Estilo de vida saludable o delegar la responsabilidad de la salud en el individuo
A causa de la pandemia por Covid-19, el tema de las enfermedades crónicas, especialmente obesidad y diabetes tipo II, han causado gran controversia, ya que esto ha revelado que la salud deteriorada de una población está estrechamente relacionada con la posibilidad de desarrollar un cuadro severo ante la infección por el virus SARS-CoV-2. Como Promotora de la Salud, han llamado mi atención las recomendaciones hechas para adoptar un estilo de vida saludable, puesto que son las realizadas desde hace varios años y que no han tenido el impacto deseado para disminuir algunas de las enfermedades crónicas en México.
La promoción del estilo de vida saludable es una estrategia propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la prevención de enfermedades, especialmente las crónico-degenerativas. La OMS define al estilo de vida como “una forma general de vida basada en la interacción entre las condiciones de vida en un sentido amplio y los patrones individuales de conducta determinados por factores socioculturales y características personales”. Desde esta perspectiva, se toman en cuenta las condiciones sociales y económicas en las que cada persona se desenvuelve y cómo estas tienen una influencia en la forma de vida y la salud. Sin embargo, este concepto ha sido malinterpretado en algunos casos, ya que se ha entendido desde una visión individualista y mercantilista de la salud.
Silvia Vargas Oreamun[1], Maestra en Salud y Población, menciona que sería incorrecto dejar de forma exclusiva la responsabilidad de la salud a cada persona, pues los patrones de conducta se relacionan con factores cognitivos y emocionales del individuo, desarrollados en un determinado contexto cultural, político, económico y ambiental. Es por esto que ciertos patrones de conducta no pueden ser controlados únicamente por el individuo, aunque estos tengan un impacto negativo en su salud.
En cuanto al estilo de vida como forma de consumo, Juan Manuel Castro Albarrán[2], Doctor en Ciencias en Salud Colectiva, señala que es una forma de consumo individual de mercancías y para poder acceder a ellas hay que tener la capacidad económica que permita consumir productos orgánicos, light, con fibra, pagar un gimnasio, comprar ropa y zapatos adecuados para realizar ejercicio o realizarse exámenes periódicos en laboratorios.
Desde estos enfoques, los individuos son los únicos responsables de su bienestar y de tener la economía suficiente para comprar los productos que los harán ser saludables, quedando de lado la responsabilidad que tiene el gobierno con la población de generar políticas en salud pública.
En México, la promoción de estilos de vida saludable ha sido implementada, en los últimos años, debido al aumento acelerado en los casos de obesidad y diabetes tipo II. Hasta el 2019, el país ocupaba el primer lugar en obesidad de adultos y el sexto lugar en obesidad infantil en Latinoamérica. Respecto a la diabetes tipo II, de acuerdo al INEGI, esta enfermedad es la segunda causa de muerte en el país. La aparición de estas enfermedades, de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la Organización Panamericana de la Salud y la OMS, están relacionadas con cambios en los patrones alimentarios donde hay un mayor consumo de productos ultraprocesados, altos en azúcar y grasa[3], como lo es la alimentación en la mayoría de la población mexicana.
Por ello, las estrategias implementadas en México, han estado enfocadas en el cambio de la alimentación de los individuos. Tal es el caso de la campaña del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) “Chécate, mídete y muevete”. Donde el objetivo es motivar a la población a modificar conductas de manera positiva en temas como la actividad física y la alimentación sana. No obstante, este tipo de estrategias se ha puesto en práctica sin tomar en cuenta el entorno en el que se encuentran las personas.
No es suficiente la motivación para lograr un cambio en la alimentación de los individuos, cuando la oferta del mercado alimentario está conformada mayormente por productos industrializados, que muchas veces son más económicos y fáciles de obtener. Es el caso de la tienda OXXO que ofrece una promoción de 2 hot dog, una sopa instantánea y una cocacola por 40 pesos; mientras que un kilo de manzanas, en este misma tienda, puede llegar a tener un costo de hasta 70 pesos.
Otro ejemplo es el caso de Coca-cola, donde la disponibilidad que tiene este producto en casi cualquier lugar, junto con la publicidad persuasiva que utiliza, ha logrado representar el 70% del consumo de bebidas azucaradas embotelladas en el país, de acuerdo a La Alianza por la Salud Alimentaria. En una nota del New York Times sobre San Cristóbal de las Casas, Chiapas, se menciona que es más fácil conseguir una Coca-cola para hidratarse que agua embotellada, ya que el agua potable cada vez es más escasa en la región.
En este momento de pandemia, donde la recomendación es quedarse en casa, empresas como KFC, Pizza Hut y otras, que ofrecen comida rápida, han enfocado su estrategia de venta en el servicio a domicilio, puesto que consumir alimentos en sus locales ha estado prohibido la mayor parte del tiempo, y existen límites en el aforo. Esto los convierte en una de las opciones más viables para no salir de casa, siendo así, uno de los alimentos más accesibles para consumir.
En el contexto, donde el entorno no facilita a los individuos realizar elecciones que favorezcan a su salud, es necesaria la implementación de políticas orientadas a la generación de ambientes seguros y adecuados. Como ejemplo tenemos las políticas públicas en alimentación y nutrición, que de acuerdo al Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) son: “aquellas que tienen como principal objetivo garantizar que la población pueda tener acceso a alimentos que le permitan satisfacer sus necesidades y cumplir con los requerimientos nutritivos para una vida saludable”.[4]
Recientemente fue aprobada la modificación a la Norma Oficial Mexicana (NOM 051) sobre el etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasadas, publicada en marzo de este 2020 y que entrará en vigencia el 1 de octubre de este mismo año. Esta medida busca que las personas realicen una mejor elección al consumir alimentos. De acuerdo a la norma, la información nutrimental debe aparecer en la parte delantera de los productos; en caso de que sea dañino, deberá ser especificado mediante una etiqueta octagonal de color negro y borde blanco, y en su interior tendrá la frase “alto en”: “grasa saturadas”, “sodio”, “azúcares” o “calorías”, en uno o más símbolos independientes, según sea el caso. Esta se encontrará separada e independiente a la tabla de ingredientes e información nutricional de la parte posterior.
Es importante mencionar que el etiquetado implementado en 2014, basado en un sistema europeo, no era sencillo ni fácil de entender para la población. Lo anterior, de acuerdo a diferentes investigaciones, como la realizada por el Centro de Investigación en Nutrición y Salud del INSP: “Revisión del etiquetado frontal: análisis de las Guías Diarias de Alimentación (GDA) y su comprensión por estudiantes de nutrición en México”. Es por esto que era necesario un etiquetado nutrimental que facilitará a las personas entender el contenido de los productos que consumen.
Otro claro ejemplo sobre implementación de políticas en beneficio de la alimentación y nutrición, es la reforma al articulo 20 bis de la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, aprobada el pasado 5 de agosto, en el Estado de Oaxaca. La cual prohíbe la distribución, donación, regalo, venta y suministro a menores de edad de bebidas azucaradas y alimentos envasados de alto contenido calórico.
Este tipo medidas son favorables para que las personas tomen decisiones mejor informadas y más saludables sobre los alimentos que van a consumir, no obstante, también son necesarias acciones que regulen la distribución y el acceso a productos procesados; regulación en las cantidades añadidas de azúcar grasa y sodio en los productos, además de algunas políticas que mejoren el sistema de distribución de alimentos saludables junto con estrategias publicitarias para fomentar su consumo.
Sin duda, México tiene un gran reto en cuestión de salud, ya que debe enfrentar la emergencia provocada por Covid-19, además de seguir implementando estrategias para prevenir y controlar los casos de obesidad y diabetes tipo II.
Desde mi formación como Promotora de la Salud, considero que la adopción de estilos de vida saludable es una opción que posibilita mejorar la salud, siempre y cuando sea abordada desde una perspectiva integral. Debe considerar el aspecto sociocultural de los individuos en conjunto con políticas en salud pública, como lo son las ambientales que garanticen un desarrollo sostenible; las que generen entornos seguros y adecuados para realizar actividad física y las enfocadas en alimentación y nutrición encaminadas a modificar el patrón alimentario mexicano actual hacia uno más saludable.
En este sentido, la promoción de un estilo de vida saludable, que no delega la responsabilidad de la salud en el individuo, se convierte en una opción viable para incidir en la disminución de las enfermedades crónico-degenerativas y en la construcción de sociedades con calidad de vida y desarrollo humano.
[1] Vargas, S. (2011). Los estilos de vida en salud. En: La Salud Pública en Costa Rica, estado actual, retos y perspectivas. Escuela de Salud Pública, Editorial Universidad de Costa Rica.
[2] Castro, J. (1997). Promoción de la salud. A diez años de Ottawa: ¿salud-mercancía o derecho social. Salud Problema. (2), 55-60.
[3] Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura(FAO)y la OMS/OPS (2018). Políticas y programas alimentarios para prevenir el sobrepeso y la obesidad.
[4] Instituto Nacional de Salud Pública (2007). Evaluación de la política federal de nutrición y abasto, evolución histórica y situación actual de la nutrición y programas de alimentación y nutrición, y análisis de pertinencia de los programas gubernamentales en la problemática de nutrición en México. México: INSP.