El descubrimiento de los Beatles
A Marisol Chávez Cano, por la banda en la que un día estuvimos
En la bochornosa primavera chihuahuense de 2008 descubrí a los Beatles. Vamos, sabía de su existencia, pero nunca les había prestado atención. Siempre he dicho, medio en broma, medio en serio, que para mí el pop noventero en inglés fue contracultural y lo digo, sobre todo, porque en el ámbito rural en el que crecí la música imperante es lo que se le conoce como regional mexicano —en el que también se incluía el Tex-Mex, popularizado en esa época—, en la radio, si acaso sonaba otra cosa era pop en español y baladas; hasta finales de la década de los 90 empezamos a escuchar otras cosas, gracias a los programas de videoclips en la televisión abierta.
Allá por 2008, YouTube se había popularizado —era la época en la que el copyright en la plataforma de videos no era tan estricta y hasta películas enteras podíamos ver ahí— y ahí empecé a escuchar al grupo de Liverpool. Veía algunos de los videos que hicieron en su carrera, videos que, dicho sea de paso, eran un deleite visual, no solo auditivo, que se adelantaba dos décadas a lo que más tarde llegaría a ser MTV. Pienso, por ejemplo, en la fascinación que me causó Strawberry fields forever, un videoclip en el que la música incluye el uso de un mellotron, uno de los primeros teclados electrónicos.
Me fascinó el desparpajo de los cuatro jóvenes, la energía de su música y descubrir, gracias a la generosa Wikipedia, lo mucho que su trabajo significó en la música pop que se produjo después de ellos. Su carrera como agrupación ni siquiera alcanzó una década, pero fue tiempo más que suficiente para cambiar por completo el rock y la música pop.
Recuerdo aquellos días en los que pasaba horas viendo sus videos o yendo de una página de Wikipedia a otra, queriendo saber más, engolosinarme con la música y con todos los detalles alrededor de ella: cómo esos adolescentes de Liverpool, nacidos en plena Segunda Guerra Mundial, se conocieron y empezaron a tocar juntos; cómo no acabaron de dar con un nombre para la banda que conformaban, y un larguísimo etcétera de conocimientos que iba adquiriendo sobre ellos.
Ciertamente sentía cierta envidia hacia quienes conocieron aquel fenómeno en vivo, hacia quienes escucharon por primera vez sus discos, quienes los oyeron tocar en vivo en The Cavern o en el techo de Apple Corps; sentía una extraña nostalgia por aquello que no viví y no pude vivir. Ni siquiera podía contar con compartir la beatlemanía con mis padres, en la década de 1960 eran niños, en el ejido en el que crecieron ni siquiera había luz eléctrica y en las pocas radios que había no se escuchaba algo como los Beatles —treinta años después, en mi propia infancia, tampoco—.
Una de las cosas que me atraía de los Beatles, ahora me queda claro, es que veía en ellos el zeitgeist de esa década, la contracultura y los movimientos de derechos civiles, la idea de la revolución a la vuelta de la esquina, la necesidad de experimentar y crear algo nuevo —fue la década en la que Julio Cortázar publicó Rayuela y Vladimir Nabokov su Pálido fuego, ambas novelas que caben en lo que hoy se da en llamar literatura ergódica y en aquel tiempo se llamaba novela experimental—. Veía esa época casi como un paraíso perdido, una edad de la inocencia que buscaba la libertad —que incluía la sexual— y que había culminado con la respuesta del autoritarismo en los últimos años de esa década —era joven e ingenuo y proyectaba esa ingenuidad en la idea que me hice de ese tiempo—. En esa perspectiva no era casual que también el sueño que fueron los Beatles hubiera terminado también al concluir la década de 1960.
Para aquel que era —un millenial que creció en un ejido y vivía en la anodina ciudad de Chihuahua—, encontrarme con la música de los Beatles fue una revelación. Solo podía preguntarme cómo había sido para quienes se encontraron por primera vez con ellos allá por 1963 o 1964.
Ninguno de mis padres llegó a escuchar a los Beatles cuando empezaron a sonar, pero sí conocía a alguien que los conoció y escuchó sus canciones en los discos que vendían. Enrique Servín me contó que él era un niño, pero que su música no le fue desconocida y que tuvo el sencillo con Strawberry fields forever en el lado A y Penny Lane en el lado B. Me contó que en la radio de Chihuahua capital sí se llegaron a escuchar algunas de sus canciones y que guardó la esperanza de que se volvieran a reunir después de su separación; él tenía 12 años cuando salió Let it be y se dio a conocer la disolución de The Beatles.
Con las anécdotas de Enrique y de las canciones que escuchaba en su niñez, me quedó claro, algo que era obvio por lo demás en los videos que veía, que los Beatles atraían sobre todo a los jóvenes, adolescentes y, como fue el caso de mi amigo, los niños. Veía en su música algo del espíritu juvenil que sentía compartir con muchas personas de mi edad —no por nada para ese momento la idea de juventud, como lo plantea Jon Savage en Teenage, ya era un grupo diferenciado de la infancia y la adultez, con valores y preocupaciones propias—. De ahí que siguiera preguntándome cómo fue ese descubrimiento para los jóvenes de aquella época, cuando los mismos Beatles no eran más que unos muchachos que apenas habían cumplido veinte años.
Así imaginaba a una joven en los Estados Unidos, podría ser en alguna ciudad de la Costa Este, pero también de la Costa Oeste, que entraba a la tienda de discos a la que iba con asiduidad. Pensemos en esta joven, el cabello peinado y sostenido con un listón a juego con el vestido amarillo pastel y la rebeca blanca, su gusto musical no es nada del agrado de sus padres, que preferirían que escuchara baladas en lugar de rock. Esta jovencita, llamémosla Mindy, viene del frío de la calle —son los últimos días de enero de 1964, por lo que estamos en medio del invierno— y, al cruzar la puerta, se soba los brazos como para darse calor, mientras pasa su mirada por las portadas de la góndola de novedades. Mindy ya conoce los títulos que hay ahí, salvo uno, que no bien lo ve llama su atención. Camina hacia él. Ahí están en un recuadro negro los rostros de cuatro jóvenes en blanco y negro, la mitad del rostro iluminada y la otra mitad en la sombra, tanto que casi se integra al fondo. En letras azules y rojas el título Meet The Beatles!, bajo el cual puede leer: The first Album by England’s Pop Combo. Decide comprarlo.
En su casa, en el tocadiscos empieza a escuchar el disco, es un disco que tiene mucho del rock que ha escuchado —en sus primeros discos siguen componiendo muy cerca a sus influencias del rock estadounidense de la década de 1950; todavía les falta tiempo para llegar a las experimentaciones que harán en Revolver o en +—. Primero escucha I Wanna Hold Your Hand, con la voz de John Lenon; la siguiente pieza es Paul, coreado por George y John, quien canta I Saw Her Standing. Pronto escucha los dos lados del disco, las doce canciones, y vuelve a escucharlo. Como ella miles de jóvenes, hombres y mujeres, empezaron a escuchar en Estados Unidos a The Beatles.
Para ese momento no eran unos desconocidos en su natal Inglaterra, de hecho, Meet the Beatles contenía la mayoría de las canciones de su segundo álbum, With the Beatles, con el que compartía también la portada: la fotografía de Robert Freeman. Ya se habían presentado en París y en Hamburgo. El año anterior, en Inglaterra, se acuñó el término beatlemanía para describir el entusiasmo de los jóvenes ante la banda. Para ese momento estaban en planeación de la que sería su primera película: Long day’s night; en su estancia en Florida, compusieron algunas de las canciones para ella.
Ese entusiasmo pudo verse el 9 de febrero de 1964, cuando los jóvenes de Liverpool se presentaron en el programa de Ed Sullivan. De acuerdo con William Sullivan, se recibieron cincuenta mil solicitudes para presenciar en vivo la presentación de los Beatles, en un teatro con una capacidad de setecientas personas.
John, Paul, George y Ringo se presentaron sonrientes y con la melena que los caracterizaba en sus primeros años —su productor Brian Epstein insistió en que llevaran ese corte— y que contrastaba con el corte casi a rape que la mayoría de los hombres en el público llevaban. Hay una notable diferencia entre la gente que presencia el programa de Ed Sullivan: los adultos mantienen su rigidez durante todas y cada una de las canciones; mientras los jóvenes, sobre todo las jovencitas, están entusiasmados con cada una de las canciones, con la voz y la guitarra de John, con el bajo y los ojos tristes de Paul, con la guitarra y la sonrisa de George, con la batería y el ritmo de Ringo. Abrieron con She Loves You y This Boy. Sullivan, mientras conversaba con ellos, advirtió que John era un hombre casado, algo que Epstein trató de mantener en secreto —el año anterior, cuando Julian nació, John asistió al hospital de incógnito y su esposa fue registrada con el nombre de soltera para evitar a los fans—. Cerraron su presentación con I Wanna Hold Your Hand, que en ese febrero alcanzó el número uno en las radios. La presentación fue un éxito y más de setena millones de personas vieron a los Beatles.
Los Estados Unidos descubrieron a los Beatles y con ellos el mundo lo hizo. Así, Meet the Beatles! fue el álbum que se vendió en otros países. Blair recoge la anécdota de que en Colombia se vendió con el subtítulo de Las escobas que cantan. Fue el segundo disco en Estados Unidos en alcanzar el millón de copias vendidas, con él mucha gente descubrió la existencia de The Beatles, que para ese momento tenía por delante la mayor parte de su carrera.
Han pasado sesenta años desde que aquel álbum fuera lanzado en Estado Unidos y apenas el año pasado Paul McCarney lanzó la última canción de los Beatles: Now and Then. Gracias a la tecnología pudo recuperar la voz de John Lenon de una cinta de baja calidad —Yoko Ono le había dado la cinta en 1995, junto con otros demos que su esposo hizo en 1977 para grabar con los Beatles, pero su asesinato en 1980 se lo impidió; Paul, Ringo y George grabaron la música, pero no pudieron utilizar la voz de John hasta ahora—. El título no deja de ser sugerente, como su última canción, que habla de ahora y entonces; como lo fue el título de su último álbum: Let it be, un llamado a dejar que las cosas siguieran su curso. Han pasado más de quince años desde que yo los descubrí y me apasioné con sus canciones y con su historia; así es la beatlemanía: un apasionamiento que surge no bien se descubre a The Beatles, haya sido ese descubrimiento en 1964, en 2008 o en 2024.
Fuentes
Blair, William, The Beatles: Su historia en anécdotas, Manon Troppo, Barcelona, 2010.
Marcos, Carlos, “‘Now and Then’, la nueva canción de los Beatles con ayuda de la inteligencia artificial: historia y controversia tras escucharla”, en El País, 02 de noviembre de 2023.
Savage, Jon, Teenage: La invención de la juventud, 1875-1945, Desperta Ferro Ediciones, Fráncfort, 2020.