Tierra Adentro
Portada de "El diablo en el cuerpo", Raymond Radiguet. Editorial Confabulaciones.
Portada de “El diablo en el cuerpo”, Raymond Radiguet. Editorial Confabulaciones.

¿Qué ocurre cuando lo demoníaco se convierte en la esencia misma de la persona? ¿Qué pasa cuando el cuerpo no responde a los comandos de la mente sino a sus propias necesidades? Brutalidad, sensualidad, perversión y posesiones. Sólo que esta novela de Raymond Radiguet, escritor nacido en las cercanías del río Marne y de París, maldito si se quiere, quien murió además a los veinte años, no pertenece al género de terror, ni siquiera se manifiestan en ella los elementos sobrenaturales. El diablo de Radiguet se conforma por las ideas que van en contra de la moralidad reinante, por la futilidad de lo accesorio y, también, por la oscuridad del alma transida por las pasiones del cuerpo y nada más.

Es decir, Radiguet propone en El diablo en el cuerpo una escritura decadentista, oscura y llena de una crítica velada contra el belicismo de la época. Al momento de su publicación, Francia ya había pasado por los horrores de la Gran Guerra y el nacionalismo exacerbado formaba parte de la opinión pública.

El decadentismo es un hijo del romanticismo, como lo anuncia Mario Praz en La carne, la muerte y el diablo en la literatura, y una de sus cunas fue Francia, con la obra de Pierre Louÿs, Joris-Karl Huysmans o d’Aurevilly, sin olvidar la influencia de poetas malditos como Baudelaire, Verlaine o Lautréamont. Como tal, su búsqueda parte del “corazón”, más que de la mente, pero también de las pasiones que no forman parte de la moralidad y las reglas burguesas. La obra de Radiguet se inscribe, aunque “la época dorada del decadentismo” ya hubiera pasado, dentro de esa corriente crítica, despiadada y casi pornográfica.

En El diablo en el cuerpo hallamos la historia de un hombre, en realidad un adolescente, que se “enamora” de una mujer algunos años mayor que él, quien además está comprometida con un militar que permanece, gran parte de la novela, en el frente de combate. Marthe, es una mujer que se siente parte de las costumbres, que acepta su destino como futura esposa, y quien además realiza todas las actividades que se esperan de ella, hasta que el adolescente (y narrador) termina por hechizarla y martirizarla hasta convertirla, casi, en un despojo, en una esclava de sus pasiones que no tiene ningún reparo en mantener su amor, aunque su reputación sea mancillada.

Aunque en la contraportada de la edición de Pre-Textos, El diablo en el cuerpo se anuncie como una gran novela de amor, este amor es corrupto, egoísta, inmaduro, peligroso y estúpido. El narrador-protagonista vive la diégesis desde un ámbito doble, pues además de mostrar las pasiones que lo invadieron en el instante en que ocurren, es también un juez profundo de sus actos, de su exageración y de sus intenciones, todas pérfidas e inmaduras. Un niño acostumbrado a hacer lo que desea, a ser obedecido y a no trabajar en ninguna otra empresa que no sea la de su obsesión.

El adolescente tiene al diablo en su cuerpo no sólo por el irrefrenable deseo que mantiene hacia Marthe, la joven esposa, sino por las intenciones que no hacen más que romperla, castigarla, hacerla suya bajo una forma de esclavitud sentimental de codependencia enfermiza. Como en las grandes obras del decadentismo, en la novela subyace la perversión de las costumbres como una interrogante del sentido de vida, especialmente del sentido burgués, de su vida cómoda, llena de trabajos sencillos, simplones, o careciendo de ellos, en pos de placeres, reuniones aburguesadas, comidas, paseos y bailes. Es la eterna “Tarde de domingo…” donde todos los demás quedan suprimidos, y quienes se mantienen cerca del Marne, en los campos, en el picnic, son los supuestos enamorados.

Las grandes empresas que el narrador acomete se basan en la posesión absoluta de Marthe, en la claudicación de su voluntad para hacerla por completo suya. Posesión demoníaca, no sólo la que recubre su cuerpo, sino la que él realiza, como demonio idiota e irreflexivo, para penetrar en la voluntad de su compañera. El diablo es él también, es quien quebranta “el buen actuar”, las “buenas costumbres” y mira hacia el lector no para buscar comprensión ni redención, sino entendimiento.

El matrimonio y la guerra. El adulterio y las relaciones enfermizas. ¿Efebofilia? Tal vez. Quebrantamiento de los valores burgueses, pero también una crítica velada hacia la estupidez humana, incluido el belicismo.

La novela de Radiguet fue publicada en el último año de vida de quien sería llamado el Nouveau Rimbaud, provocando un escándalo en el público lector francés, pese a la aceptación literaria de escritores que vieron con buenos ojos la escritura, el estilo y el tema de El diablo en el cuerpo, desde Paul Valéry a Jean Cocteau, quien fue jurado en un premio que le fue otorgado a Radiguet. Los temas tocaban puntos complejos de la sociedad francesa, principalmente cuestiones nacionales como la guerra, ya que el narrador de la novela sostiene que es la guerra la que permite a los amantes consumar su unión.

Además de la guerra, en El diablo en el cuerpo son los trabajos dedicados a la pasión, al quebrantamiento de la voluntad y al mero cumplimiento de caprichos, los que resaltan durante la narración. El adolescente no se encuentra dolido como lo estuviera Werther, no se encuentra lleno de un sufrimiento gozoso donde su amada se convierte en un ángel, en una diosa. Y, aunque Marthe es una persona de la que no puede desprenderse el adolescente, los sentimientos que tiene hacia ella son edípicos, de una codependencia absoluta, y de posesión. No importa enaltecer, amar, edificar, sino lo contrario, romper y derruir la voluntad, convertir al otro en un títere y que lo demás sea silencio.

¿Podría decirse que El diablo en el cuerpo es una novela actual, que pueda disfrutarse del todo bajo nuestros preceptos contemporáneos? Es la misma pregunta que surge cuando se leen novelas de principios de siglo, del XIX, por ejemplo, cuando se ajusta todo lo que debe ajustar un lector para entrar en la prosa de Tolstoi, de George Sand o de alguna de las hermanas Brontë. En la novela de Radiguet esto también es necesario, pero, al contrario de lo que uno pudiera encontrar en las infidelidades de Anna Karenina en la novela del mismo nombre, lo que se encuentra en El diablo en el cuerpo es suciedad, torcimiento de los ideales y una ruptura de aquello que pensamos como “novela de amor”, y no es porque Cumbres borrascosas u otras novelas góticas o románticas carezcan de esta perversión del amor, de las relaciones humanas, sino que la forma en que se construye el discurso del adolescente golpea algunas de las preocupaciones actuales respecto a los vínculos sexo-afectivos de nuestra actualidad.

¿Es el matrimonio un contrato vigente para nuestra forma de entender los vínculos? ¿Es realmente Marthe una mujer traicionera, estúpida, egoísta, absolutamente infiel a quien deberíamos condenar? ¿No es, precisamente, esta contemplación y crítica del matrimonio durante la novela lo que resuena en nuestras preocupaciones actuales? La unión de una mujer a muy corta edad con un hombre que debe irse, la suprema obediencia que le debe la pareja femenina a su esposo, la aceptación absoluta ante la construcción de una sociedad que busca sólo eso, la mirada baja de una buena esposa.

La novela es trágica no porque los personajes pertenezcan al heroísmo, no porque sucumban a un destino irreductible, sino porque se adentran en las asperezas del otro voluntariamente, sin conocerse, sin quererse, sin comprenderse ni a sí mismos, y cuando lo descubren, persiguen ese mismo sueño de autodestrucción sin que nada más importe. ¿Qué los hace actuar así?, ¿Qué hace que una persona busque la ruina, el rompimiento de otros o de sí mismo? Podemos saberlo, utilizar la psicología o la psiquiatría para entender esas pulsiones, pero durante la lectura de esta novela agria, dolorosa y afilada, con el tufillo permanente de algo que se está pudriendo en la cesta de las frutas, en el jardín, en el interior de uno mismo, el lector no puede sino maravillarse ante las pulsiones humanas, el vacío de las instituciones y de los ideales absolutos, principalmente los pertenecientes a los vínculos humanos.

La novela, pues, es trágica, y absolutamente moderna, pues en ese tufillo recubierto de perfume, nos entendemos.

Portada de “El diablo en el cuerpo” de Raymond Radiguet. Editorial Confabulaciones, 2020.

Autores
(Tlaxcala, 1988) es egresado de la licenciatura en relaciones internacionales de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (upaep). Ha colaborado en medios físicos y digitales como Ágora, Letrarte y Momento. Parte de su obra se incluye en las antologías Seamos Insolentes (2011) y Sampler (2014). Ha sido becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA; 2013, 2018), del Fondo para la Cultura y las Artes (Fonca, 2016) y de Interfaz (2018). Asimismo, obtuvo el Premio Estatal Dolores Castro de Poesía 2016, el Premio Tlaxcala de Narrativa 2017 y una mención honorífica en el XXXIV Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción (2018).
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