro tan importante para los cuerpos y las vidas de tantas? Cuando recomiendo incansablemente tu libro lo hago porque creo que hay sosiego en él. Sosiego tras el desasosiego. Eileen Myles habla de ti como la crucificada, como la mujer que puso su cuerpo para liberar a las otras. La imagen me parece aterradora pero quizá cierta. Nos has salvado. ¿de qué? De la posibilidad del nombre, nos salvaste de poder decir y sentir. El giro de tratar de ella y no del él del título regresa a las lectoras a la experiencia propia del deseo y el miedo. No, jamás será un movimiento, pero es un eco en la sensibilidad de muchas. ¿Te gustó la reconversión de esas instituciones en la Autoteoría propuesta por Lauren Fournier? Es como si I love Dick diera la ocasión de vivir distinto. La colectiva que lee el libro desnudas para lograr una intimidad al texto distinta y producir un performance anti patriarcal en el acto de leer con las amigas contra ellos. Ahora que lo pienso, ahora que lo digo, ahora que lo escribo, quiero hacer una comunión. Te escribo en realidad para que te lean más y la modulación de la sensibilidad que ahí yace se expanda. Tal vez ese libro, tu libro trata de eso. De hacer coincidir a los cuerpos. No me gustan las despedidas.

 

Con cariño,

un desconocido m.s.yaniz


Autores
M.S.Yániz. Crítico y ensayista especulativo. Cursa estudios de filosofía crítica en The New Centre for Research & Practice. Escribe sobre formas discursivas tanto materiales como poéticas que tensionen lo político. Textos suyos han aparecido en FILME, Terremoto Contemporary Art in the Americas, FalsoRecord (colombia), PICS del Centro de la imagen, entre otras. Coeditó los Ensayos Completos de Tomás Segovia en Ediciones sin Nombre. Tradujo el libro inédito de Mark Fisher, Comunismo ácido publicado en Herring Publisher con ilustraciones de Diana Cantarey.
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