Pulso discográfico: cinco sellos mexicanos
Históricamente, los sellos han dotado de personalidad y mística a la música, se convierten en registro de una época y una generación en particular y, en muchos casos, han sido sinónimo de calidad de géneros o corrientes. Quien esté enterado, sabe que la mejor salsa la tiene Fania Records y que el catálogo de Blue Note alberga el mejor jazz.
En México, los sellos musicales especializados suelen durar poco tiempo, sobre todo cuando son independientes y su catálogo se encuentra más relacionado con las propuestas sonoras arriesgadas o abstractas que con las ventas de cualquier artista pop de alguna de las grandes disqueras. Así, el rock es el género al que mejor le ha ido, pese a que en todo momento existe algo similar a la falta de apoyos y ventas, el principal motor para que los conflictos y la inminente quiebra se manifiesten, ya sea en forma de deudas, disputas o de rupturas abruptas. Levantar y mantener un sello no es tarea sencilla, requiere invariablemente de una dedicación de tiempo y recursos notable, incluso para inversionistas sólidos como Jorge Vergara (Suave Records).
En los noventa, Culebra Records, subsello de la BMG, y Discos Manicomio, perteneciente a Polygram-Universal, eran sinónimo de la escena rockera del momento, con bandas como Cuca, Santa Sabina, Tijuana No, Zurdok, Resorte o La Gusana Ciega. Hoy existen sellos que ya no son tan pequeños y han llevado una notable estrategia de marketing y calidad sonora, como Intolerancia o Terrícolas Imbéciles, quienes ya tienen un lugar importante dentro del rock y otros géneros fusionados que se hacen actualmente en nuestro país.
La trascendencia o aporte de un sello a un género, o a una época en específico, suele tomar años. Al igual que el comparativo entre Sony y la 4ad, las ventas aún no nos pueden indicar si Discos Pentagrama es menos importante que Discos Orfeón, o si Discos y Cintas Denver merece más o menos merito que Noiselab. Lo que sí podemos hacer es tomarle el pulso a los nuevos sonidos y propuestas que se desarrollan actualmente en nuestro país, a partir de sus sellos discográficos, pandillas sonoras o movimientos de edición musical, que parecen dar prioridad, más que a una idea “rentable”, a la música con personalidad y calidad.
N.A.A.F.I. Más que un sello discográfico independiente, N.A.A.F.I. es visto como un grupo de fiesteros electrónicos de avanzada que están en el ojo del huracán, amos de los beats bailables con más sustancia y personalidad del país, y uno de los nombres con las mejores propuestas del momento.
Entre sus filas destacan algunos artistas del norte del país con gran sustancia, como Siete Catorce de Tijuana, Mock The Zuma de Chihuaha o Mexican Jihad, alias Nenuco del Norte e integrante de Los Macuanos, también de Tijuana. Algunos han tendido a comparar lo que hace N.A.A.F.I. con lo que desarrollara en su momento Nortec Collective, pero sin duda N.A.A.F.I. es más casero, desfachatado y, hasta cierto grado, un tanto sórdido.
Abolipop Records. Con doce años recién cumplidos de andar en el camino de la experimentación, la electrónica y el combate ante las inclemencias del mercado, este sello de Zapopan ha dado muestra de artistas que exploran fuera de las directrices habituales de las modas o las tendencias electrónicas del momento. Un sello inconforme con los sonidos pasteurizados imperantes que nos propone indietrónica, punk sintetizado, pop melódico, noise o exploraciones sonoras abstractas a través de distintos formatos, sin que el factor monetario sea un impedimento para hacernos llegar sus fascinantes sonidos. Abolipop es un discreto pero firme referente de la electrónica en México, y un ejemplo de trabajo y constancia, prueba de ello son los álbumes de artistas como Nebula 3, Lumen Lab, Yair López, Israel Martínez o Fernando Vigueras, entre otros.
Cero Records. Digamos que México no es precisamente un bastión de la música de cámara contemporánea, la electroacústica o las nuevas composiciones. Sin embargo, sí tiene un número nutrido de propuestas fascinantes. Andrés de Robina comanda uno de los sellos con mayor calidad del país, dentro de la corriente experimental y de vanguardia. Con once años grabando, editando y distribuyendo sus discos, y pese a las escasas ventas, Cero Records aporta no sólo sonidos y expresiones genuinas dentro del mapa musical contemporáneo, sino que también lleva a cabo una labor de investigación, registro y propuesta profesional dentro de la tradición musical mexicana.
Estados Unidos de América Latina. Punks, novatos y antiprofesionales. Vale Vergas Discos, una disquera referida a sí misma como reaccionaria y radical, repunto en el mapa del rock en nuestro país no sólo por llevar la filosofía del “hazlo tú mismo” a todos lados, sino por tener el tino de lanzar a algunas de las figuras que hoy controlan la escena, como Juan Cirerol, de Mexicali, o artistas de gran calidad en su sonido como Seekers Who Are Lovers, de Monterrey. Lo que en un principio fuera el sueño de unos estudiantes de cine, una pequeña disquera independiente con propuestas originales y extravagantes, ha mutado para hacer sólo casetes (sí, música sólo en cintas) y cambiarse el nombre a Estados Unidos de América Latina. Una vez más, el dinero parece no ser prioridad y si el divertirse y llevar a cabo lo que más les apasiona.
Mula Terca Records. En su página de internet lo dejan claro: “nos importa la música, no nos importa todo lo demás”. No obstante, y pese a ser un sello discográfico relativamente joven, Mula Terca Records va encaminado a ser un referente del punk rock y el metal en México, con bandas que sin haber grabado aún con ellos, ya forman parte de su catálogo. Grupos ya bien ubicados en la escena subterránea mexicana como Gula, Here Comes The Kraken o Después del Odio, o emergentes como Apocalipsis, Cardiel o Los Viejos se encuentran pujando fuerte dentro de la escena local, creando públicos y fortaleciendo la escena.
¿Se puede hablar del mapa sonoro de un país a partir de unos cuántos sellos discográficos? No necesariamente: pese a que es posible tener un número aproximado de la cantidad (miles, más no cientos de miles de ellos), lo cierto es que dicho mapa se está moviendo todo el tiempo. Al igual que con un grupo de trayectoria, las disqueras nacen, se fusionan, se hacen de un nicho, se vuelven artesanales o extienden demasiado la versatilidad de su propuesta hasta diluirse. Y, por supuesto, perecen.
El Distrito Federal sigue estando al frente en cuanto a número de sellos independientes se refiere, el norte del país también trae propuestas interesantes; es costumbre el buen gusto y tino de Monterrey en el tema, y últimamente Tijuana ha estado activa de nueva cuenta, con eventos como el All My Friends, festival cuyo cartel suele estar lleno de grupos independientes, de sellos de medianos a pequeñisimos, con poca experiencia y un rotundo fracaso de ventas, pero que demuestran su capacidad para crear y promoverse como nadie, un ejemplo incluso para las majors. Guadalajara suele tener una participación más discreta, aunque también muy interesante. Recientemente, dentro de este boom de nuevas bandas de metal en México, Morelia y San Luis Potosí han aparecido en el mapa de propuestas interesantes.
Los sellos más notables conforman una microrred bien organizada, conectada del norte al sur de la República, con diálogo permanente tanto con Latinoamérica como con ciertas ciudades de Estados Unidos y algunas de Europa. Redes sociales, “hazlo tú mismo”, hacer lo que a uno le apasiona: la música, el registro sonoro, la organización de tocadas, imprimir flyers y editar discos que nadie más grabaría.
Sí, son contados los casos de “éxito” comercial y de repercusión sonora en nuestro territorio; casi todos mutan a algo extraño, o se masifican perdiendo cierto carácter más del tipo “unos amigos a los que les apasionaba la música…”, y se deciden por una veta en la que la lógica gira en torno a vender para subsistir, una lógica de “la industria”.
Se menciona mucho en el medio que la era tecnológica puso a trabajar a los músicos: plataformas como Bandcamp, iTunes, Spotify o Soundcloud han permitido al artista una relación más cercana con su público y un esquema financiero más directo y conveniente para ambas partes, aunque pese al crecimiento que éstas han tenido, México sigue siendo un país en el que la gran mayoría de personas aún tiene acceso a la música sólo a través de la radio. Algunas disqueras se fusionan o mueren ante la falta de ventas o difusión, pero siempre hay alguien que en este momento dice “reunamos a nuestras bandas favoritas que nadie voltea a ver y hagamos ruido”, y esto quizá sea la clave de tener una escena siempre latente, aunque lo ideal sería que fuera, mínimo, sana y autosustentable.
De cara al futuro, un diagnóstico completo y certero de los sellos independientes mexicanos es sólo una aproximación, una apreciación. Quizás los mejores sellos sean aquellos que decanten su talento y sensibilidad a través de los sonidos, sin otra ambición mayor que esa: grabar un disco de música especial, diferente y única. Los sellos independientes cumplen un papel fundamental, que es el de registro, un idilio con la memoria y la tradición colectiva, que queda para la posteridad. Ese un aporte invaluable.