Tierra Adentro
Ilustración realizada por Rosario Lucas
Ilustración realizada por Rosario Lucas

La primera vez que madre dijo la palabra lesbiana se refirió a lxs peces pericos por su cambio de sexo, porque cuando el macho muere, la hembra dominante se convierte en el macho del harem. También que las arenas finísimas y claras vienen de ahí, de sus heces, porque comen el calcio de los corales y excretan arenita. Yo una chamaquita de unos siete años, dije: qué maravillosas esas lesbianas que cagan toda esta arena bonita donde descansa mi cuerpo. Ese mismo día nadé desnuda con otra niña y le conté que mi mamá dijo que los pulpos tienen tres corazones y que las mantarrayas saben despedir al sol, que hay tortugas que se fecundan solas y que como ellas yo también era mi propia casa; ella me dijo de bajar y tocar los peces, yo le hablé de las lesbianas pez y la arena hasta que la tinta negra de un pulpo nos manchó la cara. Supimos de impureza y susto a temprana edad. Aunque atesoro esta genealogía arrecife y de profundas raíces y más tarde mis referentes ideológicos de lo cuir fue a través de Gloria Anzaldúa, Cherri Moraga, poetas chicanas, vivencialmente también tuvo lugar la visibilidad que el paisaje de los puertos gay friendly para lesbianas y gays, blancxs y delgadxs procuró mi natal costa Baja California Sur. Esa era la visibilidad lésbica, queer que funcionó como referente para mí una buena parte de mi vida, así como la serie de lesbianas The L word y varias películas producidas desde las antenas del norte global, Boys don`t cry, Lost and Delirius, Buffy La Cazavampiros, Mulholland Drive, Tomates Verdes Fritos y tantísimas películas más, rankeadas en listas de pelis con lesbianas muertas, donde una misma historia repetida una y otra vez, las sujetas y sujetes de sufrimiento, el lugar de víctima, la soledad, la locura, la monstruosidad, la muerte violenta y el suicidio. Y pienso: es absoluta y terriblemente normal que seamos bombardeadas con imágenes y narrativas de violencia llevada a cabo por hombres cis y sus instituciones de la violencia. Representaciones, terribles, del horror cotidiano, que me marcaron con la impronta del miedo, de ser, de existir y esto es la base de las experiencias de las disidencias sexuales y femeninas del mundo así acosadas por amenazas y narrativas de brutalidad contra nosotras.

En mi adolescencia, encarné el terror, las leyes del padre operaron, el esposo de mi madre trató de corregirme con todo el permiso y celebración familiar, ponerme en mi lugar fue abrirme la ropa, hacer que lo torcida se me quitara a golpes y más, hacerme mujer, apagarme la rareza y esa no fue la única vez ni el único agresor. Pero me defendí y eso lo cambió todo. Y no es victimismo, escribir de esto es autopreservación. De aquí que la propuesta de regresarle su mierda a la cultura sea una forma de reparación. Salir del lugar de la víctima para colocarnos en el lugar del deseo en una guerra abierta contra nuestra existencia y que la única manera de sobrevivir es luchar activamente por la vida.

Intentar escapar de los relatos de las historias de aniquilación ha tenido que ver, con rescatar las memorias dulces, proponer narrativas desde ahí y conectar con placer, genealogías, fabulaciones de cuerpos disidentes en estos territorios, ser con los alebrijes, ser con los cerros, ser con el mar. Pienso en las que estuvieron antes que yo, porque una nunca se hace sola, y pienso en Laura Aguilar, fotógrafa chicana, lesbiana, gorda y sorda que retrató, sobre todo de sí misma, y de comunidades lesbianas, butch, camionas, migrantes para decir estoy aquí, estamos aquí, como la poeta lesbiana afrodescendiente Audre Lorde “Por eso, es mejor hablar recordando que no se esperaba que sobreviviéramos”.

Foto: “Alebrijes” Pablo Hernández, Colectivo manfloras 2017

Foto: “Alebrijes” Pablo Hernández, Colectivo manfloras 2017

 

Y desde la idea de escritora y artista de performance brasileña, Jota Mombaça, regresarle su mierda a la cultura hegemónica, redistribuir la violencia, toca incomodar desde la disidencia gorda, la disidencia sexual, la disidencia antirracista. Y la supervivencia también es alegre. Por eso reivindicar el goce en un acto político. Regresar la amenaza, devolver el golpe a nuestros agresores. Lanzar el cuerpo gordo lesbiano contra el capitalismo y las ideas normativas, contra el patriarcado que quiere que las mujeres y las lesbianas existan poco, que su existencia sea mínima y reducida. Imaginar e invocar la fuga, rechazando el modo en el cual son las cosas desandar sus pasos para hacer la vida y rehacer el mundo.

Gabriela Contreras, poeta, precursora de la Editorial FEA, dedicada al trabajo escritural de corte poético/político en su poemario “Caguama. Escritos de una lesbiana gorda” se adentra en las experiencias de sexualidades ancestrales y en la sensualidad de los cuerpos deseantes y anómalos, de donde retomo sus palabras “tenemos la necesidad de incendiar por todas las veces que el ardor nos fue negado”. Con Gabriela escribimos un texto a dos manos. Una invocación a hacer nuestro océano inventado, una declaración de intenciones, renunciando a la soledad de ser nosotras, para volvernos geografía marina, donde nadar anómalas, raras, donde renunciar al mandato moderno de los sueños personales para encontrarnos en deseos colectivos, desde una hablada de arrecife un idioma, inventando otras lenguas, donde nuestros deseos de error perviven bajo el agua.

“El oleaje de mi cuerpo habla cetáceo” Isislin y Alejandra la Bala Rodríguez 2018

“El oleaje de mi cuerpo habla cetáceo” Isislin y Alejandra la Bala Rodríguez 2018

 

 

Bibliografía:

 

Contreras, Gabriela, ”Caguama, escritos de una lesbiana gorda”, México, 2022 editorial Invertidas.

 

Mombaça, Jota en “Devuélvannos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales” Colectivo Ayllu, Centro de residencias artísticas de Matadero Madrid 2018.


Autores
Alejandra Rodríguez, a.k.a. La Bala Rodríguez (La Paz,BCS, 1986), La Bala, es una performer y activista gorda mexicana que centra su producción en el registro fotográfico y audiovisual de sus intervenciones tanto en espacio público como en centros de arte y las difunde a través de las redes sociales Facebook e Instagram como una forma de retar a la censura de los sistemas de vigilancia y autovigilancia que estas mismas redes suponen, así como producir contra-ofensivas visuales de las representaciones corporales/sexuales/étnico-raciales normativas. (perfil escrito por Sayak Valencia para e-misférica)

Ilustrador
Rosario Lucas
Nací, crecí y vivo en el Estado de México desde el invierno de 1994. Dibujante, ilustradora y fabricante de cómics. Persona neurodivergente que encuentra en el cómic el medio perfecto para sacar lo que duele y pagar las cuentas del psiquiatra. He trabajado en distintos medios editoriales, como Planeta, Malpaís, Pengüin Random House y proyectos periodísticos independientes con Daniela Rea, Agencia Ocote, Global Initiative y Pie de Página. Trabajo de forma autogestiva desde 2019, desde una casa azul en los cerritos de Atizapán de Zaragoza. Creo en la ternura, la digna rabia y amo a los perritos.