Tierra Adentro
Villaurrutia, Pellicer, Huerta y Solana en El Toreo, ca. 1940. Archivo personal de Eugenia Huerta.

Notas sobre la escritura primera de Efraín Huerta

 

Efraín Huerta se hizo poeta en el epistolario que sostuvo con Mireya Bravo, su Andrea de Plata, a quien conoció el 3 de marzo de 1933 en una fuente pública mientras ella se lavaba las manos. Desde entonces no dejó de escribirle cartas, notas, tarjetas, telegramas, postales y cuadernos en los que incluía indistintamente ejercicios líricos y poemas. Todos esos envíos los conservó Mireya Bravo y son el cuerpo de dicho epistolario. Ahí habita la escritura primera de Efraín Huerta, su primera etapa de poeta. Este Huerta es prácticamente desconocido para sus lectores debido a que dichos textos forman parte de su obra privada, es decir, la que no estuvo destinada a las prensas. Poco a poco empezamos a descubrirlos gracias a que el grueso del epistolario está albergado en la Biblioteca Nacional. No obstante, una mínima parte permanece en el archivo personal de Andrea Huerta, hija y albacea del poeta, quien amablemente nos ha dejado consultar más de un documento para elaborar las presentes notas.

Entre 1933 y 1935 Huerta escribió el corpus más nutrido de su epistolario, porque tenía tiempo y un doble propósito: volverse poeta y enamorar a Mireya Bravo. Lo primero lo movía a lo segundo, y viceversa. Los poemas de entonces —los cuales conforman la poesía del espistolario— fueron entregados a su única destinataria. En esos años Huerta terminó el bachillerato en Filosofía y Letras y empezó sus estudios en la Escuela de Leyes. Iba un curso abajo que Octavio Paz y Rafael López Malo. Pronto se decepcionó del Derecho y prefirió las clases de Letras (su favorita era la de Carlos Pellicer). En los salones de San Ildefonso descubrió la poesía de Garcilaso y Rubén Darío, y en los pasillos la de Juan Ramón Jiménez y los Contemporáneos. Huerta no tenía dinero para libros. No tenía máquina de escribir, solamente una pluma negra: “Mi pluma ha vuelto por sus fueros, ¿la reconoces?” (carta de junio de 1934). En otro momento le cuenta a Mireya Bravo lo siguiente: “Porrúa con su aparador me salva. Encuentro La voz a ti debida, de Pedro Salinas, poema. Supongo que un magnífico libro, aunque demasiado caro. Y sólo tenía diez centavos en la bolsa del pantalón” (carta de agosto de 1934). Resulta sorprendente que, dada la austeridad, Huerta haya escrito y leído tanto: en una libreta de “Notas y selecciones” (1933-1934) encontramos una antología que revela las lecturas que hizo en ese periodo; incluye poemas de Piedra de sacrificios (1924) y Camino (1929), de Carlos Pellicer; de Biombo (1925), de Jaime Torres Bodet; de las Soledades gongorinas editadas por Dámaso Alonso (1927); de Marinero en tierra (1924) y Cal y canto (1929), de Rafael Alberti; de Huellas (1922), de Alfonso Reyes; de Estío (1916) y Eternidades (1918), de Juan Ramón Jiménez. Esta sección de la libreta termina con citas de verdaderas novedades editoriales de 1933: Huerta transcribe poemas de Nuevo amor, de Salvador Novo, de la revista madrileña Los Cuatro Vientos y del primer número de los Cuadernos del Valle de México (las “Tres partes de un diario”, de López Malo). Tales novedades dan prueba de que Efraín Huerta estaba al día de lo que sucedía en el cenáculo poético del Distrito Federal.

En junio de 1934, Huerta le escribió a Mireya Bravo algunas impresiones sobre su círculo íntimo de amigos: “Todavía hay odio de niños entre nosotros; parecemos los de Contemporáneos, los que, según dijo Carlos Pellicer hace poco a Rafael Solana Saucedo, ‘se admiran y se detestan entre sí…’, pero nosotros somos tan poca cosa, tan petit chose, que no tenemos derecho siquiera a usar noblemente el odio”. Tempranamente Huerta supo hacerse de oídos sordos ante las sugerencias de sus amigos. Tal vez al único a quien prestaba atención era a Rafael Solana. (Después seguiría el consejo de José Alvarado y Enrique Ramírez y Ramírez: dar a las prensas los poemas de Absoluto amor). Por lo demás, el grupo de amigos se deshizo pronto. Efraín Huerta también tomó la distancia debida. En una carta fechada el 5 de julio de 1934, leemos: “Lo mejor es torcerle el cuello al cisne del snobismo; al búho de la pose; a la estatua de bronce opaco que es la frialdad. Ser hermosamente inconstantes; ser limpios. Ya que a muchos el tema mío de la pureza les parece ridículo. Y es que ellos no saben que me refiero a la sensibilidad poética pura”. Huerta está madurando sus ideas poéticas: el poeta en ciernes no sólo está al tanto de las modas líricas y sus lastres, sino de sus propias intenciones y temas, de su naciente estilo.

La carta que hoy damos a conocer, un poco anterior a las que hemos citado, es una invitación a acercarnos al primer Efraín Huerta. Se trata de una misiva fechada el jueves 15 de febrero de 1934, que nos permite observar el pequeño y, a su vez, ancho mundo del poeta de diecinueve años: sus lecturas formativas, sus influencias, afinidades estilísticas y ciertos procedimientos de imitatio. El contenido es admirable y de primer orden: la apropiación de las palabras de Novo; el proyecto de lecturas dramáticas; el retrato de una joven enferma que preconiza el enorme poema de “La muchacha ebria”; el intercambio de libros entre los cofrades; las lecturas recientes de El cementerio marino, Marinero en tierra y Estrella de día; las ganas de leer a Montaigne y a Supervielle; el poema que indaga en la poética marina de los andaluces Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti e incluso del traductor de Valéry, Jorge Guillén; la confesión amorosa y sexual; la mención del poema “Glosa campesina”, recién publicado en Irapuato; la emoción auténtica cargada de zozobra ante la poesía y la amada. En fin, el perfume y la Remington; Andrea de Plata y la escritura. Todos estos temas nos ayudan a conocer al joven escritor, quien todavía no descubre, por ejemplo, el tópico del alba (no lo hará hasta principios de 1935).

Efraín Huerta en San Ildefonso, con su primer círculo de amigos, ca. 1933. Archivo personal de Eugenia Huerta.

Efraín Huerta en San Ildefonso, con su primer círculo de amigos, ca. 1933. Archivo personal de Eugenia Huerta.

No tenemos duda de que un estudio de la poesía del epistolario, y aun del epistolario entero, echará luces sobre el periodo de formación poética y sobre la adquisición de un estilo particular. La maestra norteamericana Helen Vendler tiene un magnífico libro titulado Coming of Age as a Poet, dedicado a estudiar cómo fue que se hicieron poetas John Milton, John Keats, T.S. Eliot y Sylvia Plath. Un ensayo que plantee las preguntas de Vendler respecto de la poesía de Huerta no sólo es posible sino pertinente. La carta que hoy reproducimos fue escrita hace ochenta años; su autor nació hace cien. Los años de su primer crecimiento intelectual y poético pueden ayudarnos a comprender de mejor manera la poesía de un autor tan querido, leído y celebrado por nosotros.

La historia de las personas que Huerta menciona en la carta está aún por escribirse: de Héctor Montiel y Víctor Salinas no sabemos mucho. El primero escribía poesía, y el segundo era hermano de Adela María Salinas, “La Chata”, en cuya biblioteca Huerta y Solana leyeron una gran cantidad de libros. De Magdalena sólo conocemos lo que Huerta escribió en esta misiva. José Rodríguez fue un amigo íntimo, tanto de Mireya Bravo como de Huerta. “Nacho” es Ignacio Carrillo Zalce, uno de los más adinerados del grupo, junto con Cristóbal Sáyago; ambos escribieron poesía, aunque Huerta prefería la del segundo. El primero (magnífico pianista, según Huerta) pronto desertó de la poesía, mientras que Cristóbal Sáyago se suicidó a temprana edad. Otros de los amigos del primer círculo de Efraín Huerta son: Rafael “Lape” Solana, Carlos Villamil, Guillermo Olguín, Carmen Toscano y Enrique Ramos Valdés. No hemos logrado precisar quién es el “Migue” de los partidos de boliche. Y dejamos como tarea pendiente la identificación de los compañeros que aparecen en la fotografía de San Ildefonso al lado de Efraín Huerta en 1932. Estamos seguros de que son, precisamente, los amigos de nuestro poeta.

Sigue el enlace en la imagen para leer la carta (requiere, desafortunadamente, de Adobe Flash):

Carta de Efraín Huerta a Mireya Bravo.

Carta de Efraín Huerta a Mireya Bravo.