Paul Morand en México
Titulo: Viaje a México
Autor: Paul Morand
Traductor: Xavier Villaurrutia
Editorial: Aldus
Lugar y Año: México, 2008
Paul Morand era un viajero incansable, pertenecía a esa estirpe de escritores viajeros que dejan registro de sus periplos en sus libros más importantes: París-Tumbuctú (1928), New York (1929), Londres (1933), Bucarest (1936), Venecia (1971) y, claro, México: Viaje a México (1940), que tradujo el poeta Xavier Villaurrutia, uno de sus fieles seguidores. Robert G. Escarpit, en su Historia de la literatura francesa (FCE, 1965), lo califica de “viajero por vocación, que hizo del reportaje cosmopolita un verdadero género literario”.
Morand (Francia, 13 de marzo de 1888 – 24 de julio de 1976) debutó con Tendres Stocks (1921), que fue prologado por el mismísimo Marcel Proust; poco después publicó dos nouvelles: Overt la nuit (1921) y Fermé la nuit (1923). A partir de 1912 Morand perteneció al servicio exterior de su país, lo cual era, sin duda, el trabajo ideal para desarrollar una de sus mayores pasiones: viajar. Sin embargo, durante mucho tiempo su nombre resultó muy incómodo en su país ya que se le consideró un “colaboracionista” al prestar sus servicios en asuntos extranjeros para el Gobierno de Vichy que estaba al mando del mariscal Pétain; esto es, el gobierno que el régimen del Tercer Reich implantó durante la ocupación nazi de París en la Segunda Guerra Mundial. Lo anterior tuvo severas consecuencias en la difusión de su obra. “Fue excluido de la función pública y de todo reconocimiento oficial y sólo hasta sus últimos años de vida fue, como [Ferdinand] Céline, ampliamente reconocido y admirado al grado de ingresar, bajo una sonada polémica, a la Academia Francesa en 1968”, escribe José Joaquín Blanco.
Su viaje a México lo realizó a principios de 1927: el dato puede deducirse por una carta que le escribe Villaurrutia a Alfonso Reyes, quien se encontraba en París, y fechada en febrero de ese año: “Paul Morand pasó unos días entre nosotros. Yo escribí un artículo para Revista de revistas y una poesía que Morand se llevó en el bolsillo muy agradado, después de perdonar la gramática de mi francés”. Llegó al puerto de Veracruz en un barco procedente de La Habana, pasó por Puebla, las 365 iglesias de Cholula y desembocó en la muy noble y leal Ciudad de México. Aquí, gracias a su anfitrión, el encargado del despacho de Relaciones Exteriores de Calles y notable escritor, Genaro Estrada, conoció a muchos de los jóvenes escritores entre los cuales se encontraba su futuro traductor. Junto con Estrada caminó la ciudad y entre los detalles que plasmó en su libro está uno en particular que llama la atención: “Pasamos frente a la gran Ópera de México, en construcción, cuya mole orgullosa y demasiado pesada se hunde en el suelo a medida que se levanta, de manera que, como un teatro inglés, su gallinero quedará muy pronto al nivel de la calle”. Es decir, el Palacio de Bellas Artes que seguía en construcción, iniciado por Adamo Boari y que le tocó concluir a Federico Mariscal.
Con sus libros de viaje Morand se anticipó al New-Journalism de Mailer y Capote y por eso son los más apreciados dentro de su obra. Son, sobre todo, “fotografías donde Morand quería atrapar en fórmulas poéticas rapidísimas el mundo acelerado de los años veinte”, dice Blanco. Como muchos de los escritores viajeros, el mismo Morand lanzó su teoría al respecto que se resumía en una premisa: “La cabeza en el Polo, los pies en el Ecuador, hagamos lo que sea, siempre es el viaje alrededor de mi alcoba”. Así, el viaje alrededor de la alcoba consistía en trasladarse metafóricamente con lo que se tuviera cerca, en el caso de Villaurrutia y el cubano José Lezama Lima era la literatura. Lo curioso del caso es que Morand no seguía su propia idea y viajaba sin descanso a todas las ciudades del mundo que se le ocurrieran.