Introducción. La industria de la nostalgia
En un episodio de Doctor Who, «Blink», el Doctor aparece como easter egg en diecisiéte películas. Él se sienta y empieza a hablar. En el fragmento más importante dice que la gente asume que el tiempo es una progresión directa de causa y efecto, pero en realidad no lo es. Desde una perspectiva ni lineal ni subjetiva, el tiempo es un enredo. Así pienso en Volver al futuro. No podría siquiera sugerir un momento en que la vi por primera vez, pero apuntaré que, como muchas personas de mi generación, con certeza lo hice en la sala de la casa familiar, sentado frente a la pantalla de la televisión que sintonizaba el Canal 5. Desde entonces no tengo ni idea de la cantidad de veces que he visto la trilogía y, aunque parezca lo contrario, nunca podría predecir qué es lo que pasará ni cómo reaccionaré ante eso. Por alguna razón que no logro comprender, me emociono como si fuera la primera vez. Recito los «nadie me llama gallina, Biff» con el mismo entusiasmo de mi infancia y disfruto cada broma, escondida o no, que aparece en pantalla. Ver Volver al futuro es como viajar en el tiempo. De alguna manera, siempre la estoy viendo por primera vez.
En 2015 suceden dos eventos, uno real y otro ficticio, que marcaron infancias y que están relacionados con la trilogía de Volver al futuro. El primero es una conmemoración por los treinta años del estreno de la primera entrega; el segundo es una añoranza a un pasado en el que el futuro, nuestro presente, parece mejor: Marty McFly viaja al entonces futuro, el 21 de octubre del 2015. Es importante subrayar esta última fecha no sólo porque es en la que estamos, sino porque hubo un momento en que todos quienes vieron Volver al futuro II imaginaron un futuro que, si bien sabíamos no era como el de las películas, parecía tan lejano para añorarlo y creerlo medianamente certero. Los niños de los ochentas y noventas son, ahora en el 2015, gente menor de treinta y cinco años, cuya idea de ser «grande» no corresponde en absoluto con lo que las películas, los libros y la televisión decían. Vivimos en una época en que la nostalgia se ha hecho una industria, pero no sólo económica, sino creativa con todos sus pros y sus contras. La era del remake es mala por la falta de ideas originales, pero la era del revival nos hace recordar aquellos años en los que el 2015 parecía mucho más feliz y mucho menos dañino de lo que en verdad es.
Lejos de los maratones de la trilogía que se harán para añorar un tiempo pasado en donde el futuro era más optimista, en Tierra Adentro decidimos lanzar una propuesta a un grupo de crononautas, que, además, son escritores sub-35. Propusimos a estos niños de los ochentas y noventas que recordaran y reflexionaran, desde sus respectivas trincheras, Volver al futuro. El resultado son tres ensayos y seis textos narrativos que resaltan la experiencia personal para encumbrar a la cultura pop como una de sus grandes influencias. Aquí, Volver al futuro aparece sólo como un pretexto para hablar de la nostalgia temprana de un futuro inexistente.