Memorias de un desmemoriado
Titulo: No hubo barco para mí
Autor: Luis González de Alba
Editorial: Cal y Arena
Lugar y Año: México, 2013
Colección: Ensayo personal
La editorial Cal y Arena ha lanzado una nueva colección llamada “Ensayo personal” que, salvo por la portada, en ninguna otra cosa se diferencia de la colección líder, la antaño fácilmente reconocible por las portadas blancas; tal vez, sólo su colección “Los imprescindibles” tenga su propia imagen. Al parecer, dado el nombre y el primer título, esta nueva colección estará dedicada a libros de memorias. Actualmente, hay un boom de los géneros autobiográficos (las memorias, la biografía, la autobiografía, incluso los diarios), más si estos están entreverados con el ensayo o la narrativa. Muchos escritores los practican con bastante éxito, aunque no es el caso de No hubo barco para mí, de Luis González de Alba (San Luis Potosí, 1944).
Para empezar, en principio no queda claro si es una reunión de artículos con un mismo tema o unas memorias fallidas. Si fueran memorias, le servirían a González de Alba para esclarecer muchos puntos, abundar en ellos, sin embargo, de un plumazo evita las explicaciones, o éstas son poco claras, sobre diversos episodios diciendo “eso ya lo escribí en su momento”, “búsquese en google”, “me han preguntado tanto sobre el tema que ya me choca”, “lo he dicho decenas de veces”, etcétera… No importa cuántas veces se hayan dicho, el punto es que queden en esas páginas totalmente aclaradas. Y una y otra vez un “no entendí y sigo sin entender”.
González de Alba divaga, empieza con una cosa que luego no termina, por ejemplo, al principio cuando trata de recordar una fecha y se va por las ramas para hablar de otros momentos de ese episodio pero la fecha nunca aparece. Y su supuesta salida del clóset, más bien tímida y para unos cuantos entendidos, no es muy clara para un lector cualquiera, en nada se compara con la rotunda e indiscutible de José Joaquín Blanco en su crónica “Ojos que da pánico soñar”, que publicó en 1979 desde las páginas del suplemento Sábado. De allí que el referente para muchos siempre sea esa crónica de Blanco y nadie recuerde o mencione nunca el artículo de González de Alba que él mismo tiene que rescatar. En algunas partes, es insoportablemente cursi, como sucede en sus peores novelas: Agápi mu (Amor mío) (1995), Cielo de invierno (1999) y El sol de la tarde (2009). Su ataque a Carlos Monsiváis también es insustancial, nada comparable, otra vez, con el que hace Blanco en sus Postales trucadas (Cal y Arena, 2007), que bien podría reeditarse ahora en la colección “Ensayo personal”.
De esa manera, resulta anticlimático el final de su participación en la creación de la Fundación para la Lucha contra el Sida. Así, a vuela pluma, muchos recuerdos quedan en simples viñetas. En No hubo barco para mí la mayoría queda ridiculizada menos él, él es el gay varonil que hacía gimnasio y al que todos se quieren tirar, que se madrea a la menor provocación, él es el único que no tergiversa, el único que abre comillas en sus diálogos y se olvida de ponerles a los de los demás… Cómo hacer para que el “yo” no sea odioso, se preguntó acertadamente Montaigne, y más cuando se trata del género autobiográfico, donde la delgada línea del ego se puede traspasar sin darse cuenta. Todo lo anterior con sus abundantes erratas (comas mal puestas, acentos que sobran, comillas que no se cierran o que no se abren), como si el libro no hubiera pasado por las manos de un editor y un corrector.
Ojalá que esta nueva colección de Cal y Arena mejore con futuros títulos pues el primero, por decir lo menos, ha sido decepcionante.