Nota sobre Agua viva de Clarice Lispector: cincuenta años después de su primera edición
Antes de ser publicada en 1973, Agua viva de Clarice Lispector tuvo su origen en dos manuscritos iniciales, Detrás del pensamiento y Objeto gritante, cada uno de ellos con mayor extensión, un tono más conversacional y marcadas referencias personales. A partir de estos primeros acercamientos, después de un periodo de organización y reposo, el texto tomó la forma que al día de hoy leemos, el cual continúa manando imágenes y significados, un murmullo de experiencias constantes propias de una fuente repleta de agua viva, como su nombre refiere.
En principio, el título del libro remite a una medusa. En Brasil, “água-viva” denota a ese animal prehistórico y marino con forma de campana y tentáculos venenosos. Si bien el significado que su autora quiso darle era, más bien, el de un manantial, algo que se origina y “burbujea”, podemos advertir que la asociación parece acertada, pues en esta obra el lenguaje de Clarice simula el movimiento y flujo de aquel invertebrado que flota levemente con libertad y gracia, sin distinguirse claramente cuáles son los límites de su cuerpo dentro del agua.
Debido a que su estructura no es lineal ni progresiva, la lectura de Agua viva sugiere un desafío, la inmersión en un discurso fragmentario que rompe también la convención de poseer un argumento central, un tema o un fin utilitario.
“Entro lentamente en la escritura como he entrado en la pintura. Es un mundo enmarañado de lianas, sílabas, madreselvas, colores y palabras, umbral de entrada a la ancestral caverna que es el útero del mundo y del que voy a nacer” (p. 11).
A lo largo del texto, podemos inferir que se trata de un texto narrado en primera persona por una pintora, dirigiéndose a un tú que aparece ausente y que funciona como un pretexto para generar la escritura.
“Cuando llegues a leerme preguntarás por qué no me limito a la pintura y a mis exposiciones, por qué escribo tosco y sin orden. Es que ahora siento la necesidad de palabras y es nuevo para mí lo que escribo porque mi verdadera palabra está hasta ahora intacta” (p. 8).
Al no tener las características formales de la novela tradicional, algunos críticos han sugerido denominarla como una narrativa de “ficción”. Así lo hizo Benedito Nunes, por ejemplo, para quien Agua viva presenta una escritura desgarrada, puesta en conflicto, que alcanza su límite de la palabra partiendo de una necesidad perturbadora, la de transgredir la representación del mundo y el lenguaje, utilizando como medio protector la imaginación y la fantasía.
“Como si arrancase de las profundidades de la tierra las nudosas raíces de un árbol descomunal, así es como te escribo, y esas raíces es como si fuesen poderosos tentáculos, como voluminosos cuerpos desnudos de fuertes mujeres envueltas en serpientes y en carnales deseos de realización, y todo esto es una plegaria de misa negra, y una petición a rastras de amén” (p. 16).
Desde la primera edición de Agua viva, Clarice Lispector recibió demostraciones de admiración por parte de la crítica literaria brasileña, incluso por quienes habían manifestado estar insatisfechos con Un aprendizaje o el libro de los placeres (1969). En su reseña titulada “Autoinspección”, Gilson Ribeiro dice de esta obra que “con esta ficción, Clarice Lispector despierta a la literatura actual de Brasil del letargo depresivo… y la eleva a un nivel de perennidad universal”.
La disposición fragmentada de su estructura, la forma en que la voz narrativa se desplaza y flota entre silencios, desafiando la linealidad de la escritura, hacen que el argumento de Agua viva se muestre ambiguo; por tanto, no hay una certeza con la que podamos decir de qué trata.
“Quien me quiera acompañar que me acompañe, el camino es largo, es doloroso pero es vivido… Me encarno en las frases voluptuosas e ininteligibles que se enmarañan más allá de las palabras. Y su silencio emana sutil del entrechocar de las frases… escribir es la manera de quien usa la palabra como un cebo, la palabra que pesca lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra —la entrelínea— muerde el cebo, algo se ha escrito” (p. 17).
Es entonces que su argumento se convierte en una experiencia de lectura, la revelación de una verdad personal, íntima para los ojos de cada lector. Sin embargo, al tomar la forma de una fuente rebosante de movimiento y vida, se convierte en una totalidad que escapa fácilmente en el tiempo que nos toma seguir la interpretación de la lectura.
Podemos leer Agua viva develando lo que oculta en el instante, del mismo modo que miramos por un instante la esencia de los colores diluidos en una pintura. Y también en imágenes cotidianas, ocupándonos de mirar una rosa dentro de un jarrón estrecho y admirando la inclinación de su corola sobre el tallo; la manera en que se transforma al marchitarse. Para la narradora, esta rosa actúa de manera sugestiva, con libertad de amante, siguiendo el misterio de su expresión. Como los animales, nos dice, y entonces confiesa al lector su necesidad de poner atención constantemente a esas formas de vida, la que descubre en bocas jadeantes, ojos que brillan, batir de alas y vuelos para así poder pintarlos.
Por otro lado, sugiere la posibilidad de abstraer la esencia de lo que permanece vacío, invitándonos a mirar la hacia el fondo de un espejo sin limitar en su superficie al cuerpo que lo ha transgredido, como si permaneciera colgado en una habitación sin objetos que lo atraviesen, porque sólo entonces está vivo:
“una persona muy delicada puede entrar en una habitación vacía donde hay un espejo vacío, y con una tal levedad, con una tal ausencia de sí misma, que la imagen no se marque… habrá penetrado en uno de los secretos inviolables de las cosas, habrá visto el espejo propiamente dicho” (p. 88).
Desde su primera publicación, Agua viva ha sido objeto de análisis por parte de estudiosos y críticos. Algunos han puesto de relieve su estilo experimental, o bien su tono poético. Otros estudios se han ocupado de explorar determinados temas que aparecen en el libro, como la escritura, el lenguaje, la interacción con distintas formas de vida, la relación con el arte y la experiencia femenina. También se han hecho lecturas desde una perspectiva religiosa en relación al Génesis y a la tradición judía; se han identificado determinados simbolismos y alusiones bíblicas, metáforas con el jardín del Edén. Además, confluyen otros símbolos que a su vez entrañan interpretaciones, como el agua, el espejo, el silencio y el instante. De esta manera, quien se acerque a la obra puede hacer su propia reflexión, encontrar qué le dice en particular Agua viva y descubrir distintos significados a partir de su lectura.
“Soy un corazón latiendo en el mundo. Tú que me lees ayúdame a nacer… Lo que te estoy escribiendo no es para leer; es para ser” (p. 31, 33). Así es como el texto nos interpela directamente para ser leído. Por otra parte, siguiendo uno de los planteamientos que hace la propia narradora acerca de mirar hacia el interior de un espejo, considero que el lector puede sumergirse en las imágenes que muestra el libro, “como (en) la bola de cristal de los videntes… que arrastra hacia el vacío… campo de meditación y para mí el campo de silencios y silencios” (p. 69) dando un salto que abarque la incomprensión, entregándose a uno mismo, voluntariamente, en lo profundo de esa enigma.
Agua viva nos apremia, como espectadores, a trascender la traducción de imágenes en palabras, la comprensión de vocablos que por sí mismos den sentido: como la música no se comprende, se escucha, y la pintura posee formas y colores más allá del pensamiento. El instante es su tema central, como en varias ocasiones el texto insiste:
“Esto no es un argumento porque no conozco ningún argumento así; sólo sé ir hablando y haciendo; es la historia de instantes que huyen como los senderos fugitivos que se ven desde la ventana del tren” (p. 66).
En agosto de 2023, al cumplirse cincuenta años desde su primera publicación en Rio, Agua viva continúa siendo fuente de lecturas diversas y cobra fuerza en la relectura. En su prosa, busca la verdad mediante el asombro que le produce la vida: las gotas que rezuman en el interior de una gruta, el dolor de las flores, el andar de una pantera en la oscuridad. Sólo atreviéndonos a experimentar la libertad del abandono frente a palabras que conservan, en secreto, significados al margen, en su entrelínea, es que podremos encontrar las respuestas.
Lispector, Clarice. Agua viva. Madrid. Siruela. 2014
Moser, Benjamin. Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector. Madrid. Siruela. 2017