Tierra Adentro
Fotografía por Itzel Lara.

Cuando a un artista se le pide englobar su obra en un concepto, un género determinado o una tendencia, siempre acaba diciendo que eso es “trabajo de los críticos y los investigadores” y que a él solamente le corresponde crear.

¿Pero quiénes son estos personajes que dictaminan, catalogan, analizan y desmenuzan el arte y en particular, el quehacer escénico de nuestro país?

Hoy, platicamos con Maricarmen Torroella sobre su papel como investigadora teatral en nuestro país.

Torroella maestra en Letras Mexicanas por la UNAM y Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana, desde hace una década se dedica al estudio del panorama teatral del México contemporáneo;  del 2010 al 2013, trabajó en el Centro Nacional de Investigación Teatral “Rodolfo Usigli” del INBA y de unos meses para acá, también lleva sobre sus hombros la responsabilidad de formar a los que serán los nuevos protagonistas del teatro, al ser docente en la Licenciatura en Literatura Dramática y Teatro de la UNAM y en la Licenciatura en Actuación de la Universidad Londres.

 

Itzel Lara: ¿Cómo empieza tu labor de investigadora? ¿Cuál es tu proceso formativo?

Maricarmen Torroella: Estudié Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Al estudiar letras, me interesé por la dramaturgia y el teatro. De modo que ingresé a un taller de la Facultad. Montamos a Strindberg. En seguida quise estudiar teatro, primero con Oceransky en Xalapa, y luego con Margules en México. Este director aún tenía el Foro de Teatro Contemporáneo, y después de investigar las escuelas en el Distrito Federal supe que era el mejor lugar para hacerlo. El mejor lugar para mí.

Me vine a vivir a México en el 2003. Tenía que sostenerme ya por completo y resultó difícil el hecho de estudiar una segunda carrera y trabajar a un mismo tiempo. Posteriormente, empecé a hacer teatro de forma amateur en Chiapas, con una compañía independiente. La experiencia volvió a ser muy grata, pero me di cuenta de que siendo actriz no podía tener la visión de conjunto del acontecimiento escénico. Recuerdo que me di cuenta entre bastidores, observando a mis compañeros actuar antes de entrar a escena, observándolos a ellos y al público. Me fascinaba la totalidad teatral, y como actriz no podía obtenerla. Por otra parte, pese a que tuve buenos comentarios sobre mi trabajo como actriz, yo no estaba satisfecha con éste. No era lo que quería hacer. Volví al Distrito Federal. Me acerqué a la revista Paso de gato, de la que he sido fan desde el principio. Fui a pedir trabajo allí como correctora de estilo, y entonces conocí a Edgar Chías. Me tocó estar en el lugar adecuado, en el momento preciso para ver surgir a una generación de dramaturgos mexicanos que plantearon un parteaguas en las generaciones precedentes de escritores de teatro. Una generación que se formó en torno a encuentros de teatro como la Semana Internacional de la Dramaturgia Contemporánea organizada por Boris Schoemann y Luis Mario Moncada en el Helénico; un encuentro que también fue muy importante para mí en mi formación como investigadora teatral contemporánea. En vez de teatro, decidí estudiar la Maestría en Letras Mexicanas en la UNAM, porque para entonces aún no existía un posgrado en artes escénicas en el país. No me fui al extranjero porque yo quería estudiar dramaturgia mexicana aquí. Me interesé por la obra de David Olguín primero. Luego vi El cielo en la piel, de Edgar Chías en el teatro La Capilla, dirigida por Mahalat Sánchez, en el marco del encuentro que he mencionado, y decidí dedicarme a estudiar esta nueva forma de escritura para la escena y al mismo tiempo a esta generación, que según el conteo del crítico Fernando de Ita es la sexta generación de dramaturgos mexicanos, de Rodolfo Usigli a nuestros días.

 

IL: ¿Por qué el teatro?

MT: Porque me apasiona. Porque cuando los elementos que conforman al teatro realmente se dan, la experiencia es totalmente avasalladora. Puede cambiar la vida completa de una persona. Es algo similar a un terremoto. Y te afecta y te cambia no sólo intelectual, no sólo emocionalmente, te afecta por completo, en tu totalidad humana.

 

IL: Como investigadora, ¿qué crees que hace falta para que el teatro mexicano se consolide en el extranjero? ¿Realmente es una de las prioridades actuales o piensas que hay otros aspectos más importantes que cubrir?

MT: Yo creo que para responder sinceramente a esta pregunta me hace falta perspectiva;  la perspectiva del teatro mexicano en el extranjero estando allá. Sin embargo, desde aquí he sido testigo de lo que pasa allá en diferentes ámbitos, no sólo el de los creadores, también el de los investigadores. El teatro mexicano y la dramaturgia mexicana contemporánea, desde hace una década, ha ido ganando un lugar y una presencia significativa en el extranjero. Hay muchos indicadores que dan cuenta de ello: desde la crítica especializada, desde los encuentros de artes escénicas en otros países, desde las políticas culturales y los intercambios en este sentido entre naciones a nivel institucional, universitario; las traducciones que se han llevado a cabo de la dramaturgia mexicana contemporánea, por ejemplo en Francia y Argentina, dos referentes importantes; los mismos coloquios de investigación en el extranjero, en donde ya se abordan estos temas y obras; la experiencia de los autores mexicanos en los talleres impartidos por el Royal Court Theatre de Londres, tanto en México como en Inglaterra, por citar sólo algunos casos o referentes; así como también las antologías que aglutinan la pluma de autores nacionales y extranjeros, editados tanto en nuestro país como en otras latitudes. Esta internacionalización no sólo es resultado de la calidad de los artistas mexicanos; como todo en el teatro se trata de un conjunto de esfuerzos por dar presencia a algo que sin duda tiene calidad. Lo diferente es cómo se paran los autores allá. Eso lo platicaba en alguna ocasión con Alberto Villarreal.

Sí hay una actitud diferente en los artistas: la seguridad que les da la calidad de su trabajo. Van a mostrarlo, a compartirlo, y regresan aquí a crear. En cuanto a una consolidación… me parece que eso es demasiado estático. Tampoco creo que éste sea su objetivo. Creo que le dan más relevancia al hecho de compartir experiencias. El objetivo cambia y por lo tanto los resultados son otros. Yo también pienso que eso es más relevante.

 

IL: ¿Qué futuro le auguras a la dramaturgia actual?¿Cómo ves el panorama con la gente que ahora es la protagonista y a los nuevos talentos?

MT: Los dramaturgos más jóvenes no la tienen fácil. La generación del 2000, por citar sólo una coordenada temporal, cambió muchos referentes, a nivel formal, a nivel de gestión, a nivel de relaciones intergeneracionales, a nivel de relaciones entre autores de diferentes latitudes, y como hemos visto, en su relación con el exterior. Siguen cambiando estos referentes. Quizá es demasiado pronto, hay muy poca distancia o perspectiva para reconocer los derroteros de la dramaturgia más actual. Arriesgándome un poco yo te hablaría de un individualismo acentuado. De búsquedas personalísimas. Eso es lo más reciente que me ha tocado ver. Y con una absoluta independencia de recursos, que igual abrevan en una estructura más canónica, más clásica, como en una estructura de narración escénica, o efectivamente, más cercana a lo posdramático. Estoy pensando en casos muy particulares, que al mismo tiempo se alejan de las modas. Que utilizan dichos recursos de manera responsable, acorde con lo que quieren expresar. Artistas en los que hay una visión de mundo, antes que una “forma” políticamente correcta. Y creo que esos talentos se están gestando, cerca o lejos de los reflectores. En solitario, básicamente.

 

IL: ¿Crees que se le da apoyo a la investigación teatral en el país?

MT: Se levantan proyectos institucionales, “sexenales”. Se invita a las nuevas voces a participar en los coloquios de investigación. Hay premios importantes dedicados a la investigación teatral. Desde hace más de un lustro, la UNAM ha echado a andar un nuevo plan de estudio en el que la formación de teatrólogos es igual de importante que la formación de un dramaturgo, director, actor. De igual forma la Universidad Veracruzana cuenta con una maestría en artes escénicas desde hace varios años y está por abrir un doctorado en artes. Sin embargo, la gran problemática hoy en día son los espacios en donde estos teatrólogos ejerzan su profesión, que no es necesariamente la misma que la de un profesor-investigador. Institutos de investigación teatral, eso es lo que hace muchísima falta. Institutos que tengan la estructura para integrar nuevas voces. Y más que nada la apertura. Un investigador no puede vivir simplemente de las becas. Un investigador no puede ser un adjunto forever, tomando en cuenta que entre sus principales objetivos está generar un pensamiento propio. Un investigador necesita el espacio y la oportunidad para desarrollarse, para equivocarse y aprender. Entre los más jóvenes hay una gran inquietud en este sentido. Se ha comprendido la relevancia de la investigación en torno al trabajo creativo de un autor, o bien como parte esencial del trabajo de cualquier creador. Se está pensando en la vinculación de estos dos ámbitos, la investigación desde esa y desde muchas otras perspectivas, inter y sobre todo transdisciplinaria. Sin embargo, los investigadores al igual que los creadores, demandan un espacio propicio para profundizar en su trabajo. Un espacio, unas condiciones si no ideales, al menos posibles. La comunidad teatral mexicana en su conjunto habrá de generar estos espacios, incluyendo a los mismos jóvenes investigadores, de lo contrario tenderá a esclerotizarse. Se batalla contra muchos candados. Muchas puertas cerradas. Pocas opciones. Y sin embargo se sigue, se sigue dando la batalla porque la investigación es una vocación tan fuerte y tan libre como cualquier otra. Las instituciones en este sentido, tienen una gran responsabilidad por cubrir.

 

 


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
Ciudad de México, 1980. Dramaturga. Autora de Aún no recuerdo su rostro (FETA 2014). Fue Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas (2009-2011) y de Jóvenes Creadores, FONCA, (2008-2009). Participó en los talleres de The Royal Court of London y realizó una residencia en la misma institución en marzo del 2013. Su obra Anatomía de la Gastritis, traducida al francés por David Ferré, fue editada por la editorial Le Miroir. Ha publicado Editorial El Milagro; Los Textos de la Capilla, segunda generación; Tierra Adentro, Buena tinta y la revista Este País. Su guion Distancias Cortas fue publicado en co-edición con IMCINE y Editorial Buena tinta, en 2012.