Edith Chávez. Grabar historias sobre madera, cuerpos, papel
El cuerpo es un espacio de representaciones, epicentro que no escapa de su propio grado de indeterminación. Donde quiera que miremos, nos sorprende un mundo desbordado en significado, ficción y deseo. Cuando las cosas establecen diálogo con su entorno y colocan palabras sobre la complejidad de ser, hablamos de arte. Utilidad que va más allá de lo práctico o inmediato. No hay nada superior en él, sólo quizás aquello que no comunica directamente y puede así conectarnos con otro tiempo, alguna forma de ver y entender al otro (sobre todo al otro donde habitamos). Hoy en día, el arte es también la no-obra, el contexto de enunciación, la vía interpretativa que construimos con múltiples lenguajes.
Edith Chávez es una artista joven egresada de la primera generación de la licenciatura en Artes plásticas de la UABJO. En 2010 ganó la Bienal Nacional de Artes Gráficas Shinzaburo Takeda, llamada así en honor al profesor y artista japonés que desde los setentas ha contribuido con el desarrollo de la gráfica y el arte en Oaxaca. En abril viajó a un encuentro de gráfica en Cuba con Rosa espino, título de su más reciente serie en gran formato. Edith es de las pocas mujeres de su generación que permanece activa y se ha destacado no sólo por su talento, sino por su arduo trabajo. Realiza principalmente autorretratos, indagando en los límites del cuerpo dentro de su espacio representativo.
En este tiempo, los modos de ver se han multiplicado hasta crear comunidades interpretativas divergentes. Como técnica de impresión, desde hace décadas la gráfica ha formado parte medular de exploraciones artísticas en esta pequeña ciudad. Pintores consagrados como Rodolfo Morales, Rufino Tamayo y Francisco Toledo, también han trabajado gráfica sobre diferentes soportes para obtener impresiones de la misma imagen.
A pesar de su popularidad, resulta extraño que la gráfica no suela exhibirse en galerías del centro, tampoco es frecuente en museos, a menos que lleve la firma de quienes ya son reconocidos como pintores. Como si los pintores formaran parte de una categoría superior, canon donde no sólo se dicta lo que se dibuja sino qué técnica se utiliza. En realidad, quienes prefieren la gráfica también lo hacen por una cuestión práctica, de sustentabilidad: los materiales utilizados para pintar son mucho más caros, y si uno no se dedica a dibujar tehuanas, árboles o vírgenes de Guadalupe, resulta difícil vender y recuperar lo invertido. Esto representa una problemática del arte actual en Oaxaca.
Edith comparte su taller con Iván Bautista, artista de su generación para quien además suele posar. El taller es una casa de dos pisos alejada del centro de la ciudad e inmersa en un paisaje rural. En la planta baja tienen una prensa de grabado que recientemente adquirieron a cambio de obra (el trueque y el pago en especie son prácticas comunes en el ambiente artístico oaxaqueño). En este piso, Edith también guarda las placas de madera que utiliza para grabar y que a mi parecer, son piezas de arte por sí solas. La madera entintada tiene el encanto de ser vestigio y agente de un proceso antiguo. La planta alta se ocupa para trabajar la madera, proceso que va desde trazar y cortar, hasta quemar con soplete la superficie para resaltar los diseños naturales del árbol, técnica que Edith e Iván aprendieron del maestro Pedro Ascencio en el taller de grabado de la ENAP.
Existen diferentes procesos para obtener la imagen que el artista desea sobre papel. Edith me explica que emplea varias placas para conseguir los colores que quiere en la pieza final. Primero escarba la madera de pino, material que prefiere para grabar porque los cinturones y nudos de este árbol altamente resinoso dan a la pieza una textura especial y alta definición al imprimir. Después entinta el dibujo en relieve, lo cubre con papel y pasa con cuidado por la prensa para sacar pruebas, volver a la pieza y trabajar más en el detalle. El fondo suele hacerlo aparte, recortando la madera a la medida del dibujo, escarbándola y entintándola con otro color para después unir las placas en una última impresión.
Las piezas de Edith narran un aspecto no prototípico de lo femenino. Pollos que cuelgan destazados y cuyas cabezas ofrece en un plato, adornan sus autorretratos para construir otra cara de lo que comúnmente asociamos con este género. Edith me dice que cuando era niña su madre vendía pollo en el mercado, a ella le fascinaba la textura y el color de esta carne. Advierto que como sucede en la vida cotidiana, en un plano alejado de cánones e ideas en torno a lo que suponemos es una mujer, Edith elige sus propios significados en torno al cuerpo como espacio de representación. Quizás en su obra traza una versión ficticia de su madre, matizada por el ideal de quien alimenta y protege, pero también de quien ama con crueldad, eso también significa tener familia.
La pintura se ha posicionado como la principal manifestación artística en esta ciudad. Sin embargo, lo que generalmente se exhibe en galerías resulta tener la misma estética que hemos visto una y otra vez, maquillada con algunos apuntes nuevos, de los grandes pintores oaxaqueños. ¿Eso es lo que quieren los compradores de arte o más bien es lo único que se ofrece? A mi modo de ver, aquí coexisten, sin mezclarse, dos mundos distintos de creación plástica y exhibición: pintura y gráfica. Ambos campos culturales poseen sus propios exponentes, espacios de exhibición y públicos.
La gráfica ha sido denostada por la industria cultural actual por varias razones. Diría que una de ellas radica en su origen popular y en su utilidad versátil: se ha empleado para muchas cosas, para ilustrar corridos, carteles, libros, para hacer invitaciones o folletos (Posada, por ejemplo, realizaba su labor casi como obrero e imprimía en papel barato centenares de copias); otro punto está justamente en su facilidad de reproducción: el mercado se muestra fascinado por el sello de lo auténtico y el estatus que esta ficción confiere a quien compra, pero lo cierto es que los artistas suelen ahondar en un puñado de tópicos y repetir una misma idea hasta el cansancio. No existe lo auténtico en términos específicos, el arte actual navega entre la tradición y el diálogo.
¿Por qué, entonces, numerosos artistas siguen prefiriendo trabajar con prensa, tinta y papel en esta ciudad?, ¿qué hay de especial en esta forma de crear que los hace elegirla sobre la pintura, una venta casi segura en el mercado oaxaqueño? El amor a la gráfica radica quizás en su proceso de producción, el contacto con diferentes materiales y la posibilidad de experimentar con ellos al imprimir; además del sentido de colectividad que impera en los talleres. El trabajo de Edith Chávez es una muestra de la complejidad de este proceso artístico, el talento de sus exponentes y su naciente reconocimiento.