Tierra Adentro
Ilustración realizada por Mildreth Reyes
Ilustración realizada por Mildreth Reyes

Karol Wojtyla ha sido el papa más retratado de la historia, de quien se tienen más videos, el que más viajó por el mundo, el primer pontífice no italiano en cuatro siglos y medio, el primero polaco. Y así se podría seguir; desde el momento en el que el cardenal Pericle Felici pronunció el Habemus Papam y el nombre del arzobispo de Cracovia hasta el momento en el que millones acudieron a Roma a sus funerales, Wojtyla no dejó de aparecer en las pantallas de la televisión y en las portadas de los periódicos de todo el mundo, no solo en los países católicos.

No es de sorprender la reproducción masiva de su imagen. Para empezar, ninguno de sus predecesores había viajado tanto como él lo hizo, pero, sobre todo, porque se trató del segundo pontificado con mayor duración: 26 años, 5 meses y 18 días contra el papado de Pío IX (1792-1878) de 31 años, 7 meses y 22 días —según la propia Iglesia, sería el tercer reinado más largo, si se considera que el apóstol Pedro fue papa por al menos 34 años—, transcurrido durante un periodo de gran mediatización como lo fue la última parte del siglo XX. A lo anterior, hay que agregar que ninguno de sus predecesores se llegó a preocupar, como él, de mediatizar su imagen, cuestión evidente desde el momento en el que salió al balcón de la basílica de San Pedro, cuando se dirigió en italiano a la multitud reunida en la plaza, en un acto que no formaba parte del protocolo, y dijo: “No sé si pueda explicarme en su… nuestra lengua italiana. Si me equivoco me corrigen”. Aquellas palabras llenaron esperanza no solo a quienes aguardaban en la plaza de San Pedro, sino a todas las personas que lo vieron en televisión a lo ancho del globo. Sin embargo, su intención de corregirse si cometía errores no fue el sello de su reinado; lo fue, en cambio, hablar a las cámaras, dirigirse a las multitudes. 

Wojtyla fue electo en el segundo cónclave de 1978, el año de los tres papas, el 16 de octubre, con ocho escrutinios. Su candidatura fue promovida por el arzobispo de Viena, Franz Köning, ya que los dos cardenales papables —el arzobispo de Génova, Giuseppe Siri, y el arzobispo de Florencia, Giovanni Benelli— no lograban obtener los votos requeridos y el arzobispo de Milán, Giovani Colombo, declaró, al ver que el apoyo que recibía aumentaba, que rechazaría el sitial de Pedro de ser elegido. El joven arzobispo de Cracovia —para los estándares cardenalicios, a sus 58 años era considerado joven—eligió el nombre que Albino Luciani había elegido en el cónclave de agosto: Juan Pablo. 

Karol Jozef Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice, Polonia, un país que después de la Primera Guerra Mundial volvió a figurar como país independiente —que tuvo, junto a la lengua, en la fe católica una de las piedras de toque de su identidad, mientras estuvo divido entre Rusia, Austria y Prusia—. Quedó huérfano de madre a la edad de nueve años. Se trasladó a Cracovia, con su padre, a los diecisiete años para estudiar en la Universidad Jaguelónica. Sus estudios se vieron interrumpidos por la invasión de la Alemania nazi. En 1941 su padre también murió —sus hermanos mayores habían fallecido antes en la década de 1930—. Fue durante la ocupación que el joven Wojtyla decidió dejar el teatro y las letras para entrar a la Iglesia. 

En 1946 fue ordenado sacerdote por el príncipe Sapieha (1867-1951) y en 1958 recibió la consagración episcopal de parte de Pio XII (Eugenio Pacelli, 1876-1958), quedando como obispo auxiliar del arzobispo Baziak (1890-1962) —Baziak, como Sapieha, fue arzobispo de Cracovia, puesto al que accedió Wojtyla cuando aquel murió en 1962—. El mismo año en el que accedió a la cátedra de Cracovia, dio inicio el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, convocado por el papa Juan XXIII (Angelo Giusepe Roncalli, 1881-1963), en el cual Wojtyla tuvo una participación activa. En el consistorio de 1967, Pablo VI (Giovani Battista Montini, 1897-1978) lo proclamó cardenal presbítero de San Cesareo in Palatio. 

En el momento en el que fue elegido, Wojtyla era conocido por ser un intelectual que había enseñado Teología en la Universidad Jaguelónica, y que tenía una postura crítica hacia los regímenes socialistas, tanto de su natal Polonia como de la URSS. Dada su activa participación en el Concilio Vaticano II, se esperaba que continuara esta agenda, lo que aseguró en su primera reunión con los cardenales, tras su elección. Y se esperaba, también, que su reinado no fuera corto, ya que no había cumplido ni siquiera los sesenta años —objetivo que se hubiera visto truncado el 13 de mayo de 1981, cuando Mehmet Ali Agca le disparó varias veces—. 

A la muerte de Wojtyla, el 2 de abril de 2005, se podría dar crédito a su biógrafo, George Weigel, y considerar su reinado como un gran hito, no solo para el catolicismo y el cristianismo, sino para el mundo. Canonizó y beatificó a más personas que sus antecesores juntos durante los cinco siglos previos. Parafraseando a Weigel, se dedicó a tender puentes mientras recorría el mundo —visitó 129 países a lo largo de su reinado—, al estrechar relaciones con otras fes, no solo con cristianos, sino con musulmanes y judíos —fue el primer papa en poner pie en una sinagoga; señalaba que la convivencia con judíos durante su infancia y juventud fue un factor clave en su interés por reconciliar ambas religiones: “Los judíos son nuestros amados hermanos y, en cierto sentido, son en verdad nuestros hermanos mayores [en la fe]”. A lo anterior, se suma el papel que se le adjudica en el fin de los regímenes socialistas, contra los cuales mantuvo una postura adversativa desde su coronación —de ahí que en el atentado de 1981 se manejara la hipótesis de que Agca hubiese actuado por órdenes del Kremlin. 

A México hizo cinco visitas a lo largo de su pontificado (1979, 1990, 1993, 1999 y 2002). Comenzó como parte de su primera visita apostólica, el 26 de enero de 1979, después de visitar República Dominicana, donde no fue recibido como jefe de Estado. En la segunda, invitado por el presidente Carlos Salinas de Gortari (1948), México tampoco lo recibió en condición de tal —nuestro país y la Santa Sede rompieron relaciones diplomáticas en 1861, tras la promulgación de las Leyes de Reforma, a lo que se sumó el respaldo del Vaticano a los Cristeros, en la Guerra Cristera (1920), hasta 1992, cuando el gobierno de Salinas de Gortari restableció las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Fue hasta su tercer viaje, en 1993, cuando fue recibido como jefe de Estado. 

En estos cinco viajes, Wojtyla recorrió el país y beatificó y canonizó a algunas figuras, como San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548) o Pedro de Jesús Maldonado (1892-1937), sacerdote que participó en el levantamiento cristero. Pero, además de estos viajes y del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, en nuestro país también es recordado por arropar al padre Marcial Maciel (1920-2008), fundador de una organización religiosa, acusado en numerosas ocasiones de abusar de menores en las instituciones educativas que dirigía. 

Una crítica que se ha levantado sobre Wojtyla, tanto dentro como fuera de la Iglesia, es su alianza con grupos con mucho poder económico. Desconfiaba y llegó a oponerse a la Teología de la Liberación, movimiento que en América Latina surgió después del Concilio Vaticano II y que buscaba un acercamiento con los pobres y desheredados del mundo. Famosa es la escena del 4 de marzo de 1983, cuando el poeta y sacerdote nicaragüense, Ernesto Cardenal, recibió una reprimenda en la pista del aeropuerto de Managua, mientras arrodillado él esperaba la bendición. 

En 2003 beatificó, en cambio, a Teresa de Calcuta (1910-1997), quien predicaba el consuelo y el conformismo. Creía que el sufrimiento de las personas las acercaba a Jesús, de ahí que se opusiera a la paliación del dolor. Asimismo, la religiosa de origen macedonio se opusó a los anticonceptivos, punto en el que coincidió por completo con Wojtyla. Sobre este punto Weigel hace hincapié en que Juan Pablo II, desde antes de ser papa, era un férreo defensor del sexo dentro del matrimonio, como una manifestación del amor entre los cónyuges. Sin embargo, se opuso abiertamente al uso de métodos anticonceptivos o la utilización del condón, al que clasificó como blasfemia de Dios —en plena crisis del VIH—, y ni qué decir de su postura sobre el derecho a decidir de las mujeres, del cual se expresó en estos términos:“el aborto es el principio que pone en peligro la paz en el mundo”. 

Y a pesar de los viajes y de haberse declarado mexicano en una de sus visitas a nuestro país, el porcentaje de mexicanos que se declaraban católicos disminuyó durante su papado. Según datos del INEGI, pasó de 92.6 %, en 1980, a 82.7 %, en 2010. Este fenómeno también se presentó en Brasil, el país con mayor número de católicos del mundo. El Centro de Estudios Religiosos e Investigaciones Sociales (CERIS), de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil consideraba, al iniciar el 2005, que 75 % de brasileños eran católicos, contra 88 %, estimado en 1980. Los múltiples viajes de evangelización parecen no haber tenido un correlato en el aumento de fieles. 

El 2 de abril de 2005 falleció en el Vaticano Wojtyla después de una larga enfermedad, de la cual millones fueron testigos: el deterioro a consecuencia de la enfermedad de Parkinson del santo padre fue televisado, como antes lo habían sido sus peregrinaciones. Las cámaras atestiguaron su vejez y senectud. Sus últimas palabras, de acuerdo con la Santa Sede, fueron en polaco: “Déjenme ir a la casa del Padre”. Veintiséis años del primer papa polaco, el papa viajero, llegaron a su fin, el mundo era muy distinto al de 1978, cuando fue electo, y puede decirse que algunos de esos cambios se debieron a él y su actuar. A sus funerales acudieron numerosos dirigentes de Estado y millones de peregrinos al Vaticano. Sus sucesores lo beatificaron y canonizaron, primero Benedicto XVI (Joseph Ratzinger, 1927-2022) lo elevó a beato, el 1 de mayo de 2011 y, después, Francisco (Jorge Mario Bergoglio, 1936) lo canonizó, el 27 de abril de 2014, junto con Juan XXIII, estableciendo su festividad el 22 de octubre, en conmemoración del día de inicio de su pontificado. 

A veinte años de su fallecimiento, se puede juzgar su legado, plantearse qué hizo por la Iglesia y sus feligreses, y qué hizo también por aquellos que no eran parte de la institución a la que dirigió, pero cuyas decisiones también afectaron. Queda a cada quien analizar sus actos y en función de su propia conciencia establecer si fueron buenos o malos. Es evidente que para la Iglesia fueron buenos, puesto que fue elevado al santoral católico, pero ¿lo fue así para todos los católicos y para personas de otras denominaciones que se vieron afectadas por sus políticas y actos de una u otra manera?

Referencias

Weigel, George, Witness to Hope: The Biography of Pope John Paul II, Nueva York, Harper Perennial, 2020.

Martínez Pérez, Jorge, “México: disminuye población católica y aumenta población diferente a la católica, sin religión y opción no especificada”, International Journal of Progressive Sciences and Technologies, 42, (2023).

https://www.lamarea.com/2014/04/27/del-papa-de-la-paz-al-azote-de-homosexuales-mujeres-y-blasfemos-que-usan-preservativos/

https://www.catholicnewsagency.com/news/14969/legionaries-of-christ-acknowledge-founders-inappropriate-behavior

https://www.ncronline.org/news/accountability/how-fr-maciel-built-his-empire

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/09/110908_brasil_catolicismo_papa_retos_jg

https://www.aciprensa.com/noticias/11901/preocupa-disminucion-de-catolicos-en-brasil