Tierra Adentro
Diana Martín. “Salida del mundo subterráneo” Acuarela y grafito/Papel

Este fascinante reporte es un testimonio de la recepción de un libro para niños un tanto polémico. ¿Cómo interpretaron los adultos la publicación de un libro que aborda los estereotipos sexuales? ¿Qué pensaron sus lectores? Laura Lecuona, una de las editoras de libros para niños y jóvenes más valientes y dedicadas que ha tenido nuestro país, nos permite espiar las interesantes reacciones, a veces más lúcidas y siempre más divertidas que las de los prejuiciosos adultos, de un grupo de niños.

Este es el resumen de una investigación sobre la  respuesta lectora aplicada a niños de entre cinco y nueve años con los que leí, uno por uno y en grupo, un libro ilustrado sobre estereotipos sexuales. Mi propósito era descubrir qué les comunicaba el álbum a estos lectores y cuál era su postura frente a las situaciones y personajes ahí descritos. Quedó claro que, salvo excepciones, los niños no tuvieron dificultad en comprender el libro a fondo. La mayoría de los entrevistados mostraron inclinaciones favorables a los personajes y algunos se identificaron con más de un rasgo de ellos. Aunque no se trató de una población representativa ni se pueden extraer conclusiones estadísticas a partir de esta investigación, fueron notorios algunos contrastes entre niños y niñas, tanto en su posición frente a los estereotipos como en su actitud hacia los personajes, como se verá a continuación.

1. El álbum estudiado

Como responsable del departamento de Literatura Infantil y Juvenil de Ediciones SM en México, en 2010 publiqué la traducción del libro álbum francés Marre du rose (Harta del rosa) de Nathalie Hense e Ilya Green. Me había interesado por sus ilustraciones, expresivas y sugerentes, pero también porque, como a la protagonista, de niña nunca me interesaron las Barbies ni las princesas. Pero más allá de la identificación retrospectiva, me parecía importante ofrecer a los niños libros inteligentes que pusieran en tela de juicio los estereotipos sexuales.

El cuento es la narración en primera persona de una niña como de siete años a la que le gustan el color negro, los insectos, los dinosaurios, las grúas… Le aburren el rosa y las princesas. Juega más con niños que con niñas. Trepa a los árboles, juega a los bandidos y a los piratas, lee libros sobre escarabajos. Sus padres le dicen que es “un niño frustrado”, pues según ellos sus intereses no son propios de niñas sino de niños. Inquieta por la desagradable acusación, y como buena científica en potencia, se pone a observar el mundo a su alrededor, empezando por ella misma. Tiene un cuerpo de niña, sí: “hay cosas que no engañan”.

Su amigo Augusto tiene muñecos “de niño”, pero les cose ropa, que es actividad de niñas en la cosmovisión de sus progenitores, sólo que ella no ve a Augusto como una niña frustrada. También está Carlos, que dibuja catarinas y de quien todo mundo dice que es “muy sensible”; cuando le regalan cochecitos, les pinta flores. En lugar de coches, él habría preferido que le regalaran unas perlas o un bastón de porrista, “pero todo el mundo dice que son cosas de niñas”. Con todo, “se nota claramente que es un niño”.

Entonces la protagonista pregunta en su casa “por qué a las niñas no les pueden gustar las cosas de niños, y a los niños las cosas de niñas”. La respuesta de los padres (“Porque sí”) no le satisface. Ya no quiere que le digan que es un niño frustrado: “porque pienso que soy una niña hecha y derecha, aunque no me guste el rosa. No me importa… ¡No es obligatorio!”, concluye.

2. Primeras reacciones (de adultos) y su trasfondo

Tras la publicación de este libro en México hubo algunas opiniones negativas, no en la prensa ni en la crítica sino en una parte del circuito comercial. Entre los comentarios que llegaron a mis oídos destaca el de que “el público no está preparado para esos temas tan fuertes”.

Como ejemplo de “tema fuerte”, a más de un adulto le escandalizó el hecho de que la niña conociera el nombre de las partes de su cuerpo (en su inventario de pruebas a favor de que es una niña, ella observa: “Tengo una vulva”). Pero pronto salió a la luz que el meollo del asunto, y lo verdaderamente “fuerte”, no estaba ahí, sino en ciertas interpretaciones particulares de las que el libro estaba siendo objeto. Concretamente, se lo estaba acusando de “fomentar la homosexualidad”.

Es muy saludable que se publiquen libros para niños y adolescentes que aborden la homosexualidad sin prejuicios. Sin embargo, para bien o para mal, Harta del rosa no es uno de ellos. Habla, sí, de los estereotipos sexuales, como la creencia de que las princesas y las flores son cosas exclusivamente de niñas y los dinosaurios y los piratas son cosas exclusivamente de niños. Y es probable que muchos lectores alberguen la errónea suposición de que un niño delicado o sensible o una niña activa e indiferente a las muñecas son o serán, necesariamente, homosexuales. Esto explica la interpretación que sufrió este libro por parte de algunos lectores poco informados.

Queda fuera de los alcances de este artículo repasar los estudios que demuestran que ser “afeminado” un niño u “hombruna” una niña no son indicadores de su (futura) orientación sexual. Remito al lector a las obras que mejor han resumido para el público de habla hispana el “estado de la cuestión” de dichas investigaciones, ambas de Marina Castañeda: La experiencia homosexual y La nueva homosexualidad (donde, a propósito, también se explica cómo la homosexualidad no es algo que pueda “fomentarse”). Sólo permítaseme mencionar un caso narrado por ella que influyó en el ánimo de esta editora mientras Harta del rosa estuvo sobre su escritorio en espera de una decisión.

Recuerda Castañeda la historia de Juan Pablo, un joven violinista, sensible como Carlos el del cuento, que desde la primaria hasta la preparatoria sufrió acoso, insultos y burlas por ser “afeminado” y no participar en juegos rudos. “Padeció una persecución homofóbica sin cuartel durante toda su infancia y adolescencia”. Por cierto que Juan Pablo, en contra de lo que creían los compañeros que lo insultaban y golpeaban acusándolo de “maricón”, “joto” y “pinche puto”, no es homosexual.

Bastó con que fuera diferente y que rechazara desde un principio las reglas del juego del machismo, según las cuales los niños deben ser rudos y duros; según las cuales la actividad artística es cosa de niñas; según las cuales un niño sensible y reservado es afeminado y, por tanto, lógicamente, homosexual (La nueva homosexualidad, p. 114).

Ya se ve que las mismísimas críticas y tergiversaciones que sufrió Harta del rosa, recién publicado, demuestran cuánta falta hacen para la sociedad mexicana libros justamente como ése; de cuán necesario sigue siendo, a estas alturas del siglo XXI, explicarle a la gente, de preferencia desde temprana edad, eso que Josep-Vicent Marqués expresó inmejorablemente y con palabras llanas en su clásico ensayo No es natural:

Los hombres y las mujeres, los niños y las niñas, se fabrican. Todo un poderosísimo conjunto de acciones y omisiones, de consignas y de órdenes, de refuerzos y disuasiones […] harán de esa criatura un niño o una niña, y después un hombre o una mujer […] En realidad, si las diferencias entre el hombre y la mujer que la sociedad pide y acepta fueran naturales […] la sociedad no se esforzaría tanto en que cada uno aprendiera el papel social que se le adjudica según los genitales que le observa al nacer. Si quedarse en casa, interesarse predominantemente por la crianza de los niños, llorar o no decir palabrotas fueran características biológicas de las hembras, y los varones tuviesen las contrarias, los adultos no se pasarían la vida corrigiendo en las criaturas lo que no va en esa dirección y reforzando lo que encaja en ella (pp. 55-56).

Ejemplo de estos refuerzos sociales son las críticas que recibe la niña de nuestro cuento, hasta que por sí sola llega a la conclusión de que “no es obligatorio” comportarse como los adultos a su alrededor quieren que lo haga.

3. Investigación sobre las respuestas lectoras de los niños

La respuesta lectora de los adultos a mi alrededor estaba clara. Se dividían nítidamente entre los que condenaban el libro (ya fuera por no haberlo entendido o justamente por haberlo entendido) y los que lo celebraban (éstos invariablemente lo habían entendido sin ninguna dificultad). Ahora faltaba ver cómo lo interpretaban y cómo respondían a él sus principales destinatarios, niños de entre cinco y nueve años.

Conocía yo de primera mano algunas reacciones de chiquitos cercanos, y todos ellos habían captado desde un principio el lúcido razonamiento de la niña aficionada a los escarabajos, pero decidí ampliar mínimamente la muestra y poner a prueba mi sospecha de que no pocos niños tienen competencias lectoras muy superiores a las de algunos adultos que han ido a la universidad. Esto permitiría, de paso, sondear qué tan educadas en la libertad, contra el acoso y a favor del respeto al prójimo están las nuevas generaciones.

Así, pues, realicé una pequeña investigación de tipo exploratorio sobre la recepción lectora entre distintos grupos de niños de esas edades con el método que se describe a continuación.

3.1 Método

Las preguntas generales que quise explorar fueron:

  • ¿En qué medida comprenden los niños la crítica de Harta del rosa a los estereotipos sexuales?
  • ¿Coinciden los niños con la postura del libro? ¿La rechazan? ¿Reflexionan sobre los prejuicios sexistas?
  • ¿Reconocen situaciones planteadas en el libro o conocen a niños como los ahí retratados?
  • ¿Cómo reaccionan frente a Augusto, Carlos y la narradora?
  • ¿Tienden más al rechazo o a la simpatía e incluso identificación con los personajes?
  • ¿Asocian los niños lectores los temas del libro con la homosexualidad, tal como algunos adultos?
  • ¿Qué tan distinta será la respuesta entre niños y niñas?

Me propuse que en estas sesiones predominaran el diálogo y la libre expresión de los pensamientos. A todos se les aseguró que no se trataba de un examen, sino simplemente de conocer su opinión e impresiones. Aunque varias preguntas se fueron improvisando al calor de la plática, la lista preparada para obtener la información que me interesaba incluía éstas:

  • ¿De qué se trata?
  • Cuéntame qué te gustó o qué no te gustó.
  • ¿Crees que el libro tiene algún mensaje?
  • ¿Conoces a alguien como la niña del cuento o como Carlos?
  • ¿A quién le regalarías este libro?

Conduje siete sesiones de lectura del libro seguidas de entrevistas (algunas grupales y otras individuales), de entre 45 minutos y una hora cada una, distribuidas así:

a)     Grupo de tres niñas y tres niños de siete y ocho años que cursan segundo de primaria.

b)    Grupo de seis niñas de siete y ocho años que cursan segundo de primaria.

c)     Grupo de seis niños de siete y ocho años que cursan segundo de primaria.

d)    Grupo de cuatro niñas y cuatro niños de cinco a siete años que cursan preprimaria.

e)     Niña de seis años que ya conocía el libro.

f)     Niño de siete años que ya conocía el libro.

g)     Niña de nueve años que no conocía el libro.

3.2 Los entrevistados

Los entrevistados a, b y c son compañeros de grupo en una escuela particular de la Ciudad de México. Las entrevistas se realizaron en la biblioteca. Los tres grupos se mostraron observadores, interesados, participativos y, por la emoción de estar perdiendo tiempo de clases, también un poco relajientos y juguetones. La actividad se salía de su rutina. De modo que mientras los grupos a (mixto) y b (puras niñas) jugaban y se reían entre ellos manifestando contento, el grupo c (puros niños) dedicó buena parte de la sesión a mofarse de Carlos y Augusto.

Los niños del grupo d, el de preprimaria, estuvieron muy atentos y se engancharon con el libro. En un repaso de las ilustraciones, en el que ellos decían con sus palabras lo que pasaba en cada una, sorprendió la fidelidad con que habían memorizado el parlamento de la niña. La sesión fue buena a pesar de que durante la lectura y la entrevista grupal un niño mal portado, que ya conocía el libro, condicionó con su punto de vista las respuestas de sus compañeros. Pero al final cada quien hizo un dibujo a propósito del cuento y aproveché el momento en que me lo entregaban para volver a plantear algunas preguntas, ahora sin público, lo que propició respuestas más libres.

Los niños e, f y g, Ariadna, Mario y Julia, son conocidos míos, aunque no demasiado cercanos. Ariadna es una chiquita muy aficionada a la lectura. Mario es hijo de una amiga. Julia, niña muy estudiosa y lectora, es nieta de mi trabajadora doméstica. Las entrevistas con Ariadna y Julia tuvieron lugar en una biblioteca, y la entrevista con Mario, en su recámara. Los tres se tomaron muy en serio la actividad y la disfrutaron.

3.3. Las respuestas de los niños

Los entrevistados fueron tan elocuentes y listos, y tan reveladoras sus respuestas, que es triste tener que dejar fuera la mayoría de ellas. Reproduzco aquí una mínima parte de las  respuestas más significativas para los presentes efectos, y las organizo temáticamente para contrastar unas con otras: en cursivas coloco mis preguntas o comentarios a los niños y entre paréntesis algunas acotaciones.

3.3.1. ¿De qué se trata el libro?

Grupo a

Nadia: De una niña que parece hombre pero es niña…

Gerardo: Y está harta del rosa, eso es obvio.

Dana: Y el rosa se le sale por los ojos y por los hoyos de la nariz.

Sofía: Y le gusta el negro.

Grupo d

En cuanto vio el libro, el niño más grande de este grupo gritó espontáneamente:

Alfredo: ¡Ese libro yo ya lo conozco! Es sobre una niña mala que sólo se junta con niños y hace cosas de niños y al final se vuelve normal y se disfraza de bruja, como niña.

Niña e

Ariadna: De una niña que le gustaba el color negro y no le gusta el color rosa.

¿Y de qué más?

Ariadna: Que la niña aprendió que hay otras personas que les gustan cosas diferentes…

Niño f

Mario: Yo diría de que una niña no le gusta el rosa, pero se pregunta por qué a las niñas no les pueden gustar las cosas de niños y a los niños no les pueden gustar las cosas de niñas. ¡A mí me gustan los ponis! O los unicornios o los pegasos.

Niña g

Julia: De una niña que parece más niño que niña porque no le gusta el color rosa, no le gustan los broches, le gusta más el color negro y su amigo sólo pinta flores, muñequitas en su tiempo libre.

Algunos entrevistados, incluso si no conocían el libro con anterioridad, muestran en su respuesta una memorización fiel del texto, como Dana. Varios hacen eco de la opinión de los padres de la niña del cuento: “es como hombre”, “se comporta como niño”, lo que le gusta “son cosas de niño”. Uno de ellos, Alfredo, incluso extrae la conclusión de que, dadas sus conductas, la niña es mala, aunque al final se vuelva normal (cuando se disfraza de bruja, lo que en su interpretación significa que ahora sí le gustan las cosas de niña).

Casi todos mencionan de un modo u otro los gustos y los comportamientos de la niña y de Carlos. Sólo dos, que conocían el libro desde antes, aluden a los sentimientos de la protagonista, a las reflexiones que el libro expone o al aprendizaje que la niña obtiene (si bien más avanzada la conversación otros niños también mencionan estos aspectos). Mario llega más allá: expresamente se apropia del razonamiento de la niña y se pone a sí mismo como ejemplo de que ella tiene la razón.

3.3.2 ¿Qué te gustó o qué no te gustó del libro?

Esta pregunta ayuda a ver cuán profundamente comprendieron el libro y a evaluar en qué bando se coloca cada quien: si a favor o en contra de los estereotipos sexuales. Contrastemos a los tres grupos de segundo de primaria.

Grupo a

Gerardo: De que la niña era como hombre, bueno, jugaba con cosas de hombres, y el niño jugaba con cosas de mujeres. Y… nada más.

¿Y eso te gustó?

Gerardo: Sí.

Dana: Pues a mí me gustó… A mí una cosa no me gustó: que se burlaran del niño que le gustaban las cosas de niñas.

¿Y hay algo que sí te haya gustado?

Dana: Me gustaron que a las niñas sí les pueden gustar cosas de niños y a los niños cosas de niñas; que no nomás hay juguetes para niñas y juguetes para niños, que no se puedan dividir: que todos los juguetes pueden ser para todos.

Sofía: A mí me gustó en el libro de que ahí te enseñan de que no debes burlarte… y aunque a un niño le gusten cosas de niñas y a una niña cosas de niños. Es lo que me gustó del libro.

Nadia: A mí me gustó por ejemplo cuando este… ¿cómo se llamaba el niño que pintaba flores en los cochecitos?

Emiliano: Carlos.

Nadia: Carlos cuando pintaba flores y eso, pero no deja de ser niño. Bueno, parece niña, pero es niño, y no lo cambia por nadie.

Emiliano: Lo que a mí no me gustó es que insultan a los niños, y los tienen que tratar bien.

Grupo b

Constanza (bromista): Para mí se me hizo hermoso, hermoso, hermoso, el cuento.

Dinos por qué.

Constanza: Porque la mamá no tenía razón porque por decir, por ejemplo, si a la niña le gustan los piratas y los coches, ¡pues qué bien!, así es su gusto, y a los niños si les gustan los bebés y el plato rosa, pues qué bien, pues así es la vida.

Grupo c

Gael: A mí sí me gustó el libro.

Domingo: Bueno, es bueno, pero como que te enseña a que las niñas les gusten las cosas de niños y a los niños las cosas de las niñas.

Gael: A mí se me hace como un poco bien y un poco mal porque…

Domingo: Más o menos te gustó.

¿Por qué?

Gael: Mmmmh, porque es un poco malo lo que dicen del niño y eso, como que no me gustó mucho, pero es divertido, por eso es que no me gustó, porque es como extraño, pero lo demás sí me gustó, excepto lo del niño Carlos.

Jorge: A nosotros no nos gustó las partes del niño Carlos porque se disfraza de catarina…

Domingo: Si a una niña le gustara lo de niño yo le diría: “Bueno, que te gusten las cosas de niños, pero puede que te digan masculino (‘hola, hombre’; ‘hola, niño’), pero no es mi culpa porque te guste eso”.

Domingo: O te molesten.

Víctor: O que te digan un nombre con o en vez de la a.

Bruno: A veces los niños cuando les gusta una cosa de niña les dicen gays, ¿sí o no?

Domingo: Ah, algo así.

Jorge: O lesbianas.

Con cuánta claridad se van definiendo los equipos. El grupo mixto y el de niñas no ven con malos ojos que un niño juegue con Barbies y una niña con dinosaurios. Dana hace una inferencia, válida y afortunada, de algo no explícito en el libro: todos los juguetes pueden ser para todos. En el grupo mixto parece incluso haber unanimidad en la condena a las burlas, y en el grupo de niñas queda claro que la mamá no tenía razón. En contraste, al grupo de puros niños le resulta desagradable, ridículo y digno de burla que Carlos pinte flores en sus cochecitos o Augusto cosa ropa para sus hombres de acción. A la niña sí están dispuestos a tolerarla, en el estricto sentido de “permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente” (pero que luego, si otros la molestan, no se queje). Y han llegado a la conclusión de que Harta del rosa “te enseña a que las niñas les gusten las cosas de niños y a los niños las cosas de las niñas”, como algún adulto temeroso de que fomente la homosexualidad.

Porque el lector habrá observado también que fue el grupo de puros niños el único que hizo el salto mortal de gustos en juegos a orientación sexual. Lástima que no quepa aquí su definición de gay y lesbiana, pero no me resisto a reproducir su teoría de la transmigración de las almas, que es además una muestra preciosa de construcción colectiva de significado:

Jorge: No me gustaría que, haz de cuenta, un amigo mío sea como niña.

Domingo: Ah, tampoco como que un niño fuera niña y una niña fuera niño. Pero imagínate, ellos dos son como hermanos, pero se voltean, haz de cuenta, su cuerpo cambia pero…

Bruno: ¡Su alma, su alma!

Domingo: …su alma cambia.

Jorge: …o sea que el niño tiene vagina y…

Bruno: (Interrumpe con carcajadas.)

Domingo: Guácala.

Jorge: ¡Pues tú dijiste que cambiara de cuerpo!

Domingo: Pero cuerpo, pero no, yo dije como de espíritu, ¡espíritu!, ¿no? El espíritu de la niña se va al niño y el espíritu del niño se va a la niña, ¿no?, y así ya como que primero se desmayan y después vuelven y ya…

(Este último parlamento en medio de carcajadas de Bruno y Gael por haber oído la palabra vagina.)

3.3.3.  ¿Tiene el libro algún mensaje?

También esta pregunta permite apreciar posturas contrastantes entre el grupo masculino, por un lado, y el mixto y el femenino, por otro.

Grupo a

Dana: No burlarse de los demás aunque le gusten cosas que no sean de él.

Gerardo: Que no hay que criticar a los demás por su forma de ser y no es malo ser como niña o como niño, más bien por tu forma como quieres ser.

Emiliano: ¿Que no hay que criticar a las personas porque eso es malo…?

Diego: Tratar a todas las personas por igual.

Nadia: Si criticamos a alguien es como si pegarles a alguien, les afecta porque a ellos así les gusta ser y no tiene nada de malo porque no cambia si es niña o niño, cómo es, si tiene una enfermedad, o es gordito, o no ve o no escucha o es mudo.

Dana: No importa que te guste el rosa aunque seas niño o que te guste el negro aunque seas niña porque siempre vas a ser niña o niño. Si eres niña vas a ser niña aunque te gusten las cosas de niños.

Grupo b

Tamara: El mensaje que yo pienso que tiene el libro de Harta del rosa es que pues no a todas las niñas les gusta el rosa, el morado, diferentes colores, pero el mensaje fue que esa niña, yo pienso que se siente mal porque su mamá la critica, le dice que eso es cosa de niños y yo creo que la niña se siente mal porque dice: “A mí me gusta esto, a mí me encanta el negro, y yo no veo nada de malo que a mí me guste el negro ni que mi mamá me critique”.

Mónica: Yo lo que entendí que no importa si nos gusta el verde, el azul, el morado, el negro, el lila, el que sea. No importa porque nosotros somos nosotros, no somos otra persona, ¡no porque a mi hermana le guste el rosa a mí también me va a gustar! Si a mí me gusta el negro y a ella no, pues no importa, porque nosotros tenemos ese gusto y aunque nos guste otro color y seamos diferente a otro, pues no importa, ¡no se acaba el mundo ni nada!

Diana: El mensaje es que para que entiendan las mamás que a sus hijos pues que les gusta ese color y no le tienen que criticar o algo.

Ivanna: A mí me gusta el color morado y yo no escucho que mi mamá me critique o que mis primos me critiquen ni Carlos porque a todos les gusta el color que quieran.

¿Y cuál crees que sea el mensaje de este libro?

Ivanna: Que no nos pueden obligar qué color queramos, mi favorito, el favorito de las personas. Por ejemplo, si a Constanza le gusta el rosa y a Andrea le gusta el morado, ni modo que Andrea le diga “Ay, te debe que gustar el morado”, y que Constanza le diga “Ay, te debe que gustar el rosa”. No es obligatorio.

Grupo c

¿Creen que este libro tenga un mensaje?

Diego: Eh… de que…

Alguien: No.

Bruno: Sí.

Alguien: Sí, ¿no?

Bruno: Sí.

Diego: Yo creo que sí.

Alguien: Yo creo que no.

Jorge: No creo que te enseñe algo, ¿o sí?

Gael: ¿A menos que te enseñe de las culturas?

¿Qué de las culturas?

Bruno: A menos de que una mitad niño y una mitad mujer.

No entiendo; ¿qué es eso?

Diego: Haz de cuenta, como los dioses.

Bruno: Como que un niño que está diciendo y entonces que está disfrazado de Stephanie así, con el cabello rosa.

Gael: De los géneros.

¿Qué de los géneros?

Jorge: De los géneros femenino y masculino.

¿Qué sabes de los géneros femenino y masculino?

Jorge: Yo no sé nada.

Diego: O sea, este Gael sí sabe.

Bruno: Sí sabe, sí sabe.

Gael: Pues es muy fácil.

Diego: Como que uno juega con muñecas y el otro no, y…

Gael: Sí, sus gustos son diferentes.

Jorge: Que una es mujer y que otro es hombre.

Alguien: Pero esta niña…

Alguien: …parece hombre.

Diego: Parece hombre, y el niño parece mujer.

Bruno: Y ajá, parece de esos hombres que tienen el cabello hasta acá.

Víctor: El niño se debería disfrazar de indio, no de catarina con una flor.

Jorge: ¡Ay, sí, miss!

Diego: Y la niña como lo que se vistió el niño.

Gael: Al revés, es como el mundo al revés.

Diego: Es como el al revés, por ejemplo, nosotros nos vestimos como niña… ¡¡¡¡¡ejemplo, ejemplo!!!!

Jorge: Miss, sí, es como si en ese libro fuera el mundo al revés.

Diego: Como si las niñas se vistieran de negro como niños y los niños no podrían hacer eso…

Bruno: De rosa.

Diego: De rosa y de todo.

Para el grupo mixto y el grupo femenino no hay duda: el libro tiene no uno, sino varios mensajes, y los saben expresar con suficiente claridad. En contraste, el grupo masculino no tiene la certeza de que el libro conlleve algún mensaje, y su intento de formular uno posible es, como habrá notado el lector, un poco enredado.

También los niños entrevistados individualmente detectaron mensajes:

Niña e

Ariadna: Que no se debe molestar a los demás.

Niño f

Mario: El mensaje es: a los niños no sólo les pueden gustar las cosas como Max Steels, Avengers, dinosaurios, fósiles, escarabajos, matar: también les pueden gustar los ponis, los arco iris, y a las niñas no sólo les puede gustar las princesas, rosa, les puede gustar jugar a que matan o, ¿qué más?, o los monstruos. Ese es el mensaje.

Niña g

Julia: Que las niñas que parecen rudas, atléticas y les gustan más las cosas de niños fueran diferentes, cambiaran a ser niñas normales, que no sólo las cosas de niños son divertidas.

Tanto Mario como Ariadna extrajeron el mensaje que el cuento busca transmitir. Sólo Julia se quedó con la impresión opuesta (no fue la única respuesta suya que dejó ver que simpatiza más con los padres que con la niña).

3.3.4. Identificación y simpatía con los personajes

A estas alturas, a ningún lector le sorprenderá que fueron a, b, e y f los que mejores inclinaciones mostraron hacia los protagonistas. Quienes mejor entendieron lo que el libro busca comunicar fueron también quienes mostraron mayor compasión por Carlos cuando lo molestan. Cabe señalar que a los hombres del grupo c al principio les cayó bien una niña que se trepa a los árboles, si bien esta simpatía pronto fue opacada por la antipatía que Carlos y Augusto les provocaron.

También quería averiguar cuántos conocían a niños interesados en juegos asociados con el otro sexo. Resultó que en todos los grupos hubo alguien que conoce al menos a uno así. Algunos entrevistados incluso se identificaron con los personajes. Una brevísima muestra:

Grupo a

Dana: Yo conozco a un niño como el del cuento, y es mi amigo, e igual le gusta el rosa. Igual hasta le gustan las Barbies.

Nadia: Yo conozco a una niña que parece niño. Y se llama Ixchel.

Gerardo: Le encanta el futbol. Ixchel dice “Hay que jugar mucho bol”.

Dana: A mi primo le gustan los juguetes de niña y de niño.

Grupo b

Tamara: A mí cuando yo era chiquita y mi hermanita que ahorita es chiquita, a las dos nos gustan los carros. A mi primo Henrik también le gustan a veces las cosas de niñas, como las muñecas o mis bebés. Y no es nada malo.

Ivanna: Yo un día conocí un niño, que vino a mi cuarto y dijo: “Hay que jugar con las Barbies, con las Pollypockets”, porque a él le gustan muchas cosas de niñas, y dijo: “Hay que jugar con las Barbies, con las bebés”, y yo le dije: “Bueno”, pero su mamá le dijo: “¿Por qué a ti te gustan las cosas de niñas? Eso son para niñas, a ti te deberían gustar los carros y los dinosaurios”.

¿Y qué contestó él?

Ivanna: Él dijo: “No, mamá, yo soy así, a mí me gustan las cosas de niñas y yo quiero jugar a esto”.

Niña e

¿Alguna vez te han dicho que lo que te gusta no es “cosa de niñas”?

Ariadna: Sí.

¿Quiénes?

Ariadna: Muchos niños, porque casi diario llevo la lonchera de los Transformers y me molestan.

¿Cómo te molestan?

Ariadna: Dicen que por qué uso loncheras de niño.

¿Y tú qué les contestas?

Ariadna: Que son cosas de los dos.

Niña g

¿Conoces a algún niño como Carlos?

Julia: Sí.

¿Quién?

Julia: Un compañero mío que se llama Iván. O sea, él es igual que el niño porque le gusta pintar, y pinta más como niña que como niño.

¿Qué significa pintar como niña?

Julia: Que sólo pinta dibujos de niñas: flores, mariposas, en vez de dinosaurios, así.

Y tú que eres una niña, ¿sólo pintas flores y mariposas, o también pintas otras cosas?

Julia: Pinto otras cosas también. 

¿Por qué dices que las flores y catarinas son cosas de niñas? ¿Quién te lo ha dicho?

Julia: Pues más bien dicho le empiezan a decir “Ay, Iván, pareces una niña”. Ya le pusieron el apodo Ivana.

Niño f

¿Conoces a alguna niña como la del cuento?

Mario: (Niega.)

¿A todas tus amigas les gustan las princesas?

Mario: ¡Sí!

¿Y conoces a algún niño como Carlos o como Augusto?

Mario: Bueno, yo. Yo soy como ella, y como Carlos.

¿Qué ves aquí? (Ilustración donde Carlos ve a unas niñas jugando.)

Mario: Que a Carlos le gustaría tener un bastón de porrista o unas perlas. A mí también me gustaría tener un bastón de porrista.

4. Conclusiones

El público definitivamente “está preparado” para los temas de Harta del rosa (para repetir esa expresión paternalista con la que muchas se veces quiere disimular la propia intolerancia o la propia falta de “preparación”). Con una lectura acompañada, incluso niños como los de nuestro grupo c, en los que con tanta eficiencia ha funcionado la maquinaria para fabricar hombrecitos y mujercitas descrita por Josep-Vicent Marqués, podrían llegar a cuestionar los prejuicios aprendidos.

Algunos niños entrevistados intuyen claramente que la lectura de un libro como éste puede tener importantes consecuencias. La pregunta “¿A quién le regalarías este libro?” es acaso la más iluminadora de todas:

Nadia: A Ixchel, para que vea que parece niño pero es niña.

Gerardo: Yo a mi primo, que hace mucho como guerra y eso, para que ya no sea tan masculino, que sea también un poquito femenino.

Dana: Yo a mi primo, para que sepa que no importa que le gusten las cosas de niñas, que de todos modos va a seguir siendo niño.

Sofía: Yo a mi hermana, para que deje de burlarse, porque ella se burla de los niños a los que les gusta el color rosa y de las niñas a las que les gusta el negro.

Ariadna: A los niños que me molestan.

¿Y qué les dirías al dárselo?

Ariadna: No sé.

Les podrías decir algo como: “Mira, yo creo que en este libro vas a aprender…”

Ariadna: …que no se molesta a los demás. Que cada quien tiene sus gustos.

Mario: No me gustaría regalarlo, me gusta mucho este libro.

Pero no el tuyo: otro ejemplar.

Mario: Sí.

¿A quién?

Mario: A una niña que se llama Sher, porque ella sólo dice que a los niños no les pueden gustar los ponis, y ella es muy creída, se cree mucho.

Después de escuchar a mis entrevistados estoy más convencida que nunca de que libros como Harta del rosa pueden contribuir a una sociedad más igualitaria y justa. Éste en particular es un aliado en el combate a los estereotipos, claro, y a la homofobia, que no sólo daña a los homosexuales sino que estigmatiza a todos los que no siguen al pie de la letra los roles sexuales. En efecto, la homofobia es mucho más que un simple rechazo a la homosexualidad: oculta una serie de creencias implícitas sobre los hombres y las mujeres, sobre la relación que debe privar entre ellos y sobre la conducción de la sociedad (Castañeda, La nueva homosexualidad pp. 114-115).

Sí. Hay que regalarles muchos libros como éste a los Ivanes, Ariadnas, Ixcheles y Marios del mundo. Y, por supuesto, a los niños que los molestan.

 

Referencias bibliográficas

 

Castañeda, Marina, La experiencia homosexual, México, Paidós, 1999.

Castañeda, Marina, La nueva homosexualidad, México, Paidós, 2006.

Hense, Nathalie, e Ilya Green, Harta del rosa, México, SM, 2010.

Marqués, Josep-Vicent, No es natural. Para una sociología de la vida cotidiana, Barcelona, Anagrama, 1980.

 

 

 

 

 

 


Autores
Estudió filosofía en la UNAM y un máster en Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha dedicado toda su vida profesional al mundo de la edición. Después de casi veinte años de trabajar dentro de editoriales, ahora es colaboradora independiente de distintas empresas e instituciones. Eso le deja más tiempo para sus aficiones, entre ellas el canto y la fotografía.
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