Puentes de sonido
Es imposible encasillar en un solo concepto la diversidad cultural y literaria de las lenguas indígenas de América. Sin embargo, se puede rastrear el desarrollo de un movimiento literario complejo con rasgos comunes, que oscila entre la exploración de géneros tradicionales y la vanguardia. Luz María Lepe Lira, responsable del numero 22 de La Ceibita, Lenguas de América, incluida en este número de Tierra Adentro, nos habla de los elementos que la conforman: tradición, memoria y resistencia
En América, de acuerdo con la base de datos Etnologue, existen mil sesenta y dos lenguas indígenas; México y Brasil se encuentran entre los países con mayor diversidad lingüística, y se estima que al menos ciento tres lenguas son transfronterizas y sus hablantes reconocen regiones culturales más que fronteras políticas.
Hasta inicios del siglo XXI el plurilingüismo se reprimió bajo el colonialismo interno; definir un panorama de las literaturas en lenguas indígenas no puede obviar tres aspectos interconectados: 1) la política lingüística de cada país en torno a sus lenguas originarias; 2) la alfabetización en estas lenguas y sus proyectos de publicación; y 3) la traducción literaria que determina su exposición con otras literaturas en el horizonte internacional.
En el transcurso de las últimas décadas hemos visto, junto con los movimientos sociales indígenas y la reivindicación de los derechos lingüísticos, el crecimiento de un movimiento literario en las lenguas de América.
PAUTAS PARA IDENTIFICAR (O VOLVER A PENSAR QUÉ ES) LA LITERATURA INDÍGENA
1) La literatura indígena contemporánea es primordialmente oral
Es posible que el uso del lenguaje en su función poética y los géneros literarios sin documentarse en las culturas originarias no se conozcan a través del alfabeto sino de su exposición oral. No digo que la tradición oral o el lenguaje ritualizado de algunos eventos comunicativos se naturalice como literario; se requiere mayor documentación y análisis antes de emitir cualquier juicio sobre la amplia gama de un lenguaje especializado, con tropos y figuras diferenciadas del lenguaje cotidiano que los mismos hablantes pueden identificar como lenguaje poético. Esta revaloración implicará matizar el concepto de literatura.
La producción literaria se encuentra principalmente en los géneros de poesía y novela, donde los elementos orales toman fuerza en la materialidad del escrito como una muestra gráfica de esa otredad sonora, imperceptible si no es en la comunicación cara a cara. De manera paralela la literatura escrita se difunde, en buena medida, a través de su interpretación oral en festivales y en esa intervención regresa, de manera diferente, a la oralidad.
2) Los escritores indígenas son bilingües y monolingües y no necesariamente escriben en ambas lenguas
Debido a las condiciones de castellanización en los países latinoamericanos, es lógico pensar que los escritores(as) indígenas han vivido discriminación por el uso de su lengua.
El movimiento de literatura indígena también es una reapropiación de la lengua, un inicio del mundo a través del renombramiento: en algunos territorios se ha vuelto al uso de topónimos y gentilicios olvidados; en la literatura algunos poetas cambiaron su nombre castellano por un nombre indígena.
La reapropiación se articula con procesos de alfabetización en la lengua originaria, determinados por elementos socioculturales. Me refiero a la condición de algunos escritores como hablantes pasivos, quienes aprendieron español en la adolescencia y siguieron carreras universitarias y posgrados en áreas ligadas a la literatura, y que están produciendo una nueva crítica literaria de autores indígenas.
Para redefinir la literatura indígena debe considerarse la situación real de los escritores y la diversidad de su experiencia con su lengua. El bilingüismo es una de sus características, y la exploración estilística y literaria en cualquiera de las dos lenguas no debería ser un criterio para restringir lo que se produce en este ámbito.
3) Las literaturas indígenas son nacionales
La relación del Estado-nación con las lenguas indígenas y sus productos culturales es ambivalente; a pesar del discurso institucional que reconoce los derechos lingüísticos, estas literaturas no se han incluido suficientemente en las antologías nacionales y tienen menor difusión que las literaturas escritas en español.
Las literaturas indígenas son nacionales en el sentido de pertenencia a una literatura identificada como mexicana, venezolana colombiana, pero también como una comunidad imaginada (Benedict Anderson, 1993). Se trata de la construcción de lazos culturales y lingüísticos más allá de las fronteras políticas; por eso, los autores se pueden reconocer en una literatura mapuche escrita desde Chile y Argentina; o una literatura wayúu con poetas de Colombia y Venezuela.
Bajo estas pautas, la antología Lenguas de América de la colección La Ceibita, incluida en este número de la revista, no sigue un orden cronológico (a partir de la generación de los poetas o de la publicación de su obra); no separa las nacionalidades sino que muestra una «nación» de vínculo cultural a la que ellos se autoadscriben; se incluyen wayúu colombianos y venezolanos; y escritores (as) mapuches que viven en Chile y en Argentina.
Por la situación de bilingüismo y la alfabetización en las lenguas indígenas, elegí poetas que escriben en dos lenguas o en una (en algunos casos los poemas fueron escritos primero en español y después traducidos a la lengua indígena o viceversa). En esta antología aparecerá primero la versión en la lengua indígena y después la traducción al español o el poema sólo en español como fue escrito.
En Lluvia y viento, puentes de sonido. Literatura indígena y crítica literaria (2010), propuse tres tendencias: literatura de recuperación de la memoria; literatura de recreación de la tradición y literatura indígena híbrida; a través de estos años he reconsiderado junto a Miguel Rocha (2016) que se trata más bien de estrategias para leer los textos e identificar sus caminos de producción o de difusión.
Es importante señalar que los autores (as) no pueden encasillarse en una tendencia porque desarrollan su obra a través de varias estrategias de escritura que son también propuestas de lectura. Por esta razón agrupé los poemas por sus características en las tendencias: literaturas de recuperación de la memoria; literaturas de tradiciones y resistencias; y literaturas, oralidades-textualidades.
LITERATURAS DE RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA: SONIDOS
Algunos escritores optaron por la documentación de relatos, mitos o rituales y su transcripción sin una intención estilística determinada. Más allá del registro testimonial, en la propuesta literaria se recurre a la exploración del sonido de la lengua, como en el poema de Humberto Ak’abal (maya quiche, Guatemala), que plantea la expresión onomatopéyica, usa los ideófonos de la lengua maya; recupera los nombres de los pájaros o los sonidos que producen de forma que, en extremo, se hace evidente la intraducibilidad.
Dejar elementos sin traducción produce un efecto en el lector y representa, en mi opinión, un posicionamiento ideológico y estratégico para exponer/ocultar algunos elementos como una manera de habitar las dos lenguas, en función de las decisiones para trasmitir significados entre ambas o para establecer guiños que no todos podrán comprender.
Lorenzo Aipallan, poeta cantor mapuche conocido como El hombre pájaro, es quizás el primer exponente de una línea de expresión del sonido cantado, como un puente entre esta tendencia y la que agrupé bajo el título de oralidades-textualidades.
En «Diálogo con la lluvia», Hilario Chacín (wayúu, Venezuela) expone dos elementos de recuperación de memoria y de sonido: la invocación ritual para calmar la lluvia y el sonido que produce la tapara, ese fruto que para los wayúu es medicinal y ritual. La onomatopeya del soplo sobre la tapara es una articulación sonora que deja como registro rítmico entre cada verso.
Otra manera de recuperar los sonidos está en los poemas de Natalia Toledo (zapoteco del istmo, México) que muestra la influencia de los escritores indígenas en la revitalización de sus lenguas como creadores de neologismos y actualizadores de arcaísmos. Natalia ha revisado, en este caso, el Vocabulario de Fray Juan de Córdova (1578) para recuperar las palabras en desuso o encontrar elementos como la onomatopeya del dolor cuando camina en el cuerpo.
LITERATURAS DE TRADICIONES Y RESISTENCIAS
La tradición oral ha sido una fuente de inspiración, ya sea que se tomen personajes o situaciones como motivos literarios, se actualicen los tópicos o haya un elemento tradicional utilizado como leitmotiv en el desarrollo de la obra.
Las tradiciones orales y la búsqueda de artificios en la propia lengua (cada vez más explorados por los escritores indígenas) encuentran una veta de propuesta literaria que se acerca a los géneros literarios occidentales pero también los cuestiona, los reutiliza en una mezcla de formulismo propio del registro oral y de la renovación de la escritura.
En Roxana Miranda Rupailaf (Chile) y Liliana Ancalao (Argentina) se hace evidente la referencia a una tradición conocida por la comunidad. Las dos escritoras mapuches retoman relatos populares para reinventarlos poéticamente.
Roxana Miranda reescribe con erotismo el mito del hombre pez Shumpall que embaraza a las mujeres en la playa, pero en su poesía la seducción es de la mujer mapuche. Liliana Ancalao toma el imaginario del Caleuche, ese barco donde se irán los seres marginados para transformarlos en semillas, «en arvejas con vocación de estrellas».
El encanto de la recreación de estas tradiciones tiene que ver con una trama cultural de significado compartido, y la palabra nueva en que se nombra lo conocido para quienes saben el relato y para quienes lo deducimos a través de las metáforas.
Vito Apüshana (wayúu, Colombia) y Fredy Chikangana (quichua, Colombia), recuperan el espacio social del fogón y el espacio natural de la Madre Tierra para nombrar los espíritus primigenios que los enlazan con la experiencia comunitaria de los mitos de origen. Sobre esta temática del regreso a la tierra o de la lejanía de ella, Christhoper Teuton identificó en las literaturas indígenas (su corpus son novelas) dos narrativas: una de supresión y otra de retorno (2015:260). En la narrativa de supresión un personaje se desplaza por diferentes motivos a la ciudad y si no sobrevive con éxito, regresa en la narrativa de retorno, articulado o desarticulado a la comunidad de origen (el centro simbólico), y trata de entender las tensiones y paradojas de las tradiciones indígenas en las ciudades.
El argumento de algunos poemas podría relacionarse con estas narrativas, pues hay un retorno al origen mítico o una búsqueda en los antiguos espíritus, en los elementos culturales que se reconstruyen a través de recuerdos o soluciones novedosas desde el lugar del migrante en las ciudades.
Odi Gonzáles (quechua, Perú) y Mikeas Sánchez (zoque, México), representan con imágenes la vida contemporánea de algunos indígenas: la vendimia en las plazas y la migración a Estados Unidos.
La reinvención del imaginario toma los referentes religiosos: Rosa, la florista peruana carga a su niño como una de las vírgenes veneradas en Lima pero se vuelve terrenal con un grito de hambre; Nereyda, la adolescente indígena migra soñándose en los aparadores de las tiendas americanas mientras su cuerpo se queda en el desierto, encorvado entre las dunas. Los dioses occidentales e indígenas son invocados sin respuesta: la realidad es descarnada.
Rosa Chávez (maya-kakchikel, Guatemala) y Ariruma Kowii (quichua, Ecuador), representan en esta tendencia las palabras de resistencia; Rosa Chávez en un contexto de guerra y reconciliación para volver a nacer en una Guatemala tan dolida después de la guerra interna; y las palabras de Ariruma, como una forma de afirmar una identidad étnica.
LITERATURAS, ORALIDADES-TEXTUALIDADES
En esta tendencia la literatura indígena se comporta como una literatura extendida que recupera algunas materialidades de elementos prehispánicos como los glifos, los tejidos andinos, la producción de sonidos a través de percusiones; o que compone nuevos ritmos al utilizar géneros musicales contemporáneos: rock, rap, metal o punk, entre otros.
Propuse el termino de literatura indígena híbrida, bajo la idea de la hibridez de los sistemas culturales (García Canclini, 1990) y las condiciones que la modernidad impuso a las comunidades indígenas; pero no necesariamente el producto que resulta es un «híbrido», sino diferentes textualidades. En este sentido, retomo la idea de Miguel Rocha Vivas, que ha preferido llamarlas estéticas oralitográfcas (2016).
La poesía de David Aniñir (mapuche- Chile) y su Mapurbe es indispensable en esta tendencia con su lenguaje urbano y crudo que mezcla el punk con la poesía. Los mapuche punk se convirtieron en grupos de resistencia en Santiago de Chile y Argentina que acuden a los conciertos con banderas mapuches, y algunas veces toman la palabra en mapudungun.
El poeta escribe a la Mapunky: «Mapuchita kumey kuri Malén /vomitas a la tifa que el paco Lucia/ y el sistema que en el calabozo crucifcó tu vida». Aniñir ha sido también el centro de una crítica literaria enfocada en la poesía urbana y en el reconocimiento de lo indígena que nace en las ciudades y se reinventa identitariamente.
En el poema de Hugo Jamioy (camëntsa, Colombia) la ciudad se convierte en el refugio de los indígenas. La empresa Urrá con la construcción de la hidroeléctrica desplazó a una gran cantidad de emberá a las ciudades. La poesía es usada como una forma de denuncia y Jamioy, al igual que Chikangana en la defensa del agua y territorio del Cauca, ha participado en eventos performativos que unen la poesía con otras materialidades.
Sobre las textualidades, el ejemplo más elocuente es el trabajo de Elvira Espejo (quechua-aymara, Bolivia) que en sus lecturas poéticas y presentaciones combina textos escritos, cantados y tejidos.
Espejo es directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore, su apuesta es la intervención en el arte a través de múltiples materialidades que incluyen la pintura y el tejido. «Palanta palantata» está en el poemario Utach Kirki Canto a las casas, fue musicalizado en el proyecto del Parafonista en Sonares comunes vol. 2.
Aunque las tres tendencias no pueden englobar la diversidad cultural, lingüística y literaria de las lenguas indígenas de América, nos indican, al menos, el desarrollo de un movimiento literario complejo que va tanto hacia la recuperación de las lenguas indígenas y su exploración fonética y de géneros tradicionales, como hacia la vanguardia de las literaturas extendidas.
Considero que durante la próxima década la producción literaria en lenguas indígenas se extenderá hacia esos dos extremos, y nos llevará hacia el diálogo intercultural entre escritores y críticos literarios indígenas y hacia la difusión en medios donde se incluyan cada vez más, las voces de las otras lenguas de América.
Referencias
García Canclini, Néstor (1990). Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.
Lepe Lira, Luz (2010). Lluvia y viento, puentes de sonido. Literatura indígena y crítica literaria. México: CONACULTA- UANL
Rocha- Vivas, Miguel (2016). Mingas de la Palabra: textualidades oralitegráfcas y visiones de cabeza en las oralituras y
literaturas indígenas contemporáneas. La Habana: Casa de las Américas.
Teuton, Christopher «Ciclo de supresión y retorno: Geografía simbólica de las literaturas indígenas». Cuadernos de Literatura 19.38 (2015): 248-268. http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/cualit/article/view/12957