Pollito al gusto
“When the bird of the heart begins to sing, too often
will reason stop up her ears.”
Hans Christian Andersen.
David Olguín decía que “el cuento y la dramaturgia son géneros hermanos” y lo que tenemos ante nosotros en Pollito de Talia Yael Rodríguez, ganadora con una potencia irrefutable del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2019, parece un inocente cuento infantil. No lo es. En él habitan miras de género, voces viejas que le dan simiente a nuestra cultura occidental y cualquiera que haya decidido seguirlas, se reconocerá de forma inevitable en ellas.
Pollito cuenta la historia de una niña cualquiera, pero que en este texto toma el nombre de Pollito; así será la metáfora de la historia. Es también la historia de una madre cualquiera. Una madre sin nombre que sacará a su hija de la escuela, porque le dijeron que tenía “retraso emocional”, para enseñarle en casa lo que ella sabe de la vida. Cuenta, por último, la historia de una familia que se desteje en el imaginario de una niña y por el cual nos lleva la dramaturga. Ellos serán, el único contraste al mundo que le ha planteado la madre; la única “otra versión del mundo” mientras su padre siga lejos. Mientras, el mundo sigue, con otro millón de niñas iguales, que no tienen idea de que existen.
Cada cuadro aborda una parte distinta del porqué la niña sabe que es un tesoro que debe de ser cuidado. Sin darse cuenta, Pollito cuestiona la construcción de género, la manera en que lo transmitimos sin darnos cuenta, la “feminidad” pasada de mujer a mujer y a la educación que damos en los detalles cotidianos y que lxs niñxs absorben sin cuestionarse.
En la obra hay un animal en la noche que ella mira por la rendija de la puerta. Respira, gruñe, contiene la respiración cuando mira a la niña a los ojos. No sabe que ese animal al que teme es su infancia. Pollito se cubre en sus sábanas color huevo y clama por sus padres, como todos en esas veces que el miedo nos avasalla. El problema empezó cuando ellos vinieron en su auxilio.
Primero la madre que cubre, después el padre que besa la frente y se va; así, Pollito nos trae a la vista a una niña, que recibe ese nombre porque no tiene más identidad que eso, esa cría que lleva los ojos nuevos para el mundo. Descubre que en el primer afecto está lo que la mantiene a salvo, la familia es la verdadera protagonista de esta obra. Es ahí donde el lector/espectador cae en las manos escribientes de la autora. La madre, madre simbólica de quien lee a Yael, se nos presenta en un juego. Es ineludible la identificación con el primer contacto amoroso que nos permite ver tan claramente la manera afectiva en que ella retransmitirá el cómo aprendió a querer. El padre está ausente y nos viene una típica identificación nacionalista. La señora, con mimos, enseña a su hija a querer desde la grieta, se alude a una ausencia que verá en su esposo y de la que culpará a nuestra heroína.
Vayamos desmenuzando el pollo: ninguna decisión resulta inocente en este texto, más parece una elección de signos de antaño que se encuentran en el hogar permeando las vivencias de Pollito, que a su vez la vuelven susceptible a lo que le digan y hagan sentir. Se trata de signos como la vieja historia de los abuelos y cómo su amor ha perdurado hasta que naciste tú. En esta ocasión no pareciera importar sus origines ni condición social o racial, pero lo que sí pesa es que se trata de una niña y que lo que ve es lo que reproducirá, aunque se trate de una idea de género que ella no inventó.
En la sala, un reproductor de video y un reclamo vivo en la boca de la madre que necesita ser oído ahora y dado que el padre no está, es Pollito quien atestigua y documenta el dolor de su mamá, ese olvido que nos llama como mexicanos.
Pero un pollito no lo será siempre, ella sabe que en cuanto el horno esté listo será su turno en la cocina. La niñez se muestra como un cuento en la vida de los padres, ellos la inventaron para depositar sus anhelos; es una copa de lágrimas, jamás es ella.
Son las frustraciones de la madre, su fragilidad enmascarada en las sombras ante el espejo que eventualmente llegará también a manos de Pollito.
Allá donde pronto somos niños
y tenemos casa
y en donde las ciudades son fotografías
(…)
donde hay amores y parientes mezclados
con objetos familiares
Allá donde las fiestas suceden a los duelos
los nacimientos a las muertes
Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,
cometa sin orígenes, extranjero al paisaje
paseándote entre extraños
Allá resides tú,
donde reside la memoria. 1
Pollito es un cuento de miedo para los adultos donde vemos cómo poco a poco por el cariño con que educamos a los hijos, esa “mejor manera de vivir”, anulan la voz de la infancia, que no siempre “como nos dijeron que es en casa” es lo menos roto que podemos pasar. Ella no repite ciegamente, lo vuelve su elección de lo bueno y lo cierto; ya que ni en soledad es capaz de cuestionarse el dolor pasado que le dieron a cargar. Ni en confianza lo cuestiona, llámese con su prima o con su novio -personajes de Yael, que nos trae para contrastarnos con la realidad afuera- La pequeña aprendió que eso “esto” es lo bueno, lo único, no hay más panorama que una casa y no dejaron que ni la vida ni la escuela la pudieran confrontar.
En esta historia no hay misericordia para la infancia. No hay un final feliz, pareciera el cuento perfecto.
VIII:
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea. 2
La autora no tiene certezas, más que cómo termina nuestra heroína y como un ángel exterminador, arremete contra su lector y sus probables recuerdos, ¿pero por qué no darles a los niños una opción de que el mundo no es tan terrible? y entra la voz valiente de la autora a defender que, si bien siempre hay más opciones, esta es la que le tocó a esta pequeña. No hay complacencias, hay realidad. Cruda, dolorosa y amorosa, igual que la familia. Pollito, llama a la reflexión sobre los cimientos. Es aguda, divertida y terrible. Toma a la mujer como un mito creada por ella misma y lo cuestiona. Confrontará a su posible lector, se revelará ante su futuro espectador y lo llevará, con una caricia, a las profundidades del armario, ahí donde todos sabemos siempre que hemos dejado algo.