Tierra Adentro
Mario Levrero

En vista de lo amañanado que se ha vuelto hacer listas de libros, he tomado la molestia de hacer la mía. Siguiendo las enseñanzas del Jefe Homero Guerrero, por aquello de que “aquí no hay novedad”, hice este recuento de lo que más me prendió durante 2013, aunque se haya publicado hace dos o 30 años. Quizá esto obedezca a un acto de justicia con el universo de títulos injustamente olvidados, a la imposibilidad de adquirir “lo más nuevo” o a las ganas de no leer lo que me recomiendan. Entiendo que ninguno de esos argumentos le da pureza u objetividad a mi lista, pero cuando menos, da la oportunidad de sugerir títulos que podrá encontrar en cualquier librería de viejo. Vámonos recio:

1.- Los amigos de Eddie Coyle, de George V. Higgins. Una novela viva, que late a cada línea, que divierte y acosa a medida que avanza. Poca trama y mucho diálogo. O mejor dicho, está construida en un universo de diálogos de cada uno de los personajes que desfilan en esta novela de culto. Imprescindible para cualquiera que desee mejorar los diálogos de su prosa y deleitable para quien  guste del género. Higgins, ex agente, abogado, periodista y escritor, hizo otro puñado de novelas, pero ésta es la mejor. Peter Yates dirigió en 1973 y de manera decente, la versión cinematográfica. Sin embargo, la fuerza de Los amigos de Eddie Coyle sigue ahí, entre los coletazos de la palabra escrita y a cada página.

2.- El abuelo saltó por la ventana y se largó, de Jonas Johason. Despreciada por cinco editoriales, Johason no se amilanó y a los 47 años publicó esta comedia con tintes de thriller. Cuenta las peripecias de la vida de Allan Karlsson, un hombre extraño, quien al cumplir los 100 años de vida, se escapa del asilo y huye. Durante su huida, se mete en más problemas y cuenta lo que ha sido su vida, que en realidad es una especie de recuerdos en efecto dominó. De Suecia, el joven Karlsson va a Estados Unidos, luego a Japón, Irán, China. Dará la vuelta al mundo sin un motivo aparente. Sin maldad, pero tampoco para hacer el bien. Una trama mordaz y entrañable.

3.- 1280 almas, de Jim Thompson. Aclamada, medianamente olvidada, pero también brutal, honesta y sin pretenciones. Thompson no se andaba por las ramas y cuenta las historias como el ritmo de un motor diesel: constante, potente e incansable. Sabe llevar su prosa a distintos terrenos: sordidez, erotismo, humor, crítica social, corrupción y belleza. No hay pausas, ni fisuras. Todo queda configurado en una novela que, pese al tiempo y a la época en que se ambienta, funciona y atrapa desde la primera página.

4.- Tropa de élite, Luiz Eduardo Soares, Rodrigo Pimentel y André Batista. Serie de crónicas en la que se basó el guión de la película homónima, dirigida en 2007 por José Padilha. Aunque se aclara que los hechos y nombres fueron modificados, en estas páginas vamos de la emoción y al asco al conocer los bajos mundos cariocas, las mafias de las favelas, los arreglos policiacos y las tácticas de guerra del BOPE (Batallón de Operaciones Policiacas Especiales), un grupo policiaco que mata, no aprehende; que pega, no interroga; que tortura, no negocia. Historias descarnadas que nos permiten observar otros modos en que el narco ha infectado otras sociedades. La versión escrita resulta mucho mejor que la de por sí chingona película.

5.- Canción de tumba, de Julián Herbert. Este es un libro que fue muy mentado durante 2012. Yo lo leí apenas hace unos meses. Una historia dolorosa, abrasiva, pero también, con un alto quilataje de estética. En la prosa de Herbert hay poesía, hay un poco de ensayo y droga, mucha droga. Aquí el protagonista cuenta el proceso de muerte de su madre, enferma de leucemia. Mientras la afección se agrava, va haciendo un recuento de su vida, sus miedos, sus sueños y sus amores. Herbert ha construido una pieza de orfebrería narrativa que será recordada por mucho tiempo.

6.- Verano indio, de Hugo Pratt y Milo Manara. Aunque son dibujitos, esto no es material para niños. Es más, ni siquiera debe estar al alcance de algunos adultos. La dupla Pratt-Manara logró en esta novela gráfica uno de los puntos más brillantes de la historia del comic. Hay erotismo y brutalidad en cada página. Pero también hay una extraña forma de contar historias. En las primeras 11 páginas, por ejemplo, la trama se narra de manera visual. Sin una palabra. Pero su atractivo no termina ahí, el trazo de Manara es preciso y hermoso. No por nada en una entrevista reconoció que es la obra de la que se siente más orgulloso. Pratt, por su parte, fabricó un argumento lleno de bofetadas morales, críticas a la iglesia y a las relaciones humanas. Un verdadero deleite.

7.- Al lado vivía una niña, de Stefan Kiesbye. Primera novela de este alemán avecinado en Estados Unidos. En ella se cuenta una historia repleta de odio y violencia, pero cuyos protagonistas (una pandilla de escuincles) salen a flote por la lealtad, aunque también por miedo. Kiesbye lo cuenta con una pulcritud que se agradece, pero sin obviar la inocencia de la niñez. Sin embargo, hay que aclarar que esto no es una novela de amigos de la infancia: esto es una guerra de pandillas, en la que hay golpizas, violaciones y abuso. Un cuento de hados, eso es lo que es.

8.- Einstein vs Predator, de Sergio L. Palacios. Este libro no es propiamente literatura, sino divulgación científica. Sin embargo, este profesor de Física de la Universidad de Oviedo lo hace de una manera estupenda: toma como base a superhéroes para explicar fenómenos físicos de la vida real. Para mí, que soy extremadamente malo para la escuela, esta lectura me ayudó a comprender de una manera sencilla y amena, detalles que no habría entendido ni con clases particulares. Ojalá y la materia de Física de cualquier escuela se explicara con este método. Las cosas serían distintas.

9.- Caza de conejos, Mario Levrero. El celebrado autor uruguayo escribió este libro en 1973, pero en 2012 fue reeditado. Es un libro de relatos aparentemente independientes, que en conjunto, forman algo así como un universo sobre la caza y los conejos. El lector es retado por Jorge Varlotta (nombre real de Levrero) para imaginar al conejo como verdugo, como vigilante de bosques, como elemento mágico. No hay una línea argumentativa, sino que Levrero, cuenta sólo por el placer de contar alrededor de un roedor: lo convierte en metáfora, en misterio, en nudo. Fiel a su estilo, Levrero se anticipó por mucho a  la escena literaria de nuestros tiempos.

10.- La bestia y la bella, Thierry Jonquet. Brevísima novela negra que nada tiene que ver con el modelo norteamericano que tanto admiramos. Jonquet basaba sus tramas en lo cotidiano, en personajes demasiado comunes como nuestros vecinos y en maldad, mucha maldad. Hay quienes después de leer esta novela no han vuelto a tomar otra obra del francés, debido al asco y zozobra que experimentan. No es para menos, si la encuentran, disfruten a uno de los exponentes más extraños del género.