Tierra Adentro
Ilustración realizada por ChangosPerros
Ilustración realizada por ChangosPerros

I

El padre de tu padre se lo contó una noche al volver de la milpa, cuando no había luz eléctrica y ese calor sofocante del que siempre se ha quejado se colaba por las ventanas. Calor que la península de Yucatán conoce muy bien y empieza a avisar desde febrero que en mayo se pondrá peor. A ti te lo contó tu padre medio siglo después, cuando regresabas de la tienda de la esquina con un hielo en bolsita que se derretía durante el trayecto. En ese momento creías, y aún lo sigues creyendo de algún modo, que el hielo en bolsita es el único remedio lógico y plausible para mitigar el sol y destruir la primavera.

Te lo contó, quizá solo para distraerte de tus insistentes reclamos de ir a la piscina pública, y le creíste. Te dijo que, si querías ir a una piscina, sería mejor que tú mismo la construyeras, con tu dinero. ¿Y cómo? Le dijiste. Espérate al 3 de mayo. Ese día y solo ese puedes encontrarte dinero enterrado. ¿Y cómo? Le dijiste de nuevo. Si estás atento a tu camino en el monte o en el fondo del solar, es posible que puedas ver una candela. ¿Candela? Preguntaste. Sí, candela, fuego, lumbre. Debajo de esa candela encontrarás dinero. ¿Dinero? Preguntaste. Sí. Dinero de un terrateniente, latifundista o hacendado que lo guardó y se le olvidó dónde lo puso o se murió antes de poder gastarlo. Hay mucho dinero bajo la tierra, solo hay que encontrarlo. Así te lo contó tu padre. Decía que lo ponían en botijas para prevenir el futuro, para la fiesta o solo por el simple gusto de saber que uno tiene una pequeña fortuna en algún lugar de su tierra, sin que nadie lo sepa, ni los usureros ni los familiares indeseables ansiosos por una sustancial herencia. De ese dinero hablo.

 

II

La práctica de almacenaje de dinero en botijas era común en el Yucatán de siglos pasados. Las botijas eran recipientes de barro de distintos tamaños fabricadas para guardar valores en el terreno de una casa o solar. Herencia precolonial o colonial, y popularizada en las guerras sociales, por ejemplo, la Guerra de Castas. Aún hoy quedan reminiscencias de ese guardar lo valioso en ciertos lugares de la casa, como los pretiles o en algún recoveco del techo, justo arriba de las hamacas que se extienden a lo largo de la casa común y que, cuando eras niño, veías como una pista de obstáculos para atravesar hacia cualquier lugar.

Encontrar dinero en la calle es signo de buena fortuna, así te decían para mantenerte atento a la carretera, aunque estos fueran 10 centavos. Desde pequeño te acostumbraste a mirar hacia la calle buscando monedas que algún despistado fuera a dejar accidentalmente en su tránsito a su destino. Por eso cuando tu padre te contó acerca de la posibilidad de encontrar una fortuna enterrada en tu terreno, iniciaste tu tradición de buscar candela en la tierra, un fuego perpetuo que solo tú podrías ver.

Te quedaste toda la tarde de ese 3 de mayo imaginando el tamaño que tendría esa piscina que ahoga el calor y que se limpia sola con los aparatos electrónicos que anunciaban en la televisión. En eso estabas cuando tu padre te dijo que si llegaras a ver esa candela no debes contárselo a nadie. Solo tienes que cavar, cavar y cavar hasta encontrarlo, porque si lo cuentas entonces desaparece. Pero no escuchaste esa última parte del relato, hecho quizá solo comparable con los estudios de mecánica cuántica, algo que Heisenberg describió como el Principio de incertidumbre en 1927. Materia en la que te interesaste muchos años después, aunque no le entiendas nada. No lo escuchaste porque tú ya traías la piscina metida en la cabeza.

 

III

Para los mayas el Xook K’iin es una manera de convivir con la naturaleza. De leerla. Literalmente, significa “contar días”. Es una forma de observar el entorno, los árboles, el comportamiento de los animales, las características de la tierra o el viento, para leer el clima del año. Este ejercicio se realiza durante el mes de enero y, a pesar de ser una práctica muy antigua, aún tiene constancia en los campesinos de las comunidades de la península de Yucatán. Los campesinos lo usan para saber cuándo deben sembrar y así garantizar una cosecha productiva, dado que gran parte de ellos usa el sistema de milpa tradicional que depende de los ciclos de la lluvia y no de los sistemas de irrigación. Determinar de la forma más precisa posible el inicio de la temporada de lluvias es fundamental para lograr una buena cosecha. Es por ello, que el conocimiento de la cuenta de los días es una herramienta de supervivencia. El 3 de mayo es la fecha en la que esta temporada históricamente ha iniciado y generalmente coincide con el Xook k’iin.

Las lluvias siempre se atrasan, dice tu padre. Hace mucho calor, le dices. Ya debe llover, te contesta. Pongamos una piscina, le respondes. No recuerdas la última vez que viste llover un 3 de mayo. En realidad, temías que eso sucediera. ¿Cómo encontrarías el dinero enterrado el día de la primera lluvia de la temporada?

Es 3 de mayo y tu padre desea que llueva; tú, encontrar candela sobre la tierra. Tu padre desea que aprendas a sembrar el maíz de Xmejen naal, junto al frijol, el tomate y la calabaza; que aprendas a escuchar las semillas para hacer pepita tostada, sobre todo, que supieras que la milpa debe rotarse para cuidar la tierra y que una guardarraya mal hecha en el monte provoca incendios. Tú, la piscina motorizada.

 

IV

Durante muchos años te preparaste para el 3 de mayo. Te emocionaba más que la navidad o tu cumpleaños. Nadie te regala dinero en tus cumpleaños, o al menos no a ti. Bajo el pretexto señorial de que: “¿para qué va a querer dinero el niño? Mejor dale un juguete”. Quién eras tú para contradecir las afirmaciones categóricas de los adultos del principio de siglo.

Aunque hubo una vez, solo una, que no fue así. Cuando llegó a tu casa aquella tía que no has vuelto a ver en años, pero que siempre te felicita por Facebook en tus cumpleaños. Hoy en día le dirían a esa tía Motomami y te ríes al pensarlo así, coreando a la Rosalía. En esa ocasión, lo recuerdas bien, sacó de su bolsa, muy ad hoc a la moda de los 2000, un billete del siempre confiable Nezahualcóyotl para dártelo, en secreto, como presente de cumpleaños. Esa fue la primera vez que tuviste tanto dinero para ti solo y casi olvidaste la fortuna que descansaba bajo la tierra seca sobre la que dormías.

 

V

Nunca encontraste dinero en una botija enterrada bajo una candela. Dejaste de intentar buscar tesoros como si fueras un pirata. Hace décadas que dejaste de pedir un detector de metales para tus cumpleaños o navidad.

Lo que sí encontraste fue un frasco de vidrio con cientos de monedas una tarde en que fuiste a casa de tu bisabuela. No era 3 de mayo, pero sí fue durante una sequía de primavera, un día después de que un incendio consumió toda la construcción. Ahí estaba. A medio enterrar, como si no se esforzara en ocultarse. El incendio había comenzado en la noche, cuando el fogón donde se calientan las tortillas no se apagó bien.

El frasco lo encontraste entre los restos metálicos de lo que era un taller de zapatos en el que las hormas te parecieron tener formas de pies no humanos. En seguida pensaste en decirlo a todo mundo, pero en tu infinita avaricia te corregiste y decidiste quedarte el frasco para ti solo. Cuando tuviste la oportunidad de mirarlas, te diste cuenta que no conocías esas monedas. Eran grandes y pesadas y traían imágenes de personas desconocidas. No eran los pesos que se usan ahora con los números grandes, ni los nuevos pesos que empezaron a circular en 1994 y que ahora ya son viejos. Eran monedas con el rostro de un hombre con paliacate y decían 1970. Deben valer un chingo, pensaste, y son un montón. ¿Desde cuándo, y sobre todo ahora, lo viejo vale más que lo nuevo? Es por eso que nadie, pero nadie, en ninguna tienda, te los quiso aceptar, ni siquiera por un hielo en bolsita de esos que se derriten en las manos de camino a casa.

 

VI

Este año tampoco llovió el 3 de mayo. No recuerdas si alguna vez viste que lloviera el 3 de mayo. Ya no buscas candela sobre la tierra, y tu padre ya no va a la milpa. Todavía tienes las monedas del hombre con paliacate. Ahora sabes que es José María Morelos y Pavón, el que está en el billete de $50 pesos.

Ahora eres coleccionista. Coleccionas monedas. Coleccionas tazos. Coleccionas recuerdos. Coleccionas de todo. Tienes todas las monedas de $5 de la revolución y de la independencia; algunos billetes de cuando venían en papel y otros en plástico. También coleccionas frascos y botijas de barro. Lees el tiempo, el Xook k’iin, y esperas a que llueva el 3 de mayo.

De unos años para acá te ha asaltado otro deseo. Y es una imbécil necesidad de enterrar tu dinero. Tu colección. Tienes la idea de que, si la candela no se te apareció a ti, se le pueda aparecer a alguien más, aunque ese día llueva, porque ese fuego no se apaga con el agua. Quieres comprobar que lo que dijo Heisenberg en el Principio de incertidumbre no aplica a esto, que solo es para la mecánica cuántica y las ondas y las partículas. Quisieras que, si alguien encuentra tu botija un 3 de mayo, esta no desaparezca por contarlo y que, si no fuera mucho pedir, se gaste en algo mejor que una piscina.


Autores
(1994, Ticul, Yucatán) es Licenciado en Literatura Latinoamericana y Técnico en Educación Artística con Especialidad en Creación Literaria. En 2022 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia Joven “Gerardo Mancebo del Castillo Trejo”, ganador de los “LXIII Juegos Florales Nacionales de Ciudad del Carmen” y seleccionado en la 3ra convocatoria “Alas de Lagartija”. En 2020 ganó el Premio Estatal de Cuento Corto “Tiempos de Escritura”. Es productor ejecutivo del colectivo U Yotoch Yúuyum.

Ilustrador
ChangosPerros
Carlos Dzul. Villahermosa, 1983. Dibujante y monero. Ha sido becario del PECDA y el FONCA. Premio universitario de cuento Punto de Partida. Escribió una columna sobre cómic (Great Sioux Nation) en el diario Tabasco Hoy. Finalista Secuenciarte (Pixelatl) y residente de la CAZ, en 2022. Autor de las compilaciones de viñetas Existir es de Nacos, Mi Mundo Ideal y Viñetas para Enamorados y de los libros de cuentos Choto y Simón Clarinet (autoedición). Realiza historietas personalizadas y publica tiras cómicas en redes sociales bajo el nombre de ChangosPerros.