Tierra Adentro
Ilustración por Alberto Méndez

Sergio

Mi mejor amigo en primaria se llamaba Sergio. Éramos los recluidos a voluntad porque no nos entusiasmaba el fútbol o molestar a las niñas. No nos gustaban las niñas, lo dijimos a modo de confesión en el patio, junto al enjambre de abejas. Terminé con una mano hinchada, él con un cachete rojo. Al otro día juramos nunca hablar del tema. Las únicas que nos escucharon fueron las abejas y nos castigaron a causa de ello.

Loo

Años después, leí un poema de Sergio Loo en Twitter, en las computadoras de la biblioteca de mi facultad. Desbaratar tu colchón y encontrar en él mi cuerpo erecto de tu ausencia. ¿Dónde estará, por estos días, aquel Sergio, el del cachete rojo? (y suelto esta pregunta retórica para mantener la conexión al fragmento anterior, ¿así lo estoy haciendo bien, Sergio Loo? es tu homenaje, ¿querías homenajes?) Y por si fuera poco, al salir extasiado por el poema, otro enjambre me esperaba afuera. Esa vez no. Los tiempos ya son otros y las abejas de la justicia también cambian, gradualmente.

Nos siguen matando

Febrero 2014. Apenas unas semanas me enteré que Sergio murió. No, lo mataron, me contó mi madre. Dos años atrás lo fui a ver, usaba rubor en los cachetes y tacones. En aquella ocasión, estaba construyendo la imagen de cómo quería recordarlx, con el carmín difuminado en el rostro; en punta, talón, punta en la banqueta de enfrente. ¿O se llamaba Gerardo? Como tú. El que te molestaba en la escuela. Ese no era Sergio, mi madre tiene la habilidad de confundir rostros y nombres del pasado. Gerardo fue el primero que nos vio, a Sergio y a mí, agarrarnos de la mano en el baño. Me dijeron que andaba con uno de los “malos” y los cacharon saliendo de un hotel. Fue el primero en decirle a todo el salón, y consecuentemente al grupo B, que éramos jotos, que nos tocábamos en el baño. Ahora estaba muerto por asociarse con los “malos”, una lástima que llevara tan feo nombre, una pena lo de su muerte. Imagino que Sergio debe andar por ahí o por allá, aplicándose el rojo a sus cachetes. Qué felicidad, sus tacones sonando en el asfalto.

6 de marzo de 2020, encuentro Nos siguen matando de Sergio Loo en un blog de Internet con una nota de Úrsula Fuentes, fechada a finales de enero de 2014: murió ayer en la madrugada. Tenía mi edad. Me pareció encantador y brillante. Le envidié lo prolífico, la prosa desenfada y cándida, los versos puntiagudos.

Y cómo no va ser puntiaguda la escritura de Loo, si con el tino mordaz de sus arrebatos literarios construía no un imaginario indulgente, sino brutal y preciso para dar sentencias a las figuras del homosexual del ayer y hoy.

Porque antes los maricones éramos así, sórdidos y retorcidos como el rímel negro que se nos escurre al llorar. Así se ahorraban las investigaciones. Así se tapaba todo. Así nos mataban. Decían que nosotros mismos, por putos, nos matábamos entre nosotros, por putos y como putos: traicioneros.

Cuando Gerardo nos encontró aquella vez en el baño, en aquel pequeño acto de afecto entre niños, yo aventé a Sergio por el susto de que nos habían descubierto. Resbaló con los orines y se pegó fuertemente en el rostro. Díganme ustedes, ¿eso no fue el puto traicionero de mi pasado?

Yo digo que sí.

"Guía Roji ", Sergio Loo, IVEC. 2012, Pag 32.

“Guía Roji “, Sergio Loo, IVEC. 2012. Pag 32.

 

 

Y nuestra sonrisa […] desangra claveles rojos

Es cierto que a veces queremos agregar valores espirituales o hasta paranormales a acontecimientos y aspectos de nuestras vidas. Este es mi caso, lo quiero creer, lo construyo así. ¿Qué cosa hay más espiritual o paranormal que la literatura? Seguramente sí las habrá, pero cada maestrito con su librito.

Hay un espacio especial para ambos Sergios en mi librero. Cuando el día puede tornarse espeso por tanto trabajo, suelo llegar a la sección de mis libros favoritos. Ahí están los pocos de Anne Carson que he podido comprar, Juliana Spahr, Marosa Di Gorgio y Eros Alesi en copias, al recién llegado Ocean Vuong y claro, Sergio Loo. Abro cualquier libro y leo páginas salteadas. Si abro House. Retratos desarmables, me voy a encontrar con la fotografía de Sergio y yo en la primaria con los labios pintados muy sonrientes, vestidos de payasitos. Y nuestra sonrisa…

Aquí está la página, número 107, en donde suelo poner la foto porque siempre me ha parecido lo mejor de la novela y lo que mi mente ha querido construir de la personalidad de Sergio, lo que sus amigos me han dicho de él, ¿cómo sería su tono de voz leyendo? ¿Sergio diría algo así en pleno cotorreo?

Tema de hoy: gente ilusa

Hasta Marx fue un romántico al pensar que el mundo cambiaría por sus ideas.

Aquí es donde agrego lo espiritual. Gente ilusa, pensar que por tener un amigo de la infancia llamado Sergio habrá alguna conexión metaliteraria con un escritor mexicano. Sí, ¿no sientes la magia Coca Cola?

Sí la he visto en sus amigos, la magia y la conexión espiritual. Sé de escritores de su generación que le tienen un altar casi permanente en sus casas. He escuchado que constantemente lo recuerdan con mucho cariño. Que han fabricado artefactos para tenerlo más presente. Recuerdo una caja de madera con su nombre grabado en mano de sus amigos poetas. Los he visto con sus sonrisas floreciendo como claveles rojos al término de homenajes. También he visto sus miradas desangrar claveles rojos en el aniversario de su muerte.

Hasta puedo agregar el plano paranormal. Una vez, con el poeta de la boina, uno de sus amigos más cercanos, nos leía poemas inéditos guardados en su correo electrónico. Nos platicaba una que otra anécdota. De repente, al término de uno de los textos, la casa sufrió un apagón. Salí a la calle para verificar si era un fallo en la cuadra, pero, era solo el sistema eléctrico donde estábamos. El poeta de la boina, permaneció tranquilo, nos dijo, puede que sea Sergio.

En Morelia, rentaba un cuarto en esa casa en mi etapa de universitario y nunca me había percatado del eco que se implantó después del apagón. Luna, mi gata, maullaba casi sin descanso a una esquina y tenía la sensación de que me miraban todo el tiempo. No había ni perturbación o miedo, solo presencié esa alteración en el ambiente de la habitación por unas semanas.

Cuando vivía en Iztapalapa, la poeta de la clorofila y las células, me llevaba a mi departamento después de la fiesta. Siempre manejaba y contaba algo. En varias ocasiones, Loo salió al tema, yo notaba cierto cambio de tono en su voz y la cadencia de su risa espontánea cuando le divertía mucho recordar. Terminaba definiéndolo. Sergio, era…; Sergio, tenía una especie de… Cuando llegábamos al Eje 6 Sur nos despedíamos con un abrazo profundo y un te quiero mucho. Bajaba del auto y mientras subía las escaleras experimentaba un estado de tranquilidad como si la energía de ese tipo de pláticas desprendiera un no sé qué; un devenir, diría la poeta de la clorofila. Llegaba a mi cuarto y leía a Loo con mucho cariño. Fue en esas noches cuando me topé con, Necrófaga comisura de tus labios se remiendan a la mía/ y nuestra sonrisa, que ahora es una sola, /desangra claveles rojos, claveles oxidados/ claveles a borbotones. Y cuando veo sonreír a sus amigos pienso en esta sucesión de imágenes y recuerdo también al Sergio, mi amigx de la primaria. Ramillete chorreando sin raíces de arrepentimiento.

Tema de hoy: DF

La colonia Narvarte se desvanece. Entra un tercer Sergio a este Fragmento. No sabemos si canta o si pide alguna explicación por su aparición, su voz no se escucha. Se dirige a la cámara en todo.

Burdel de buenas intenciones o Urbe máquina de habitar, Sergio Loo siempre ponía los rostros de las calles en todos sus libros. Era, pues, un escritor citadino. La ciudad se presentaba buena o mala, como otro personaje. Narvarte Pesadilla y Guía Roji son los mejores ejemplos. Conocía bien su campo de batalla (literario) (literalmente):

"Guía Roji", Sergio Loo, IVEC. 2012. Pag 29.

“Guía Roji”, Sergio Loo, IVEC. 2012. Pag 29.

 

 

Tema de hoy: la música

De a poco hasta sonar a todo volumen, entra la canción “Disorder” de Joy Division. Sergio sin dejar de mover la boca (ahora sabemos que sí canta) se desnuda.

¿Qué sucederá con esta nueva sensibilidad poética trastocada por MTV y Oscar Wilde?, escribe Sergio en la reseña de Catnip de la poeta Xitlalitl Rodríguez. ¿Qué pensaría Loo en esta segunda década del siglo, donde MTV fracasó y ahora Spotify domina las redes de la música? Quizá, y muy seguramente, no dudaría en agregar una playlist en su nuevo libro.

Soy la felicidad de este mundo o muchachos en la azotea

Sergio está desnudo, su enorme miembro choca en los limites de estos párrafos. Está de espaldas, ya no sabe dónde está la cámara.

No es secreto que Loo tenía una postura política con el cuerpo, es imposible no tocar este tópico cuando hablamos de su obra. Al parecer es una constante en la escritura de hombres homosexuales. Sin embargo, su visión resalta en el plano de la literatura mexicana. Sobre todo en su Operación al cuerpo enfermo, donde lo corpóreo tiene una carga en la orientación sexual y se presenta deforme, enfermo, habitado, violentado. Pareciera que la experiencia de llevar el cuerpo a todas partes es sinónimo de encarcelamiento:

[…]Él imagina  que la gente al verlo lo ve en cuatro patas pidiendo ser embestido […] otro hombre le mete un dedo por el ano y le comienza a hurgar. Nadie se detiene a imaginar a los heterosexuales en actos impúdicos. Son heterosexuales y ya.

Los vasos comunicantes en toda su obra son constantes. En Narvarte Pesadilla, el protagonista llamado Sergio tiene un pene descomunal, a lo que me llevó a recordar este texto contenido en Operación al cuerpo enfermo:

Estamos sanos. Estamos muy sanos. Estamos intensamente sanos. Inconmensurable, bizarramente, deformemente vivos.

Sergio Loo se desbordó, llevó sus ideas del cuerpo a otros géneros y disciplinas del arte. El director de cine, Julián Hernández, comentó en una charla donde platicaba sobre su filmografía, que Loo trabajó con él de forma indirecta, solo lo vio dos o tres ocasiones, que trabajaban vía correo electrónico y fue en ese tiempo donde se concretaron dos proyectos para la pantalla grande: Soy la felicidad de este mundo (largometraje) y Muchachos en la azotea (cortometraje). En estos trabajos, que casi nadie toca cuando hablamos de su obra, está impregnada la esencia del escritor tan apreciado por muchos.

Lo que nos queda de un cuerpo

Propongo, seguir recolectando las huellas de Sergio, como se ha hecho hasta ahora. Alguien, no recuerdo que poeta, amigo suyo, me comentó que pareciera que dejó todo planeado para trazar su camino después de su partida, con esa idea también quiero quedarme.

Propongo, Loo, mantenerte en nuestro imaginario, en el de la literatura nacional (una película documental vendría excelente). Mantener los ritos sobre partes de tu cuerpo que son tus libros, que sigas en muchos lugares especiales, en libreros y altares.

Aquí

los demasiados rostros te brotamos

biografía póstuma tu cuerpo.

 

 

Bibliografía

Loo, Sergio. Claveles automáticos. México. Harakiri ediciones. 2006.

Loo, Sergio. Guía roji. México. IVEC. 2012.

Loo, Sergio. House: retratos desarmables. México. Zeta. 2011.

Loo, Sergio. Narvarte pesadilla. México. Editorial MoHo. 2017.

Loo, Sergio. Operación al cuerpo enfermo. México. Ediciones Acapulco, UANL. 2015.

Loo, Sergio. Sus brazos labios en mi boca rodando. México. FETA. 2007.