Tierra Adentro
Ilustración por Mariana Alcántara.

Fast ball

He visto dedos como hombres. Pequeños trabajando sobre el escritorio. Largos y delgados, moviéndose al ritmo de una conversación, junto a muecas y ademanes. Dedos como los de la abuela que crecían plantas sobre la casa. Dedos pequeños y gordos que en hospitales curan enfermos, abren y cierran los vientres de mujeres y hombres o auscultan las gargantas inflamadas. Pienso en si las proporciones de estos podrían determinar episodios sobre nuestras vidas o concedernos un memorial sobre el futuro. ¿Por qué leemos las líneas de las manos y no la de los dedos? Conozco a un hombre que dibujó cien manos durante seis meses. En realidad, conozco a un hombre que dibujó quinientos dedos durante seis meses. También, en teoría, conozco cuál era la forma en que papá acomodaba sus dedos para lanzar la pelota: “el dedo índice y medio así, mira, ¿lo entendiste?”.

Papá tiene dedos gruesos, morenos y callosos. Lanzó sus mejores bolas los domingos en pequeñas ligas que se forman en campos improvisados de Aguascalientes. En casa tiene fotos de sus compañeros que veo una y otra vez, porque el álbum de la familia todavía es impreso. Papá nos nombra a cada integrante, salta dos o tres. Dice que a él no lo conoce, a este no lo recuerda, a él sí. En las fotografías, papá es un muchacho que juega los domingos “al béis”. Ahora también lo hace. Y, desde aquí, sé que en esos juegos dominicales lanza la pelota de la misma manera en la que explicó a sus hijos, de la misma manera en la que aprendió hace algunos años, cuando era el muchacho de las fotografías. También sé que en otro momento del juego, papá tomará una nueva posición, porque otros se van temprano, es domingo familiar, y las esposas, el trabajo, los hijos, las tareas. Papá entonces regresa. Y esos campos improvisados de Aguascalientes se convierten en desiertos silenciosos, como si el lunes tuvieran, muy temprano, una cita con la normalidad; como si los chicos de las fotografías hubieran escapado y con ellos, esos campos baldíos se encargaran de poblar la ciudad.

 

Knuckle ball

El crujido de los nudillos se ha interpretado por científicos a partir de un modelo geométrico. Lo leo en una nota pequeña del periódico. Y ahora sé que burbujas de cavitación viven en el fluido de mis articulaciones, en las tuyas, en las articulaciones de la vecina y en las de mamá. Un colapso parcial de estas es suficiente para generar ese sonido. Los nudillos suenan. Pero también cambian la mano a un puño, y un puño a mano. Son estos quizás la verdadera fuerza de un golpe; y son estos tal vez la verdadera sustancia de  “nuestra humanidad”. Aunque más tarde he sabido no somos tan únicos en este tema. Los chimpancés caminan apoyándose sobre sus nudillos y gracias a estos pueden moverse ágilmente. ¿Buscarán también ellos hacerlos crujir como aquel chico de la escuela que insiste en colapsar, sin razón aparente, miles de burbujas que viven debajo de sus nudillos?

Solo los lanzadores podrán reivindicarnos. Ellos poseen el verdadero arte de los nudillos. Acaso lo que en verdad se busca en un buen pitcher son nudillos: “El pitcheo, nueva fortaleza de los Rieleros de Aguascalientes”. A esta ciudad que ha vivido del deporte profesional por adopción, llegan distintos lanzadores.

Es marzo, en el periódico local el coach de pitcheo dice que esta será la mejor estrategia de los Rieleros de Aguascalientes en las dos temporadas que la Liga Mexicana (LMB) celebrará en 2018. Señala que las nuevas disposiciones de la LMB exigirán, más que a cualquier otro jugador, a los lanzadores. El béisbol cambia hoy por cuestiones mercadológicas, y el tiempo de la televisión acota los intervalos verdaderos de este deporte. Quizás son los nudillos la verdadera sustancia de que Aguascalientes pueda lograr un campeonato. Y quizás además exista un modelo geométrico que por fin logre solucionar la contienda de dieciocho jugadores en el campo. Burbujas colapsándose. Porque, ¿qué buscamos en un partido de béisbol sino el sonido de la pelota chocando contra el bate?

Ilustración por Mariana Alcántara.

Ilustración por Mariana Alcántara.

Curve ball

Las muñecas unen a los huesos del antebrazo y la mano. Esta articulación puede encubar hasta cuatro tipos de movimiento: flexión, extensión, aducción y abducción. Son las muñecas complejos sistemas ideados. ¿Por quién? Leo en una revista digital de medicina que algunos de los huesos que las conforman son el semilunar y el piramidal, y pienso si verdaderamente los médicos estarán hablando de anatomía y no de una especie de ritualidad.

Hace tiempo Aguascalientes fue una muñeca. Un punto entre el sur y el norte. Una memoria de ferrocarriles (que eran una especie de articulaciones). Las muñecas, comprendo, son también lugares de paso. En Rieleros todos provienen de algún lado: el coach de pitcheo, los jugadores, el gerente, los aficionados. En las gradas son cada vez más los hidrocálidos que apoyan al equipo local. Una memoria de ferrocarril nos empuja a sentarnos tres veces por semana a gritar “¡Rieleros!”. Una memoria de estación de trenes nos empuja a medir con paciencia la virtud de nueve jugadores; a confiar en nueve viajeros. Un estado beisbolero por adopción. Un estado ferrocarrilero por adopción.

En Aguascalientes, la estructura del tiempo cambió. Los ferrocarriles acortaron distancias y normaron nuestros relojes. Junto a labores rurales, la industrialización pidió a los lugareños actividades de eficiencia y rapidez. Aunque los ferrocarriles se han detenido, las empresas automotrices dictan jornadas laborales. Aunque las huertas y viñedos se han ido, el béisbol recobra esa memoria de campo. En Aguascalientes, el tiempo tiene dos cortes, pero solo un aficionado de Rieleros sabe que la paciencia es un hábito calcinado, aunque no aquí, donde el Bajío lanza y su conciencia de articulación regula los movimientos de este lugar de paso, de convergencia o flexión.

 

Foul ball

Toda línea es un límite. Una proporción de cualquier frontera imaginaria o no. Pintamos perímetros en mapas para recordar proporciones de tierras y decir “aquí” para señalar la materialidad del espacio. Existen lindes que son como ríos o labios. Bordes que prometen, siempre, dos movimientos exactos: exclusión e inclusión, aunque en el cuerpo, la anatomía topográfica decida delimitar tres segmentos o zonas principales: cabeza, tronco y extremidades. Esta misma disciplina sigue su clasificación en áreas menores hasta llegar a describir por regiones anteriores y posteriores, líneas circulares o rectas, límites superiores o prolongaciones inferiores. Finalmente, comprendo, el cuerpo es un espacio geométrico que promete no solo dos zonas o movimientos. En él, los bordes se reproducen de manera periódica como si en esto existiera una familiaridad de espejo o  eco, como si una demarcación existiera solo en su propio límite y no a partir de su conciencia de desenlace o fin.

Son muchos quienes cuentan de dónde nació esa afición. El abuelo, el padre. A Cuca la han llevado de luna de miel a seguir a los Rieleros en alguna liga que no recuerda. Visita tres estados. Cuenta cuántas pelotas se han lanzado hoy (cuántas bolas se han lanzado durante sus primeras horas de matrimonio). ¿Es el béisbol una metáfora de este? Hombres corriendo, cíclicamente, en un campo interno de tierra para encontrar, ¿qué?, ¿primera base? Para Boiler, los Rieleros son la única imagen que le queda de su padre antes de que una enfermedad crónica lo cambiara por otro. Baboro llegó a Aguascalientes y, como diversos viajeros, se quedó. Cree en el béisbol porque es deporte de caballeros. Cree en Rieleros porque le dan Béisbol. Para José Luis, ser gerente de este equipo es organizar aquello que la afición no puede ver, pero que es necesario para que esta disfrute el partido. Jugó hace tiempo, y hace mucho que vive en Aguascalientes. Entiende que los Rieleros les da identidad a los aficionados, a la comunidad, a la ciudad. Y quizás, es esta la maldición de una provincia de ferrocarriles: todos estamos más próximos a los otros de lo que sabemos o pensamos. Por eso la afición, aunque en el borde, forma parte de quien allá abajo batea o lanza. Los márgenes, ¿son puntos de exclusión o de fusión?

Ilustración por Mariana Alcántara.

Ilustración por Mariana Alcántara.

Change up

En el cerebro, son distintas áreas las responsables de la imaginación. En realidad, no existe un lugar preciso para esta. Once zonas se involucran en “el proceso de imaginar”. Es como si pequeños departamentos y hombres diminutos se alternaran para que nosotros podamos leer un libro o recordar un hecho. Las neuronas imaginadoras viven dentro de nosotros, esperando la oportunidad de crear imágenes. Las neuronas imaginadoras viven de nosotros, esperando elaborar pequeños ecosistemas sensoriales, físicos, dolorosos, dulces o amargos. Aunque la ciencia no está del todo segura de esto, diversas neuronas configuran que aquello que viví realmente de un modo, lo cuente de otro. Las neuronas imaginadoras quizás nos hagan mentirosos por naturaleza. Las neuronas imaginadoras quizás recrean un espacio narrativo donde todo aquello que vi, leí o realmente viví se experimente de un mismo modo. Las neuronas imaginadoras tal vez son solo burbujas en la bañera reflejándose entre una y otra, encapsulando lo que está fuera de ellas.

El Mago Septién narró jugadas que nunca vimos o que nunca se jugaron: lanzó, recibió o bateó las pelotas de los otros y anticipó a la afición resultados de juegos que no habían comenzado: ¿un juego formará parte de la estadística, de un inventario del futuro al que solo unos cuantos tienen acceso? Podríamos entonces relatar  el futuro como lo hacemos con el pasado. Las neuronas imaginadoras reconstruyen espacios en blanco. Una parte de nosotros está al frente y atrás, viviendo por nosotros, fundiendo las cosas que verdaderamente hicimos con aquellas que no. El Mago Septién estudió béisbol como una materia profesionalizante. Quizá por eso pudo anticipar los juegos, las tramas de 18 hombres en el campo. En un deporte donde existen doce millones de combinaciones, la estadística nos advierte que la interpretación de datos podrá darnos resultados próximos a la realidad. En el umbral de las tramas, el Mago tal vez sepa que la realidad está llena de gráficos, de burbujas en la bañera encapsulando, ¿la realidad?

En Aguascalientes, cuando hay béisbol, todos lo saben. Las luces del estadio se ven a lo lejos, y la ciudad traza a los hombres sobre el campo. Pienso si tal vez esta imagen hubiera formado parte de los datos que El Mago estudiaba; si esta porción de realidad que vemos desde alguna periferia forma parte de las estadísticas. La provincia se mira a sí misma desde el centro, ¿de un estadio? Allá ocurren doce millones de combinaciones posibles. Las neuronas imaginadoras reconstruyen para nosotros, quizás, solo esos espacios de probabilidades que no están ni en el futuro ni en el pasado, sino en medio. Como lo están las viejas vías que atraviesan la ciudad. En Aguascalientes, cuando pasan los viejos trenes, todos lo saben. El sonido se escucha a lo lejos, la ciudad traza a hombres sobre los rieles. Pienso si tal vez ese ruido a lo lejos forma parte todavía de esta ciudad.

 

Extra inning

La estructura de nuestro brazo está  construida por diversos músculos que adoptarán posiciones en el espacio según el tipo de movimiento. Leo en alguna revista que esto corresponde a las tres dimensiones en que ocurre el movimiento del cuerpo humano. Un sistema de coordenadas cartesianas permite describir, con facilidad, la disposición de los segmentos del cuerpo en el espacio. En el centro, está la gravedad del cuerpo. En el centro, un movimiento es también un modelo matemático que podríamos trazar en la libreta de tareas y en casa.

Diversos beisbolistas han llegado a Japón para formar parte de los equipos de la Nippon Professional Baseball (NPB). En un periódico de la ciudad, un lanzador boricua afirma que cuando llegó al país tuvo que modificar su técnica porque todos los jugadores sabían tocar. Una migración, quizás, también es un movimiento en tres dimensiones: en el centro, está la ciudad de origen y los cambios son nuevos puntos graficados. Hace años que la población japonesa llegó al Bajío. Los intercambios con los nipones han sido comerciales en mayor proporción. Su migración de a Aguascalientes se asume desde instancias financieras. Ambas poblaciones se resisten a crear lazos. Quizás exista un modelo matemático que llegue a reproducir esta especie de negación; coordenadas cartesianas que grafiquen en números negativos el movimiento que finalmente sí existe: un movimiento de músculos que estremecen a un solo brazo y sin embargo dicen no hacerlo.

Pienso en que solo el béisbol podría estrechar los lazos. A partir de una disposición ya trazada en el campo, este deporte que se juega allá y acá tal vez sea solo un recordatorio de que las migraciones también son fenómenos en los que descubrimos que en el otro está ya nuestra estructura y significado.


Autores
(Aguascalientes, 1993) es licenciada en letras hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Actualmente es jefa de redacción de la editorial Artes de México.

Ilustrador
Mariana Alcántara
(Ciudad de México, 1991) es ilustradora, diseñadora y especialista en ilustración infantil, editorial y experimental. Ha participado en algunos concursos como la Golden Pinwheel Young Illustrators Competition China Shanghai International Children's Book Fair (2018) y en el VIII Catálogo Iberoamericano de Ilustración (2017).