Canciones de tres ciudades
0. (Untitled)
En mi antología mental, tres cuentos de Irvine Welsh suceden bajo la atmósfera de tres canciones como si se tratara de la banda sonora de esas historias; algo que busco a menudo: canciones que se vuelven covers de cuentos.
1. “El último refugio en el Adriático” / “Asleep”
Algo hay de absurdo en el suicidio. Me cuesta trabajo imaginar qué lleva a una persona a buscar su propia muerte; esa pregunta es el único tema verdaderamente filosófico, pensaba Camus.
En “El último refugio en el Adriático”, Irvine Welsh cuenta cómo Jim Banks regresa a un crucero diez años después de la muerte de su esposa. Narra su enfado por estar rodeado de gente feliz que disfruta sus vacaciones en el barco, tal como, diez años atrás, imaginó que haría con Joan, su esposa. Poco a poco se descubre que ella murió al saltar de un crucero similar. Él está desconcertado por no saber en realidad qué fue lo que la llevó al suicidio, y se reprocha por no haber hecho algo para impedirlo. El tiempo y la vida lo colocan con una nueva mujer que, como él, llora una pérdida a bordo del barco. El coqueteo y el cortejo no se ocultan, pero al pasar las horas, Jim sabe que eso no puede ser, que él pertenece a una sola persona. El recuerdo puede más que las ilusiones nuevas. La historia transcurre y el autor nos va dando detalles de lo que hará su protagonista: quitarse la vida como lo hizo su difunta esposa. Antes de irse, escribe cartas a sus dos hijos explicando la razón por la que ya no estará con ellos; confía en que serán más fuertes de lo que él fue, pues su destino está a un paso de la muerte.
Steven Patrick Morrissey habla de las pérdidas, la soledad y la tristeza que nos llevan a tomar decisiones irremediables; cosas verdaderamente simples, dice él, pero que el mundo no se atreve a decir. Sus letras llevan consigo una estela que podríamos rastrear hasta Oscar Wilde: descaro, cierta ternura, el tenso filo de la ironía.
“Asleep”, de The Smiths, remite enseguida a la historia de Jim Banks. La canción habla de alguien harto de despertar y no encontrar consuelo, de alguien que necesita algo que nunca llega, ni siquiera el anhelado alivio. Queda la ausencia, nuestra y de los demás, el absoluto desamparo de la existencia.
En el relato, Jim vive diez años atormentado por el recuerdo, y la añoranza por su mujer no le permite sobrellevar la pérdida. El misterio del amor, decía Wilde, es más fuerte que el de la muerte, quizá por eso en sus últimos instantes, Jim Banks piensa en su esposa y se dice para sí: “Sólo voy a recuperar mi bendito aliento, echar una última y larga mirada al cielo púrpura, y después cargaré mi peso y me dejaré caer desde esta barandilla al Adriático”.
Morrissey, a su vez, a media voz canta la estrofa de la canción donde, de igual forma, pierde a su protagonista en los brazos
del suicidio…
Don’t feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I really want to go
(No te sientas mal por mí / quiero que sepas / que en lo más profundo
de mi corazón / realmente quiero irme).
Alguien salta al Adriático, todos saltamos. Un crucero, cualquier crucero, suenan los Smiths. Nunca llegamos a conocer realmente lo que se ama.
2. “Marlene Dietrich’s Favorite Poem” / “Euroescoria”
Ha dejado de llover en el Anahuacalli. Peter Murphy toma su guitarra, pide perdón por herirnos de esa manera y clama para que no nos rompan el corazón. Las notas y la voz profunda de Murphy inundan el recinto que alberga la obra de Diego Rivera. El coro es inevitable. El micrófono cae, pero eso no importa; Murphy comienza a tocar las cuerdas y espera a tener el micrófono de vuelta. El cantante prepara en su mente la historia del poema favorito de Marlene Dietrich.
Y ahí están Marlene, narrada por Murphy, y Chrissie, personaje de “Euroescoria”, de Irvine Welsh. Murphy y Welsh cuentan, cada uno a su manera, la historia de una mujer destrozada por una relación amorosa. Historias espejo como todas las historias de desamor, donde el amor es un juego sin correspondencia: un error, una mala jugada.
La idea del amor sólo pasa en la idea colectiva de la fantasía; nunca será para aquellos a los que la sociedad segrega porque, a final de cuentas, como dice Brett Anderson, “somos basura tú y yo, somos la mugre suspendida en el aire, somos los amantes en las calles, somos basura tú y yo, está en todo lo que hacemos”. En el amor también somos basura.
La vida de ambas mujeres es un desdoblamiento de la misma historia; Chrissie muere con la vida destrozada, y no sabemos si fue un suicidio o un accidente. En la canción de Murphy, Marlene puede sobrevivir siempre y cuando no hable de su vida. A la muerte de Chrissie, Richard, su ex amante, cuenta a detalle toda la vida de sufrimientos que ella tuvo. Euan, una de las razones por las que muere, escucha atento las palabras y descubre que ella no era la basura que él creía, sólo alguien que quería vivir un poco más de lo que su vida la dejaba. Esa noche Peter Murphy canta sin piedad:
A tear falls as she describes
approaching death with a yearning heart
with pride and no despise
(una lágrima cae mientras describe / una muerte próxima con un anhelado
corazón / con orgullo y sin desprecio).
Welsh le da un final a Chrissie pensando que nadie debería morir de esa manera: triste, solitario, sin importarle al mundo. Murphy tararea sus letras mientras jala la cuerda más gruesa de su guitarra. Enseguida entona, desde la tristeza infinita, la última estrofa de la canción:
Hot tears flow as she recounts
her favourite worded token.
Forgive me please for hurting so,
don’t go away heartbroken, no
(Cálidas lágrimas fluyen mientras recita / su frase preferida. / Perdóname
por favor por herirte así, / no te vayas con el corazón roto, no).
Ni en el amor, contra lo que se cree, le importamos al mundo.
3. “Peeping Tom” / “Al otro lado del pasillo”
El voyerismo, como todas las prácticas privadas, es visto con reservas aunque se le incentive desde todas las esferas de la sociedad. ¿Internet no es el club perfecto de voyeristas? De la excitación a lo denigrante, del refugio a la perversión, todo regresa al gesto básico de la mirada.
Mi primo tiene una casa de cuatro pisos en Buenos Aires; en el tercero hay ventanas por todos lados, como si fuera un palomar. Cuando se mudó ahí, subimos algunas noches con binoculares buscando algo que espiar. Era el lugar perfecto para esta nueva actividad: una mujer, vista a lo lejos, desprevenida y sin ropa, sería la felicidad. Nunca la encontramos. En ese entonces buscábamos a la chica de la que hablaba Brian Molko, en ese grupo, ahora decadente, que es Placebo. La canción “Peeping Tom” (“mirón”, en inglés) habla de un amor a lo lejos, de una mujer que hace feliz a alguien sólo por verla sin que ella sepa que la observan. La vida puede ser cruel cuando se busca con desesperación a los demás mientras ellos buscan con desilusión a otros; la historia del marginado, aquel que prefiere mirar a lo lejos, con todo aquello que espera del futuro.
Brian Molko canta para sí y para algunos cuantos. La canción puede ser al mismo tiempo un alivio y una pena, algo que va más allá de la perversión o del miedo de hacerse real para alguien.
The face that fills the hole
that stole my broken soul
the one that makes me seem to feel
much taller than you are
I’m just a peeping Tom
On my own for far too long…
(“La cara que rellena el hueco / esa que robó mi alma rota / la única
que me hace sentir / más alto que tú / sólo soy un mirón / con demasiado
tiempo a solas…”).
En el cuento “Al otro lado del pasillo”, Welsh narra una historia similar a lo que describe Molko. En dos columnas que se desenvuelven casi como espejos, Welsh escribe los pensamientos y monólogos de Frank y Stephanie. Cada uno habla de sus problemas y del fastidio que hay en el trabajo y en su vida hasta que, en un momento, llegan a la relación sexual desatando la perversión reprimida que sienten el uno por el otro. Sin embargo, nada es real, sólo una simulación de su deseo. Están desnudos en sus camas, tan insignificantes, sin fe, con miedo.
La historia se une cuando los dos, ya fuera de sus fantasías, se encuentran en el pasillo del edificio en el que viven y, al mirarse, se sonrojan, se ponen nerviosos. Quieren hablarse, decirse todo, pero ninguno se atreve. Las palabras faltan cuando más las necesitamos. Ambos apresuran el paso sintiendo vergüenza y repugnancia por ellos mismos; eso que sueñan y desean no puede ser real, el miedo y la inseguridad son más fuertes. A veces la vida nos vuelve patéticos: preferimos ser mirones y pasar mucho tiempo a solas, sin arriesgarnos; o como dice Molko:
I’m just a peeping Tom
On my own for far too long
Problems with the booze
Nothing left to lose
(“Sólo soy un mirón / con demasiado tiempo a solas / problemas con
el alcohol / nada más que perder”).
En ambos contextos, Molko y Welsh coinciden en una cosa: a veces la perversión, aunque patética, se asemeja a la ternura.
4. (Untitled)
Estoy en un estadio, un teatro, un antiguo cine, un circo, un museo. Escucho la voz de Murphy mientras toca, más frenético que Bowie y con todos los Bauhaus, “Ziggy Stardust”. Canto a coro, en un vaivén de tristeza, “Everyday Is Like Sunday”, interpretada por Morrissey. No me canso de leer Acid House.