La fuerza que destruirá la ciudad emana de ella misma
Titulo: Música para destruir una ciudad
Autor: Leonarda Rivera
Editorial: Fondo Editorial Tierra Adentro
Lugar y Año: México, 2015
La ciudad es un lugar que se puede habitar material o simbólicamente, adentro o afuera; pues en ella se contiene nuestra vida. También el lenguaje es una ciudad, una estructura que contiene lo incontenible, que materializa lo apenas ocurrido. El lenguaje es también un canto, armonía capaz de crear —al evocar— o destruir —al conquistar y al olvidar—.
«Las palabras me han revelado un secreto:
La fuerza que destruirá la ciudad emana de ella misma
las palabras me han revelado otro secreto:
la fuerza que te destruirá
ya está en ti desde hace tiempo»
Música para destruir una ciudad de Leonarda Rivera es en sí un andamiaje. Una ciudad que contiene una ciudad, y otra. Hay sensualidad y conciencia de muerte en su canto. Hay deseo. Dice Gamoneda que la poesía es en sí una mirada a la muerte, se hace poesía porque se sabe que se va a morir. El hecho mismo de morir es poesía –le petit morte. El libro de Leonarda Rivera no habla de muerte sino de búsqueda, de incomodidad, de deseo, de laberintos infinitos donde puede uno extraviarse y, en lugar de regar migajas de pan, ir dejando símbolos por ahí que se inflaman a cada página, en cada evocación. «Estockhausen encerrado en una jaula mientras la ciudad se derrumba», se llama uno de los poemas.
Caminar el poemario es también andar por calles oscuras: «Alguna vez escribí que las calles asemejaban raíces antiguas/ que habían salido al exterior como si la piel de la ciudad/ estuviera envejeciendo». Los callejones intrincados y reducidos atraviesan la ciudad, el cuerpo y el lenguaje. No hay fronteras ni muros; habitar una misma cosa que en su caos y su orden musical sólo existe porque será destruida.
Leonarda Rivera parte de sí misma hacia el cuerpo de la civilización: la ciudad. En su andar, va también descubriendo significados, Música para destruir una ciudad es de esos poemarios que se escriben por necesidad, para explorar sensaciones que no terminan por comprenderse. En su desfragmentación la autora emprende un viaje. Pasea hacia dentro por rendijas que siempre dan hacia el exterior, pero jamás es la misma, se reescribe en cada intento: vive su propia yihad.
«¿Era necesario escribir trece versiones para una ciudad que se destruye en su interior?» Caminarla es descubrir lo único existente, lo que habita en ese ínfimo instante entre que la ciudad que se crea y que se destruye en el mismo acto.