Tierra Adentro

Dicen que la calle pertenece al espacio público, espacio común que compartimos con extraños y donde tenemos los mismos derechos. El problema es que en realidad, eso no sucede. En la calle se hacen evidentes las formas en que nos censuramos unos a otros, las diferencias que insistimos remarcar. Me gusta pensar que el lenguaje es también un territorio, espacio multiforme que debemos descolonizar, descubrir y reapropiar (en algunos casos incluso expropiar) de la confusión que impera sobre los cuerpos. Dicen también que desde siempre hemos sentido la necesidad de colocar nuestras propias marcas sobre muros ajenos: nombres, dibujos, números, señales que quizás no indiquen nada pero que en todo caso son recordatorios de alguna presencia sutil y de la vida misma: paso del viento sobre minerales.

A mi padre le molestan los grafitis, dice que no embellecen las calles sino que destruyen su aspecto en ocasiones antiquísimo. Le molesta su ilegalidad, su intención territorial. Le parecen necesarias ciertas reglas que nos permitan vivir en paz. Sin embargo, tampoco es del todo cierto. En Oaxaca las continuas marchas han generado hartazgo entre quienes no se manifiestan, ni política ni individualmente, de esa manera. En últimas fechas, los manifestantes suelen bloquear todas las vías de entrada y salida de la ciudad y entonces uno queda paralizado como en un cuento de Cortázar. Ambas posturas me parecen válidas.

¿Qué sucede cuando las palabras invaden el espacio y ponen en duda su carácter público? Las brechas generacionales ofrecen aspectos interesantes para observar y contrastar versiones distintas de la realidad. Para César Mojarro, conocido en el ambiente del grafiti como Unkle Evolve, lo importante de esta práctica es precisamente su carácter ilegal, contestatario pero sin caer en lugares comunes en torno a lo social. En su más reciente exhibición, Letra de calle, los asistentes podían dejar marcas con spray en una pared de la Galería Gorila. Las palabras invadieron el espacio de diferentes formas: letreros sarcásticos o mal escritos, albures y refranes sin aparente sentido. A Unkle le interesan las posibilidades del lenguaje como objeto estético, el juego de significados realizables.

Unkle vino de Guadalajara hace poco más de un año y se quedó a vivir en esta ciudad. Como sucede con otros artistas, empezó a pintar en las calles desde adolescente, con el tiempo se unió a Eyos, una importante crew de Guadalajara, y después formó parte de proyecto Macuilxóchitl, donde junto a los artistas plásticos Cawamo y Sanez indagaba en las relaciones de sentido inscritas en nuevas posibilidades estéticas para crear otras simbologías. Letra de calle es una exploración del humor a partir del juego de imágenes y palabras. Unkle desarrolló estas expresiones al percibir la enorme cantidad de rótulos y mensajes de todo tipo presentes en las calles de Oaxaca, su interés por la plasticidad de las palabras viene del grafiti, donde el lenguaje implica territorio, apropiación.

La rae sugiere el uso de la palabra ‘grafito’ para referirse a esta práctica cuyo nombre viene del italiano graffiti, pero como sucede con otras áreas de la experiencia humana, el lenguaje que se desarrolla bajo sus propias normas, la lengua de calle, del día a día que todos invariablemente usamos y transformamos con ese mismo uso, suele llamarse de distintas maneras. Según he leído, existen al menos dos vertientes de este arte sobre los muros, una donde sólo se pintan palabras, ya sea el nombre del writer o el de la crew donde pertenece, en espacios sumamente visibles como anuncios publicitarios, y otra más reciente donde además se realizan dibujos, se narran historias como si se pintase sobre papel.

En la calle, Unkle sólo dibuja palabras. Es muy claro respecto a su elección pues pertenece a una escuela de grafiti a la que es leal. La fascinación por las palabras y su plasticidad lo ha llevado a crear caligrafías impresionantes, a jugar con la textura del lenguaje y sus niveles de representación. Como sucede en poesía, en sus piezas importa el significado pero también la forma en que se aglutinan las palabras, la comunicación pero también su ambigüedad, en vez del sonido está la visibilidad del lenguaje, lo concreto.

Hace poco mataron a dos chicos que formaban parte de las manifestaciones estudiantiles en Chile, pintaron la casa equivocada y uno de sus habitantes, un muchacho como ellos, los mató a sangre fría con la pistola de su padre. Aquí en México, semanas atrás un policía mató a otro adolescente cuando pintaba una barda. La calle es un espacio en constante disputa porque en ella se gestan infinidad de discursos, ahí se hacen visibles conflictos que permanecen ocultos en instituciones y en cifras oficiales. Utilizando otras herramientas, Unkle también se pregunta por el lenguaje y su injerencia en el mundo, no para comunicar algo de manera directa, sino para cuestionar la estructura misma de significado y las relaciones de poder que imperan en su clandestinidad, para aventarnos así a un espacio distinto donde nada se ha dicho de forma definitiva.