Casa de misericordia
La antropología literaria suele encerrarse en fechas, nombres, colecciones, revistas, antologías; éxitos. Al margen, habita un universo en el que se esconden voces igualmente inaugurales; no obstante, ajenas a las devociones de aquella tradición configurada en torno a temáticas, afinidades y diligencias de quienes le han dado forma. Pero sin esos registros —aparentemente periféricos— no puede completarse la imagen de nuestra historia poética:
El año es 1888. Rubén Darío publicó Azul. Al pie del siglo moderno, la poesía recuperaba su andar y su idioma. Ahora viajaba con más libertad desde el viejo continente, con tumbos y virtudes. La industria, en una lancha de remos; penosa aún, se trasladó a América y después la modernidad nos reveló, todavía más; el mundo.
Ha pasado más de un siglo desde el estallido de la locura y los ismos. En Europa, Apollinaire, Marinetti, Kavafis. En Iberoamérica, un puñado de autores como Lorca, Neruda, Vallejo, Huidobro, Parra, Huerta en fila apuntaban con un gran cañón.
La gana de reunirse y fundar revistas se hizo a lo grande. El prestigio literario se construía a partir de si se publicaba en tal o cual revista. En México, las decimonónicas El Renacimiento, Revista Azul y Revista Moderna; y las muy entradas en el siglo XX: el Ateneo de la Juventud, Revista Mexicana de Literatura. Posteriormente Plural y Vuelta se convirtieron en emblemas de la “distribución poética”. Más contemporáneas como la edición mexicana de Letras Libres, La Tempestad y un largo etcétera han traído a la luz nuevas creaciones.
Así como en México, hay ejemplos de trabajos similares en Argentina, con Sur; Brasil con Joaquim; Uruguay con Número. En España, ejemplos como Ínsula y Litoral fueron hogar de poetas. Más cercana a nuestros días, la pulcra Eñe sirve de refugio aristocrático para noveles autores.
¿Pero la poesía “valiosa” sólo navega en esa hemeroteca? ¿Son todas esas publicaciones literarias las casas de misericordia de la creación poética? ¿O el siglo de esplendor poético nunca resurgirá y sólo habita en un texto monográfico, panorámico y enciclopédico?
¿Será verdad la sentencia posmoderna de haberlo matado todo? ¿Han muerto los poetas? ¿Qué valoramos como “El poema”, “El poeta”, “La revista de poesía”?
Es cierto que la poesía tuvo su siglo de las luces, o mejor dicho, sus siglos de luz. ¿Ahora nos dedicaremos a contemplar simple ruido blanco?
Este blog se propone llevar a cabo una especie de antropología poética (sui generis) del joven siglo XXI, al ocuparse de autores en lengua castellana. Propiciaremos la poesía de pecho desnudo, la que desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos.