Tierra Adentro

Lo inombrable

—¿Cómo termina el cuento, señor?
—Ahora verás. Cierra los ojos y no hagas ruido.

Señales

La ouija nos preguntó cuándo habíamos muerto.

Extraña ascendencias

—No me gusta cómo me tratan en la escuela, abuelo.

—Tienes que aguantar, Caín. Tienes que hacerlo.

—Pero se burlan de mi cabeza, de mis ojos, de mis manos. Hasta de mi voz cuando suplico que me dejen en paz.
—Y siempre lo harán. Sé fuerte y esconde tu cuerpo como te hemos dicho.

—¿Por qué tenemos que hacerlo, abuelo? ¿Por qué somos tan diferentes?

—Porque no somos de aquí.

Caín ya no pregunta más. Nota cómo su abuelo se pierde en sus recuerdos mientras mira con nostalgia las estrellas.

Mala educación

El señor de la basura ya no pasa por la casa del asesino porque no deja de tirar los cuerpos en el bote de inorgánicos.

El juicio final

Se le preguntó al acusado si tenía algo que decir. Si quería explicar, por fin, por qué le había hecho esas cosas horribles a toda esa gente. Por qué las agujas a los niños, las tijeras a las mujeres y las lanzas a los hombres. Pero no dijo nada. «Pronto, cuando sea el eclipse, entenderán», murmulló para sí mientras sonreía. El juez leyó sus labios. Tragó saliva y también guardó silencio.


Autores
(Metepec, 1993) escribe la columna «Apuntes de nigromancia» en Penumbria, sobre videojuegos y arte fantástico. Publicó Raíces en editorial Paraíso Perdido.
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