La feria: repertorio de chismes

Titulo: Narrativa completa
Autor: Juan José Arreola
Editorial: Alfaguara
Lugar y Año: México, 2013
Prólogo: Felipe Garrido
Uno de los grandes defectos de nuestra manía por las conmemoraciones es que se cae en el exceso de querer celebrar todo: los 110 años de tal cosa, los 55 de tal otra, los 25 de una más. Lo cual hace que sea imposible cubrirlas todas o que se pierdan las realmente importantes. Es el caso de La feria, de Juan José Arreola (Zapotlán el Grande, Jalisco, 1918- Guadalajara, 2001), que en noviembre pasado se cumplieron 50 años de su primera edición y salvo una nota en un suplemento cultural no supe que se conmemorara como se debe.
La feria se acabó de imprimir el 5 de noviembre de 1963, apareció bajo el sello de Joaquín Mortiz y ese año ganó el premio Villaurrutia. Sin embargo, su escritura se remonta a diez años antes, cuando Arreola recibió la beca del hoy extinto Centro Mexicano de Escritores para escribirla y donde Rulfo escribía al mismo tiempo su novela Pedro Páramo. Hasta ese momento, Arreola pensaba que su novela tendría una estructura convencional, lineal. Como es de sobra conocido, Arreola leyó el manuscrito de Pedro Páramo y sugirió cambios a la versión que Rulfo debía entregar a la imprenta… Arreola todavía tardó mucho en acabar y entregar su novela de manera que es posible que tuviera en mente la estructura fragmentaria de la novela de su amigo para reestructurar La feria.
En un puntual ensayo que rastrea con precisión el proceso de escritura de La feria, publicado en el número más reciente de la revista Crítica (núm. 157, enero-febrero de 2014, pp. 100-110), Felipe Vázquez dice que Arreola acertaba al nombrar sus libros, en el caso de La feria cree que es posible que Arreola haya pensado primero en el nombre y luego haya empezado propiamente a escribirla. Eso porque La feria está concebida, dice Vázquez, “como una feria de formas literarias, como una feria de voces donde cada voz tiene una forma específica de escritura. La novela concebida como una puesta en escena donde se hibridan lo polifónico con lo hipertextual”.
En La feria, como en Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, el personaje central y quien habla es Zapotlán el Grande (que de tan grande, escribió Arreola con ingenio, “nos lo hicieron Ciudad Guzmán”). Y de tan grande que era el pueblo jalisciense, Arreola tuvo que recurrir a las historias pasadas, a las anécdotas de los viejos y los chismes de los contemporáneos para armar su historia. En una carta a su padre, citada por Vázquez, Arreola le dice que está trabajando en su libro “duro y tupido” pero “necesito de su ayuda y quiero que usted lleve adelante por escrito esos recuerdos y relatos, que creo no le serán difíciles ni ingratos. (…) Además de las memorias agrícolas, necesitaré platicar mucho con usted y con algunos familiares y amigos para acrecentar mi repertorio de chismes”. Así, pues, a los rumores de su pueblo, Arreola les dio estatus literario. La feria, esa gran novela polifónica, dice Vázquez, es una novela “donde cada texto es una voz y cada voz es una forma literaria”.
Además de La feria, este volumen de Narrativa completa incluye los libros emblemáticos de Arreola: Varia invención, Bestiario (en el que el recién fallecido y siempre recordado José Emilio Pacheco fungió como amanuense), Confabulario y Palindroma. Arreola es, junto con Monterroso y De la Colina, nuestro gran fabulador, nuestro modesto Borges –que tanto se admiraban mutuamente–, y digo modesto porque todos los son o lo somos frente al monumento que es Borges.