¿Qué tan orwellianos son los escritores latinoamericanos nacidos en 1984?
Lo indica el meme: en las librerías, los libros usualmente colocados en la sección dedicada a las distopías se encuentran actualmente en los estantes que albergan la historia contemporánea. El chiste de bibliófilos cumple su función: exagera y divierte al tiempo que deja asomar una realidad cruel.
Novela distópica por excelencia, en muchos sentidos 1984 de George Orwell bien podría estar a un lado de cualquier novela o ensayo que intenta aludir, exponer o criticar las diversas condiciones políticas, sociales y culturales que privan en el mundo durante la tercera década del siglo XXI.
Escrita en 1948 y publicada un año después, la novela de Orwell ha sido objeto de culto, de múltiples lecturas alrededor del mundo y, con ellas, asombros debates, amén de adaptaciones cinematográficas y teatrales. Incluso, recientemente fue objeto de una nueva versión de la escritora estadounidense Sandra Newman, quien narra la historia desde el punto de vista de Julia: la novia de Winston Smith, protagonista de la novela del narrador, periodista y ensayista británico.
En este año que concluye se cumplen 40 años del año prometido por Orwell. Cuatro décadas después del presagio, la literatura no ha escapado a los temas planteados por Orwell, con la diferencia de que varias partes de la invención literaria se han convertido en realidades constatadas.
Al ser literariamente un año mítico, podríamos hacernos la pregunta: ¿qué tan orwellianos son los escritores que nacieron en 1984? Esos autores que en 2024 cumplen 40 años de edad, aproximadamente 20 de trayectoria y que, para enfocarnos en el caso mexicano y latinoamericano, han dejado de ser “autores jóvenes” y “jóvenes promesas”, a juzgar por eventos que enmarcan la actualidad literaria, como los listados Bogotá 39 -que en su segunda edición, en 2017, señaló a 39 autores menores de 40 años nacidos a partir de 1978- y la lista Granta de los mejores narradores jóvenes en español -que aludió a 25 narradores hispanoamericanos, también menores de 40 años, nacidos a partir de 1982-.
En México, Abril Castillo es narradora e ilustradora, autora de libros gráficos como Sobremesa y Chet y de una novela entrañable: Tarantela (Ediciones Antílope), en la que escarba en la memoria familiar y registra sus recuerdos y hallazgos a través de ficheros. Ese registro de la memoria lo potencia en otro título: la bitácora Vi, leí, recordé, un breve y fascinante diario-cuaderno-crónica de apuntes posoperatorios de principios de pandemia. Castillo también es editora: en 2019 fundó la editorial Alacraña, dedicada a la narrativa y el ensayo contemporáneos, el fanzine y la ilustración.
Rodrigo Márquez Tizano es narrador, editor y locutor. Autor de los libros de relatos Caballos de fuerza (ArteLetra)y Todas las argentinas de mi calle (Moho), y de la novela Yakarta (Sexto Piso), en la que elige experimentar con el lenguaje. Como editor, Márquez Tizano ha puesto énfasis en la relación entre literatura y deporte: La Dulce Ciencia Ediciones se enfocó en textos sobre boxeo y en la antología de Sexto Piso Breve historia del ya merito se enfoca en los múltiples fracasos de la Selección Nacional de fútbol.
Daniel Saldaña París inició como poeta -pero ha dicho que ya no lo vuelve a hacer- con libros como La máquina autobiográfica (Los libros de la mujer rota, editorial chilena) para luego consolidar una trayectoria como narrador que entra y sale, asume y cuestiona la literatura del yo, en novelas como En medio de extrañas víctimas, El nervio principal (Sexto Piso) y El baile y el incendio (finalista del Premio Herralde de Novela). Traductor, obseso del diario íntimo y el cuaderno de apuntes de escritores, Saldaña París publicó un libro a caballo entre ensayo, crónica autobiográfica y cuaderno: Aviones sobrevolando un monstruo.
La tan llevada y traída literatura del yo tiene dos ejemplos notables, por llegar a sus últimas consecuencias, en dos autores nacidos en 1984: Diego Olavarría, cronista que se aparta de las formas conocidas para lograr crónicas de viajes como El paralelo etíope y Honduras en los que la subjetividad autobiográfica se fusiona con el rigor periodístico. Por su parte, César Tejeda asume La compulsión autobiográfica a través de ensayos que defienden el juego entre lo que es real y lo que no dentro de un texto literario.
Mariana Gándara, dramaturga y directora escénica, a través de su trabajo con el Colectivo Macramé, se desempeña en teatro y propone en instalación postulados propios de esa literatura del yo y de las literaturas atravesadas por el archivo y el documento. La dramaturga Alejandra Castro y los dramaturgos y guionistas David Gaitán y Adriano Madriles también son parte de esta generación.
La narradora, traductora y editora Ana Fuente Montes de Oca, la narradora y poeta Atenea Cruz y los narradores Alfredo Carrera, Noel René Cisneros, Joel Flores, Jaime Garba, Alfredo Núñez Lanz, James Nuño, Raúl Aníbal Sánchez, Alejandro Vázquez Ortiz y Víctor Vázquez Quintas, también llegaron al mundo en 1984. Algunos de estos autores pueden encontrarse en tres notables antologías: Ruta 80,compilada por Jaime Mesa, editada por Selector, y Sin mayoría de edad, compilada por Joel Flores, publicada por la UNAM.
Los arriba señalados son autores insertos en el panorama de la actual narrativa latinoamericana, en la cual están presentes autores como los argentinos Tomás Downey -cuyo libro de cuentos El lugar donde mueren los pájaros está recién publicado en México por Paraíso Perdido-, Salomé Esper, Natalia Rozenblum -de quien urge una edición mexicana de la exquisita novela Los enfermos- y Paula Vázquez -cuyo más reciente libro es una memoria que resume su experiencia como librera en Lata Peinada, en Barcelona: La librera y la diosa-.
En Chile, la poeta y editora de la fabulosa Overol, Daniela Escobar; la poeta, narradora y dramaturga Begoña, Ugalde y el narrador Francisco Díaz Klaassen; en Guatemala, Rodrigo Fuentes, cuya novela política y familiar Mapa de otros mundos está publicada en México por Dharma Books; en Colombia, la narradora y bibliotecaria Catalina Navas; en Ecuador, la narradora y documentalista Diana Varas; en Nicaragua, el cuentista Ulises Juárez Polanco; en Cuba, la poeta y narradora Legna Rodríguez Iglesias, y en Brasil, el narrador, traductor y editor Antonio Xerxenesky.
Entre la memoria de los hechos y las cosas, entre el registro de censuras y autocensuras, de desplazamientos, de violencias colectivas e íntimas, de confrontación con las nuevas formas de la maternidad y la paternidad, de las luchas por naturalizar las disidencias, del cuestionamiento y entendimiento de la identidad, de las identidades, de la férrea o sutil lucha cotidiana contra los pequeños y absolutos poderes. Entre la ficción y la realidad, cruzando fronteras entre formas, fondos y dispositivos, sabiendo que Orwell y su novela marcan sus fechas de nacimiento y un algo de su quehacer literario, pero no todo. Han pasado 40 años y aunque la distopía se siente historia cotidiana, los autores nacidos en 1984 más que buscar la distopía, se encargan de los temas de su tiempo, valiéndose de sendas visitas al pasado y a sí mismos.