Hábitos heredados
Cuando veo el box pienso en mi padre, los sábados en los que la nocheardía ante nuestros ojos. En nuestra TV desfilabanboxeadores de todas las nacionalidades. Yo le oía decir malas palabras;se sorprendía ante un gancho bien colocadoy le brillaban como nunca las pupilas.
Lo miraba intentando encontrar un vínculoentre nosotros, un lazo irrefutableque me hiciera sentirme más cerca, y así entender la complicidad de aquellosa los que su padre les enseña a jugar futbolo a conducir un automóvil.
Aún lejos de casa conservo la costumbrede sintonizar el box todos los sábados, a decir verdad conservo muchas otras costumbresde mi padre, su hábito de no nombrar las cosas, la manía de untarle miel al pan secoy el insomnio que cada quien compartedesde su televisor.
Aún lejos de casa, mi padre telefonea los sábadosy me pregunta que si vi el box en la TV, asiento con la voz, del otro lado, comparto con él mis impresiones; el único vínculo que nos hace padre e hija. Aún reconociendo en mí otros hábitos, el pan seco con miely la televisión acompañandocada noche el insomnio.