Tierra Adentro
Ilustración realizada por Maricarmen Zapatero
Ilustración realizada por Maricarmen Zapatero

Entre junio de 1926 y noviembre de 1931, en la ciudad de México, se llevó a cabo un raro laboratorio de psicología experimental. El experimento pretendía establecer hasta qué límite una persona podía resistirse a recibir una gran suma de dinero sin hacer concesiones que atentaran contra la ética o la moralidad en la época posrevolucionaria y durante los complicados años de la presidencia de Plutarco Elías Calles. En colaboración con los escritores Luis Cervantes Morales y Eduardo Delhumeau, una mujer de más de sesenta años ponía en marcha estos experimentos en fiestas privadas donde nada era lo que parecía. Vestida completamente con ropa de hombre, con un sombrero para ocultar sus largas trenzas grises, un bigote postizo, anteojos y con talonarios de cheques falsos de diferentes bancos internacionales, Concepción Jurado se transformaba en el gran forjador de ilusiones: Don Carlos Balmori, un don Juan español y multimillonario que viajaba por el mundo con su fortuna en busca de oportunidades financieras y mujeres. Balmori engañaba con promesas de dinero y fama a sus víctimas, quienes estaban dispuestas a hacer lo que el “gachupín” mandara con tal de estar entre su íntimo círculo de amigos.

Estas fiestas eran el escenario de las Balmoreadas, nombre con el que se conocieron las farsas de Balmori. Las fiestas se organizaban para engañar a las víctimas, quienes luego pasaban a formar parte del círculo de allegados. Conocidos como ‘los puerquitos’, este círculo ayudaba con la planificación y ejecución de futuros engaños, es decir, las Balmoreadas seguían el esquema piramidal. De acuerdo con la investigadora Esther Gabara, ‘los puerquitos’ “se convierten en una especie de culto”1 que juraban guardan el secreto sobre la identidad de Balmori. Entre los puerquitos había generales, políticos, escritores, periodistas, artistas, cirujanos…Dicen los rumores que más de 3000 personas fueron víctimas del millonario español.

Escena de las Balmoreadas
Escena de las Balmoreadas

Pero Carlos Balmori es un performance de Concepción Jurado, quien creó al tercio español mucho antes de estas tertulias. Jurado nace en la Ciudad de México en 1864 o 1865 supuestamente en un barrio de clase trabajadora. Se dice que, ante la precaria situación económica de la familia, su padre, Don Juan Jurado, quería obligar a su hija a casarse. Como respuesta, ésta se vistió de hombre, engañó al padre y pidió su propia mano en matrimonio. Jurado nunca se casó y de acuerdo con la historiadora Gabriela Cano, vivía con sus dos hermanos, sus sobrinos y trabajaba de conserje en una escuela2.

Esta historiadora ha estudiado las Balmoreadas como espacios de diversión donde se desafiaban las convenciones sexo-genéricas de la época. Para Cano, el personaje de Balmori puede interpretarse como un acto de travestismo y las farsas como una forma lúdica de intervenir en el espacio público3. Por ello, las acciones de Balmori/Jurado permiten esbozar una historia cultural de la diversidad sexo-genérica centrada en la experiencia de la disidencia femenina que vendría a complementar los estudios sobre la representación cuir masculina en México. A través de las Memorias de Don Carlos Balmori. Escritas por su secretario particular, publicadas en 1969 por Cervantes Morales, podemos aventurar que el travestismo de Jurado no era necesariamente una forma de obtener privilegios masculinos ni un disfraz para escapar de un matrimonio infeliz o del convento como es el caso de la Monja Alférez. Tampoco queda claro si se trataba de una identidad de género. Lo que sí es evidente es que Jurado/Balmori entiende el género como una construcción social que puede ser manipulada de manera juguetona para develar las grietas de lo que hoy llamamos el heteropatriarcado.

Según lo documentado por Cervantes Morales, Jurado/Balmori sentía una predilección por las bodas, farsa que se repitió alrededor de unas veinte veces con distintas víctimas. En varias ocasiones, el propósito de una Balmoreada no era necesariamente seducir a una mujer, pero Jurado/Balmori raramente podía resistir la tentación. Por ejemplo, en cierta ocasión, ‘los puerquitos’ eligieron engañar a miembros del partido comunista. La intención: encandilarlos con una gran suma de dinero para que se vieran obligados a reconocer que, sin capital, el comunismo no puede sobrevivir. Ante la belleza de la líder de la prensa comunista, Jurado/Balmori se desvía del guión y le propone matrimonio. Laura del Cielo está dispuesta a sacrificarse y “aceptar sus rancias fórmulas de matrimonio civil y religioso”4 para salvar el periódico y la prensa. No sin antes besar apasionadamente a la novia, Balmori se quitá el bigote y descubre sus trenzas dando fin a la farsa. En estas memorias, se habla del matrimonio como una institución podrida que no solo ha caído en desuso, sino que muchas veces no es nada más que una transacción económica donde uno de los cónyuges es el beneficiado. En cambio, las memorias celebran el amor libre y el fin de la monogamia como el ‘verdadero’ camino hacia la modernidad.

Ahora bien, Jurado/Balmori no elegía a sus víctimas salvo en la ocasión en que decide engañar a su comadre y casarse con ella: “hace más de cuatro meses la vengo trabajando personalmente para convertirla en un “puerquito” especialmente mío”5. Cuesta creer que una amiga cercana de Conchita, como lo era María Sánchez, no reconociera o sospechara de la identidad de Balmori, pero la boda se llevó a cabo sin mayores problemas. Si bien era común que Balmori incomodara al público con sus excesivas muestras de afecto y toqueteos impropios, las nupcias con María Sánchez están descritas como una de las bodas más intensas: “apretó el busto de su novia imprimiendo un largo beso. Terminó el primer beso y comenzó el segundo, y así el tercero y otros muchos”6. Hay quienes han sugerido que Jurado/Balmori sentía atracción por las mujeres y que estas tertulias eran uno de los pocos espacios en los que podía explorar esta atracción sin sufrir mayores repercusiones. ¿Por qué eligió Balmori a María Sánchez? ¿Serían las Balmoreadas una forma de cruising en la época posrevolucionaria?

Quizá una de las cosas que Jurado/Balmori disfrutaba más que besarse con sus novias era herir el ego masculino. Al descubrir que el engaño había sido perpetrado por el “frágil cuerpo” de una “pobre anciana”, los hombres se sentían profundamente ofendidos y amenazados por la audacia de Jurado. Para Gabara, lo subversivo de las acciones de Balmori está en demostrar que los hombres se sentían amenazados con la posibilidad de que las mujeres intervinieran política y socialmente en el espacio público. Era la época de la chica moderna y de la revolución de las pelonas, quienes con su corte de pelo y su look ‘masculino’, constituían una afrenta a la moral mexicana. Con sus acciones, Jurado/Balmori demuestra que la intervención de las mujeres no era solo posible, sino que desequilibraba al género en sí mismo:

“Y los amigos llegaron pronto a una conclusión: habían perdido el concepto de tiempo y lugar, en un solo momento se había borrado de su mente la historia de sus vidas, por segundos habían olvidado en donde se hallaban, quienes eran y el porvenir que les esperaba; en sus propias narices aquel gran HOMBRE se les transformó en mujer provocando horrendo desequilibrio mental, y en estos pensamientos y hondas disquisiciones se les fue el sueño”7.

Las memorias sugieren que el performance de Jurado/Balmori era tan bueno que las víctimas llegaban a cuestionarse el significado de ser hombre o ser mujer. Mientras, Conchita, esbozaba una sonrisa.

El experimento llegó a su fin con la muerte de Jurado. Después de su fallecimiento, sus amigos y los ‘puerquitos’ documentarían su vida. Celebrarían sus acciones con la tumba de talavera del Panteón de Dolores, además publicarían diversas crónicas y memorias. Con el tiempo, la leyenda del tercio español inspiraría novelas e incluso programas de televisión. Algunos ejemplos son La ambición del diablo (Ediciones Botas 1962) de Martín Gómez Palacio, El increíble Carlos Balmori (Editorial Universo 1981) de Fernando Martí, Vida y milagros (novela teatral) (Nueva Imagen 1999) de Héctor Anaya y Don Carlos Balmori: El genio forjador de ilusiones (Palibrio 2014) de Joel López Zepeda. También aparece Jurado/Balmori en Mujer: casos de la vida real de Silvia Pinal, y Raúl Quintanilla y Julián Antuñano le dedican un episodio de Curiosidades históricas. A pesar de ser un caso documentado por la prensa de la época y abordado por escritores y artistas, hoy no queda mucho en el imaginario popular sobre este laboratorio experimental de la disidencia de género. Se dice que la frase “lo agarraron de su puerquito” es un residuo de esta historia cuir. Sobre la calle Álvaro Obregón, todavía se encuentra intacta la supuesta mansión donde se llevaban a cabo las gloriosas fiestas: el edificio Balmori. En la colonia Roma, un restaurante-bar celebra su esporádica irreverencia. No deja de sorprenderme que quede poco en el imaginario popular de la radicalidad de una mujer travestida que puso al género en disputa décadas antes del giro antiesencialista en los estudios de género. ¿Qué otras Conchitas se esconden en los huecos de la heteronorma mexicana?

  1. Gabara, Esther. 2008. Errant Modernism. The Ethos of Photography in Mexico and Brazil. Durham; London: Duke UP.
  2. Cano, Gabriela. 2020. “Ambientes bohemios: diversidad sexual en la capital mexicana durante los fabuloso años veinte.” Mexican Studies/Estudios mexicanos. 36 (1.2): 167-91.
  3. Ibid.
  4. Cervantes Morales, Luis. 1969. Memorias de Don Carlos Balmori. Escritas por su secretario particular. Mexico: Costa-Amic.
  5. Ibid.
  6. Ibid.
  7. Ibid.